Cartel de 'Conversaciones sobre la escuela (inclusiva)' para reflexionar y dialogar sobre la realidad y los futuros deseables de la educación. Al fondo, un grupo de personas camina por una pasarela de madera en un espacio abierto campestre. Es atardecer y la luz del sol es tenue. Sobre la imagen, el logo de la Universidad de Málaga. Fotografía de Paula Verde.

Conversaciones entre alumnado, familias, profesionales, equipos directivos, investigadores/a y responsables políticos sobre las escuelas que tenemos y cómo hacerlas para todas las personas

Durante los martes de mayo y junio de 2020 se llevaron a cabo una serie de Conversaciones sobre la escuela (inclusiva) compartidas en las redes a partir de la página Educación, diversidad y desigualdad en Facebook o en la lista de reproducción Conversaciones sobre la escuela (inclusiva) del perfil de YouTube de Ignacio Calderón Almendros.

Estas conversaciones pretendían ser un espacio en el que pensar públicamente sobre la realidad que vivimos en nuestras escuelas y en el que proyectar la escuela que deseamos. Las sesiones fueron grabadas y difundidas por las redes, a la vez que usadas a efectos de investigación pedagógica. A las conversaciones se inscribieron más de 200 personas de diferentes nacionalidades; por ello, se dividieron operativamente los encuentros por colectivos. Primero, las familias; luego, estudiantes, profesionales en educación e investigación. Aunque se organizaron encuentros por colectivos, la idea era que todas las personas inscritas presenciaran el resto de debates, y se invitó a la ciudadanía a seguirlos y a comentarlos en las redes. El ejercicio de escucha resultó esencial para todo el proceso.

Como fruto de todo ello, quedan para la reflexión y análisis las sesiones grabadas, que ya están usándose para procesos de formación de profesorado, con decenas de miles de visualizaciones. Por otra parte, de esos encuentros nace un documento que pretende ser de utilidad para el debate parlamentario del Proyecto de Ley Educativa en España de 2020. El texto, de descarga gratuita, es Análisis y propuestas para una nueva Ley Educativa. Conversaciones de la ciudadanía sobre la escuela inclusiva (Octaedro, 2020).

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  • Videos de las conversaciones

    Experiencias de familias en las escuelas. Entre querer y poder

    N.C.:— Bueno, muchas gracias a todos por compartir sus experiencias y reflexiones. Me gustaría comenzar enfocándonos en cómo podemos mejorar la experiencia escolar de nuestras familias y nuestros hijos. Es importante recordar que estamos aquí para buscar soluciones y aprender unos de otros. La participación de cada uno es crucial para entender mejor nuestras realidades y cómo podemos apoyarnos mutuamente en este proceso.

    «Entre querer y poder». No sé si os despierta algo este título, si puede servir como disparador de la sesión de hoy. Tenéis la palabra. Bueno, ¿quién se anima? ¿Quién comienza? Carmen.

    Carmen:— A ver, he estado reflexionando esta mañana sobre la función de la escuela y he llegado a la conclusión de que tiene dos: educar y socializar, que los niños convivan. Pero hay muchas niñas y muchos niños que no alcanzan ninguno de estos dos objetivos. No se educan, no socializan, no conviven porque no tienen amigos. Entonces, mi pregunta es: ¿para qué van a la escuela? Esta pregunta me la hago yo día sí, día también, sobre todo en los últimos tres años.

    Rebeca:— Soy Rebeca, de São Paulo, Brasil, profesora de crianza de 4 y 5 años y madre de una niña de 2 años que comenzó la escuela en febrero. Dio un mes de clase antes del coronavirus y fue muy bien recibida. Es una niña con discapacidad. Tengo diez años de experiencia como maestra y esta es mi primera experiencia como madre. Cuando llegué allí, quisieron saber mi historia y todo sobre ella. Hablaron mucho sobre el respeto a las diferencias, que giraba en torno al respeto. Recuerdo que le pregunté a la profesora sobre este paso que a mí me preocupaba, quizás un poco más, y me hace pensar en cómo vamos más allá del respeto. Pero estamos juntos, cada uno en su mundo. Quiero que sea querida, claro, tiene amigos y también quiero que aprenda y conviva con todas las posibilidades de esa convivencia para lograr el respeto.

    N.C.:— Muchas gracias, Rebeca. Mari Carmen.

    Mari Carmen:— Buenas tardes. Después de escuchar a Carmen, tengo que decir que coincido mucho con ella, quizás porque también estoy viviendo la escolarización de un niño “especial” en secundaria. Creo que el mayor problema que tenemos las familias, y soy profesora, es la administración. La administración tapa y protege lo que, por ejemplo, Carmen ha mencionado. A esa falta de ratio, a ese currículum y a esa selección de personal. Desde mi experiencia, puedo decir que las ratios son enormes y que es imposible atender, por ejemplo, en Secundaria, a 25 alumnos y tener diferentes grupos dentro de esos alumnos. El profesorado se ampara en que tienen que cumplir objetivos y, si el niño no cumple, se le suspende y punto. No se paran a pensar en cómo se puede ayudar. Y la única ayuda que tenemos serían los equipos de orientación con los recursos disponibles, que en lugar de echarte un capote, lo único que te dicen día a día son las dificultades que tiene, en lugar de ayudar.

    Entonces, lo que he escuchado a Carmen, me he sentido totalmente identificada, porque cuando decides que tu hijo permanezca en ordinaria es eso. Chocas e intentan demostrar que no tienes razón. Que tu hijo no tiene por qué estar ahí, que no te estás dando cuenta. Y cuando subes e intentas demostrarlo, porque realmente llevas tus justificaciones, vas a las reuniones, tomas nota y te das cuenta de que, a lo mejor, cuando se dice que un grupo va mal, no solamente es tu hijo, es el grupo en general. Entonces, coincido con Carmen en que está fallando, sobre todo, el sistema. Pero también se debe tener en cuenta que la administración, en cierta manera, ampara a su profesorado y lo defiende. Entiendo que quizás no van a decir: “Oye, no tenemos ese personal. No está preparado”, pero día a día te das cuenta de que en primaria a un niño lo puedes mantener. Un niño que presenta una forma diferente de aprendizaje se puede mantener, incluso le puedes intentar que la socialización, que es otra de las cosas que Carmen ha mencionado, se lleve a cabo. Sin embargo, cuando llegas a Secundaria, dejas a tu hijo ahí prácticamente solo.

    Y es la lucha, y es el sentimiento que, como madre, sientes todos los días que realmente merece la pena. Yo creo que sí, que merece la pena, que nosotros como familia sigamos luchando para los que vienen detrás.

    N:C:— Muchas gracias, Mari Carmen. Rocío

    Rocío:— Bueno, yo soy Rocío y tengo un hijo que este año está en infantil, de 3 años. Él tiene una enfermedad rara y ha empezado el colegio. Nosotros, desde antes de que el niño empezara a ir al colegio, ya nos hemos encontrado con las barreras, porque a él, debido a su diagnóstico, antes incluso de que lo viera el orientador y que le hicieran el dictamen de escolarización, la maestra que le iba a tocar me dijo que ella no estaba preparada, que no se veía capaz de tener a mi hijo en clase y que lo mejor que podía hacer era llevarlo a otro colegio donde hay un aula específica y que lo metiera en el aula específica.

    Entonces, yo, como madre, me sorprende que ni siquiera llegaran a conocer a mi hijo y que ya tuvieran hecho un recorrido para él. Me parece muy fuerte que, sin saber si el niño tiene capacidades o no las tiene, que directamente lo deriven y ya está. Por supuesto, no me conformé, lo luché, y el niño está en el colegio de su hermano donde tiene que estar y en el aula ordinaria. Un aula ordinaria que, según el dictamen, debería haberse hecho con apoyo, que hemos luchado para que tenga los apoyos, los tiene. Pero que, aun así, siguen teniéndole el camino marcado en el sentido de que sí, está en ordinaria, pero no le dan todos los contenidos, no le adaptan los contenidos y está en tres años.

    Entonces, me parece que el sistema está hecho de una forma que ya, como tú tienes un dictamen, como tú tienes una discapacidad, ya tienes que tener un recorrido y de ahí no te vas a salir. Y, como madre, el que no quieran entender apostar por tu hijo es que me parece muy fuerte. El sistema desde luego no está bien y la escolarización no está bien y esto habría que cambiarlo porque realmente el que los maestros se puedan escudar es que no hay recursos, en que no hay formación…, bueno, pues yo en mi trabajo he tenido que actualizarme y ahora en la cuarentena ellos han tenido que organizar su trabajo y hacerlo de forma diferente para hacer frente a lo que estamos viviendo y, sin embargo, con nuestros hijos no se lo plantean siquiera. Ellos directamente tienen esto marcado, que yo entiendo que será lo que les dicen que tienen que hacer, pero que, aun así, para el individuo no es justo.

    A lo que decía Carmen del porqué tiene que ser en una ordinaria, yo es que no me lo planteo de otra manera, porque yo lo que pienso es que, si los niños no conviven con otros niños, tanto el mío para aprender como para los otros para que conozcan la diversidad, es que, si siempre estamos segregando y estamos dejando a un lado, nunca la sociedad va a ser inclusiva y nunca… el problema cada vez va a ser mayor de segregación. Entonces, ¿dónde para la exclusión?

    Desde el colegio, desde pequeño. Lo que no me parece es que desde 3 años nos estén poniendo las trabas que nos están poniendo. Que un niño de 3 años (neurotípico) no sepa hacer las cosas, y no pasa nada, y que, sin embargo, al mío siempre me están justificando “es que cómo no sabe hacer las cosas”, “como no lo va a aprender”, “como no lo va a hacer” … y tú qué sabes si no lo va a hacer, tú cómo sabes si no lo va a aprender. Eso me parece totalmente injusto.

    Por eso, digo, el sistema no está bien y, efectivamente, hay que lucharlo y es verdad que también los apoyos, los que deberían estar ahí para echarnos una mano a nosotros, no lo están haciendo y estamos solos en esta lucha. Y lo más importante de todo es que, si no hacemos algo por cambiarlo, los que vienen detrás van a tener el mismo problema. Y lo que no puede ser es que no se vaya avanzando, que no se vaya cambiando, que no se vaya haciendo algo que realmente funcione para todos, no solo para algunos. Porque luego los niños que están bien, pues claro, van avanzando y todo está bien y no hay problema, pero los que tienen alguna dificultad, esos se van quedando, y eso no puede ser, no es justo.

    N.C.:— Estas reflexiones y experiencias compartidas durante la reunión resaltan las dificultades sistémicas y administrativas que enfrentan tanto padres como maestros en el ámbito de la educación inclusiva, revelando una necesidad crítica de reforma y apoyo.

    Estela:— Buenas tardes. Soy Estela. Para quien no me conozca, soy madre de un chaval que ya tiene 21 años cumplidos este año. Luego, tengo la situación de que mi hijo ya acaba con el sistema educativo, y, bueno, pues tengo, por un lado, que decir que, tristemente, me alegro de haber acabado con la etapa educativa porque me han hecho sudar sangre y llorar sangre. Y hace tiempo que dejé el sistema educativo como algo perdido. Hace tiempo que nos dejamos llevar cuesta abajo por el sistema porque sabíamos que no había forma de que le aportara nada la educación a Víctor.

    Que Víctor iba a aprender fuera del sistema educativo. Que, como todo el mundo, pues, se aprende con la actividad, con la experiencia, pero en él, pues, todavía más. Y como él todavía no ha conseguido ni aprender ni a leer ni a escribir, pues el sistema corriente de fichas para él no supone nada. Además, es que han seguido, como en Primaria, con los colores, las caritas tristes y alegres. Toda la vida, toda la vida.

    Cosas que ha visto que ya le aburren. Ya no sabe cómo decir que sabe distinguir entre el rojo y el verde. [Risas] Que por qué tienen que estar constantemente con esa prueba si sabe lo que es el color. Y, que, además, todos reconocen que Víctor sabe más de lo que aparente, solo que no lo puede expresar en una ficha ni hablarlo.

    Y, bueno, pues ahora empezaremos a navegar por otro desierto que es el del empleo, que para él no existe, y del que tendremos que buscar otras formas. El sistema educativo para él, para formarlo, para el empleo, no existe. Para los demás sí, para los nuestros no. No nos podemos quedar solo en la escuela. Porque una vida independiente, una vida adulta e independiente, sin meternos por la vía de la segregación que lleva a la residencia, algo que estamos viendo con el coronavirus, a los centros ocupacionales, centros de día y a esa segunda vía muerta.

    Si queremos que vivan y que sean adultos con una vida independiente, con un proyecto de vida, tendremos que mirar no solo el tema curricular, académico, y que lo superen. Porque el sistema educativo es como una cordillera de montaña. Unos pueden ir de montaña a montaña, pero otros terminan cruzándola y punto. Y lo que te encuentras detrás de esa cordillera de montaña es un desierto que te toca pelear por la accesibilidad, por muchas otras cosas y muchos apoyos que le den una vida independiente.

    N.C.:— Muchas gracias, Estela. Eduardo.

    Eduardo:— Hola, ¿qué tal? Somos Janet, mi esposa, y Eduardo, de México. Yo quiero partir diciendo que, en México, por lo que escucho puede ser así también en España y en otros países, la educación está fundada en ser competitivo académicamente. Que seas bueno en matemáticas, que seas bueno en física, que seas bueno en inglés, que seas bilingüe es superimportante. En los colegios compiten por eso. Tratan de ser los mejores colegios para eso. Los padres buscamos un colegio que tenga eso para nuestros hijos. Entonces, pensando que los colegios no piensan en educar en más habilidades para la vida más social. A ser mejores, socialmente, cívicamente, etc.

    No es tan relevante una educación inclusiva, no, nada más al colegio. Aunque quisieran, los papás no buscan específicamente eso. Pues partiendo de eso, es muy difícil que un colegio les dé los recursos y se enfoque en las necesidades de todos los niños.

    Por ahí, mencionaron que cuando no eres tan bueno en matemáticas, es probable que salgas. No estás hablando de un niño con discapacidad. Estás hablando de un niño al que le cuesta más las matemáticas o que le cuesta más la historia y que, probablemente, salga del colegio porque no es lo suficientemente bueno para el colegio. Ahora, imagínense qué puede pasar en una escuela donde hay un problema de inclusión o de integración, en donde hay niños con discapacidad. Pues los papás de otros niños podrían quejarse, y de hecho a nosotros nos pasó.

    Podrían quejarse porque la maestra le ponga más atención a un niño que necesita más apoyo que cualquiera que sea su situación, y no al grupo general para hacerlo competitivo. Para que sea totalmente bilingüe. Entonces, para mí, la base es la que está del principio mal. Creo que tendríamos que hacer la tarea más en el sentido de cómo cambiamos la percepción y cómo cambiamos la realidad, también de lo que es una inclusión en la sociedad, en las familias, en la vida de todos los días de todos los niños, incluido los colegios. Para mí tendría que ser desde ahí. Eso daría más puerta a que no hubiera tanta resistencia a ese cambio.

    Nosotros ya con esa base hemos tenido a nuestra hija, Constanza, que tiene 13 años y ahora pasa a Secundaria, en dos colegios diferentes. Uno con tal intención y cariño de tenerla, pero con pocos recursos y disponibilidad para realmente responder a sus necesidades. Entre querer y poder, justamente. Entre querer hacer las cosas con mucha voluntad y decir: “sí, queremos tener con nosotros a Constanza, tráigala, la estamos esperando hace 20 años en el colegio, etc.” y, por otro lado, decirnos: “no puede trabajar sin sombra. Ella va a tener que tener sombra en este colegio siempre que ella esté, porque nosotros no tenemos el recurso. No estamos preparados y no podemos, no podemos dedicarle el tiempo”.

    En alguna ocasión, la terapeuta que nosotros hemos proporcionado le decía «Bueno, podría ser que la mis le dedicara 5 min o 10 min (la titular) a Constanza para poderle explicar y poder dedicar un tiempo de más para que ella se sintiera mucho más integrada, mucho más incluida en el grupo». Ya. No lo podemos, porque las mamás se van a quejar porque estamos descuidando a sus hijas. Entonces, al final, la cambiamos y encontramos un colegio que, desde mi punto de vista, para mí es la mejor opción de un colegio de integración.

    No encontramos un colegio realmente inclusivo, pero es la mejor propuesta, en México, de un colegio de integración, donde hay grupos técnicos, que es el grupo para niños que tienen alguna necesidad adicional, y también hay grupo regular. Dependiendo de las capacidades de cada niño, él está en su grupo regular un alto porcentaje del día, o no. Dependiendo de cómo vaya integrándose, cómo sea su comportamiento, su aprendizaje…, un montón de cosas. Digamos que el complemento es muy bueno.

    Las mises del grupo técnico o las maestras del grupo técnico son buenísimas. Están muy capacitadas. Hacen una adaptación en la currícula impresionante. Realmente aprenden. Avanzan al nivel de cada uno. Es muy personalizado. Son excelentes. Las mises del grupo regular están familiarizadas, que es totalmente distinto. Eso no quiero decir que estén necesariamente lo más capacitadas, pero están muy familiarizadas con los niños, con el sistema, y cuando detectan una necesidad, lo hablan con la mis del grupo técnico. Luego, nosotros estamos bien, pero sí creo que la base para mí es mucho más abajo. Es más de educación y de formación.

    I.C.:— Muchas gracias, muchas gracias a los dos.

    Patricia:— Me presento. Soy Patricia, de Buenos Aires, Argentina, y tengo 3 hijos. La mayor tiene 37 años y tiene síndrome de Down. Yo puedo hablar de mi experiencia, no voy a hablar de la experiencia de mi hija, porque entre querer y poder, hace 30 años, no tiene sentido ya.

    Claro que tiene sentido, sigue teniendo sentido. Sigue teniendo… De hecho, yo creo que, en buena medida, las familias jóvenes necesitan de conocer nuestro recorrido y de saber cuáles han sido las luchas. Claro.

    Yo soy miembro fundador de la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (ASDRA), y cuando le comencé con la integración en ese momento no se hablaba de la inclusión de Sabrina. Entre el querer y el poder, yo era una militante de la causa sin saberlo y, entonces, me doy cuenta de que entre ese querer del momento y lo que podía, se puede menos ahora. Estoy hablando de capital y provincia de Buenos Aires, porque Argentina es muy grande y la experiencia de cada uno es de cada uno.

    En ese momento, Sabrina iba a un jardín y nadie me pidió nunca nada. O sea, lo de la maestra sombra, o como acá le dicen, maestra integradora, nunca me lo pidieron en una sala. Sabrina empezó en una sala después de operarla de corazón con 3 años. Nunca me lo pidieron. Solo le puse en preescolar lo que en ese momento llamaban los americanos, hasta que después leí a López Melero, lo que se llamaba un Peer Tutoring pedagógico.

    Pues fue la primera en hacer preescolar con un par pedagógico, pero porque se la puse yo, porque lo leí y se lo puse. Conclusión, que termino ayudando a otros niños en Preescolar que lo necesitaban como Sabrina. Sin embargo, cuando empezó Primaria fue un poco lo que cuenta el señor de México [Eduardo]: era una escuela que tenía un proyecto con un grupo donde iban a aprender especialmente bien y dónde a veces se lo ponía en primer grado. O sea, era la Educación Especial dentro de una escuela convencional, y encima funcionaba mal.

    Entonces, Sabrina, como tenía una patología asociada visual, que en ese momento no sabíamos cómo manejarla, porque nos enteramos de lo que tenía a los 15 años, creo que a nosotros nos sacan. Tiene mucha razón, Carmen Saavedra, la mamá que he escuchado. Lamento lo de Estela, yo también lo viví. A mi hija la sacaron del colegio, pero en realidad me sacaron a mí. Nos expulsan a nosotras las madres, que somos las locas, porque el sistema no tolera que nosotras marquemos, que no estemos mandando un diagnóstico al colegio. Estamos mandando a nuestros hijos. No queremos que los diagnostiquen ni que los evalúen, queremos que los enseñen y que no nos digan que no están preparados, porque para eso son docentes, y el docente tiene que estar preparado para todo, y si no le gusta que estudie otra cosa.

    El problema que tenemos en Argentina, en general, es que la carrera docente no es universitaria. Tú acá terminas el bachiller, te anotas en magisterio, haces 2 años, el 3.º haces pasantías, y ahí aparece el recibido de maestro. O sea, maestros hombres casi no hay, la mayoría son maestras. Nunca se va a lograr porque no hay una política pública que sea parte de la Universidad de Buenos Aires, de la UBA.

    Una carrera, así como la tecnicatura en paisajismo, es una carrera universitaria de 3 años, en magisterio no. Yo no digo que con eso funcionaría mejor, digo que funcionaría mucho mejor porque se tendría que cambiar el currículum y los maestros saldrían docentes para todos los alumnos, sabiendo qué es un diseño universal de aprendizaje, y no estarían usando la siempre y tan aumentada muletilla de “yo no estoy preparada para esto”. Nosotras, las madres, tampoco estamos preparadas para esto. Yo me convertí en una técnica de esto y tendría que haberme dedicado a ser madre, nada más. Entonces, no, no me parece que las maestras digan que no están preparadas para esto.

    La escuela es el microcosmos de lo que se ve en la sociedad. O sea, se replica en la escuela. Por eso existe el bullying y todo lo que apareció. Se replica en la escuela lo mismo que va a pasar afuera. Si no logramos que la escuela sea una mini sociedad donde se sepa que la diversidad nos enriquece a todos y aprendamos todos juntos, dejemos de usar como coto de poder la Escuela Especial, que es negocio para muchos. Porque acá, el que va incluido en una escuela, Nacho, no sé los demás qué opinarán, no va a escuelas públicas, va a escuelas privadas. Se pagan ellos el gabinete o la prepago, la obra social, la psicopedagoga, la maestra integradora… No hay escuela pública que le diga que sí.

    Yo lo que veo es que en España, por lo que comentan, se quejan por el mal funcionamiento del hijo en la escuela. Acá no te toman, te dicen que no en 20 millones de escuelas antes de que encuentres una que te diga que sí. Encima, los padres que no están preparados, no le plantean lo que quieren de la inclusión de su hijo. Entonces, la escuela intenta hacer entrar a redonditos en cuadraditos y, cuando el redondito no entra en el cuadradito, en nombre de la inclusión y del diagnóstico de esa persona, le muestran la puerta de salida.

    Generalmente, están en sala de 3, ya le pide una maestra integradora o maestra sombra. Cuatro, preescolar, en primer grado y en segundo. Cuando la currícula hace, se va, se aleja del aprendizaje de la persona con inclusión, la sacan o la invitan a que se vaya y le dicen que se tiene que ir a una Escuela Especial. Por otro lado, convencen a los padres, en contra de la Convención y el Artículo 24, de que la mejor opción para sus hijos es la Escuela Especial. Y quienes los convencen son los que trabajan y dueños de la Educación Especial privada, porque viven de eso. Es un negocio redondito. Porque la educación pública tendría que pasar a la educación pública especial. Tendría que trabajar dentro de la pública común y trabajar juntas.

    Nadie dice que desaparezcan, y no habría problema. Eso pasaría en políticas públicas, pero cuando se trata de un negocio de muchos, de Educación Privada, entonces no, no quieren. Bueno, ese es el problema que veo aquí. Y después están también en nosotros los padres…

    I.C.:— María Patricia [risas], ya…

    Patricia:— Sí, ya, bueno.

    N.C.:— Ya, ya, porque, entre otras cosas, yo creo que te van a encumbrar. Tú no estás viendo el chat, pero está… achicharrando. «María Patricia para presidenta», vaya. [Risas] Para presidenta de la ONU, por lo menos.

    Patricia:— Yo no leí nada [risas]. Yo no leí nada, pero creí que me iban a linchar. No estaba leyendo nada, pero gente, no se quejen, que nosotros acá nos dicen que no todo el tiempo. Y si me preguntan a mí, ahora estamos peor ahora que antes. [Risas] O sea, la sociedad involucionó. Es verdad lo que dijo Carmen, con la cuarentena creo que muchos chicos están viviendo y aprendiendo cosas en casa que no aprendieron en la escuela. Yo era feliz en la escuela, pero no por la escuela.

    I.C.:— Muchas gracias, María Patricia. Tiene la palabra la familia Esteima.

    Merce:— Hola, soy Merce. Dar la felicitación a todas las que ya habéis hablado, pero, Patricia, la verdad es que nos ha hecho el subidón de la tarde. Felicitaciones, mucho, ya está, sí. Bueno, yo solo quería hacer un pequeño comentario con respecto a lo que decía Eduardo antes y, con todos mis respetos. Si es cierto y estoy de acuerdo en que hay que pensar un poco desde la base, aunque con términos sencillitos. Perdóname, Nacho, porque voy a coger un poco tus palabras y rescatar los discursos de las familias, de las mamás.

    A lo mejor no tanta formación, a lo mejor no es tan importante la ratio, a lo mejor es más importante, pues, no sé, la confianza, el cariño, el amor, el querer a tus alumnos, a todos y cada uno de ellos y de ellas. El querer enseñarles, el querer que aprendan. Entonces, simplemente decir que veo que la integración no forma mucho parte de la solución, desde mi punto de vista, porque no deja de ser también tipificar o categorizar o segregar, aunque sea en el mismo espacio, a las personas. Con etiquetas.

    Entonces, yo creo que el cambio poco a poco va a estar, y Carmen lo decía muy bien, porque los chavales avanzan estando en casa, a pesar de que los papás y las mamás no son especialistas, ¿verdad? Pero avanzan porque los quieren, porque creen en ellos, porque confían en ellos, porque tienen ilusión… Bueno, pienso que las cosillas tienen que ir por ahí, ¿sí?

    I.C.:— Gracias. Abrazos a Isa. Tiene la palabra María Emilia.

    María Emilia:— Hola a todos. La verdad es un gusto escucharlos a todos. Me genera un montón de emociones encontradas escuchar a estas mamás con experiencias tan dispares. Nosotros somos de Argentina, de la provincia de Buenos Aires, de un pueblito muy pequeño de 12,000 habitantes, General Madrid.

    Tenemos tres hijos. Nuestra hija Clara, de 9 años, tiene síndrome de Down. Luego, tenemos a Martín de 6, y a Manuel de 2. Nuestra experiencia como familia, como papás de Clara y siendo nuestra primera hija, con todo lo que implica, ha sido absolutamente favorable con la escuela y, en general, también nuestra situación, y por eso remarco que somos de una comunidad pequeña. Clara siempre ha sido Clara, con todo lo que eso implica, más allá del diagnóstico. Siempre se han esperado a conocerla para hacerle una propuesta.

    Es lo que hablan muchas de las mamás: lo más importante en una trayectoria educativa en la vida tiene que ver con el respeto, con el amor, con entender la diversidad de todas sus facetas, y en valorarlas para que nuestros hijos estén en los lugares que tienen que estar, que son los mismos lugares que el resto, con los apoyos que necesitan, como cualquier otro chico. Claramente, la educación funciona a través del currículum y a través de objetivos y estándares, pero la realidad es que cada uno de los niños que ocupan un aula son distintos, y si queremos pensar en que su trayectoria sea lo más enriquecida posible, tenemos que olvidarnos de un diagnóstico.

    Nuestra experiencia es que Clara, desde sus 2 años, ha transitado por escuela común, jardín de infantes, escuela Primaria, siempre con proyectos de inclusión de la escuela de Educación Especial de nuestra comunidad. De hecho, hemos sufrido mudanzas también, pero siempre hemos apostado por la escuela común. Como familia, confiamos en la escuela pública y en la escuela de nivel. Creemos que ahí es donde tiene que estar Clara, porque, como otras mamás decían, la diversidad solamente se aprende si todos estamos en la escuela, ¿sí? Y la verdad es que nuestra experiencia es muy favorable porque siempre han conocido a Clara, la han respetado, han planteado los proyectos y los acompañamientos conociéndonos como familia.

    Creo que algo para destacar es que el rol de las familias es absolutamente fundamental en la trayectoria de nuestros hijos, el compromiso es que seamos escuchados, que seamos parte de la planificación, tanto como nuestros terapeutas externos. Creo que la familia, y coincido que ahora estamos todos en casa, nuestros niños están avanzando y aprendiendo mucho, porque la familia somos los que más los conocemos y quienes desde el amor confiamos y creemos en que no tienen techo, que nadie tiene un techo. Entonces, creo que ese acompañamiento en la escuela tiene que ser fundamental. El de las familias. Y la escuela tiene que poder escuchar a las familias y a los niños como principales protagonistas.

    I.C.:— Muchas gracias, María Emilia. Tiene la palabra ahora Inma.

    Inma:— Hola, ¿qué tal? Voy a presentarme un poquito, porque la verdad es la primera vez que me encuentro en esta situación y no conozco a nadie. Por lo que veo se está hablando mucho de discapacidades, vamos a llamarlo así, pero siempre con problemas de aprendizaje o de alcanzar los objetivos.

    Yo tengo un hijo. Nace con una malformación congénita. Y me he identificado mucho con Rocío cuando ha dicho que, desde los inicios, ya tiene barreras. A mí me pasó exactamente igual. Desde que fui a escolarizarlo ya me encontré que me rechazaba la secretaria del colegio con el informe médico. No quería saber nada de informes médicos.

    Bueno, uno va presentando a su hijo, porque, además, mi hijo tiene una malformación congénita un poco particular desde el punto de vista social. Mi hijo tiene tres anos rectales, tiene una reconstrucción anal, tiene la espina bífida oculta. Camina. Aparentemente, es un niño normal y corriente, pero no, no lo es. Tiene problemas de funcionalidad con su control de esfínter, con lo que esto conlleva en la escuela. No tiene problemas cognitivos. Es verdad que es un niño que, a nivel intelectual, tiene capacidades, pero, claro, tener capacidades intelectuales no te da para alcanzar los objetivos tan ricamente cuando tienes otras dificultades añadidas. ¿Qué ocurre? Que a mi hijo se le hizo un dictamen de escolarización que fue… bueno, no voy a entrar en detalles. Pero bueno, para mí.

    Yo me he preparado todo esto [risas] para no perder el tiempo y ser clara, y para que se me oiga bien, porque creo que es importante dar visibilidad y empoderarnos. Creo que es superimportante que esta palabra la utilicemos mucho, ¿vale? Porque la escuela no empodera. Me parece que tenemos que empezar un poquito por ahí, aparte de la inclusión, que la inclusión conlleva empoderación de estos niños. Y de sus familias, por supuesto.

    Por tanto, la escolarización de mi niño empieza con un rechazo, una exclusión y una desorientación total, porque cuando tú les dices que mi hijo tiene atenciones renales, nadie sabe de lo que estás hablando. Y como nadie sabe, en vez de informarse, todos los profesionales de orientación, equipos de dirección, jefa de estudio… nadie se informa y nadie te escucha.

    Lo primero que hacen es decirte «oh, eso qué es. No tenemos ni idea. Fuera de aquí, porque nos va a crear un problema, un sobreesfuerzo de trabajo y de todo». Yo creo que el primer año, mi hijo, como todos los niños, tiene que pasar por un control de esfínter, pero es que mi hijo tiene un retraso en el control de esfínter, porque, aunque él ni tenía bolsas de colostomía ni usaba pañal, empieza a usar el esfínter a los 10 meses de vida. Por lo tanto, llevaba 10 meses de retraso con respecto al resto de los niños, si nos ponemos desde el punto de vista numérico o de tiempo.

    Lo que ocurre es que el esfuerzo que hemos hecho en casa, incluso los sanitarios, los médicos, para que el niño llegara a eso, como dije, no me encaja en lo de «los redonditos en los cuadrados». Habíamos hecho un esfuerzo grandísimo; el niño, el primero. Habíamos conseguido muchos logros, pero cuando llega a infantil de 3 años, mi hijo requiere de unos materiales, como ropa y atención. ¿Qué ocurre? Que ellos interpretan, la escuela interpreta, que la madre lo que quiere es no atender al niño cuando se hace caca o pipí. Porque es así, porque un niño, cuando entra con 3 años en la escuela, no puede hacer caca ni pipi encima. Tiene que ser superautónomo e independiente en el baño.

    Baños comunitarios que no están vigilados, que están fuera de las aulas y a los que nadie les acompaña. ¿Qué ocurre? Que, dentro del dictamen de escolarización, la persona de apoyo trata a mi hijo como un cambio de pañal. A mi hijo no tenía que tratarlo como un cambio de pañal. Tenía que darle un refuerzo del uso del baño y de un aprendizaje del baño, pero no cambiarlo de pañal. Lo llevaba a una sala aparte, donde no había váter, lo subía hasta ahí arriba y cambiaba un pañal que no tenía. Luego, eso creaba una información errónea en un aprendizaje para el que es sumamente importante que se haga bien.

    Yo lo estaba viendo en mi hijo. Mi hijo salía enfadado del cole, no quería ver a la chica de apoyo. Aunque yo hablara con ella, ella no iba a cambiar su pauta porque, además, había una niña con retraso madurativo y unificaron a mi hijo ahí. Yo lo estaba viendo, y como todo el mundo sabe, las madres lo percibimos y sufrimos de cerca. Veía que a mi hijo no le iba bien y, automáticamente, renuncié a la monitora de apoyo.

    Me dicen que renuncié a la monitora de apoyo, dictamen que no sirve para nada. Bueno, eso dicen ellos. La tutora de ese año —evidentemente, mi hijo todos los días salía y entraba con su mochila, ropa y lo necesario para su cambio— tenía que llevarlo y traerlo diariamente, porque en su clase no había sitio para ‘eso’. Lo colocaba en una mesa justo al lado de la puerta. Me lo daba cogido con dos dedos. Me decía las cosas del niño. Eso ya es exclusión total.

    Al siguiente año, y durante los dos años que quedaban de infantil, entra otra tutora, que lo enfoca todo, lo normaliza todo, acepta que el niño tiene un uso del baño y un control de esfínter distinto, y que si respetas cómo él lo hace, se normaliza, que es el objetivo. Ellos lo hacen de manera diferente, pero si tú lo aceptas, no lo cambias, no lo modificas, se normaliza la conducta.

    Estuvimos dos años muy bien, donde todo se entendió muy bien. Ella llamó a la familia, escuchó a la familia, lo que no entendió, lo preguntó y respetó, que es lo más importante, todas las pautas. Todo fue muy bien, yo me relajé, el niño se relajó, la experiencia fue muy positiva. Como el niño alcanzaba objetivos curriculares muy bien, incluso a un nivel bastante alto, pues el dictamen fuera, cero. Al cambio de etapa, fuera dictamen. ¿Qué ocurre? Que yo me planteo cambiar de cole porque las cosas veíamos que no iban bien, pero al mismo tiempo coincidía con que la hermana también se escolarizaba. No me iba a compensar tener a cada niño en un centro, un desbarajuste.

    La familia es muy importante, que tenga un poquito de orden y una calidad de vida ordenada, porque de por sí él es un niño desordenado, la realidad.

    Entonces, ¿qué ocurre? Que preferimos quedarnos en el mismo centro, pensando que, como se había adaptado y todo iba bien, el cambio de etapa iba a ser mejor, quedándonos en el mismo centro. Pero, claro, nuestra sorpresa fue que para nada. La etapa de Primaria fue un fracaso absoluto. Es la escuela que enfermó a mi hijo. Tuvo su propia crisis sanitaria a causa de lo mal que se hizo allí y, en su propia crisis sanitaria, como ahora es mundial, yo voy a hablar de la de mi hijo como la suya propia.

    Yo solo pedía lo mismo que se está haciendo hasta ese momento. Yo quería una escuela como la que, ahora, se supone que quieren implantar. Si me hubiesen hecho caso, hubiesen sido unos adelantados, pero como las madres somos unas locas, pues claro, no se me hizo caso. Ahora me alegro de que esto esté pasando porque esto yo lo he pedido para mí. Mi hijo siempre dijo desde el EOE que, desde el momento en que el niño tuviera momentos en que no controlara las heces, ni se me ocurriera mandarlo al colegio, prohibido ir al colegio. Para mi hijo, 1° y 2° de Primaria, fue bastante duro, porque su tutora, por no escucharnos, por no leer el expediente académico del niño, por no hablar con su compañera de Infantil, decidió que ella tenía la llave para que mi hijo hiciera uso adecuado del baño. [Le obligaba a] aguantarse.

    Un niño que no tiene capacidad para aguantar ni para controlar esfínter. Con lo cual, hizo que mi hijo tuviera que hacérselo todo encima y mantenerse así sucio en la escuela. Así no hay quien aprenda, así no se alcanzan objetivos.

    N.C.:— Inma, no tienes que seguir porque… yo creo que tienes…

    Inma:— No, quiero seguir, voy a cortar esto, voy a dar el salto.

    N.C.:— En cualquier caso, Inma, quienes te estamos escuchando, no sabemos de tu sufrimiento, pero sí sabemos del sufrimiento de la tremenda incomprensión que hay en las escuelas. Entonces, no hace falta que sigas profundizando ahí porque…

    Inma:— En mi caso, mi hijo pasó más tiempo en casa que en la escuela. Se presentaron dificultades de salud, evidentemente por todas las actuaciones llevadas a cabo por la escuela. Por lo tanto, el niño estaba más tiempo en casa, abandonaba la jornada escolar antes de tiempo o, bien, simplemente, no asistía. Llegó un momento en el que mi hijo me pidió no ir, y yo no lo forcé, sinceramente.

    Llegó un momento en el que vi la prioridad y en casa el niño es donde ha aprendido. He tenido que ser su maestra, y he tenido que adaptarlo todo. Desde el colegio, como estoy diciendo, nada. Voy a ir siguiendo mi esquema…

    N.C.:— Yo creo, Inma, que como tú estás diciendo, en gran medida también has anticipado lo que está ocurriendo ahora. Es lo que a mí me ha ocurrido. Ahora se está pidiendo a la escuela lo que yo le pedía.

    Inma:— Es que yo pedí una escuela en casa. Yo pedí que la escuela tenía que salir del espacio físico y tenía que llegar a mi casa. Y que estamos en la era de la tecnología. Que era una pena que haya un programa que no sé si es bueno o malo, lo desconozco. Pero existe y se ha invertido en él. Solicité al centro que lo usara. Que diera de alta a mi hijo, particularmente, y que, por favor, lo pusiera en marcha. Porque yo vivía ajena a una escuela.

    Pienso que la escuela… tengo 44 años y no ha cambiado, sigue siendo la misma. Entonces, le decía a mi hijo «esto va por aquí» y mi hijo me decía «no, mamá, cuando yo llegue mañana no va a ser», «porque tú lo digas, si no lo ven, no lo saben, por aquí». Y mi hijo salía del cole todos los días y me decía, «mamá, tenías razón, ha sido todo como tú has dicho».

    Esto no ha cambiado. Voy a la idea principal a la que queremos llegar.

    N.C.:— Cierra ya Inma, hay mucha gente todavía esperando para participar.

    Inma:— Vale. Yo quiero decir, con respecto al currículo, que no es ni bueno ni malo, simplemente es la programación que hay para los maestros, porque son programaciones teóricas y no reales. Quiero hacer también un llamamiento al principio de autonomía de los centros. El principio de autonomía de un centro no es que el director del centro tenga autoridad sobre todo, ni tampoco es que haga lo que él quiera. Quiero hablar del proyecto del centro. El proyecto de centro debe reflejar explícitamente la diversidad de sus alumnos. Es decir, si tiene alumnos con x perfil, tiene que aparecer, específicamente, no hablar de diversidad de manera teórica, porque ese derecho o principio de autonomía de los centros es para que tú le des identidad a tu centro. Por lo tanto, tienes que hacer constar en tu proyecto de centro que tienes un niño con esto y cómo lo trabajas, cómo lo quieres trabajar o cómo actúas.

    La familia es muy importante. La familia no se puede reducir a consejo escolar ni AMPA. Por supuesto que no. Otra cosa que no entiendo es cómo la administración…

    N.C.:— Inma, cerrando ya.

    Inma:— Perdón, la Administración tiene que reconocer si discapacidad es igual que necesidad, alumno de necesidad de apoyo específico o no, porque hay un gran debate. Mi hijo pasó el filtro de la discapacidad porque decía que no era alumno con necesidad. Pero cuando tiene la discapacidad me dicen que tampoco me vale. Entonces la Administración tiene que hacer un marco legal donde verdaderamente deje claro qué son estos niños, o cómo son estos niños, o cómo se les va a valorar, porque lo que tiene que aceptar y reconocer. No los reconoce.

    N.C.:— Muchas gracias, Inma, por tu testimonio.

    Inma:— Muchas gracias a ustedes, a ustedes siempre.

    N.C.:— Gado.

    Gado:— Buenas tardes a todos y…

    N.C.:— Os pido brevedad porque tenemos poco tiempo. Vamos a intentar que todos podamos hablar y, después, si somos capaces de generar un poco de debate.

    Gado:— Yo creo que, recogiendo un poco de notas de todos los participantes, me identifico con todos. Mi hijo tiene 14 años y no puedo hacer una valoración de secundaria porque este año ha empezado 1° de la ESO.

    A ver, elegimos el camino de la integración. No sé si llamarlo integración o inclusión. Pensamos que no se podía comprender la diversidad, si no se convivía con ella desde la infancia. A partir de ahí, también me identifico con esa militancia que ha surgido de la voz de Carmen Saavedra: el sistema ha fallado. El sistema educativo necesita, desde mi punto de vista, una reforma de raíz para atender las necesidades de nuestros niños. Tanto de nuestros niños con y sin diversidad.

    A partir de ahí, yo no creo que esto sea un camino de hoy para mañana. No quiero alargarme más, pero sí que deciros que el sistema está muy encorsetado. Gente con preparación, gente no preparada, gente con miedo. Y la gente no preparada sí está motivada, bien, pero es lo que hay y no podemos hacer nada, nos lo hemos encontrado muchas veces. Al final, nosotros decidimos que lo importante era la parte emocional más que la curricular y que sería nuestro hijo quien eligiese su espacio. Con esto, sí.

    N.C.:— No te puedo hacer ahora una pregunta porque hay más turno de palabra. Pero, me quedo con una duda… ¿Cómo se vincula uno a una cosa y se aparta de la otra? ¿Cómo se vincula a lo emocional y no a lo curricular?

    Gado:— Yo pienso que todo va unido, Nacho, porque la motivación para mi hijo, ha sido lo más importante para seguir aprendiendo. Y esta motivación, muchas veces, los padres éramos los que teníamos que motivar a los profesionales. Yo pienso que va unido.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias.

    María:— Hola, yo soy María, Vicens es mi marido. Tengo un niño de 13 años con una enfermedad ultra rara. Es un gen A1. Esta enfermedad la han contemplado en el 2013, es muy nueva. Hemos estado sin diagnóstico muchos años, pero bueno… Mi recorrido por la escuela con mi hijo que tiene 13 años ha sido un poco, bueno…, me identifico mucho con Patricia, aunque estamos en España. Yo vivo en Donosti, Guipúzcoa. Aquí, las escuelas, vamos a decir ‘especiales’, son privadas, concertadas, y cuando quieres un colegio ordinario puede ser público, aunque también concertado.

    Entonces, el recorrido que tengo yo con el crío es que estuvo en un colegio especial. En este colegio especial, una de las profesionales que veía que el niño evolucionaba, me recomendó que, tal y como me veía a mí, una tía que se movía, lo pasara al colegio ordinario. Incluso, me dijo: “vas a tener mucha dificultad, porque el grupo de orientación te lo va a denegar, pero tienes mucho carácter y, seguramente, por ese carácter y por la lucha que tienes, seguramente que lo consigas”.

    Fue así, me lo denegaron. No le querían hacer ni una valoración presencial, pero yo pedí al grupo de orientación que me dedicaría a poner una denuncia si no me lo admitían, cosa que, bueno, hizo que cedieran. El director cedió a hacerle una valoración presencial a mi hijo. Entonces fue cuando él me dijo sí, este niño puede estar en un ordinario. Entonces, decidimos hacer un compartido. Este compartido fue durante tres años por las capacidades y las habilidades sociales del niño; se hizo mucho trabajo. Sí, tengo que decir que he sido la impulsora. Que constantemente estoy animando a los profesionales. —Soy la que doy las pautas. Soy una madre, no soy profesional.

    Con todo esto, siempre me encuentro en la situación de ir buscando constantemente cosas para que Markel vaya evolucionando. Me encuentro otra vez en el confinamiento que hemos tenido. Me tocó hacer una terapia en Madrid. Volví a casa. Esperé que el colegio se pusiera en contacto conmigo, como un alumno más, para las clases online que estaban teniendo todos los alumnos. Nadie se puso en contacto conmigo. Me entró una tristeza horrorosa. Fui yo la que, después de Semana Santa, me puse en contacto con ellos. Les dije que Markel era un alumno más, y que se podía trabajar también con estos niños desde casa. Cosa que, bueno, al principio el director me puso un correo, que me pareció supergracioso: “ante los gustos que tú pongas de los gustos que veas que tiene Markel, danos pautas para elaborar unas clases online”.

    Les dije que yo seguía siendo madre, que los profesionales eran ellos, que llamaran al grupo de orientación, que Markel podría trabajar online, sobre todo con atención. Markel es no verbal. Y, ahí, fue cuando, bueno, ellos entonces recularon.

    Y entonces dijeron, ¡ostras, ostras! Estamos constantemente en su currículum, trabajando la comunicación a través de una tablet, en la concentración. El caso es que he conseguido que lleguemos a las clases online. Markel está teniendo muy buenas respuestas, pero yo siempre quería enfocar un poco esto en que siempre me veo en la situación de que soy yo la que tengo que constantemente dar pautas, la que estoy constantemente mirando cosas, la que les tengo que decir a los profesionales que están trabajando con él ‘vamos a hacerlo de esta manera’. Yo soy una madre que trabaja mucho en casa porque veo que cada vez que se trabaja, Markel más evoluciona. Con todo lo que me conlleva que la Administración me ponga millones de pegas, millones de pegas.

    Ahora tengo un pleito porque Markel termina la Primaria y tenemos que pasar a Secundaria. ¿Qué pasa? Que en la Primaria le ponían ya pocos recursos. A base de cabezonear, le pusieron todos los recursos. Siempre me ponen muchas pegas, las horas, las horas… Pero es que todas las horas no se le van a poner. Bueno, las hemos sacado hasta ahora. Ahora, vuelven a ponerme todas esas barreras de «si le ponemos a tu hijo estas horas, hay que quitárselas y restárselas a otro niño». Siempre me veo en el conflicto, sentirme mal por todo esto que está pasando. Te sientes mal por decirte, «encima le voy a quitar a otra familia». ¿Cómo es eso?

    La Administración es economía. A mí siempre me han hablado mucho de economía en la Administración. He tenido reuniones con diputados y demás y siempre, siempre, me han hablado de la economía. Incluso me han llegado a decir que igual tendríamos que pedir que los viandantes se pusieran más impuestos, ¿no? Para que Educación recogiese más impuestos, y entonces se pondrían más especialistas y más recursos. Pues a última te sientes como que estás pidiendo, ¿no?

    N.C.:— Muchas gracias. Sandra, ¿lo conseguirás o no?

    Sandra:— Bueno, antes de nada, me presento. Soy madre de tres chicos, uno de ellos se llama Jorge, tiene 15 años y parálisis cerebral infantil. La trayectoria de Jorge por Primaria, sí que ha sido, a lo mejor, similar a toda la lucha que habéis llevado las que lo habéis expuesto. Pero quiero lanzar, abrir una ventana de esperanza.

    Jorge tuvo que repetir 4° de Primaria. Jorge tiene un mellizo, su hermano mayor tiene dos años más que ellos, y Jorge repitió 4°, con lo cual sus hermanos pasaron al instituto. Yo pude conocer la vida del instituto, el ambiente que allí se respiraba. Formé parte del AMPA. Estaba en el Consejo Escolar en Galicia. Yo vivo en Coruña. Y… un año antes de la llegada de Jorge al instituto, me fui a hablar con la orientadora y le expuse lo que yo creía que debería ser la educación y la inclusión de mi hijo en el instituto. Tuve la suerte mundial de encontrarme a esta mujer.

    El último año de Jorge en Primaria me llamó el Equipo de Orientación Específico. Me llamaron a una reunión. Yo ya hacía un año que no iba por el colegio de tanta pelea que tuve, como todas vosotras, y me preguntaron: ¿qué es lo que esperas de tu hijo cuando llega al instituto? Yo me quedé… Digo, yo lo espero todo. Es que mi hijo puede hacerlo todo. Lo que pasa es que aquí creyeron que no. Eso ya lo dejo aparte.

    El caso es que Jorge llegó al instituto y, chicas, llevo dos años viviendo, disfrutando de la vida por fin. O sea, me he encontrado con personas que lo han dado todo por Jorge. Empezando por su orientadora, por la PT, por muchos profesores y, ¿sabéis cuál fue la valoración de Jorge cuando la primera evaluación? Es que les había sorprendido. Me pidieron un poco de paciencia, pero veían que Jorge tenía unas capacidades increíbles. O sea, después de todo lo que tuve que escuchar en Primaria, es cuestión de las personas. Al final, es cuestión de las personas. De ese amor que vosotros hablabais.

    Ese amor tiene que estar también en el profesorado y esa capacidad de querer que sea posible. Bueno, pues a mitad de curso de primero, me volvió a llamar la orientadora, el equipo de orientación, junto a la PT y consiguieron la figura del PT preferente para Jorge. Este año, ese PT está en casi todas las asignaturas con él. Jorge está siempre dentro de la clase. En lo que noté una diferencia abismal entre Primaria y Secundaria, fue la relación entre el profesorado y nosotros. En el instituto están superabiertos a todo tipo de propuestas. Es un ambiente extraordinario. Jorge tiene todos los días del confinamiento clase a las 8 y media de la mañana a través de videoconferencia con su profe, y está feliz.

    La suerte que hemos tenido es ver cómo se relacionan, o sea, es maravilloso. De hecho, a Nacho, bueno, y a unos cuantos, les envié un video de Jorge cuando recibió las notas del 2° trimestre y dijo: «oye, me parece poco ese 5 que me habéis puesto en matemáticas». Y el profe le decía: «es un número, Jorge, lo que importa es que tú has aprendido».

    Pero es que él quiere más y eso es maravilloso, que mi hijo quiera más y que se lo permitan. Además de esta inclusión que hablamos de la discapacidad, también tengo que contaros, y os lo quiero contar a todos, que el mellizo de Jorge, el año pasado, nos comunicó a toda mi familia que él nació siendo una chica y que él es un chico. Hicimos toda la transición con él y el instituto fue maravilloso. O sea, el Departamento de Orientación fue maravilloso. Fue tan bonito. Es una experiencia tan maravillosa que eso es lo que hace ver cómo son y que es posible cuando las personas lo permiten.

    Así que, bueno, que sé que ese dolor que yo he pasado y que vosotras lo habéis pasado también, tiene una luz al final del túnel. Creí que nunca iba a llegar. Nacho me conoció en el peor momento de mi vida, pero es posible, y tenemos que seguir peleando todos, yo la primera. Yo me he relajado, lo siento. Me he permitido el derecho a relajarme y durante un tiempo, igual estoy menos ahí.

    He necesitado descansar, de verdad.

    N.C.:— Te has permitido hasta pasarlo bien y a descansar y ya está.

    Sandra:— ¿Cómo? Feliz de la vida. He practicado durante toda la vida el confinamiento [risas], pero estoy de vuelta y si os sirve para algo, pensad que hay personas que sí lo están. Yo creía que no, y a veces metía a todo el profesorado en el mismo saco, porque es verdad que la Primaria en sí ha sido supercorporativista. Es uno de los problemas que tienen.

    Mirad, estoy enganchada a la anatomía de Grey. En EE. UU., cuando un profesional comete un error, el otro va y lo denuncia. Ojalá hicieran esto aquí en Educación, ¿verdad? Porque a mí, profesores que abandonaron el colegio, incluso me tuve que enterar de que mi hijo estuvo en 1° de Primaria, 6 meses apartado del resto, mirando la pared con un ordenador. Me lo dijo su cuidadora. Perdón, su AT. Esto no puede ser. Estamos vendidos. No sabemos qué pasa dentro del aula. Yo creo que también debe de haber otro tipo de inspección educativa y que los profesores, entre ellos, no deberían permitir esto. Está todo corrompido, yo creo.

    Creo que tienen que poner al niño por delante de los derechos laborales muchas veces. Pero bueno, nada. Que os mando un rayito de esperanza, de luz, de mucho cariño, de mucho amor. Aprovecho para mandarle un beso a todos nuestros radicales que igual nos están viendo ahora y, Nacho, gracias por todo.

    N.C.:— Muchas gracias por abrir ventanas. ¡Qué maravilla! Bueno, Blanca tenía la palabra ahora.

    Blanca:— Hola, para los que no me conocéis, soy Blanca, la mamá de Félix, un niño de 10 años con diversidad, escolarizado en un colegio de Educación Especial, en la provincia de Pontevedra, en España. Y también soy mami de Martín, un niño de 12 años que empezó este año en 1° de la ESO. Está en el instituto público que nos corresponde por zona. Solo fue posible que fuesen al mismo colegio público al que nos corresponde por zona un año. A Félix lo segregaron en el primer curso de infantil. Primero, nos impusieron una modalidad de educación combinada con un colegio de Educación Especial. Pues, con mucha guerra, mucha denuncia… [risas], con esa agresividad y con esa hostilidad tan horrible que hemos vivido todos, conseguimos que le dieran 3 días en ordinaria, no como las 2 iniciales, y 2 en el de Educación Especial.

    Bueno, la experiencia en el colegio público fue cruel. Directamente, muy cruel. Me tuve que reponer como Sandra, para no emocionarme y llegar al llanto cada vez que hablaba en un foro como este. Eso es algo que te cuenta años. El colegio especial tampoco nos gustó. Era como un poco carcelario, en el sentido de que fomentaba mucho la distancia entre la familia y la escuela.

    Las ideas fuertes que me gustaría dar en este minuto “golden minute” [risas] y que he escrito así un poco para no dejarlas en el tintero, como ha dicho Eduardo Figueroa que me ha encantado, es que al sistema educativo actual, yo creo, hoy, en España, con esta reforma educativa ya en tramitación parlamentaria y en estas circunstancias tan raras, hay que erradicarlo, desraizarlo. Es decir, sacarlo de ahí, porque está basado en estándares, en competencias puramente académicas basadas en grupos de edad profundamente individualistas, no sirve de base para la inclusión.

    O sea, sería para mí un error, y creo que eso es la parte en que nos están dividiendo a toda la comunidad, que estamos en el mismo océano, en el mismo mar. Es la angustia que nos genera a las familias que este sistema no puede servir de base para la inclusión. Yo creo que en el momento en que todos partamos de esa idea, ese ‘divide y vencerán’ al que se está jugando con plataformas y tal va a desaparecer. Porque esa angustia que vives desaparecerá. El hecho de que todos estén juntos no va a garantizar la inclusión. Está clarísimo.

    La idea fuerte de la doble inclusiva es que vayan todos juntos a los mismos colegios y no puedo estar más de acuerdo. O sea, [risas], soy mamá diversa. Está en todas mis fibras. Mi temor es que el compromiso educativo se pierda por el camino. Me explico. Mi hijo está en un buen colegio. Es de educación especial, pero mi hijo tiene un programa educativo personalizado. Es radicalmente distinto a un programa educativo adaptado. Es que no tiene nada que ver. Y para colmo, tiene un sistema de evaluación que evalúa al programa.

    Si el programa está funcionando o no, y si hay que hacer ajustes de diseño. No evalúa al niño. Que es un concepto de cajón, a mí me parece, de sentido común, pero aquí ponemos en las espaldas de los niños el fracaso o el acierto. Pero el fracaso o el acierto de ese programa que han diseñado los profesionales para un niño. El sistema de educación con Félix es muy básico, pero a lo mejor, es una idea más, no quiero decir que se tenga que importar. El caso es que a él se le evalúa con su programa en todas las distintas áreas, si lo hace con ayuda, si lo hace sin ayuda, y o si no lo hace. Si consigue hacerlo sin ayuda, entonces se generalizan otros contextos como su espacio de juego fuera del colegio o, por supuesto, su casa. Y de la misma manera, en su casa, nosotros comunicamos continuamente al colegio qué cosas hace que no hace en el colegio. Y eso es muy gracioso. Aparte de que al final, pues, llegas a una relación con la profesora de tu hijo, en mi caso, casi, de conmaternidad. O sea, lo digo así. [risas]. Compartimos las ilusiones, las alegrías, el amor por el niño. Es muy fácil. Es eso, sobre todo el amor, lo echa de menos en este confinamiento horrible, y… te vuelves confidente en todo lo que tienen que ver con el niño.

    Quiero terminar con una experiencia personal que tuve el año pasado. Fue en un programa Erasmus en Italia. Realmente íbamos buscando experiencia y compartir experiencias en proyectos de vida independiente, no estaba centrado en la escuela. Yo, además de ser mami de Félix, soy directiva en una asociación que gestiona el colegio, el centro de día, todo, todo como mami. O sea, son estas batallas en las que te ves metidas porque yo, profesionalmente, soy otra cosa que no tiene nada que ver con esto. Pero vamos buscando ideas, siempre por allí, para dar el coñazo en la administración. Para echar a andar proyectos de vida independiente, que es de lo que se trata, y la escuela también, la nuestra, la que queremos, tiene que ir enfocada hacia ahí. A que todo el mundo tenga garantizado un proyecto de vida independiente.

    Bueno, pues el caso es que allí no existe la Educación Especial desde el año 78, si no recuerdo mal, y todos los profesionales con los que nos entrevistábamos nos decían que no percibían una experiencia positiva, porque, digamos, que los metieron allí con un sistema educativo como el que tenemos en España, y entonces, básicamente, les llamaban un sistema de convivencia en el agua, de copresencia en el aula. Fue horroroso. Copresencia, decían.

    Y que, al margen de la ley educativa, casi todos los colegios se han apañado para tener aulas de apoyo, allí le llaman aulas de sostén, en las que apartan a los alumnos con diversidad sin medios. O sea, sin medios específicos para su atención educativa ni programaciones personalizadas, nada. Para sacárselos del medio. Entonces, bueno, quería decir que el debate… de arrancar este sistema educativo y empezarlo de nuevo, resetearlo. Porque como nos metamos todos en él, o sea, como hagamos lo de Italia, no vamos a conseguir nada, porque en Italia las personas con diversidad no están más incluidas que en la sociedad española. Es decir, que la presencia de ellos en la escuela no ha garantizado más inclusión social en la vida adulta.

    N.C.: — Muchas gracias, Blanca. ¿Andas por ahí, Virginia?

    Virginia: — Sí, sí, sí. Es que me he ido apuntando cosas. Bueno, dar las gracias a todos. Me ha parecido que todo lo que ha contado Patricia, de Argentina, aunque ha pasado décadas, parece que es lo que vivimos aquí día a día. Luego, me he apuntado aquí, cuando ella te ha dicho que si lo contaba, no era importante porque ya había pasado mucho tiempo, yo creo que es muy importante que los que estamos en una etapa ayudemos a los que están en otra etapa. Por ejemplo, mi hijo está en Secundaria. A los que están en Primaria o Infantil, les ayudará a no tener que sufrir tanto.

    En el caso particular de mi hijo, Mario, que está en la Secundaria, hoy mismo, como resumen, he tenido una conversación de casi una hora con su directora, y la he solicitado, por favor, que tuvieran en cuenta una experiencia más global y que, incluso, nos vamos a plantear irnos a la FP Básica. Porque, aunque ellos traten de poner de su parte, la frase es siempre la misma. Tiene que hacer lo que los demás, como los demás, y tampoco llegamos a ningún sitio. Y da lo mismo que sepas, como apuntaba Estela, si tu hijo no ha llegado, por ejemplo, a escribir.

    Mario lee, escribe, hace programas de cubo, entiende, no sé qué. La traba está siempre. Cuando llegas a un camino, la traba es que, si te gusta todo manuscrito, hazlo todo manuscrito, y eso que es con buenas intenciones. Lo último, porque no quiero enrollarme más, que tengo aquí un montón de cosas, lo que ha dicho Carmen de la militancia que le plantea un hermano, a mí también me ha sucedido. Y por eso, me planteo a veces que, si solamente miramos por la parte académica, quedándonos en la ordinaria, será casi imposible si perdemos la parte relacional. Y esa no sería más posible, aunque sé que tampoco que no, porque tengo “madres” con niños en Educación Especial y ¿cómo se consigue esa parte relacional?

    Bueno, muchas gracias a todos.

    N.C.: — Bueno, muchas gracias, Virginia. Virginia lo ha hecho ejemplarmente, solo te digo eso [risas]. No se te escucha, mira a ver si está bien conectado…

    Persona 17: — Bueno, decir que muchas gracias. Es la primera vez que puedo conectarme a algo así y me encanta. Muchas gracias a todas las que habéis estado hablando. Decir que estoy totalmente de acuerdo con que el problema es el sistema educativo. Que es muy impersonal.

    Decir que, afortunadamente, somos unas madres locas. Gracias a eso hemos conseguido muchas cosas. Yo soy mamá de 2 niños con necesidades educativas especiales. Están escolarizados en ordinaria con apoyo. El mayor tiene 16 y la pequeña tiene 10. Cada uno con las suyas. Son totalmente diferentes. Han estado escolarizados en 3 colegios diferentes y el motivo fue porque tenía la sensación de estar hablando con la pared. De que no se escuchaba y que no estábamos consiguiendo nada. Y mientras eso, mis hijos se iban haciendo grandes, iban creciendo, y tenía la sensación de perder el tiempo.

    Lo que más me ha marcado en todo este paso por estos 3 centros, en uno hemos estado mejor, en otros hemos estado peor, ha sido sobre todo la diferencia. No la diferencia que supone que tienen mis hijos con el resto de los compañeros, sino la diferencia entre tener un diagnóstico o no tenerlo. La diferencia entre tener una comunicación con el profesorado de calidad o no tenerla. La diferencia entre encontrarnos nosotros emocionalmente bien o no. La diferencia de tener un integrador social o no tenerlo en el centro. La diferencia de que mis hijos tengan unos compañeros o que no los tengan, y buenos padres de esos compañeros o que no lo sean. Y la diferencia entre que te tengan en cuenta, que tengan en cuenta nuestra realidad familiar. Lo que nos pasa, lo que pasa en nuestra casa. Y nada más, muchas gracias.

    N.C.: — Muchas gracias. Uy, lo estáis haciendo superbién. Deberíais haberlo iniciado vosotras y así las demás os habrían seguido y habrían sido obedientes [risas]. Mónica Villarán. ¿Andas por ahí, Mónica? Bueno, pues pasamos a María Fuensanta.

    María: — Buenas tardes a todos y a todas, y muchas gracias por esta iniciativa. Me presento un poco. Mi nombre es María Fuensanta, soy de Coín, Málaga. Estoy aquí como madre de un joven de 22 años con diversidad funcional, trastorno del espectro autista, diagnosticado a los 18 años con síndrome de Asperger, y… bueno, su paso por el sistema educativo ha sido, la verdad, un caos. Sin un diagnóstico en ningún momento y, simplemente, es catalogado como un niño raro.

    Entonces, pues, claro, buscando apoyos, pero sin entender ni cómo ni qué pasaba, pero viendo su diferencia. Le buscaba apoyo en función de eso. Solicité dentro de la Primaria. Estoy hablando de que él tiene ahora 22 años. Lo solicité porque, como mi hijo era diferente y me daba cuenta de que a lo mejor es que no apuntaba directamente los deberes, y no es que no los hiciera, sino que no los apuntaba por el tema de las funciones ejecutivas y todo el rollo este, él no sabía que para el otro día tenía que hacer eso. Entonces, yo solicité un poco de atención simplemente a la hora de anotarle los deberes a él y… nada, pues no. Eso era mucho trabajo, parece ser, para el profesorado.

    Una cosa que yo quisiera apuntar también es que estoy escuchando en casi todos los testimonios que es, en función de la suerte, el que tu hijo o hija funcione o no funcione. Es cuestión de la profesionalidad y el buen hacer de la persona, y aparte de que, claro, estamos en un sistema que no está adaptado para nada. Ratio muy grande, muchos alumnos en la misma clase. No hay apoyos y, entonces, se complica, pero depende todo de eso, del buen hacer.

    Luego, como pudimos, pasamos la Primaria, y en Secundaria decidieron adaptarle inglés. Entonces, la adaptación del inglés, cuando yo me di cuenta, era bajar el nivel de inglés. Él no tenía problemas de aprendizaje, su problema es de comunicación. Entonces, había exámenes que los hacía muy bien y exámenes que los dejaba en blanco. Yo ahora ya lo entiendo. Hay exámenes en que no entendía básicamente las preguntas, vamos, que no sabía lo que le estaban preguntando, pero no en inglés, sino en general. Y, claro, la adaptación para mí suponía, y lo dije, preguntarle de otra manera. Él era muy visual.

    Tuvo la suerte de tener en Historia un profesor que todo lo hacía muy visual, que la hacía de documental, y, claro, historia le iba muy bien. Entonces, él se ha ido adaptando de una manera catastrófica, vaya.

    Ahora también pertenezco a una asociación de familias con diversidad funcional, aquí en Coín, y me encuentro que la situación sigue prácticamente igual. Nos dicen que el tema de la inclusión, de los recursos, incluso directores de colegio, que denun…, que lo denunciamos, porque cuando pedimos un apoyo para los niños, nos dicen que los niños tienen que ir al recurso y no el recurso a los niños. O sea, seguimos viendo el mismo caos que yo, que nosotros sufrimos. Luego, también quería puntualizar que estamos intentando, nosotros por lo menos desde la asociación, que ellos tengan una vida laboral y, de hecho, tenemos programas de inclusión laboral, pero nos damos cuenta de que no va a haber una inclusión real mientras, desde pequeñitos, el tema de la educación tampoco se viva de una manera inclusiva. Entonces, claro, un poco mi dilema es este: ¿Cómo vamos a… estamos creando una red buena, porque me estoy encontrando con grupos muy buenos, haciendo apoyos para la inclusión laboral, si ni ellos se han formado bien? Porque mi hijo salió de Bachillerato, y no hizo más porque ya no podía con el sistema, porque, además, es que no le acompañaban porque no lo entendían y nosotros tampoco sabíamos lo que estaba pasando. Y, bueno, no sé, que me he liado, pero, bueno, en general eso, que veo que no hay inclusión.

    N.C.: — Muchas gracias por todas tus palabras. Mónica.

    Mónica: — Buenas tardes a todos, como el tiempo es oro y creo que ya se han debatido o se han comentado bastantes cosas que yo tenía en la retaguardia, no me voy a extender más porque me siento superidentificada tanto con Estela como con Carmen como con Inma de Sevilla… con todas. Estoy de acuerdo con Blanca, en fin.

    N.C.: — Mónica, está por ahí la chica, lo digo porque se está grabando y como lo voy a emitir, para que tú lo sepas.

    Mónica: — Vale, ok, gracias. Voy a hacer una presentación. Quiero ser tan breve que, al final, ni me vais a entender. Yo soy Mónica Villarán, mamá de una niña con una enfermedad. Empezamos en ordinaria. Hemos seguido en ordinaria hasta secundaria, donde no he tenido más remedio que acudir a la especial. Entonces, no solo me siento muy identificada, sino que comparto al 100 % vuestra opinión. Me gustaría darle las gracias especialmente a Estela porque creo que, a partir de los 21 años, después del recorrido que tenemos durante toda nuestra vida, que nuestros hijos están en otra etapa, que las madres sigamos involucradas luchando por una educación de calidad para todos, creo que es para tocar las palmas. Porque cuando es un niño pequeño, tú luchas, tú estás ahí… bueno, no es fácil para nadie esto, pero estás ahí. Cuando tú terminas y sigues aquí, para mí, enhorabuena.

    Pero lo que estaba diciendo de Estela. Estela en su discurso decía: «yo bajé las manos ya en la educación», y yo pensaba, «bueno, pues para haberlas bajado, aquí estás». Ya está, solo te interrumpía para decir eso.

    Entonces, solamente voy a contestar, no voy a repetir lo que habéis dicho todas. Me siento superidentificada, y todos lo sabemos. Sí me gustaría destacar de esta pandemia, que me ha encantado, personalmente, como mamá, porque me ha permitido ver el trabajo que también se desarrolla en Especial. Creo que es importante para debatir un tema tan complejo como este. Conocer cómo funcionan desde dentro, y, la Educación Especial, aparte de que ya había ido a algunos congresos donde se hablaba de que el PTVAL no nos va a servir, no nos va a servir para una posible inserción laboral, yo quiero decir, como mamá, que lo he comprobado en mis carnes durante esta pandemia.

    El aburrimiento y la cárcel a la que le llaman ellos, como dice Carmen Saavedra, son normales. ¿Veis esto?

    Audiodescripción [AD] Mónica muestra algo en pantalla.

    Mónica: — ¿Veis los deberes que está haciendo mi hija con 19 años? Una niña que hace absolutamente todo, que además es scout. Mirad las sumas que le manda su profesor. A ver si se ven estas.

    N.C.: — Sí, sí, se ven.

    Mónica: — Pues estas son las que hace conmigo, ¿vale? Bueno, tengo todo esto lleno de fichas porque me es más… Me mandan una actividad para que designe cuáles son las partes del colegio, y resulta que viene una piscina y su colegio no tiene piscina, fuerte, ¿eh?

    Y ahora esto. Yo cuando le pongo estos deberes a mi hija. El primer día o las primeras dos semanas de la pandemia, mi hija me hacía esto. Bueno, rayones, rayones, normal, aburrida la chiquilla, aburría. Yo, de hecho, la pongo hasta a colorear los rectángulos porque digo, «bueno, le voy a sacar partido un poquito a esto porque lo ha hecho mi hija en 2 segundos». Y aquí, escribe el nombre del objeto. Mira, un lápiz.

    Mi hija escribe, lee, resta… con 19 años, mi hija sigue haciendo estas fichas. Ni cole especial, ni ordinario, ni recursos, ni administración, ni denuncias, ni nada. Los profesores tienen que reciclarse, eso está clarísimo. Pero, vamos, digo yo que esto es como yo en mi puesto de trabajo, ¿no?

    En fin, ahí lo dejo. Dejo el contenido y el material que está trabajando con 19 años en un PTVAL, a ver si esto es normal. Ya está.

    N.C.: — Muchas gracias, Mónica, muchas gracias. María Rodríguez, ¿andas por ahí?

    María R: — Hola. Voy a ser muy breve y obediente. Antes que nada, hola a todos y, bueno, yo quería empezar diciendo que creo que, entre el querer y el poder, hay un problema muy grande, que es el tema del diagnóstico. Creo que el diagnóstico es una sentencia, un ladrillo o losa. Muchos padres luchamos por tener el diagnóstico porque nos da respuesta, pero, ahora, ese mismo diagnóstico en otras etapas de la vida de nuestros hijos, lo que hace es poner paredes.

    Y es curioso, porque las familias que tenemos un recorrido de hospitales. Mi hija ha ido al cole del hospital, y en el cole del hospital yo no he visto ni tantas palabras raras, ni tantos procedimientos, ni tantas historias. Eso también es una reflexión, ¿no? En el cole del hospital, donde hay niños que pasan mucho tiempo, no hay tantos protocolos.

    Luego, también, están las barreras que muchas veces el sistema y los profesionales ponen a los padres. Yo soy madre primeriza y, de repente, empiezas el proceso de escolarización y tienes que hacer un máster porque entre Pt, AL, currículo, orientadora… Empiezas a conocer palabras extrañas y luego, aparte, los contenidos, muchas veces, de esos informes tienes que interpretarlo, hacerlo, y es una carrera universitaria que tienes que hacer en un tiempo exprés. Y todo el esfuerzo siempre cae sobre la familia. No veo que haya una conversación de igual a igual. Es siempre la familia la que tiene que demostrar y la que tiene que hacer para que ellos lo hagan.

    Luego, estoy totalmente de acuerdo con Gado con que el problema educativo no es un problema sobre los niños con necesidades educativas especiales, es un problema social. Me da igual si es la ordinaria o cómo lo queráis llamar. Creo que todos los padres, cuando nuestros hijos pasan de Primaria, que puede haber ahí un poco de supervivencia, a Secundaria, todos tenemos miedo. Es decir, hay un problema que es social y que es global.

    Inma hablaba de una cosa muy dura. Hablaba de que su hijo no era normal por el hecho del control fisiológico, ¿no? Era diferente. Que te digan eso es muy duro. El tema de que tu hijo, porque haga las cosas de una forma diferente, ya lo aparten, ¿no? Ese es el mayor problema, ¿no? Que te aparten como persona y que, a partir de ese momento, ya solo sea un diagnóstico, un informe médico y cientos de protocolos. No entiendo el sistema hacia dónde va o hacia quién mira o piensa, porque no hace a las personas, no mira a las personas. Está mirando palabras, conceptos y cosas absurdas.

    Y ya, por último, creo que es imprescindible esta lucha en la que ahora mismo estamos hablando las madres, y otro día hablarán los profesionales y los niños. Creo que es importante que los profesionales deis un paso hacia delante con nosotras, porque lo que estamos diciendo no es de locas. Ya está.

    M.C.: — Muy bien, muchas gracias. Paula.

    Paula: — Hola, ¿yo? ¿Hay más Paulas o soy yo? Vale, también voy a intentar ser muy rápida. Bueno, la decisión de la escuela no me la planteé en ningún momento. Yo quiero insistir en esta idea utópica de que todas las escuelas tienen que estar preparadas para absolutamente todos los alumnos. Yo soy madre de tres niños. Héctor tiene un diagnóstico de trastorno espectro autista y con bastantes complicaciones de comunicación, especialmente de entendimiento. Va al mismo centro que sus hermanos, y también quiero abrir una ventana como Sandra, en positivo. Pero esta ventana viene siempre de la mano de profesionales que quieren coger el curso de mi hijo.

    ¿Qué quiero decir con esto? Que no todos los profesionales quieren dar clase a mi hijo. O sea, dentro de este centro, los que han asumido este riesgo o los que se han acogido, vamos, al derecho de mi hijo, asumiendo que es un reto para ellos, lo han hecho de una manera extraordinaria. Hemos encontrado ahí, pues, una manera maravillosa de crecer como grupo.

    Mi hijo como alumno, como uno más dentro de la clase, pero no todos están dispuestos a coger ese grupo dentro de los mismos profesionales de la escuela. No es una escuela que tenga un proyecto de centro preparado para todo el alumnado. Entonces, destacar un poco eso. Que sí, que seguimos dependiendo de la suerte y que la suerte a veces te acompaña, pero que no va a ser eterna tampoco.

    Y, por otra parte, pues un poco haciendo referencia a lo que comentaba Blanca de Italia. Pues sí, en Portugal nos pasó un poco lo mismo. Fuimos a hacer una excursión, a ver un centro educativo y lo que nos comentaron fue la eliminación de la educación especial. Y luego no tenían ningún tipo de recurso… O sea, que en las empresas no había una oferta para el alumnado que permanecía muchísimo tiempo en centros de Primaria. Quizás, incluso, hasta los 21 años. Muchas aulas específicas, digamos, con ese alumnado, parte separado, y poquísimos recursos con los que se había dotado a los centros. Entonces, que se tienen que hacer las cosas, pero se tienen que hacer bien. No se pueden hacer de una manera a machete. Pues nada más.

    N.C.: — Muchas gracias, Paula. Ali, ¿andas por ahí?

    Ali: — ¡Ay! Sí, Nacho. Algo superbreve. Yo creo que una de las situaciones que hay en la escuela es el tema del adultocentrismo. Es un cúmulo de opresiones. No, nada más, por motivos de discapacidad. Yo creo que siempre a ese tema con los niños se les ve como no persona, ¿no? Se les ve como alguien que va a ser como el futuro, el futuro lo que sea. El futuro abogado, el futuro ingeniero, es siempre alguien que va a ser. Están como en un limbo. de la humanidad y, bueno, con las personas con discapacidad, pues, esto de verlos como niños es algo permanente.

    Entonces, por eso es que también no se toman en cuenta sus opiniones, qué quieren… Siempre es lo que diga el profesional, lo que diga la familia, pero, ¿qué dicen los niños? Son personas. Yo tengo un hermano con diversidad funcional intelectual, pues, yo digo que soy su voz, ¿no? Mi hermano Lucas tiene su voz. Mi hermano es el defensor de sus derechos. Yo podré ser, tal vez, vocera, pero no su voz, ¿no? Hace poco vi que decía que escribió algo a Carlos Skilar, que no sé bien cómo se pronuncia, pero decía que había que no es que las personas no tengan voz; sino que hay que callarnos para poderles escuchar. Y es esto, ¿no? Pues hay que callarnos y también hay que querer escuchar, porque la verdad es que muchas veces no hay interés, no hay interés por saber realmente qué es lo que quieren los niños y niñas. Ya sería todo.

    N.C.: — Muchas gracias, Ali, también por tu brevedad. Susana.

    Susana: — Yo solamente quería soltar tres frases que resumen lo que ya hemos dicho y que en su momento a mí me supusieron un dolor y un miedo. Una es la que han dicho Mari y Santi, porque somos de la misma asociación, que es la ‘del niño para el recurso y no el recurso para el niño’. Cuando me insistían en que mi hija fuera a un aula específica… que, por otro lado, un psicólogo, un psiquiatra, me dijo una vez que yo o mi hija íbamos a depender de la suerte que tuviera de encontrar a una maestra que viera a mi hija como un niño más, porque todos los niños, todos, tienen necesidades educativas especiales… si encontraba a alguien que comprendiera esa realidad, mi hija avanzaría en el colegio; si no lo encontraba, pues me tenía que joder. Perdón por la expresión. Y, cuando yo le planteé eso a un político que vino a la asociación a hablar con nosotros, le comenté que cómo podía ser eso. ¿Cómo nosotros, como madres, teníamos que conformarnos con el profesor que me habría tocado? Si él quería o no enseñar a amigas. Y él me dijo una frase que fue la que más me ha fastidiado en el mundo. «Bueno, pero con eso no podemos hacer nada porque con el funcionariado hemos topado».

    Esa frase, dicha de un político importante que representa a Málaga en el congreso, me dolió mucho. Porque si él piensa así, que es el que puede cambiar las cosas, ¿qué nos vamos a encontrar? ¿Qué solución nos dan? Yo he tenido suerte. Fue un poco diferente infantil de primaria, pero he tenido suerte.

    En Infantil los profesores se volcaron mucho en mi hija y en Primaria, pues, no tanto. Diferencio lo que es su tutor de clase o su tutora de clase a PT y AL. En general, todas las PT y AL que me encontraron han sido personas que, como están formadas y preparadas para trabajar con niños con necesidades educativas especiales, saben hacerlo. Sin embargo, su tutor ya no… Me he encontrado la frase de «es que yo no sé cómo trabajar con Paula». Paula es mi hija.

    Y quería decir eso, que deberíamos de plantearnos que, entonces, al final, ¿la educación depende de la voluntariedad de un profesor? Es complicado, ¿no? Nada más, muchas gracias.

    N.C.: — Muchas gracias, Susana, Jorge. ¿andas por ahí?

    Jorge: — Hola. Solo quiero decir que, a raíz de todo esto del confinamiento, uno se da cuenta de que nuestros hijos no le importan a nadie porque, por lo menos, es nuestra experiencia. No siempre se preocupan por él. Ahí se demuestra que cuando está en el cole, si se preocupan es porque molesta. Como molesta, grita, se va, corre y bla-bla… «¡Uy, es que el niño interfiere!» Nuestros niños molestan.

    Ahora que estamos todo el mundo en nuestras casas, estamos todos confinados, etcétera, nos damos cuenta de que no existen. Ninguno del equipo, y no hace falta, ¿vale?…, pero ninguno del equipo de orientación se ha dignado a preguntar: «Oye, ¿cómo está vuestro hijo, cómo le está afectando, qué le pasa, está bien o está mal?», «Oye, ¿te hace falta algo?» Nada.

    Hará unas dos semanas, la tutora nos pidió que le diéramos el correo electrónico para mandárselo a ellos, que lo están solicitando. Digo: «bueno, ¿y ¿para qué?» Y estamos esperando que, seguramente, cuando termine el curso nos pedirán información para evaluarlo, como el paso al instituto, para evaluarlo, mandarnos esto, patatí y patatá. Todos. Entonces, nos dan ganas de decir, «bueno, ¿os habéis preocupado todos estos días en saber cómo está él?» Es que no se han preocupado para nada. Entonces, este confinamiento, el tema con el virus, ha servido para eso. Para que, al final, nuestros hijos… y no hablo solamente por mí. Le he preguntado a la gente del colegio y lo mismo. No han preguntado nada. Es que no saben nada, no saben nada.

    Entonces, es lo que pasa, se ha hablado ya mucho, tenemos que depender de las personas. Yo aquí les he estado comentando que son una especie de islas en nuestro naufragio. Todos somos náufragos y, de repente, encontramos una isla, que son los profesores que ayudan a nuestros hijos, y donde nos agarramos. Y que, desgraciadamente, por el sistema, pues termina… el espejismo termina yéndose por interinos, porque tal y cual. No, aquí tenemos que estar siempre, todos los años, dependiendo de uno, de otro… A ver si la del año que viene, la de este curso, funciona o no.

    Siempre estamos así, y poco más. Y, también, mi opinión sobre todo esto, que hasta el universitario que se quiere dedicar a la enseñanza, desde el minuto uno que entra por la escuela, le tiene que decir con qué alumnos se va a encontrar, ¿vale? Desde la carrera deberían dedicarse a enseñar lo que se van a encontrar. Toda la diversidad de niños que hay. No puede ser que Educación Especial sea una especie de especialidad o una optativa, o no sé cómo está ahora mismo el plan de estudios, ¿vale? Lo desconozco. Pero es que tiene que ser así, obligatorio, porque se están dando cuenta de que estamos todas ahí, y no puede ser que ahora venga uno y «no… es que yo no conozco, yo no sé cómo tratar, yo no sé». Entonces, creo que desde el principio tienen que dedicarse a todo este tipo de temas y que el sistema educativo debe cambiar radicalmente.

    Por una parte, la inclusión es cambiar radical y dejarnos de conocimiento y dejarnos de historia, porque al final siempre es lo mismo. Y lo digo un poquito en lo emocional, ¿no? Porque es que si no… estamos en las mismas y, a ver si cambia esto, porque al final los colegios parecen como una viñeta de Frato, que una vez Nacho me enseñó. Son fábricas, van los niños pasando, salen cerebritos y, el que no, lo desechan.

    Pues ahí está. Hay una viñeta de Frato que, si buscáis, veis claramente cómo los niños con necesidades o con dificultades, ya no solamente necesidades especiales, discapacitados, o como quieran llamarlo. No. El que no cumple va a otro lado y solamente salen los cerebritos.

    No me quiero enrollar que… si no Jesús me tira, me quema la ropa [risas].

    N.C.: — Muchas gracias, Jorge. Silvia, creo que te dejé mucho rato y no vi que habías pedido la palabra hace tanto rato. Adelante, Silvia.

    Silvia: — Voy a ser muy breve. Quiero deciros que el dolor más grande que yo he sentido en mi vida no ha sido por el diagnóstico de mi hijo, ni por sus ingresos en el hospital, ni por su enfermedad, ni por otra serie de causas bastante graves que hemos tenido nuestra vida. El dolor más grande que hemos sentido la familia, y creo que mi hijo también, ha sido por la escuela. Y también quiero deciros que mi hijo con 3 años ya tuvo una evaluación psicopedagógica y un dictamen de escolarización que lo sentenció de muerte. Y, ahora, con 8 años, sigue sentenciado a no poder salir de esa aula específica, un aula que lo apaga, que le ha quitado mucho, que le hace sentir mal y que, sobre todo, le está restando muchas oportunidades para su vida. A pesar de que le hemos dado las herramientas necesarias, que mi hijo ha demostrado al mundo sus capacidades, seguimos teniendo peleando y seguimos teniendo que pelear y demostrar, con un equipo de orientación, que mi hijo tiene que tener un coeficiente intelectual adecuado para poder estar en un aula ordinaria. Nada más.

    N.C.: — Muchas gracias. Yo creo que en mucho o en casi todos, por no decir todos los testimonios, siempre digo gracias y un abrazo. Alejandro Pérez.

    Alejandro: — Hola, este… Alejandro, de acá, de Uruguay, os mando un saludo. Voy a tratar de ser breve, Nacho. Este…, escuchaba atentamente los testimonios de la mayoría de las mamás y papás que los emitían y, bueno, con muchos de ellos me identifico. Hay una clara violación de lo que son los derechos humanos, por parte de las instituciones, ya que los objetivos de desarrollo del milenio de la ONU en el punto 2 hablan de una educación de calidad y de integración para todos, y eso no se está cumpliendo.

    Y en lo que es personal, hemos tenido como familia diferentes experiencias educativas con Manuel, nuestro hijo, que tiene una parálisis cerebral y hoy tiene 21 años. Ha logrado cursar la escuela también con instancias de internación por cirugías y lo mismo ha pasado en el Secundario. En general, hemos tenido una buena disposición por parte de los centros educativos, pero siempre hemos estado encima de maestros y profesores para que se logren las adecuaciones que Manuel ha necesitado. Yo lo que les digo a los papás que están escuchando ahí, algunos con muchísimas más experiencias que yo y otros, bueno, empezando en este camino, es que siempre tienen que estar, no deleguen.

    Manuel hoy tiene 21 años y nosotros seguimos estando presentes y acompañándolo en su proceso de formación como persona y en todos los aspectos. Por eso también yo quería abrir, como muchos de ustedes, una ventana de decir que, de pronto, la clave es el acompañamiento de la familia, de la manera que esta se componga. No esperen que las instituciones se vuelquen de completo, porque eso no va a suceder. Así que hay que estar, y hay que estar presente siempre. Y muchas gracias por este espacio, Nacho.

    N.C.: — Muchas gracias, Alejandro, por tu testimonio. Verónica, ¿estás por ahí?

    Verónica: — Buenos días, yo soy de Bolivia. Este…, bueno, yo tengo mi hijo de 6 años con síndrome de Down. Soy una mamá muy activista en los derechos humanos y la inclusión de mi hijo. Quiero compartir que, desde que mi hijo nació, en estos 6 años nunca he tenido problemas en abrir espacios de oportunidad para mi hijo, porque yo parto siempre que la inclusión comienza en casa.

    Y depende de cómo nosotros veamos a nuestros hijos para que todas las demás personas que estén en tu entorno, puedan ver a nuestros hijos. Ha sido un niño que ha sido incluido desde los 6 meses en una guardería. Mientras más espacios de oportunidades que le demos a la normalización, estaremos normalizando su entorno. Soy una mamá muy involucrada en cada una de las etapas que ha pasado mi hijo, en las cuales, como dicen, somos las locas que no tenemos miedo de hablar, de enseñar, de educar, y creo que, si esa actitud nosotros la tenemos muy proactiva y positiva, de esa misma manera podemos contagiar a las demás personas. No podemos decir que no se puede, si nosotros, como padres, no nos ponemos la camiseta y trabajamos en equipo. Cuando nosotros tenemos esa predisposición y entendemos que este proceso de inclusión nunca va a ser fácil y nunca va a ser perfecta, pero sí vale la pena por nuestros hijos, tenemos que hacer. Y todo lo que nosotros hagamos en el entorno se va a contagiar. Yo tengo un entorno muy positivo que trabaja con mi hijo, y por eso están los resultados.

    Entonces, yo, aquí, mando una reflexión a las familias de que no se rindan. Crean en sus hijos y el trabajo comienza en casa. Tenemos que preparar a nuestros hijos a que sean independientes. No puede ser de que deleguemos el trabajo a los colegios o que el colegio se tiene que encargar de quitar el pañal a mi hijo o que eso… Tenemos que darle las herramientas en la casa. Aprovechar esta pandemia en que estamos encerrados y enseñémosles cosas mínimas para la vida. Entonces, de esa manera va a ser mucho más fácil su inclusión en la sociedad. Gracias por la oportunidad, Nacho.

    N.C.: — Muchas gracias, Verónica. Fernanda, cerramos con tu palabra.

    Fernanda: — Está aquí Zoe conmigo. Solamente yo quería mandar un saludo a todo el mundo, pues, me ha encantado. Me encanta escuchar a todo el mundo. Me gustaría dar ánimos a la gente que he visto un poquito más, pues eso, un poquito más baja, porque esos ratos los tenemos todos en algún momento y con tanta cosa difícil. Me gustaría también abrir otra ventanita de esas que alguna gente también ha abierto, ¿no? Zoe tiene 7 años y estamos en una escuela normal. Yo me empeñé a los 3 años que tenía que repetir porque todavía no hablaba mucho. Nacho y todas las radicales saben que me lo pensé muchísimo y que fue una decisión muy dura, pero, pasaba de estar en un grupo de 25 a estar en un grupo de 15 niños y también era un año más para que ella adquiriera más refuerzo en el lenguaje y poder adquirir, como ya tiene, la lectura y la escritura. Entonces, estoy muy contenta por esa parte, aunque cualquier decisión que se toma nunca sabe si va a salir bien, va a salir mal, ¿no?

    Pero, al final, conozco a Zoe y trato de ver quién es ella y que todo el mundo vea quién es. No es su diagnóstico. Muchos ven su cara y con eso ya piensan que lo saben todo de Zoe. Esto no todo, es mucho más que su cara, que su diagnóstico y que lo que esperan de ella. Que se tiene mucho que decir.

    Entonces, ya está. Aunque está enfadada ahora porque no es capaz de abrir una cosa. Bueno, que os mando un abrazo muy grande a todos y muchas gracias por estos ratitos, que son, que son la vida y el cielo [risas].

    N.C.: — Muchas gracias, Fernanda. No nos ha dado tiempo a cruzarnos. Nos ha dado tiempo a exponer. Yo creo que todos tenemos muchas ganas de hablar. Todos tenemos esa necesidad de poder contar qué es lo que vivimos, lo que nos pasa y a mí me encantan espacios como este, en los que tanta gente pone en común cosas que, en realidad, son realmente comunes. Son experiencias tan comunes, a pesar de que muchas son tan duras, que son travesía en el desierto.

    Han aparecido por ahí varias metáforas. Una de ellas es como que somos un náufrago, decía Jorge. Bueno, ese sentimiento de desazón, de que no tienes dónde asirte y que, de repente, hay personas. Jorge hacía relación a personas, a profesionales, pero también hay otras personas que son familias, en las que nos podemos agarrar porque tienen experiencias similares.

    Porque, además, las soluciones a una escuela que todavía es muy excluyente, como hoy hemos evidenciado, no pueden venir por soluciones personales.

    Porque uno diga: «aquí estoy yo y voy a cambiar la realidad». Cambiamos, cambiaremos la realidad en la medida en que seamos capaces de armonizar, de organizarnos y de pensar cómo podemos incidir en esta realidad que hace tanto daño a tantas personas. Y coincido con lo que planteaba Alejandro, también. Que es una cuestión de derechos humanos, que hoy, cuando… los testimonios más duros, más sangrantes, eran evidentes… No sabría cómo decirlo, pero es una escuela, un espacio, en el que debería acogerse a la infancia con toda su vulnerabilidad. Esas escuelas deberían ser espacios que defienden a la infancia y que preservan sus derechos.

    Y yo creo que, a pesar de toda la complejidad que hemos visto, también hemos visto muchas luces o algunas luces que nos han dicho, «bueno, pues, quizás por aquí». Yo creo que hay mucho por desarrollar en esa línea.

    Planteabais que había que cambiar, había que… desraizar la escuela, ¿no? Cambiarla por completo. Bien, pero, ¿qué es eso…? ¿Qué es fundamental? ¿Qué hay que cambiar para que la escuela pueda hacer un espacio en el que esté tu hijo o tu hija? Y ese hijo o hija, puede ser quien no habla o quien se comporta como la escuela, ahora mismo, no tolera o quien no controla esfínter o quien piensa de manera diferente o quien no aprende… Porque muchas veces, en nuestros propios discursos, hacemos como un círculo alrededor, como una zanja alrededor, de la experiencia que nos pasa a nosotros al completo, pero lo que hace falta es ensanchar esa franja y que quepamos todos.

    Bueno, yo me voy de la sesión de hoy con mucha… tristeza, pero también con mucha alegría, porque me parece que el foro ha sido fantástico. Yo os felicito a todas y a todos. Os agradezco enormemente vuestros aportes, todos y cada uno de ellos, y os querría invitar a algo.

    Creo que si algo tienen bueno estos encuentros es que son justamente esos, encuentros, donde se dialoga y se puede pensar más allá de lo que yo pienso en mi parcelita o en mí, en mi casa, en mi familia o en mi contexto particular. Y si eso conseguimos llevarlo más allá de nosotros como familias, para mí creo que sería algo fantástico. La semana que viene está convocado un encuentro de estudiantes. Quizá algunos o algunas de vosotros pensáis, podéis pensar, que vuestro hijo o hija, que los compañeros o compañeras de vuestro hijo o hija, pueden formar parte de ese encuentro. Y a ver qué es lo que dicen ellos.

    Me encantaría poder escuchar qué es lo que dicen ellos y ellas y eso dárselo a los profesionales, a ver qué es lo que pueden pensar los profesionales también con vuestros testimonios y con los testimonios de niños y niñas que están viviendo, en primera persona, cómo es la escuela.

    Bueno, yo dejo eso por ahí lanzado. Mi correo electrónico es ica@uma.es. En ese correo electrónico, si alguien quiere inscribir a algún hijo o hija, algún amigo, algún niño o niña para el siguiente encuentro, pues, ya sabéis que podéis mandarme un correito y será un placer escucharles.

    Y nada más, que nos hemos extendido un montón, pero que yo quería escucharos a todas y que ha sido un honor escuchar. Gracias y seguimos. Bueno, abrazo a todos y todas.

    La escuela que tenemos y la que deseamos. Habla el alumnado

    Nacho Calderón – N.C.:— Ya, pero ¿tú es que conoces a alguien que necesite hablar en lengua de señas o que hable en lengua de señas?

    — Sí.

    N.C.:— ¿Y en el cole qué pasa?

    — Y, no el mismo colegio que yo, pero un amigo mío sí, y no se saben comunicar y, a veces, los profesores tampoco saben cómo tratarla bien, porque en los colegios de acá muchos no saben tratar con chicos con discapacidad o sordera y cosas así, porque directamente los mandan a la Escuela Especial y no tratan de incluirlos bien en estas escuelas. Ahora está cambiando un poco…

    N.C.:— Ya, porque tú eres de Argentina.

    — Sí.

    N.C.:— Muchas gracias. Alguna idea más. ¿Cómo son vuestras escuelas?

    — Yo sí…

    N.C.:— Hola, ¿cómo te llamas?

    — Constanza.

    N.C.:— Constanza, cuéntanos, ¿cómo es tu escuela?

    — Mi escuela es muy grande.

    N.C.:— Muy grande, ¿qué más?

    — Me gusta.

    N.C.:— Te gusta. ¿Por qué te gusta?

    — Me divierto.

    N.C.:— Te diviertes, mmm… ¿Y cómo te diviertes?

    — Me divierto retocando las “mises” que mandan tarea.

    N.C.:— Haciendo las tareas, ¿dices?

    — Sí.

    N.C.:— ¿Con eso te diviertes? ¿Son tareas divertidas?

    — Sí.

    N.C.:— ¿Y todos tus compañeros y compañeras se divierten?

    — Los compañeros sí me divierten mucho porque trabajan.

    N.C.:— Pero, ¿y ellos también se divierten o solo te diviertes tú en tu escuela?

    — Nos divertimos mucho, pues a mí, igual.

    N.C.:— Ah, bien. Muy bien, Constanza. ¿Algo más quieres contar de tu escuela?

    — Mi escuela es muy grande porque trabaja a biblioteca. Hay muchos libros que me gustan leer. “Aroa y yo” somos matemáticadoras, nos gusta hacer sumas y restas.

    N.C.:— Te encanta. O sea, te encanta leer, te encantan las matemáticas. Constanza, te gusta todo.

    — Me gustan las circunferencias. Hacer círculo de compás.

    N.C.:— O sea, que para ti tu escuela es…, te gusta mucho.

    — Sí, me gusta.

    N.C.:— Bueno, yo creo que vamos a tener que aprender de tu escuela, a ver cómo hacemos que otras escuelas sean también así divertidas.

    — Muy, muy listas.

    N.C.:— Muy bien, Constanza, muchas gracias. Más ideas. ¿Qué más contáis de vuestras escuelas?

    — La mía no tiene ascensor y hay una niña que está coja y nunca cambia de clase, porque sus clases se la ponen abajo.

    N.C.:— Mmm, o sea, que tu escuela no tiene ascensor y ella no puede subir las escaleras y, entonces, le han puesto la escalera siempre abajo.

    — No, le ponen…

    N.C.:— Perdón, la clase siempre abajo.

    — Sí.

    N.C.:— Y a ti, ¿qué te parece eso, Alejandra?

    — Mal.

    N.C.:— ¿Por qué te parece mal?

    — Pues porque ella, si pasa de curso, tendría que ir a arriba, pero…

    N.C.:— Pero no iría.

    — No va.

    N.C.:— Muy bien, ¿más ideas que quieres contar de tu escuela, Alejandra?

    — No…

    — Bueno, pues más, más ideas por ahí. ¿Quién más quiere comentar algo sobre su escuela? ¿Cómo es tu escuela? Venga más ideas.

    N.C.:— Puedo… voy a contar una cosa del instituto en el que estamos ahora. Yo llegué cuatro años antes que mi hermano, Jorge. Y en el instituto creo que nunca hubo un alumno en silla de ruedas, entonces, no está adaptado. Y la verdad es que, cuando mi hermano presentó ya la matrícula para meterse el instituto, sí que reaccionaron bastante rápido y empezaron a poner, a habilitar las rampas en todos los desniveles de los patios y adaptaron el baño y lo ampliaron. El ascensor, ahora hay un ascensor, que no sé si estaba antes. Lo dudo un poco, pero creo que no. Y en general, me pareció que hicieron bastante buen trabajo con eso, porque, o sea, antes de que llegase mi hermano, no estaba para que alguien pudiese recorrer todo el instituto en silla de ruedas.

    N.C.:— Ya.

    — Y bueno, eso sí. Un problema que sí que veo es que nuestro instituto, comparado con muchos de los que hay por aquí, no tiene muchos estudiantes. Tiene unos 300 o un poco más y somos 60 alumnos por curso. Al principio, nos dividían en clases de 20 personas, pero ahora, cada vez más, las dividen en dos de casi 30 alumnos, y creo que eso puede perjudicar, porque para un profe es bastante más difícil si hay alumnos que no van al ritmo de la clase, centrarse en ellos, porque a lo mejor hay 25 personas que siguen perfectamente el ritmo y 5 que se quedan atrás. Y yo creo que con 20 personas sería bastante más fácil para el profesor.

    N.C.:— O sea, que cuanto más pequeños son los grupos, creéis que es mejor.

    — Yo creo que sí, tanto como para el profesor como para el alumno, porque en una clase con 30 personas, el ruido que hay, todas las distracciones que hay… No es lo mismo que estar 20 en una clase. O, yo qué sé, directamente yo, en las optativas, hay veces que somos 14 y se nota mucho el cambio de ritmo de clase entre una clase de 30 personas y una de 14.

    N.C.:— O sea, en una de 14 el ritmo es como más…

    — Sí, ¿puedo añadir una cosa?

    N.C.:— Venga.

    — Yo soy Lucía [risas]

    N.C.:— Hola, Lucía.

    — Que ya no solo por lo que tú has dicho, sino también por el aprendizaje, porque estamos acostumbrados a que un profesor nos eduque de una manera y no todos tenemos el mismo aprendizaje. Tenemos que aprender también de otras maneras. No solamente el que nos inculcan una persona con 30 alumnos allí, que tampoco sabe muy bien lo que hacer.

    N.C.:— Ya. Y cómo, pero cómo se hace eso que tú estás diciendo.

    — Pues haciendo grupos más reducidos, porque nuestro aprendizaje no es muy bueno actualmente, por lo menos en mi opinión.

    N.C.:— ¿No? ¿Vuestro aprendizaje no es muy bueno? Ahora pregunto así en general, no solo a Lucía, sino en general. El aprendizaje. Lo que aprendéis en la escuela, ¿creéis que es importante, que es regular, que no es importante? ¿Qué pensáis? A ver, a mí me gusta, a mí me gustaría escuchar, por ejemplo, a Marcos. Venga, Marcos.

    — Hola, Nacho.

    N.C.:— Hola, ¿qué tal?

    — Bien.

    N.C.:— ¿Cómo es tu escuela, Marcos?

    — Está bien.

    N.C.:— Sí… Está bien, ¿por qué está bien?

    — Para mí es buena, pero para mi hermana no tanto.

    N.C.:— Para tu hermana no tanto, ¿por qué?

    — Porque se siente sola en el patio.

    N.C.:— Tu hermana se siente sola en el patio.

    — Está sola.

    N.C.:— ¿Está sola?

    — Siempre.

    N.C.:— ¿Siempre está sola?

    — Sí.

    N.C.:— ¿Y cómo lo ves tú eso?

    — Mal

    N.C.:— ¿Y por qué crees que, que ella está sola?

    — No sé.

    N.C.:— ¿Y cómo se podría arreglar eso, Marcos? ¿Qué se te ocurre?

    — Hablando con los de su clase.

    N.C.:— Hablando con los de su clase… ¿Qué les podríamos decir a los de sus clases?

    — Que se junten con ella.

    N.C.:— Mmm… ¿Y por qué crees que no se junta con ella?

    — Porque tiene autismo.

    N.C.:— ¿Y por eso crees que no se juntan con ella?

    — Sí.

    N.C.:— Tú antes decías, Marcos, que para ti sí era buena la escuela. ¿Por qué es buena para ti?

    — Porque a mí me mandan cosas, estoy con mis amigos, se juntan conmigo… – N.C.:— Sí. O sea, que a ti te mandan tarea, tú te juntas con tus amigos y eso tú ves que no pasa con tu hermana.

    — Sí.

    N.C.:— Bueno, pues muchas gracias, Marcos, porque nos ha ayudado mucho a entender cómo es tu escuela

    — Gracias.

    N.C.:— Gracias, Marcos

    — De nada.

    N.C.:— Bueno, más ideas. Más, más personas que nos cuenten cómo es su escuela.

    — A ver, Nacho, ¿me escucha?

    N.C.:— Venga. Sí.

    — Hola, ¿qué tal? Mi nombre es Alejandro, soy de Venezuela, y bueno, como decía Nacho, soy uno de los mayores, aunque no tanto, solo 24 años [risas]. Soy estudiante universitario, estudio Filosofía en la Universidad Central de Venezuela y, bueno, y estoy a punto de terminar. Estoy en el proceso de la tesis.

    Espero, a lo mejor, de terminar este año. Y bueno, un poco compartiendo. Mi experiencia es bastante particular en la escuela, sí, porque yo estudié en tres colegios. Dos colegios que no eran accesibles, que no… hablo de que no había rampas, ascensores, nada de esto. Se suponía que los profesores no estaban preparados, nada, y un colegio que sí estaba preparado, tenía infraestructura, ascensores, rampas, todo. Una ‘tacita de plata’. Los profesores eran grupos reducidos de unos 15 alumnos. Era un colegio bastante interesante, pero haciendo la retrospectiva y viendo hacia atrás, mi experiencia menos favorable fue justamente en esta escuela. En la que era inclusiva, en la que tenía

    todas las facilidades para, para mí.

    N.C.:— ¿Esa fue la menos favorable?

    — Sí, por eso que digo que es bastante particular. Yo hablo, lo he comentado. Yo nací con una discapacidad. Tengo… nací con espina bífida. Por lo tanto, soy usuario de silla de ruedas. Utilizo la silla de ruedas para moverme y, por lo tanto, mi discapacidad es como ustedes digan que son altos, bajos, con la piel de un color u otro… una característica más. Este… y bueno, en este sentido, lo digo porque en los otros dos colegios, si bien no había esa infraestructura o esa reparación, había la voluntad. Creo que se cumple muy bien eso que dices tú, Nacho, de… rescatando, creo, que un chico en Uruguay, una de mis experiencias que se me quedó para que la inclusión se un poco “haga”, ¿no?

    N.C.:— Sí, sí, Tomás lo dijo, sí.

    — Entonces, sí, porque incluso en este colegio en que estuve cinco años, era accesible y tenía todas las facilidades, el compartir con los compañeros de clase fue un poco tormentoso. Fue tormentoso, fastidioso para mí, incluso podría decirse sin ningún tipo, ahora ya, de problema. Incluso fui sujeto de bullying en cierto, en cierto modo.

    Y en los otros colegios no tanto, porque, primero, el primer, el primer colegio en el que estudié no tenía las facilidades. Estudié allí porque yo tengo dos hermanos y en el colegio en el que ellos estudiaron, mis padres quisieron meterme porque, bueno, ya conocía el colegio. Tenía escaleras, los profesores adaptaron los aularios a la planta baja. Había la voluntad, todo. Un estudiante más. Hacían todas las adaptaciones, todo lo que se requería para que yo estuviera bien allí.

    En el tercer colegio que fue donde me gradué de bachillerato, igual, incluso mis padres tuvieron que hablar con los directores —mis hermanos también se graduaron allí— para hacer las acomodaciones de bajar los salones. Me tocaba a mí estudiar en la planta baja. Lo hicieron, ningún tipo de problema, y fue como, los profesores, solamente con un profesor llegué a tener un inconveniente, pero fue algo aislado. Pero el resto, en la parte social, en esos colegios me sentí bien. En cambio, en este colegio que se suponía que tenía todas las garantías, entonces, allí eso es un poco algo que hay que tomar en cuenta, ¿no? Pero lo bueno es que he tenido una familia, mi familia, que me ha apoyaba mucho, me ha escuchado, porque, para mí sorpresa, luego, me puse en contacto con otros compañeros en este colegio que era inclusivo y también

    tuvieron experiencia similar a la mía. Solo que ellos terminaron hasta el bachillerato.

    Yo, prefirieron mis padres por esta mala experiencia, ponerme en otro colegio en el que sí estuviera a gusto, aun cuando no estuviera accesible a mi colección o a las adaptaciones por yo ser una persona que utiliza la silla de ruedas.

    N.C.:— O sea, Alejandro, tú lo que planteas es que, por una parte, están las dificultades físicas o la inaccesibilidad de algunos centros, que es algo que ya han planteado varias personas, pero que no todo es eso, sino que…

    — … Sí, sí, totalmente.

    N.C.:— … sino que la barrera, la barrera arquitectónica, la dificultad para poder entrar, las escaleras, por ejemplo, que decían Alejandra o Marcos, no son lo fundamental, quizás. Son una parte fundamental, pero no son la única cuestión que se convierte en barrera en la escuela. Muy bien, muchas gracias.

    — Exactamente.

    N.C.:— Muchas gracias, y más ideas por ahí, más…

    — ¡Hola!

    N.C.:— Hola, ¿quién eres?

    — Soy Daría.

    N.C.:— Hola, Daría, ¿nos cuentas un poco cómo es tu escuela?

    — Sí, mi escuela es diferente a las demás porque, bueno, no nos mandan tantas tareas para irnos a casa y yo creo que me divierto más allí, que como si estuviera en una escuela diferente.

    N.C.:— Ajá.

    — Los miércoles, después de inglés, nos dejan ir, o sea, cogemos un amigo, una pareja de nuestra clase, para ir a otro campo más grande que tenemos, donde jugamos, hasta que nos dicen que volvamos a clase.

    N.C.:— O sea, que tu colegio, Daría, es… A ti te encanta.

    — Sí.

    N.C.:— Ya, y te encanta por eso, porque primero has dicho que no te mandaban muchas tareas, ¿no?

    — No, solo a veces, cuando no terminábamos algunas cosas que nos habían dicho.

    N.C.:— Ya.

    — Y nos las llevamos para terminar en casa.

    N.C.:— Ya, eso de lo que está hablando ahora Daría es algo que me interesa. Cuando hay tareas que no se terminan… ¿A alguien le pasa que le cuesta trabajo terminar las tareas?

    — A mí me pasa algo, Nacho. Si mandan tarea en mi escuela, lo hago en la casa. Me gusta trabajar.

    N.C.:— Te gusta, o sea que, si no te da tiempo de hacerlo el colegio, a Constanza le encanta hacerlo en casa también.

    — Si, trabajar.

    N.C.:— A Constanza le encanta todo lo que sea de su escuela [risas]

    — Bueno y el resto…

    N.C.:— También…

    — Sí, di, Daría.

    N.C.:— También en mi escuela todos los viernes nos vamos de excursión, menos si un día hay tormenta o llueve mucho, pero hay, hay veces que llueve un poquito y nos vamos con chubasqueros.

    N.C.:— Ya, y todos los viernes os vais de excursión.

    — Todos, menos, por ejemplo, algún día. En verano, siempre al final de curso, hacemos un teatro que, casi siempre, cae en viernes. Lo solemos hacer los viernes, por eso ese viernes no vamos de excursión. Por ejemplo, si un día, viernes, ahí hay alguna fiesta que celebramos, pues no vamos de excursión.

    N.C.:— Ya, o sea, a ver si yo lo entiendo, Daría, y se lo cuento a todos los demás que hay aquí. Todos los viernes en tu escuela, una de dos, o estáis de excursión, o estáis de teatro.

    — Sí.

    N.C.:— Y, además, en tu escuela no mandan tareas para la casa.

    — No, solo si no terminamos alguna cosa.

    N.C.:— ¿Qué pensáis el resto de eso?

    — Qué quiero estar en su colegio, por favor [Risas]

    N.C.:— Lucía, tú quieres estar en su colegio, ¿no?

    — Sí, y más ahora en cuarentena, vamos.

    N.C.:— A ver, más ideas. Leo había activado el micro.

    — Yo creo que es una, una fantasía. Tú imagínate, para empezar, que los profes no tengan la iniciativa de mandarte deberes, sino que lo haces en clase y, si no te da tiempo, que lo hagas en casa. Y que luego, todas las semanas tengamos una excursión, o sea, es un planazo, yo creo [risas]. Yo también me quiero ir ahí.

    N.C.:— María, tu escuela es la envidia de mucha gente, que aquí creo, ¿eh? [Risas] y

    — Yo creo que así no viviría estresado en clase.

    N.C.:— ¿Cómo decías, Leo?

    — Que yo creo que así nadie, nadie, iría estresado a clase, como suele pasar.

    N.C.:— ¿Suele pasar que vais estresados a clases?

    — A ver, en general, sí.

    N.C.:— Sí,

    — Sí, sí.

    N.C.:— ¿Por qué?

    — Porque estamos a tope con todo. Que es normal, ¿no? Vamos ahí a trabajar, pero no sé, es bastante caótico.

    N.C.:— Mmm, es bastante caótico, ¿por qué está desorganizado…?

    — Porque, para empezar, yo me organizo mal, pero, en general, es trabajo, examen, deberes, trabajo… O sea, es así todo el rato. Cuando hay una excursión, claro.

    N.C.:— Sí, no, es que no se tiene en cuenta la emoción de las personas y la situación de cada persona. Es que no se tiene nada en cuenta.

    — Claro.

    N.C.:— Claro. Bueno, ahora vamos a intentar hablar sobre las situaciones de cada persona. A ver, estoy viendo hace un rato a Estefan que tenía el micrófono abierto. ¿Quieres comentar algo, Estefan? Venga.

    — Sí, bueno, me llamo Juan “Estefan” y yo pienso que los libros podrían también estar en digital.

    N.C.:— ¿El qué, el qué? Perdona, que no te he escuchado.

    — Los libros escolares, que todos los libros, en vez de estar en folios, que se gasta mucho papel.

    N.C.:— Sí.

    — Pues que estén en digital, los teléfonos, portátiles, ordenadores…

    N.C.:— Está bien, eso te parece a ti importante.

    — Para el planeta en general, sí.

    N.C.:— Ya, muy bien. Más ideas, Juan.

    — Que los profesores también aprendan a escuchar al alumno y que no sea el alumno solo el que tenga que escuchar.

    N.C.:— Ahhh

    — Porque hay algunos profesores que se piensan que son el centro del universo, básicamente.

    N.C.:— ¿Sí? ¿Esto lo compartís por ahí o no?

    — A ver, quién me… venga. Habla, habla.

    N.C.:— Habla Manuel.

    — Tiene razón lo que dice. Creo que la escuela, en mi caso, está un poquito anticuada, porque, digo, el alumno también sabe, porque ahora tiene muchos recursos para aprender y el profesor también puede aprender de su alumno. Yo, por ejemplo, no sé si se acuerdan de que antes estaba el viejo dicho: el alumno es el que está en silencio, el maestro es el que sabe, y no tiene por qué ser siempre. Genera, genera una frustración tan grande. Por ejemplo, yo recuerdo que en la escuela a mí me decían que tenía que trabajar más, pero a ver, soy un niño. En ese tiempo yo me preguntaba, «soy un niño, tengo derecho a jugar, a divertirte, no soy un adulto en miniatura».

    N.C.:— Ya, ya.

    — Pero ojo, ojo, si un niño no le decían nada a la maestra y encima suponía que también hacer la fisioterapia, la piscina y no me quedaba tiempo para jugar. Por eso, por eso yo le ponía la excusa, seguía con este camino, le ponía la excusa. Además…

    N.C.:— No he escuchado bien, Manuel, la excusa que ponías.

    — Le ponía de excusa a mamá de que no tenía tarea para evadir…

    N.C.:— Ya, claro, además eso que tú estás contando, Manuel, me parece que, al menos cuando yo estudiaba, que ya soy un poco viejo, también era algo compartido lo de esconder la tarea que te mandan a tu padre o a tu madre. ¿Eso es algo que os pasa por ahí o, o solo le pasan a Manuel?

    — A mí, a mí también me pasa un poco.

    N.C.:— ¿A ti también, Juan?

    — Sí, un poquito bastante.

    N.C.:— Ya, y ¿por qué ocurre eso, por qué pensáis que ocurre eso?

    — Porque cada profesor piensa que los deberes son solamente de una asignatura por día, son 5.

    N.C.:— Ya, ya.

    — Te encuentras con un atasco de deberes.

    N.C.:— Un atasco, eso es como, como en el tráfico, ¿no? A ver, estaba por ahí Antón, que quería comentar algo. Venga, Antón, estamos escuchando. Quizás no tienes activado el micro. Ah, sí lo tienes, pero no te estamos viendo, creo. Ah, sí, te vemos, Antón. ¿Cómo es tu escuela? ¿Qué quieres contar de tu escuela? No se te escucha, Antón. No se te escucha, algo está pasando ahí que no funciona. ¿El resto lo escucháis?

    — No, no.

    N.C.:— No se te está escuchando, Antón. Es que ha tenido que abandonar. Eso tiene que reiniciar el ordenador.

    — Quizás tenga que mirar la configuración.

    N.C.:— Sí, más palabras por ahí, más ideas.

    — Hola.

    N.C.:— A ver.

    — Mi hermano.

    N.C.:— Venga.

    — Soy Carlos.

    N.C.:— Hola, Carlos, qué quieres contar.

    — Para mí la escuela está bastante bien.

    N.C.:— Te gusta.

    — Ah, sí.

    N.C.:— ¿Y por qué te gusta? ¿Por qué crees que te gusta tanto?

    — Bueno, depende.

    N.C.:— Ah, depende. Rápido, que hay más niños.

    — Pues porque paso mucho tiempo con mis amigos.

    N.C.:— Ya.

    — Estamos jugando en el patio muchísimo. Y los deberes son cortitos.

    N.C.:— O sea, que los deberes tienen que ser poco o ninguno, eso es lo importante para ti, Carlos. Es muy importante el estar con los compañeros.

    — Hay veces que nos ponen una montaña de deberes.

    N.C.:— Una montaña de deberes. Entre la montaña de deberes que te ponen a ti y los atascos de tu hermano [risas] esto es imposible.

    — A veces, a veces.

    N.C.:— Es verdad, a veces, a veces. Llevas razón. Bueno, entonces, tú destacas de tu escuela que a ti te gusta porque te puedes reunir con tus compañeros, os divertís juntos y también porque no hay muchos deberes. Muy bien.

    Antón, he visto que tu micrófono ya estaba funcionando. Venga, a la carga.

    — Una vez, mi instituto y yo fuimos al Palacio de la Ópera y no había barandilla, me lo habían dicho, pero como yo soy muy tímido, no le pedí ayuda a nadie y las…

    N.C.:— Estoy escuchando, se entrecorta un poco Antón, que fuiste con el instituto al Palacio de la Ópera y que no había barandilla, y que tú, como eres muy tímido, no le pediste ayuda a nadie.

    — Sí.

    N.C.:— Y lo pasaste regular.

    — Sí.

    N.C.:— Ya, y ¿por qué destacas eso de tu escuela, Antón?

    — Es culpa mía, es culpa mía, pero también de la escuela, porque me vio antes. También es culpa mía.

    N.C.:— Dices que también es culpa tuya, pero también es culpa de los demás, ¿eso quieres decir? O que solo es culpa tuya.

    — Del colegio.

    N.C.:— No te entendí, Antón.

    — También es culpa, también es culpa de quien me vio.

    N.C.:— Ya, de quien te vio. Mi pregunta, Antón, es: ¿por qué cuando yo te he preguntado sobre la escuela, por qué has elegido eso que nos estás contando?

    — Porque en mi instituto, yo también vi que…

    N.C.:— No he…, es que se ha ido entrecortando y no he entendido bien, pero, a ver, dices que no ayudan en el instituto y eso, eso es lo que tú quieres, lo que tú querías destacar, que no estás teniendo ayuda en el instituto.

    — Y también como la mayoría somos gente con discapacidad, pues no ‘ayudan’…

    N.C.:— Dices que, lo que yo entendí, no ayudan a las personas que tenéis discapacidad en el instituto y que para la mayoría sois solo gente con discapacidad. ¿Es eso lo que tú has dicho, no?

    — Y que cuando hay que compartir, estamos solos.

    N.C.:— Estáis solos.

    — Y… no.

    N.C.:— Ya, entonces, Antón, tú lo que quieres destacar es lo mismo que ha destacado antes Marcos, que le pasaba a su hermana.

    — Sí.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Antón, por tu intervención. ¿Qué pensáis el resto sobre esto, sobre que hay personas que se quedan solas en el patio o que no encuentran a gente que le apoye en la escuela? ¿Qué pensáis el resto?

    — Yo creo que los demás deberían ponerse en el lugar de la persona y encontrar una manera de poder incluirlo y hacer cosas con ellos. Yo tenía una amiga en el colegio, en la primaria, que tenía síndrome de Down, y como nadie quería jugar con ella, yo traté de ver la manera de jugar con ella y trataba de comunicarme con ella y ver lo que le gustaba y hacer lo que a ella le gustaba. Pero yo creo que los demás deberían ponerse en el lugar de la persona y buscar una manera de incluirlos.

    N.C.:— Ya.

    — Sí.

    N.C.:— Y eso es algo que depende de…, de los compañeros y compañeras o que depende de los profesores, ¿qué pensáis?

    — Depende de todos.

    — Por ambas partes.

    — De todos, de todos.

    N.C.:— Lara piensa que por todos, por ambas partes.

    — Quita.

    N.C.:— ¿Quién decía de todos?

    — Yo.

    — Los profesores, a veces, no nos, no nos dicen que…, por ejemplo, se acercan más cosas así y, a veces, como que les da igual, y los chicos a veces lo hacen por voluntad o por cosas. Entonces, yo pienso que los profesores deberían motivarlos a hacer cosas.

    N.C.:— Ya. Muy bien, más ideas, ¿quién más habla?

    — Hola.

    N.C.:— Hola, ¿cómo te llamas?

    — Mira, te pregunta Nacho, Abril.

    — Abril.

    N.C.:— Abril es la más pequeña de todos los que estamos aquí. Abril, ¿cómo es tu cole?

    — Tiene salas donde podemos, allí, hay módulos y podemos jugar.

    N.C.:— Ah, bien. O sea, que tú vas al cole a jugar.

    — Sí.

    N.C.:— ¿Y eso es todo lo que hacéis, jugar? ¿Estáis todo el rato jugando?

    — Bueno, cuando ya son una hora, pues ya vamos a merendar, después al parque y, por último, hay una sorpresa. Pero es como, como una fiesta de despedida.

    N.C.:— Anda, mira, lo que tú estás contando, a mí me gusta. Yo no sé si a ti te gusta también o no, Abril.

    — Me gusta.

    N.C.:— Te gusta. O sea, que tú todos los días quieres ir a la escuela.

    — Además, no me mandan cosas.

    N.C.:— Ah, no te mandan deberes.

    — Ya no me mandan.

    N.C.:— ¡Qué bien! ¿Y eso te parece bien o no?

    — Sí

    N.C.:— Ah, muy bien. Bueno, muchas gracias, Abril. Más ideas por ahí. ¿Quién más cuenta?

    — En…

    N.C.:— Venga, Leo.

    — Con lo que decíais antes de integrar a la gente en la clase, yo creo que eso depende tanto de los alumnos como del profe. El profe, primero, pues, a la hora de estar en clase, pues cuando llegan trabajos de grupo, pues que ellos también participen. Que no estén en una esquina o que simplemente, pues, no

    sé, que participen todos. Y luego, para ir al patio, yo creo que los alumnos, como, bueno, no suelen ponerse en la posición de estos alumnos, entonces, dicen: “bueno, como yo estoy cómodo con el grupo de amigos que tengo ahora, pues no voy a conocer a más. ¿Para qué, si yo tengo a mi grupo?” Entonces no, no les hacen caso

    N.C.:— Ya, ¿y qué remedio tiene esto, entonces?

    — Pues, yo veo bien que los profes les den un poco de empujón, pero creo que eso no les hará cambiar mucho de opinión. Yo creo que esto, esto debería enseñarlo más cuando somos muy pequeños, como la edad de Abril o así, porque ahí es cuando ya se nos queda todo en la cabeza. Pero, yo creo que si…

    no sé, que a lo mejor… Bueno, no sé. Sí, que yo creo que, si nos educaran desde pequeños, pues, no sé, sería todo más fluido y no habría este tipo de problemas.

    N.C.:— Ya, pero… imagina… Bien, tomo nota de esta idea, ¿vale? Que es algo que hay que trabajar, sobre todo cuando, cuando somos más pequeños. Pero, y una vez ya no somos tan pequeños, ¿qué hacemos? Por ejemplo, ¿qué podrían hacer los profesores para que en un patio alguien no esté solo?

    — A ver, los profesores no creo que puedan hacer mucho, porque cuando es la hora del recreo es hora libre. Eso depende de los alumnos, lo que quieren hacer ellos con su tiempo libre. Entonces, claro, pues prefieren pasar su tiempo libre para estar con sus amigos que para incluir a otros. Entonces, no sé.

    N.C.:— ¿Qué pensáis, qué pensáis el resto?

    — A mí me parece mal que los dejen solos, porque, porque… –

    N.C.:— A ti te parece mal.

    — Sí, me parece mal que los dejen solos, porque pobrecillos.

    N.C.:— Y…

    — Que pasen todo el rato solos y luego que haya grupos de 30 personas, pues, no sé.

    N.C.:— ¿Y qué solución ves tú a eso, Juan?

    — Pues que algunas personas que recapaciten y que vayan a preguntarle «¿quieres jugar al fútbol o quieres jugar al basket?», lo que les guste jugar.

    N.C.:— Ya, muy bien. Más ideas.

    — Yo creo, yo creo que también los profesores, por supuesto, si, también, es de todos y siquiera de nosotros mismos como una discapacidad, pero, hablando de los profes, creo que, porque muchas veces, eso puede suceder porque, bueno, nos tiene a los compañeros, nos ven con miedo. No saben cómo abordarlo. Tienen miedo porque somos “diferentes” a lo que están acostumbrados. Por lo que sí creo que el profesor puede ayudar un poco a romper ese miedo, esa barrera que tienen nuestros compañeros con nosotros, ¿no? Igual nosotros mismos podemos tomar la iniciativa. A veces, dependiendo del contexto, también buscar a esos compañeros y amigos. También, depende de las situaciones, pero creo que el profesor puede ayudar a facilitar ese vínculo. Esa vinculación entre nosotros, de estar juntos los estudiantes, todos los estudiantes.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias. Sí, Marcos. Venga. ¿Qué se te ha ocurrido, Marcos? Vamos a ver. Algo se te ha ocurrido.

    — No.

    N.C.:— No, bueno, cuando se te ocurra, tú, pide la palabra. Venga, más ideas.

    — Yo.

    N.C.:— Venga, adelante, ¿cómo te llamas?

    — Hola, me llamo Mario.

    N.C.:— Mario, venga.

    — Voy a segundo de la ESO y a mí me molestaba el timbre porque sonaba muy alto, pero ahora ha puesto una música.

    N.C.:— Y eso, ¿y la música no te molesta?

    — No.

    N.C.:— ¿Te gusta, entonces, ese cambio?

    — Sí.

    N.C.:— Bien, ¿y qué más quieres contar de tu escuela?

    — Lo de lo sapulli.

    — Dilo tú. Venga, ayúdale, tú [risas]

    N.C.:— Mario, ¿qué te gustan, tus compañeros, la PT?

    — Ah, que…

    N.C.:— A ver, cuéntalo, cuéntalo. Que no te dé vergüenza, si estamos todos contando cosas.

    — Que a mí, que me, que me, que mi compañero me gusta.

    N.C.:— Te gusta, que… ¿qué?

    — Que me, que me ayuden.

    N.C.:— Te gusta más que te ayuden más ellos que la PT.

    — Sí.

    N.C.:— O sea, que te gusta más que te ayuden tus compañeros que la PT.

    — Sí.

    N.C.:— Muy bien, ¿y por qué te gusta más? ¿Por qué crees que te gusta más?

    — Venga, Mario, no seas vergonzoso.

    — No sientas vergüenza.

    — Venga.

    N.C.:— Bueno, respondes si quiere.

    — Ah, porque… porque mola más.

    N.C.:— Porque mola más. Muy bien, muy bien. Muchas gracias. Más ideas. Venga cuenta tú. ¿Qué ibas a decir? Ay! Eras Mar, ¿verdad?

    — Sí, soy Mar.

    N.C.:— Venga, Mar, cuéntanos.

    — Lo tengo muy claro, eh, de verdad.

    N.C.:— Sí, sí, lo sé

    — Lo que me gustaría es tener compañeros y compañeras.

    N.C.:— Eso es lo que te gustaría, ¿y en tu escuela, tú tenías compañeros y compañeras, o no?

    — En realidad, he tenido compañeros y compañeras, más bien uno, no tenía compañeros y compañeras.

    N.C.:— ¿No tenías compañeros y compañeras?

    — No. Tenía profesores.

    N.C.:— Tenías profesiones. Me gusta que confiaran y que creyeran en mí.

    — Te gusta que confiaran en ti y que creyeran en ti, ¿y eso ocurría, o no?

    N.C.:— No.

    — ¿No creían en ti?

    N.C.:— No.

    N.C.:— ¿Y en qué notabas tú eso?

    — Salí del colegio, ya el colegio lo dejé, y no… no confiaban nada en mí, lo que hacen es vigilarme a todas horas.

    N.C.:— Vigilarte a todas horas, dices tú. A ver, Mar, a ver si yo lo estoy entendiendo, ¿vale? Tú dices que no confiaban en ti, que lo que hacían era vigilar que a todas horas y, entonces, tú dejaste el colegio. ¿Lo he entendido bien, o no? ¿Cómo crees que habría sido la escuela para que tú no lo hubieras dejado?

    — Pues que me apoyaran y que me enseñen.

    N.C.:— Que te apoyen y que te enseñen, pero, ¿te enseñaban, o no?

    — En realidad, no me enseñaban.

    N.C.:— No te enseñaban, en realidad. ¿Y por qué piensas que no te enseñaban en realidad?

    — No me enseñaban porque no hacía todo lo necesario para en.. enseñarme

    N.C.:— O sea, que tú crees que no estaban haciendo lo suficiente para que tú pudieras aprenderlo, aprender las cosas.

    — Exacto.

    N.C.:— Bueno, muy bien. Mar, ¿quieres contar algo, quiere contar algo más, o…?

    — Lo que más me gusta es la libertad y moverme por los sitios, como los demás, y ser como los demás, también.

    N.C.:— Y ser como los demás, pero tú eres como los demás, ¿o no?

    — Yo soy distinta a los demás.

    N.C.:— Tú eres distinta a los demás.

    — Más bien… –

    N.C.:— Eso te decían, ¿no? Pero tú no eres distinta.

    — No, solo que tengo síndrome de Down.

    N.C.:— Y por eso te decían que eres distinta.

    — No, es que yo no soy como los demás, yo soy diferente a los demás.

    N.C.:— Ya, pero dices que lo que te gustaba era poder moverte con libertad, como los demás, ¿y no podías hacer eso?

    — No.

    N.C.:— ¿No? Muchas gracias, Mar, por contar tu experiencia. Gracias.

    — Yo quiero decir algo. Para nada creo que esté bien lo que ella dice…

    N.C.:— Sí. ¿Quién eres?

    — Lara. No creo lo que ella dice porque no es distinta a los demás, yo creo que vos sos igual a todos, sos una persona como todos, nada más que, a veces, tenemos capacidades diferentes. Pero todos somos iguales y tenemos derecho a hacer las mismas cosas y a que nos incluyan. Todos somos iguales y somos únicos y somos perfectos como somos.

    N.C.:— Muy bien, Lara, muchas gracias. ¿Alguien más quiere hablar?

    — Yo.

    N.C.:— ¿Quién eres?

    — Yo, Marcos

    N.C.:— Venga, Marcos, pues habla tú.

    — Yo creo que los profesores tienen que ayudar a los niños que están solos y enseñarles, porque a los niños que están solos con problemas no se ocupan de ellos.

    N.C.:— Ya…

    — No les enseñan mucho.

    N.C.:— Marco, ahora que te has apuntado bien la idea tuya [risas]. Ya que lo has apuntado y lo has dicho bien. Ahora yo te voy a preguntar, Marcos, ¿cómo pueden hacerlo? ¿Cómo crees tú que en el cole se puede hacer para que no haya ningún niño solo o ninguna niña sola? Tu propuesta. Ahora vamos a poner de director del colegio a Marcos.

    — Yendo con ellos.

    N.C.:— Yendo con ellos, ¿cómo? ¿Quiénes?

    — Los profes.

    N.C.:— Aaaah, O sea, que los profes deberían ir con quienes están solos en el recreo.

    — Sí.

    N.C.:— Ya, ¿y así se ha solucionado ya todo?

    — Y decirles a los compañeros que le ayuden.

    N.C.:— Ya, bueno, muy bien. Entonces, ¿tú, de director, lo que harías es eso? Bien. Bueno, más ideas, más cosas que queráis expresar. Quedaba por ahí Manuel. Manuel quería comentar algo, que había pedido la palabra hace un rato.

    — Nacho.

    N.C.:— ¿Quién eres? Es que tengo un lío aquí ahora mismo que no sé con quién estoy hablando, perdonad. Venga, vamos a ver. Manuel quería hablar, había pedido la palabra.

    — Sí.

    N.C.:— Venga.

    — Sí, lo mío va a ser corto, voy a tratar de no extenderme mucho. Lo que yo veo, en mi punto de vista, es que no todos los profesores están lo suficientemente preparados para enseñar. Me explico. En mi opinión, a los profesores los preparan con una preparación superficial. No de todo, porque, o sea, la accesibilidad de una escuela no es solo una, el acceso arquitectónico. Tiene que estar también en otra parte, ya sea en modalidad de aprendizaje. Porque no, es como dijo una chica, recién no me recuerdo el nombre: «No todos aprendemos de una manera diferente, entran también los valores». Uno tiene que hacer que el alumno se sienta a gusto en la escuela, porque también va a ser su formación. En mi opinión, los profesores tienen una preparación superficial, no como se debería de estar.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Manuel. Creo que Antón estaba por ahí queriendo decir algo.

    — Otra cosa, que siempre cuando toca ir al comedor y siempre hay que esperar a que los de primaria salgan y, pues, algunos me señalan y se ríen de mí, y yo les digo que sus padres los tienen que educar.

    N.C.:— Ya. O sea, que tú vas al comedor, salen los de primaria, los de primaria se meten contigo y tú dices que los…

    — Me señalan, riéndose de mí.

    N.C.:— Te señala.

    — Sí, y se ríen. Ellos saben que les estoy mirando igual que ellos.

    N.C.:— Ya.

    — Les deberían de enseñar sus padres.

    N.C.:— Ya. ¿Piensas que es solo una cuestión que deberían enseñarle los padres? ¿Qué soluciones podríamos encontrar? Tú has dicho una, que es que los padres deberían enseñarles. ¿Hay alguna otra solución a eso o no, Antón?

    — Los profesores también podrían enseñar algo.

    N.C.:— Ya, los profesores también podrían enseñar algo.

    — Sí. Bien. Yo voy a romper un poco con lo que hemos estado hablando hasta ahora para ver si me contáis algo sobre esto. ¿Qué me contáis sobre la evaluación? ¿Qué os parece? ¿Qué os parecen las calificaciones en la escuela?

    — Pues, me parece muy bien.

    N.C.:— Te parecen muy bien [risas]. Hola, Jorge.

    — Mira, ahí estás. Ahí lo tienes, es Nacho.

    — Hola.

    N.C.:— Hola, ¿qué tal?

    — Bien.

    N.C.:— Bueno, ¿qué querías contar tú, Jorge?

    — Contar las cosas desiguales.

    N.C.:— Venga, adelante.

    — Mira, yo cuando empecé el cole tenía unos profesores chunguísimos de entender porque yo tenía una clase que se supone que es una clase junta. Yo tenía una clase y toda la gente junta. Vale, muy bien, pero yo separado.

    N.C.:— Sí.

    — Y, y es como que siempre me han, me han apoyado APP, pero yo no quería que me ayudasen. Entonces, yo le pedí un día libre a Pepe y se lo dije, se lo dije con tanta pena que acabé llorando.

    N.C.:— Cuando tú le dijiste a los asistentes que no, que querías un día libre.

    — Sí, ya está, ya está. Tuvo que venir mi madre a defenderme. Fíjate lo que te digo.

    N.C.:— Fíjate. Y cuando tú dices que estabas apartado…, ¿cómo es eso? ¿Lo puedes explicar un poco, Jorge?

    — Ostras, estaba toda la clase y yo… Toda la clase atendiendo al profesor menos yo. O sea, toda la clase menos yo.

    N.C.:— Ya, entiendo, y tú… y, entonces, era como si tú tuvieras… A ver si yo lo estoy entendiendo bien, ¿vale? Tú estabas con tu asistente y, entonces, era como que toda la clase estaba mirando al profesor y tú con tu asistente.

    — Correcto.

    N.C.:— Ya, por eso le dijiste tú al asistente que le querías dar un día libre, pero lo dijiste con rabia o con pena.

    — No, lo dije con tanta pena que acabé llorando.

    N.C.:— Ya, ya. Y cuando tu madre fue a defenderte allí a la escuela, ¿qué conseguisteis, Jorge?

    — Pues los profesores estaban llamándole loca a mi madre. Que no quería, no quería que les ayudase mi madre y la profesora de inglés le dijo a mi madre sobre mí, claro. Mira, la profesora de inglés se llama Marga, ¿vale?

    N.C.:— Sí.

    — Y entonces Marga le dijo a mamá, suponiendo a mí: «mira, yo hago, yo hago las reglas como las tengo que hacer y, si no, pues que te busques la vida».

    — ¿Y cómo es ahora tu instituto? Cuéntale.

    — Maravilloso.

    N.C.:— Tu instituto ahora es maravilloso.

    — Me apoyan con todo lo que quiero y la verdad que sí tengo unos profesores

    majísimos.

    N.C.:— Sí, ¿y por qué dices que son unos profesores tan majísimos? A ver, explícanoslo para que entendamos la diferencia entre aquellos que no y los de ahora sí.

    — Porque ellos querían que, los del cole, creían que yo necesitaba ayuda porque sí, porque les daba la gana.

    N.C.:— Ya, y tú no necesitas ayuda.

    — Y ahora, sí ven que puedo.

    N.C.:— A ver, explícate.

    — Estoy haciendo todo, todo lo que quiero a mi manera y todo cambió.

    N.C.:— Mmmm, ¿qué significa hacer todo a tu manera, Jorge?

    — Pues participando yo en la clase, ocupando yo, ocupándome yo mismo de mis deberes,

    N.C.:— Ya.

    — Poniéndonos, poniéndome las alarmas para llegar a clase. Todo bien, todo genial. Y a, y a partir de ahí mi vida cambió.

    N.C.:— Fíjate, a ver, Jorge, entonces yo estoy entendiendo que para ti lo fundamental ha sido que algo que antes estaba comentando Mar, que creyeran en ti, ¿o no es eso?

    — ¿Que creyeran en mí?

    N.C.:— Que crean en ti, ¿o no te referías a eso? Que creyeran que tú podías hacer las cosas, ¿o no se estaba refiriendo a eso?

    — No, todísimo lo contrario.

    N.C.:— A ver, explícamelo.

    — Queríamos, querían ofrecerme ayuda en todo. Que lo entiendo, pero en vez de ayudarme, me estaban molestando todas y todas las ayudas. Imagínate lo que tuve que aguantar.

    N.C.:— Ya. Lo estoy entendiendo perfectamente. Pues me alegro mucho de lo que al final has vivido, no me alegro por lo que tuve que vivir antes, Jorge. Bueno, ¿quieres comentar algo más?

    — No.

    N.C.:— Muchas gracias, Jorge. Más ideas, más cosas que queráis contar sobre la escuela.

    — Nacho, yo quisiera contar a mi salón.

    N.C.:— Venga, cuéntanos, Constanza.

    — Yo deseo…. Mi salón, quisiera.

    N.C.:— ¿Cómo, cómo?

    — Yo, estar sola en mi salón, yo quisiera sola, para trabajar.

    N.C.:— ¿Te puedo preguntar algo, Constanza?

    — Sí.

    N.C.:— ¿Lo que tú aprendes en la escuela es importante? ¿Cómo aprendes tú en la escuela?

    — Yo aprendo cosas con mis amis, en la escuela.

    N.C.:— ¿Qué es lo que aprendes?

    — Matemáticas.

    N.C.:— ¿Y esas matemáticas son importantes o no?

    — Sí, son importantes, ¿por qué? Nosotros hacemos restas, sumas, y ya está.

    N.C.:— ¿Y te sirven?

    — Sí, me sirven.

    N.C.:— Ya, ¿y te ayudan a aprenderlo en el colegio?

    — Ya estoy aprendido.

    N.C.:— Ah, muy bien, muy bien. Más ideas por ahí, ¿quién quiere hablar? ¿Quién quiere comentar algo sobre cómo se aprende, por ejemplo? Sí, ¿Antón, querías comentar algo?

    — Que la maestra que ya había comentado, no me gusta. Me enfado porque mi profesora me dice subnormal y me enfada. Me enfada que una, una persona me insulte directo y que [no] sea despida. ¿Por qué una persona que dice eso?

    N.C.:— Ya, o sea, a ver si he entendido. Antón, tú estás diciendo que tu profesora de música dice palabras como subnormal o retrasado y qué te parece una persona… Sí. Pienso que decías que te enfada eso y que crees que una persona que te dice esas cosas no debería estar ahí.

    — No.

    N.C.:— Ya, cuando tú te enfadas ante eso, cuando tú escuchas, por ejemplo, a alguien que dice subnormal, ¿qué es lo que sientes o qué es lo que piensas?

    — Me enfado.

    N.C.:— Te enfadas.

    — Me enfado.

    N.C.:— Ya, y ese enfado… Perdón.

    — Me enfado mucho, especialmente porque estamos en un colegio. Es todo, la niñez de despedir eso.

    N.C.:— Ya, y cuando te enfadas, ¿te enfadas por dentro o por fuera?

    — Por dentro.

    N.C.:— Porque… para afuera enfadarse.

    — No sé, pero también debería enfadarme e irme y no llorar. Debería irme del colegio cuando están diciendo una cosa muy destructiva sobre mi discapacidad.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Antón. ¿Algo más que quieras comentar?

    — No.

    N.C.:— Bueno, más ideas. ¿Quién quiere comentar algo más?

    — Yo. Bueno, que lo que estaba diciendo Antón, que insultar a un alumno, pues, sería sancionable de despedir al profesor o de denunciar porque, bueno, me parece muy fuerte.

    N.C.:— Bueno, muy bien, muchas gracias, Juan. Vamos a ver, antes había preguntado… me interesa que, que comentemos algo sobre dos cuestiones. Una, sobre cómo se aprende en la escuela. Si se aprende bien, cómo se aprende, qué es lo que se aprende. Si os parece correcto. Y, también, quiero saber qué pensáis sobre la evaluación, algo que se ha preguntado antes. Me gustaría que profundizaseis en las dos cuestiones. En lo que se aprende y en la evaluación.

    — ¿En lo que se aprende?

    N.C.:— A ver, ¿quién se anima primero?

    — Que se anime otro, no pasa nada.

    N.C.:— Venga, Juan, venga. Alto.

    — ¿Yo?

    N.C.:— Sí, Juan, Juan.

    — Bueno, yo pienso que el temario nos lo enseñan bien. El temario se enseña bien, lo que no se enseña es a respetar, a tratar bien a las personas y todo eso.

    N.C.:— Vale, entonces, cuando tú piensas que el temario que se enseña, no está mal en la escuela. Eso está bien y está bien para todo el mundo.

    — Y las matemáticas y todo también.

    N.C.:— Todo esto está bien.

    — Lo que no está bien es que no te enseñan, por ejemplo, a tratar con personas, por así, decirlo con dificultades.

    N.C.:— Ya, bien, muy bien. Muchas gracias, Juan. Alejandro.

    — A ver, sí, yo creo que estoy totalmente de acuerdo con Juan, también me sentí identificado con lo que dijo Mar, Manuel, Antón. Este, yo creo que, bueno, un poco respondió a tu pregunta, Nacho, no es que de por sí sea mala la evaluación. Yo creo que, más bien, podríamos hablar de la rigidez con que algunos profesores aplican la evaluación, ¿no? Son muy rígidos. Tiene como una forma de hacer las cosas y listo.

    Poniendo como un ejemplo, es como una puerta, ¿no? Vemos la educación como una puerta por la que todo el mundo tiene que entrar, en esta puerta y de la misma manera. Cuando no debería ser así, no tiene que ser así, porque al verlo así… que creo que es lo que me ha pasado. Bueno, a mí no tanto, pero porque mi discapacidad lo que me ha tenido son limitaciones del tipo físico, como he dicho antes, pero otros compañeros, sí. Es que, bueno, el que no entra por esta puerta y de la misma forma, es su problema. Y creo que aquí ninguno de los que estamos tenemos un problema. En realidad, discapacidad.

    Entonces, en esa puerta entramos todos, solo que entramos rodando

    en nuestra silla de ruedas, entramos con nuestras muletas, entramos con braille, con lenguaje de señas… y se trata de eso, de descubrir que esa puerta es algo que no es fijo. Y creo que, por allí, bueno, es un poco por donde puedan ir las cosas.

    N.C.:— Muy bien. Entonces entiendo, Alejandro, que la idea es que no todo el mundo aprende de la misma manera y no todo el mundo debería tener que, que demostrar lo mismo.

    — Exactamente.

    N.C.:— Ya, muchas gracias.

    — Y también, bueno…

    N.C.:— Sí, sí. Comenta. Comenta.

    — Sí, claro, disculpa. Me gustó mucho lo que dijo Mar del ‘sueño de la libertad’. Yo me sentí identificado porque eso era lo que me pasó a mí. En este colegio

    que les comentaba antes, que era inclusivo. Sentía, más bien, como una, una presión, más o menos parecido, porque si bien entre los compañeros no era mala la interacción, la forma como me trataba desde que llegaba a la puerta… entraba por la puerta de atrás, por la emergencia. Empezando por allí, los estudiantes con discapacidad entramos por la puerta de emergencia, ¿no? Entonces me parece que es importante, que nos podamos sentir libre en la escuela. Eso es todo.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias. Está por ahí Lucía.

    — Nacho, quiero…

    N.C.:— A ver, Lucía, espera un momentito a que hable Marcos.

    — Sí.

    N.C.:— Gracias. Marcos, venga.

    — A mí me mandan deberes, pero a mi hermana no y todo y todo se lo han enseñado mis padres.

    N.C.:— Bueno, vamos a ver. Entonces, tú lo que estás diciendo es que no todo el mundo aprende igual en la escuela.

    —Sí.

    N.C.:— Ya, y no a todo el mundo le mandan tareas en la escuela, porque tú lo ves con tu hermana. Ya, ¿y qué te parece eso?

    — Mal, muy mal.

    N.C.:— ¿Y crees que tiene alguna solución, Marcos?

    — Sí.

    N.C.:— A ver, ¿nos puedes contar alguna solución tú, como director de tu cole? Si tú fueras director de tu cole, ¿qué harías?

    — Que el profe le ayude y le mande tareas.

    N.C.:— Ya, bueno, muy bien.

    — Como a los demás.

    N.C.:— Ya, como los demás. Muy bien, bueno, pues muchas gracias, Marcos. Lucía.

    — Vale, lo primero es que estoy totalmente de acuerdo con lo que ha dicho Alejandro, era lo que yo iba a decir. Y lo segundo, lo de las evaluaciones, que, por ejemplo, en mi instituto los exámenes cuentan un 90 % de la nota en la evaluación. Entonces, hay una que tiene alguna discapacidad, entonces, a ella comprender el temario, pues, le resulta más difícil y los profesores no le explican, no le ayudan en nada. Lo único que hace es que a la hora de hacer el examen le dan media hora más para hacerlo, pero eso no le ayuda en nada. – Eso no ayuda.

    N.C.:— No ayuda, que se dé más tiempo, no ayuda.

    — No.

    N.C.:— No, ¿por qué no ayuda? A ver…

    — Pues, porque si no le enseñas bien los contenidos, ¿qué le va a servir media hora más en el examen?

    N.C.:— Ya. O sea, por lo que veo, hay diferencias en cómo se enseña. Eso es lo que ha dicho Marcos, que no a todo el mundo se enseña igual. Y también hay diferencias en cómo se aprende. Y, claro, al final eso no se arregla en un examen, solo ampliando el tiempo de respuesta al examen.

    — Sí.

    N.C.:— Bien. Muy bien. Venga, a ver, Leo tiene ganas de hablar…

    — Que, que con lo del examen, o sea, si un 90 % de las notas son en los exámenes y tú luego lo que haces para ayudar a un alumno, en este caso con una discapacidad, es aumentar el plazo del examen, o sea, del tiempo, no demuestra nada porque, a ver, para lo que se supone que estudiamos y para lo que hacemos el examen, es para demostrar lo que hemos aprendido, y si tú no adaptas los temas para que esa persona aprenda y lo entienda, por

    mucho que alargues el examen, no, no va a cambiar nada.

    N.C.:— Claro, porque lo tiene que haber entendido, si no…

    — Claro, la nota es solo una muestra de cómo has conseguido explicar lo que has entendido.

    N.C.:— Ya.

    — Pero si tú, si…

    N.C.:— Si no lo has entendido…

    — ¿Para qué sirve? Para nada.

    N.C.:— Muy bien, muy bien.

    — Además, yo creo que básicamente los exámenes nos enseñan a memorizar porque yo, por ejemplo, hago un examen de filosofía y a los dos días, pues yo no me acuerdo del tema, la verdad. Yo me lo memorizo y ya está.

    — Ah, yo tampoco.

    N.C.:— Ya.

    — No enseña a aprender, nos enseña a memorizar.

    N.C.:— Ya, ya. Entonces, aprendéis… Pero, ¿eso pasa mucho? Lo de aprender memorizando.

    — Sí. En todas las asignaturas, básicamente.

    N.C.:— En todas…, pero, Juan, antes decías que estaba todo bien en contenido.

    — Bueno, hay cosas que sí.

    N.C.:— Ya, pero ahora estás viendo algunos problemillas…

    — Sí.

    N.C.:— Muy bien. Manuel.

    — Yo también estoy totalmente de acuerdo con lo que se ha dicho. Creo que el modelo de enseñanza está demasiado establecido. En mi opinión, creo que es un modelo anticuado. Se deberían tomar consideraciones, pues, por ejemplo, en la adecuación del contenido a un lenguaje más explícito. O si, por ejemplo, el alumno tiene la habilidad de expresarlo en equipo como debate, por ejemplo, que se le dé esa posibilidad, porque eso frustra.

    N.C.:— Ya.

    — Para ponerte un ejemplo, yo, en la universidad, tuve adecuaciones, sí, pero cuáles eran. Era lo que decían ellos. Era el tiempo, la modalidad, la oralidad…

    Pero no adecuar el contenido que, en la educación, es necesario. Y no lo digo solo por mí, puede haber otros alumnos que también lo necesiten.

    N.C.:— Ya.

    — Entonces, digo, dónde están los derechos. O sea, en lo teórico muy bien, pero en la práctica hay un gran problema.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Manuel, por el comentario tan interesante.

    — ¡Hola!

    N.C.:— Hola, Daría.

    — Hola, hola.

    N.C.:— ¿Qué quieres contar, Daría?

    — Que yo en la escuela aprendo también de muchas maneras. Aprendo leyendo, divirtiéndome, jugando y haciendo muchas cosas.

    N.C.:— Daría, es que lo tengo que decir. La escuela de Daría es el sueño de todos los que estamos aquí, eh, Daría.

    — Sí… [risas]

    N.C.:— Menuda suerte tienes, Daría. Bueno, más ideas.

    — ¡Hola!

    N.C.:— Hola, ¿quién eres?

    — Mmm, Abril.

    N.C.:— Abril, venga, Abril, ¿qué quieres contarnos de tu escuela?

    — Aprendo jugando, aprendo corriendo, tirándome en los…

    N.C.:— Tirándote…

    — En los muros

    N.C.:— Sí…

    — Y también me divierto mucho en mi escuela.

    N.C.:— A ver, yo te voy a preguntar una cosa, Abril. En tu escuela, ¿todos los niños y todas las niñas se lo pasan bien?

    — Sí.

    N.C.:— ¿Sí? Daría, ¿en la tuya también?

    — Sí. Muy bien.

    N.C.:— Bueno, muchas gracias a las dos. A ver, Antón quería comentar algo.

    — En los coles en día que había examen, tengo que ir al médico, por lo que lo hago otro día y, pues, no hay silencio. Y yo, cuando faltan otras personas un día, y otro día hacen el examen, piden silencio, porque hay compañeros haciendo el examen. Y, para mí, no. Entonces, nunca me puedo concentrar y me faltan cosas. Entonces, en mi instituto tenían un trato un poco distinto con los que tenemos discapacidad y los que no.

    N.C.:— ¿Es algo distinto, entonces, con quienes tenéis discapacidad, Antón?

    — Sí.

    N.C.:— ¿Solo con las personas que tienen discapacidad o es distinto con más gente, además de las personas que tienen discapacidad? ¿Creéis que hay discriminación en la escuela con más gente o solo con las personas con discapacidad?

    — Con más gente.

    N.C.:— Con más gente, ¿qué gente? ¿Qué gente veis que está en desventaja también en la escuela?

    — Los que, no sé, los que no están con sus padres, que no les ayudan.

    — Ya.

    N.C.:— Como suspenden, ¡ala! Pues no, no es así.

    — Entiendo, o sea, que, que tú dices que quienes suspenden son, son también discriminados.

    N.C.:— Sí.

    —Que, como ya han suspendido, pues, como que uno menos.

    N.C.:— Sí. Ya, ¿hay alguien más que…? Bueno, Antón, ¿querías comentar algo más?

    — No.

    — Yo, sí.

    N.C.:— Venga, Mar.

    — Bien. Yo aprendo, por ejemplo, si tú me explicas, yo aprendo midiendo las cosas, como en la cocina.

    N.C.:— Sí.

    — Y haciéndolo, también.

    N.C.:— Sí, esa es tu manera de aprender, dices.

    — Sí.

    N.C.:— Ya, y la escuela… ¿has aprendido de esa manera en la escuela alguna vez, Mar?

    — Bueno, en la cocina, sí.

    N.C.:— Ya.

    — No, en la escuela no aprendí eso, solo lo aprendí en casa.

    N.C.:— Ya. En la cocina, ¿qué pasó?

    — Lo de que hacía unas pizzas.

    N.C.:— Ah, ¿haciendo pizza? ¿Así aprendías?, dices tú.

    — Sí.

    N.C.:— ¡Ah!

    — A mi manera, ir haciendo yo los postres.

    N.C.:— Ya, ¿y así es como a ti te gustaría haber aprendido también en la escuela?

    — Sí.

    N.C.:— Ya, ¿y en tu escuela, en algún momento aprendías de esa manera, o no?

    — No me dejaron hacer esas cosas.

    N.C.:— ¿No os dejaban hacer esas cosas?

    — No.

    N.C.:— No, pero, ¿y cuándo eras más pequeña, tampoco?

    — No, no me dejan tampoco.

    N.C.:— Tampoco. Bueno, muy bien. Muchas gracias, Mar. ¿Quieres comentar algo más?

    — No.

    N.C.:— Bueno, después, si quieres, levantas la mano. Muy bien, más ideas. Estábamos tratando de hablar sobre el aprendizaje. Mario, tienes la mano levantada, venga.

    — Yo.

    N.C.:— Adelante.

    — Nos mandan muchas tareas, muchas tareas…

    N.C.:— ¿Muchas tareas? ¿Quién está diciendo lo de muchas tareas? ¿Mario? Mario, ¿quieres contarnos algo? A ver… que no se ve mucho. Yo, por lo menos, no veo mucho, no sé si es por…

    — Biología, geología, eso es.

    N.C.:— Lo que pasa es que, Mario, yo no veo lo que pone en el papel porque no se ve bien la imagen. Explícanoslo tú.

    — Díselo.

    — Lengua, mates…

    N.C.:— Sí… ¿Son las calificaciones?

    —Plástica, tecnología, inglés, música.

    N.C.:— Mario, esas asignaturas que tú tienes, ¿te gustan o no te gustan?

    — Bueno… todas menos matemáticas.

    N.C.:— Todas menos matemáticas. Matemáticas no, pero el resto sí. ¿Es así o no, Mario? ¿Te gustan o no? Tómate tu tiempo…

    — Sí, me gusta

    N.C.:— ¿Y por qué te gustan, Mario?

    — Los deberes que hacen, libros no tenemos.

    N.C.:— ¿Cómo dices? No te he entendido.

    — ¿Qué libros tenemos? Aquí tengo uno.

    N.C.:— Habla más alto.

    — Aquí tengo.

    N.C.:— ¿Qué nos quieres enseñar?

    — Aquí tengo un libro que es de…

    N.C.:— ¿De qué es?

    — De inglés.

    N.C.:— Sí, ¿ese te interesa? Ese libro, ¿te gusta o no, Mario?

    — Sí.

    N.C.:— Y en tu escuela, en el instituto, ¿tenéis libros como desee o no?

    — Sí, también tengo otro que…

    — Háblale.

    N.C.:— En tu escuela, ¿tenéis libros como ese, Mario, o no?

    — No.

    N.C.:— No. Bueno, ¿quieres comentar algo más, Mario?

    — Ya está bien.

    N.C.:— ¿Quieres contar algo más de tu escuela o está, Mario?

    — Más tarde.

    N.C.:— Vale, más tarde. Bueno, tú pides el turno cuando quieras, Mario. Bueno, más ideas del resto.

    — Yo.

    N.C.:— ¿Quién eres?

    — ¿Puedo decir algo?

    N.C.:—

    — Es, como decía antes, sobre la gente que está discriminada.

    N.C.:— ¿Quién eres? Perdona que no te localizo ahora mismo.

    — Marcos, el hermano de Jorge.

    N.C.:— Hola, Marcos, sí, pues adelante.

    — Creo que hay un prejuicio por parte de todos, un poco también por parte de profesores, porque yo he visto a muchos profesores que si un repetidor, como que tiene unas dudas o levanta la mano, como que le hace poco caso porque piensan que es un dejado y que no le interesa la asignatura y, a lo mejor, tuvo, sabe dios, qué dificultad en un curso y repitió.

    N.C.:— Sí.

    — Y luego, también, pues, ha pasado, de entrar a una clase nueva y ver a un chico, y cuando me entero de que ha repetido curso, también… Ahora ya no, pero antes como que me echaba un poco hacia atrás. Como que me daba miedo, no sé. Son prejuicios, que dices tú, «uy, cuidado que ha repetido». Y luego, conociendo a gente que es repetidora y que ahora es mi amiga, he aprendido que no pasa nada. O sea, al final somos todos estudiantes, cada uno tiene a lo mejor una dificultad más grande que otros, pero… O sea, no creo que deban prejuzgarse a alguien nunca por nada. Y esto también pasa incluso en los padres cuando dices el nombre de alguien que ellos no conocen, y de pronto, te preguntan quién es, y dices, ‘es que repitió’ y te miran con mala cara, como diciendo, ‘no te acerques a ese’.

    N.C.:— Ya, sí, sí.

    — Y no lo conocen.

    N.C.:— Oye, pero qué interesante esto que plantea ahora, Marcos, de… que no es algo solo que dice, por ejemplo, que dice, por ejemplo, el profesorado, sino que es algo que uno, a uno también le pasa, que tenemos prejuicios…

    — Sí.

    N.C.:— … con los demás.

    — Yo creo que nadie debe mirar a alguien mal por…

    N.C.:— Muy bien.

    —… por estar en un curso por segundo año consecutivo, es simplemente otra oportunidad para volver a retomar el ritmo que llevaba.

    N.C.:— Ya, oye, y ya que estás tú en este tema, Marcos. ¿Qué te parece la repetición? ¿Qué te parece que la gente repita en la escuela, que repita el curso?

    — Hombre, pues, yo creo que, vale, sé que hay gente que le molesta mucho repetir, pero obviamente es una oportunidad. Si tú no puedes pasar de curso, teniendo algunos conceptos, por así decirlo, que serían del curso en el que estás, porque luego sí que se te iría complicando y sería una bola más grande de materia pérdida, que luego vas a tener que ir recuperando, y recuperando y recuperando. Aunque también veo que, hay veces, que… los criterios para repetir un alumno deberían ser un poco más flexibles.

    N.C.:— Ya.

    — Porque… yo qué sé, a lo mejor tuviste un problema personal en un curso y también está para eso septiembre, ¿no? Puedes recuperar algunas asignaturas que dejaste en la evaluación. Que esa es otra, la evaluación. Entonces, pues eso, yo creo que le da la oportunidad a muchos, pero también le quita como la motivación a otros.

    N.C.:— Ya, muy bien. ¿Alguien más que quiera comentar algo sobre este tema o sobre otros temas? Me llega, me llega una pregunta por aquí que voy a trasladar, ¿vale? Es una pregunta que hace una madre del grupo. Dice: ¿Qué opináis de un alumno que apenas habla, y lo poco que habla, lo hace en inglés con todo el esfuerzo que eso supone, y que le pongan un suficiente en esa asignatura?

    — Me parece muy mal.

    N.C.:— Te parece muy mal, ¿por qué, Juan?

    — Porque ya que le cuesta hablar, y habla en una lengua extranjera, entre comillas, que ahora mismo es la que más se habla, pues me parece mal que, además de que hable, que intente hablar bien, y le pongan insuficiente

    por no querer hablar español, por ejemplo.

    N.C.:— Ya, muy bien. Más ideas. Alguien más que quiero responder a esta pregunta.

    — A ver, Nacho, yo. Me hiciste recordar con esa pregunta, la que hablaba la mamá en el chat. Un caso en mi universidad central. Este caso es como bandera en nuestra universidad, justamente para los que estamos luchando en esto de que nos dejen estar, ¿no? Porque no es otra cosa que nos dejen estar en la universidad o en la escuela. Entonces, este compañero sufrió un accidente. Él no tenía discapacidad. Sufrió un accidente esquiando en Alemania, volvió acá a Venezuela, no, perdón, en Alemania, en la operación pasó algo y tuvo el problema con el oxígeno y adquirió una discapacidad. Entonces, tiene unos superiores comprometidos y no puede hablar, por la discapacidad.

    Él entró para estudiar en la universidad. Cuando entró, los profesores se fueron al prejuicio, ¿no? ¿Cómo él va a estudiar idiomas modernos si él no puede comunicarse? Entonces, como una resistencia total, y al final del día, se demostró la forma en la que él podía comunicarse, que era a través de una computadora con un sistema. Podía hacerlo perfectamente en tres idiomas y, hoy en día, ya está a punto de graduarse, e incluso ha ganado premios al mérito estudiantil en la universidad. O sea, que poder, podía.

    N.C.:— Muy bien. Muchas gracias, Alejandro. ¿Alguna otra idea? Bueno, ya vamos como cuesta abajo buscando el cierre. Queda poquito aquí. Me interesaría saber cómo sería la escuela ideal. El sitio ideal en el que todas las personas podrían caber. Donde no habría nadie que estuviera discriminado. ¿Cómo sería esa escuela? ¿Qué es lo que habría que hacer para que esa escuela existiera?

    — ¿En qué sentido?

    N.C.:— Todos los sentidos.

    — O sea, de respeto o de temario.

    N.C.:— De todo, de todo. Estamos hablando de una escuela, Leo. Entonces, una escuela es un sitio donde se va, por una parte, a aprender y, además, también a vivir. Entonces, a mí me gustaría saber cómo os inventáis vosotros una escuela en la que todas las personas sean respetadas.

    — A ver, que sea factible, que sea posible, no algo inalcanzable, pues una escuela en la que fuesen las clases de reducidas, como dijo mi hermano, que, que, no sé, como lo de las clases de, tres clases por curso que sean de 15 para que el profe pueda atender a la gente que tenga más dificultades y se puede aprovechar más la clase. Luego, es que lo de mejorar el sistema educativo, es normal que nos quedemos porque hay muchas cosas que hay que mejorar, ¿no? Pero, también veo que es bastante complicado cambiar, porque veo bastante lógico cómo está ahora, porque, a ver, las… Tú, cuando vas a un colegio, vas a aprender. A nadie le va a gustar todo o la mayoría. A lo mejor

    no le gusta nada, pero, claro, tenemos que ir para tener conocimientos básicos, aunque no queramos, porque si no la humanidad, pues, no funcionaría. Y yo qué sé, si tú tienes un accidente, lo que quieres es que te opere una persona que, que ya tenga los mejores conocimientos de medicina y que te pueda salvar la vida, ¿no? Y así en todos los ámbitos. Por eso, se requiere una base para todos, para poder, para no tener problemas en el futuro. Entonces, no sé, para eso están las notas y para eso están los exámenes, y por eso hay trabajos que a lo mejor son un poco excesivos y todo esto.

    N.C.:— Y esto, Leo, perdona. ¿Eso no está reñido con lo que se decía antes de que no todo el mundo debería pasar por la misma puerta? ¿Lo entiendes? Lo que antes se habló, uno de los argumentos que se hizo cuando estábamos hablando de la calificación, es que no se podía calificar a todo el mundo igual, decían por ahí. Que no podía pasar todo el mundo por la misma puerta, era la metáfora que se utilizó.

    — Sí, pero… ¿Cómo, cómo? Es que no podemos, es que no entiendo cómo se podría cambiar tampoco, porque tenemos, tenemos que hacer una manera en la que se pueda ver en qué es mejor cada uno, ¿sabes? Al fin y al cabo, en un trabajo no te van a mirar las notas de la ESO, ¿sabes?

    N.C.:— Ya.

    — Entonces, es más para, bueno, pues para ver por dónde vas a ir tirando, luego el bach… no sé.

    N.C.:— Bueno, muy bien. Muchas gracias, Leo. Más ideas, ¿cómo sería esa escuela? Venga, Antón, ibas a contar algo.

    — ¡Yo!

    N.C.:— Está primero Antón y ahora habláis vosotros. Venga, Antón.

    — Yo me gustaría toda, todas las… como mi profesora de apoyo.

    N.C.:— Se ha entrecortado algo al principio, Antón. Se ha escuchado algo que me ha dado la impresión de que era como que querías que el profesorado fuera como tu profesora de apoyo, ¿lo he entendido?

    — Sí.

    N.C.:— ¿Y cómo es tu profesora de apoyo?

    — Es muy buena conmigo, me ayuda en todo, y ahora en la cuarentena me escribe correos a ver si necesito ayuda con los deberes de mates y eso.

    N.C.:— ¿Qué te escribe o no te escribe?

    — Me escribe.

    N.C.:— ¿Que sí…? Ya, ya.

    — Sí.

    N.C.:— Bueno, entonces. La escuela que a ti te gustaría tener es ¿cómo?

    — Pues con todos los profesores como ella.

    N.C.:— Ya.

    — Teniendo confianza. Me da confianza y no como la… la de apoyo que me venía con los…

    N.C.:— Ya, entendido. ¿Terminaste, Antón?

    — Sí.

    N.C.:— Bien. Rescato, de lo que tú planteas, que para ti es fundamental que el profesorado te dé confianza, ¿sí?

    — Sí.

    N.C.:— ¿Sí, Antón?

    — Sí.

    N.C.:— Ok. Bueno, muy bien, muchas gracias. ¿Algo más que quieras comentarnos?

    — No.

    N.C.:— Vale. Bueno, alguien más que hable cómo, cómo sería esa escuela extraordinaria. Esa escuela que, que a todos nos gustaría. A ver si están por aquí Marcos y Lucía.

    — Yo.

    N.C.:— Venga.

    — Yo pienso en una escuela en la que todos aprenden y que todos fueran y que todos tengan amigos.

    N.C.:— Que todos aprendan y que todos tengan amigos.

    — Hola, lucía.

    — Dile, «hola, Nacho».

    — Enséñale la flor, qué chula.

    N.C.:— Me encantan tus flores, Lucía. Bueno, entonces, una escuela en la que todos, todos los niños y todas las niñas aprendan y que tengan amigos. Muy bien, Marcos.

    — Porque…

    N.C.:— Di, di, di.

    — Porque es importante.

    N.C.:— ¿Qué es lo que es importante? Lo uno, lo otro o las dos cosas.

    — Las 2 cosas.

    N.C.:— Las dos cosas, y si yo ahora te digo, Marcos, de esas dos cosas, aprender o tener amigos, ¿qué es más importante?

    — Tener amigos.

    N.C.:— Bueno, muchas gracias, Marcos. Adiós, Lucía.

    — Adiós.

    N.C.:— Adiós. Muy bien, más ideas. ¿Quién quiere comentar cómo sería la escuela de sus sueños?

    — Aquí.

    N.C.:— Venga, Manuel.

    — Sí, para mí la escuela ideal sería una escuela sin límites. Donde no te pongan, donde no te pongan un ‘pero’ y sin prejuicios. Donde se…, donde se siente cada uno como es y donde me dé gusto ir y que los estudiantes puedan ser protagonistas y no máquinas.

    N.C.:— Ya.

    — Que, porque parece que nos educan para trabajar? Que sí, es importante, pero también la impresión para la vida es importante. La escuela también forma parte de eso.

    N.C.:— Completamente de acuerdo. Muy bien, muchas gracias.

    — Nos educan para trabajar, pero…

    N.C.:— Di, di.

    — Pero no para la vida.

    N.C.:— Nos educan para trabajar y no para la vida, ¿verdad, Manuel?

    — Sí.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias.

    — De nada.

    N.C.:— Lucía, ibas a decir algo.

    — Que estoy completamente de acuerdo con él, en todo. Que nos ven, actualmente, los sistemas educativos nos ven como máquinas cuando verdaderamente somos personas con sentimientos y con emociones. Que, a lo que no nos educan, no tenemos en el colegio alguna asignatura que nos haga expresarnos cómo somos nosotros mismos, sino que todo tiene que ser mecanizado y regido por un orden, y no. En mi opinión, no nos dejan expresarnos, ni nos enseñan cómo gestionar nuestros sentimientos y a nosotros mismos.

    N.C.:— Muy bien, Lucía, me pregunto y te pregunto, Lucía, ¿cómo sería una escuela que no discrimina?

    — Pues, primero, los educadores deberían de tener mentalizado cada situación de cada persona y saber cómo decir la cosa porque, en mi experiencia, muchos profesores, al hacer algo a algún niño, alguna burla o algo, a lo mejor ha dicho, no haga eso que son cosas de retrasado o de subnormales. Entonces, primero, que se eduquen ellos a saber enseñar y después… porque los alumnos toman como referencia a los profesores. Entonces, si el profesor no los educa bien, los alumnos, pues, tampoco van a saber cómo reaccionar. Y, también, a enseñar con más, con más dinamismo. No siempre con la misma ley de yo pongo en la pizarra tal cosa y esto lo tenéis que memorizar para mañana y, no sé, con empatía y más respeto entre los alumnos, también.

    N.C.:— Muy bien, ¿algo más querías comentar, Lucía?

    — No, no, no.

    N.C.:— Bueno, muchas gracias. ¿Alguna otra idea sobre, sobre esa escuela que desearíamos todos y todas? Venga, Mar.

    — Yo no soy visible, por eso quiero una escuela que…

    N.C.:— Se escucha muy flojo, Mar, tienes que hablar fuerte porque, si no, no se te escucha bien.

    — Ah, sí.

    N.C.:— Venga.

    — Bien. Yo soy invisible, y a mí me gusta que me vean.

    N.C.:— Que te entiendan.

    — Sí, también.

    N.C.:— Muchas gracias, Mar. ¿Algo más quieres decir?

    — También, pues, que estoy cansada algunas veces.

    N.C.:— ¿Qué estás cansada, algunas veces?

    — No, que le decían algunas veces que era retrasada.

    — Sí.

    N.C.:— Ah, que te lo decían. Ya, y la escuela, para que una escuela sea una buena escuela, eso no puede ocurrir ¿o sí?

    — No.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Mar. Gracias por contarnos todo lo que nos has contado hoy. Gracias.

    — De nada.

    N.C.:— Bueno, alguna otra palabra que nos cuente cómo debe ser esa escuela.

    — A ver, Nacho, yo rápidamente.

    N.C.:— Venga.

    — Yo creo que esa escuela, esa universidad, esa educación que necesitamos o que desearíamos es una escuela que no nos ve como un favor, ¿no? Es decir, que te estamos haciendo un favor, ¿no? Tú estás aquí porque ‘te lo permitimos, te hacemos el favor de que estés aquí y, bueno, a nuestra manera’. Sin adaptaciones, encerrado, solo, en un aula separada. Entonces, que no nos hagan sentir como que nos están haciendo un favor. Simplemente, es nuestro derecho estar allí. No es ningún favor que nos hacen. Entonces, creo que por ahí puede ir eso. Que se nos reconozca como otro individuo más del aula, de clase o del sistema.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias. Estoy leyendo aquí algunos comentarios que ha hecho Isa, Itxa, que tiene 6 años y que dice que los exámenes son muy aburridos, y que… que, aprenden. Dicen que aprenden en la escuela a no hablar y a no beber agua en clase de Educación Física. Entiendo que es algo que a Itxa no le gusta y que esa escuela que a todos nos gustaría, no debería ser así. Muy bien, muchas gracias. Más ideas que queráis comentar sobre esa escuela extraordinaria. Venga, Antón.

    — A los profesores no les importa que nosotras aprendamos. No saben las cosas. No les importa, solo les importa la clase. Y a mí eso no me parece bien.

    N.C.:— Vale, dices que al profesorado no le importa lo que aprendéis, ¿sí? Que solo les importa, ¿el qué, Antón?, ¿la clase?

    — Sí. Que, que, sí.

    N.C.:— Explícalo bien para que lo termine de entender, Antón.

    — Que no les importa si… Lo que les importa es lo que escribes en el examen y quien se examina les da igual.

    N.C.:— Ya, muy bien, que lo que importa es lo que escribe en un examen y quién se examina, en realidad, no importa tanto, ¿verdad, Antón?

    — Sí.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias. ¿Alguien más que quiera…? Vamos cerrando ya. ¿Alguien más que quiera terminar diciendo algo de esa escuela que les gustaría tener o que nos gustaría tener?

    — Yo.

    N.C.:— Venga.

    — Para empezar, una escuela que te acepte tal y como eres.

    N.C.:— Muy bien.

    — Que si, por ejemplo, vas con silla de ruedas, pues que dé igual.

    N.C.:— Ya, que dé igual.

    — Que no hay que apartar a la persona que vaya en silla de ruedas o que no habla o que no sabe escribir bien.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Juan. ¿Alguien más quiere comentar algo? Bueno, pues yo creo que es el momento de terminar con esta sesión que para mí ha sido —creo que hablo en nombre de todos los que han estado asistiendo a ella— ha sido una sesión fantástica.

    Os felicito a todos y a todas. Os doy las gracias enormemente por todo lo que hoy nos habéis enseñado y me gustaría que mañana compartiéramos este vídeo muchas veces y que mucha gente lo escuche, porque es un vídeo que merece la pena.

    Gracias por todo lo que habéis dicho y seguimos trabajando por esa escuela para todos y todas.

    Trabajar en una escuela que tiene que ser para toda la ciudadanía. La perspectiva de los profesionales

    Nacho Calderón – N.C.:— La idea, de nuevo, es continuar con estas conversaciones. Que no sean solo las de las madres y los padres, por un lado, del alumnado o de los profesionales. La idea es que, entre todas, podamos construir algo y que podamos mover algo en otra gente.

    Bueno, pues, yo ya me callo y tenéis la palabra. ¿Quién quiere lanzarse al ruedo? Venga, Ximena acaba de pedir la palabra, así que adelante.

    Ximena:— Hola, buenos días a todos. Saludos a Ignacio y a todos aquí, desde Colombia. Quiero rescatar, sobre todo, esta experiencia y esta intervención, desde los dos otros conversatorios que hemos podido ver: el del alumnado y el de padres, que han sido muy interesantes. Quisiera rescatar 5 puntos exactamente.

    El primero es la palabra que usamos para este conversatorio, que es perspectiva, perspectiva. Siento que nos ha puesto en una ventaja y el ver más prácticas desde lejos, y eso nos permite vernos a nosotros mismos como profesionales. A veces, en nuestra inmediatez y en nuestras aulas, no nos permitimos explorar y autoevaluar nuestras prácticas.

    Lo segundo es que realmente sí es posible una flexibilización. Hemos transformado todo en esta pandemia, hemos tenido en cuenta los ritmos de aprendizaje, hemos tenido en cuenta los apoyos, los ajustes que necesitan los niños y las niñas con o sin discapacidades en sus casas, allá con sus familias. Siento que esta es una muestra y un ejemplo para nuestros profesionales, padres y tutores que están al lado de nosotros. Sí es posible pensar en esas individualidades y en esa diversidad que hay en nuestra aula.

    Lo tercero es que las voces de las familias se rebelan tanto en estos encuentros, estos conversatorios, como en esas pantallas a través de las que los maestros y maestras podemos ver esa realidad que está allí, en las casas. Yo tengo chicos y chicas de cuatro años y he visto pobreza, he visto desigualdad, he visto cómo son sus camas, cómo es su casa y eso me permite a mí entender las dinámicas y entender, a veces, esas dificultades que existen en el aula misma.

    El cuarto es una palabra que usaban los chicos en el conversatorio de alumnado y era que los maestros deberíamos ser facilitadores, pero a veces somos los que más estamos poniendo el palo en la rueda. Debemos ser amigos, debemos escuchar, debemos poder ser ese aliado de las familias, porque realmente, a veces, estamos de una manera muy “impositiva”, señalando al papá que no da, que no aporta. Y remitiéndome un poco al conversatorio de padres, pues los papás están simplemente peleando por una

    garantía de derechos que nosotros, en mi caso, que soy en empleada pública, empleada del gobierno, tenemos la obligación, sí o sí, de propender por esos derechos.

    Finalmente, cierro con una frase que también estuvo en el conversatorio del alumnado y fue «la inclusión se hace en voz baja». Ahorita, hay un boom de conversatorios, de webinars, la gente se está postulando, los profesionales están haciendo, mostrando mucho sus experiencias, pero son unas experiencias aisladas de la realidad. Simplemente, quería traer esto porque muchos hacemos, pero no mostramos. Entonces, la idea es compartir

    con nuestras comunidades, padres, madres, alumnado y docentes. Finalmente, tener esa ventana de esperanza, decir que sí se puede. Sí podemos atender a la diversidad.

    Espero haber sido concreto, muchísimas gracias por dejarme participar, Nacho.

    N.C.:— Muchas gracias, Ximena. Ha sido un placer escucharte. Begoña.

    Begoña:— Hola, buenas tardes, soy Begoña, soy logopeda…

    N.C.:— Hola, Begoña.

    Begoña:— Hola, ¿qué tal? Muchas ganas de estar aquí participando. Muchísimas gracias, Nacho. Bien, creo que fundamentalmente lo que nos pasa a muchos profesionales es que no tenemos, a lo mejor, la vocación suficiente, ya no solo para trabajar con niños y niñas con necesidades complejas, sino para trabajar en educación. Y esto que digo puede que suene muy, muy duro, ¿no? Pero es la realidad con la que yo me estoy encontrando.

    Yo doy formación a profesionales, además de capacitaciones también para familias, y me estoy dando cuenta de que, en muchas ocasiones, encontramos excusas como «es que el sistema es así». Y yo pienso, «vale, pero es que tú eres parte del sistema y tienes la capacidad de poder cambiarlo, de poder rebelarte contra él».

    Luego, por otro lado, esa falta de vocación hace que, también, no intentes seguir formándote. «Es que no nos forman adecuadamente». No, es que la formación hay que ir a buscarla. Todos hemos hecho barbaridades y hemos conciliado la vida familiar y laboral, ¿y qué? ¿Acaso las familias no están ya conciliando como pueden, incluso haciendo de maestros y maestras en este tiempo de confinamiento? Entonces, si no es vocacional, de verdad, no pasa nada. O sea, da un paso atrás o al lado y piensa si realmente ese es tu sitio.

    Y… bien, y creo que, con eso, para mí, fue. O sea, pongo el foco de atención en la vocación porque creo que es la clave; la clave para que, luego, nuestro alumnado, como escuchamos el otro día decir, no diga que va a trabajar, que va estresado a clase. Quien me conoce sabe que evito al máximo decir: «tienes que trabajar esto con tu hijo». Alguna vez se te puede escapar, porque son muchos años ya. Pero evito decirlo. Y, por supuesto, el niño en el aula no trabaja; el niño en el aula va a aprender, a disfrutar, a socializarse, etcétera.

    Entonces, creo que sí que hay que dar un cambio de mirada importante. Y voy a acabar aquí, porque quiero dar paso al resto, porque si me dejáis… [risas]. Venga, gracias.

    N.C.:— Muchas gracias, Begoña. Quería hacer un inciso a las personas que hoy no son del grupo de profesionales, pueden comentar lo que quieran a través del chat y si quieren trasladar alguna pregunta. Hay una persona, Luz, que está tomando nota para tratar de aglutinar algunas de estas preguntas.

    Bueno, tiene la palabra ahora Guadalupe.

    Guadalupe:— Hola. Este, pues, yo primero agradezco esta oportunidad porque, la verdad, escuchar a las madres de familia, los niños y ahora a nosotros, es una de las cosas que necesitamos. Escucharnos e irnos construyendo desde estas diferentes narrativas. Hubo un momento en el que yo… tal vez, sentí como indignación. Sí, esta es la palabra, o realmente no sé qué palabra logre describir el sentimiento cuando escuchábamos a diversas madres de familia peleando por un derecho a una educación que no debe de ser, ni siquiera, peleado. Las escuelas estamos allí justo para vivir esta diversidad. Escuchar a niños que, de pronto, decían que se aburrían en las escuelas. ¿Qué pasa con esta cuestión de la evaluación y de todo lo que hablamos? Incluso, también como madre de familia, escuchar y vivir lo que luego pasa en la casa de ustedes, con mis dos hijas, es complicado. Y eso creo que a mí me ha llevado a… justo a lo mejor.

    Ahorita, lo que quiero exponer. Espero ser lo más breve y clara posible. Creo que nosotros hemos normalizado mucho la violencia y la violencia entre sus diferentes aristas. O sea, alguna madre de familia igual hablaba de esta cuestión de edad, del adultocentrismo. Y creo que lo que las escuelas necesitamos, justo, es como ver de qué manera nosotros hemos analizado esta violencia. Pero también de qué manera nosotros invisibilizamos justo las prácticas discriminatorias que sí, siguen existiendo en las escuelas y que también estén de alguna manera. No nos atrevemos a hablar, decir o mirar. Creo que una de las cosas que primero deberíamos de hacer es justo eso. O sea,

    atrevernos a darnos cuenta de que todos hemos estado en esa postura o de que nos han discriminado en los diferentes roles que tengamos. Que nosotros luego no nos atrevemos a mirar qué discriminamos. Y ver esto y visibilizar esto en nuestra cotidianidad.

    Yo trabajo como directora de un jardín de niños público en la ciudad de México y, de verdad, sí estoy convencida de que hay esperanza. La participación de nuestra compañera hace un momento hablaba de esto. O sea, de vocación. Pero creo que, como de pronto decir, a los papás, a los maestros, al director. Entonces es como señalar, señalar, señalar, acusar, acusar, acusar el sistema y, la verdad, es que no nos hemos posicionado en entender que, desde el lugar donde estamos, podremos generar con nuestras rupturas esos cambios. Yo sí creo que es posible, les digo.

    De pronto, me he encontrado en la posición de que, incluso como tío o mamá, discriminan a veces a los niños, a los familiares o vecinos que tú tienes cerca. Pero también he vivido la otra parte. Existimos todavía muchos maestros y maestras como de verdad, así. Con esta camiseta bien puesta y de entender. Y no hay otra manera de entender y dividir las diferencias si tú misma no te miras, ¿no? Si desde este espacio, tú no te atreves a mirar cómo es tu práctica, ya sea como docente, como director, como mamá, porque si no nos unimos y no empezamos a crear esos espacios de diálogo y, sobre todo, escucha entre nosotros, pues difícilmente vamos a generar un desequilibrio que nos lleve a movernos. Por ejemplo, en la escuela donde yo estoy, esta cuestión es constante: tratar de vivir las diferencias, de aceptarnos, pero, incluso, de aceptarnos entre nosotros como colegiado. Y creo que no vamos a poder dar algo si entre nosotros no aprendemos a hacer un colegio de una comunidad, digamos, como de docentes e ir abriendo esos espacios para también escuchar y hacer comunidad con las madres de familia.

    La verdad es que papás o maestros estamos para que nuestros niños vivan una infancia feliz en estas escuelas. Entonces, yo sí creo de verdad que todavía tenemos la esperanza, que sí podemos hacer algo y empezar mirándonos nosotros. Y justo ir buscando diferentes espacios. Cada cual es bien diferente, pero justo tenemos que empezar a mirar a uno, bueno, pues a lo mejor yo aquí miro a mi colegiado, esta situación y de ahí empiezo a abordar. Cosas chiquitas, pero que, entre cada pasito, cada pasito, creo que podemos empezar a tejer una red como mucho más grande. A lo mejor, es una visión como muy soñadora o esperanzadora, pero, sí, creo que es posible, y justo tenemos que empezar a hacer esa cuestión de mirarnos, de sensibilizarnos, de concientizarnos para ir como avanzando. La verdad es que la educación es un derecho y ninguno de los que estamos aquí podemos permitir que ese derecho se convierta en negocio.

    Y, finalmente, para terminar, creo que tenemos que empezar a mirar que hemos puesto muchas etiquetas. A lo mejor, yo lo miro y digo: «ah, bueno». Y lo he vivido, de verdad, en serio, he visto a compañeras mías maestras peleando un lugar para sus hijos y es una situación dolorosa. Pero no nos podemos quedar como clavadas en ese dolor o en esta… Hay que seguir levantando nuestra voz, pero sí tenemos que empezar a darnos cuenta, también, que a veces nosotras mismas, en nuestros espacios, vamos generando todavía más etiquetas. Porque se la ponemos al niño que obtiene discapacidad o al niño que presenta x condición, situación, enfermedad, autismo, trastorno de déficit y atención, y al final es otra etiqueta. Y necesitamos darnos cuenta de que somos más, mucho que esa etiqueta, mucho más que ese diagnóstico, ese pronóstico de vida. Y lo digo de verdad, en serio, porque es complicado

    vivirlo teniendo este rol, incluso de mamá, maestra, compañera o directora.

    Al final, tenemos que empezar a mirarnos, lo que es de verdad. Entender que todos somos bien diferentes y que, a veces, seguimos generando etiquetas, más etiquetas y más etiquetas.

    N.C.:— Muchas gracias.

    Guadalupe:— Creo que yo quedaría aquí, en este momento. Y la idea es esa, que tenemos que aprender a vivir en las diferencias. Muchas gracias por escucharme.

    N.C.:— Muchas gracias, Guadalupe, por tu intervención. Gabriela.

    Gabriela:— Bueno, ante todo, muchas gracias. Creo que, para construir entre todos una escuela para todos, es empezando así, con conversaciones entre todos. Me parece que esta idea de convocarnos a diferentes actores dentro de esta construcción es sumamente interesante. Creo que es entre todos y en reciprocidades, tanto de derechos como obligaciones, de demandas e intervenciones, y construcciones de esas intervenciones, de derechos y de obligaciones, de deseo y necesidades. La verdad es que yo te lo expresé a través de un mail. Quedé muy conmovida con las voces del conversatorio de los chicos de, de todos. Creo que trajeron la voz del aula.

    Yo soy psicopedagoga y me desempeño en una escuela como psicopedagoga en el nivel inicial. También soy profesora en el profesorado del nivel inicial del instituto Suma. Y también estoy en el Ministerio de Educación, en dos áreas, como asesora e integro equipos técnicos, siempre desde la perspectiva de inclusión. Creo que, en las conversaciones anteriores de familias y alumnos, quedaron identificados bien claros los problemas que, por lo menos, yo fui definiendo y que se comparten plenamente acá. En Argentina, nosotros compartimos estos problemas del aprendizaje logrado, del currículum, de la metodología, de la cantidad de alumnos, de la formación docente, de la administración y del sistema educativo.

    Ahora, recién escuchaban a mis colegas anteriores y decían, «el sistema educativo lo hacemos todo», y eso es cierto. Cada uno, desde el lugar que puede y en la construcción, desde conceptos claros y conceptos bien definidos. En la cuestión de los alumnos, los alumnos logran identificar

    lo mismo. El que nos enseñen, porque lo que se reconoce es que ellos quieren aprender, pero qué dificultades en la forma de enseñar, ¿no? En el poder pensar cómo enseñarles a todos, a todos y a cada uno, porque… si bien está el diseño universal de aprendizaje, que es sumamente interesante en sus principios, eso tampoco sería. Creo que siempre hay también una intervención individual a la que uno tiene que ir.

    Alumnos que decían, «yo aprendo haciendo», y esa es una forma también. Y, también, otra cosa que destacaron los alumnos fue la convivencia. Ese derecho a convivir y a jugar con el otro. Me acuerdo cuando les preguntaba a los chicos cómo se solucionarían esos problemas que ellos identifican. Y muchos dijeron con una simpleza y una claridad inmensa que, en realidad, es ir y hablar con el profesor y decirle que empiece a ver cómo aprende y que hable con sus compañeros para que también los otros ayuden en este proceso de aprender.

    Uno sabe, desde los máximos referentes teóricos, pedagogos o psicólogos, entre ellos, Vygotsky, que los compañeros son los apoyos naturales dentro de un grupo de clase. Y eso es lo que estaban diciendo un poco los chicos. Algo que también identifiqué fue que la Educación Especial no la ven como algo que esté en una discusión, que sé que en España también lo está. Acá, nosotros, en la ley nuestra de educación, la Educación Especial es una modalidad que da respuesta a necesidades específicas. Una respuesta, una modalidad del sistema educativo.

    Después identifiqué lo que es intolerable y que realmente a uno lo conmovió: escuchar a las familias en relatos bastante duros. Y lo que es intolerable y con lo que hay que trabajar es con el maltrato, el hostigamiento, el bullying, la falta de respeto a la discriminación, la vulneración de derechos… Hasta los chicos nombraron el derecho a jugar, y eso creo que, si nos escucha Tonucci, nos pone en un reto que es merecido, ¿no? No, no, no se puede pensar en eso.

    Y después creo que de esto se trata. O sea, uno tiene que seguir pensando en la intervención propia que uno hace y lo que ha logrado en pasar, en lo que es la integración, con una perspectiva inclusiva y que eso, también, se escuchó en una mamá. Bueno, no sé cómo nombrarlo: integración, inclusión. Porque me parece que todavía hay confusión.

    N.C.:— Vamos cerrando, Gabriela.

    Gabriela:— Sí, para cerrar es… lo que conmovió escuchar a los alumnos y una de las frases que voy a retomar de los alumnos: «los profesores también tienen que escuchar a los alumnos porque los alumnos también tienen para enseñar». Así que, bueno, mil gracias.

    N.C.:— Esa fue fantástica, la verdad [risas].

    Gabriela:— Sí.

    N.C.:— Bueno, muchas gracias, Gabriela. Tiene la palabra Alejandro Pérez.

    Alejandro:— Hola, buen día o buenas tardes, acá de Uruguay. Bueno, yo trabajo en el área de formación docente y lo que yo veo es que, en la currícula, desde que se forma al maestro o al profesor, no hay un contenido curricular, aún, en donde se atienda a la diversidad. Recientemente, hay talleres opcionales. Entonces, en esos talleres opcionales es, dependiendo del grupo, cómo se conforme, si resuelve hacer un taller de inclusión, o no. Hay una falta de preparación profesional que, como ya lo dijeron anteriormente los compañeros.

    Si existe vocación, se indaga sobre el tema y se busca especializarse, pero si la vocación no está, esa atención a la diversidad de la que nosotros tanto hablamos, no existe. Entonces, tiene que haber una gran dosis de empatía por parte del docente para atender a un estudiantado diverso que tenemos cada vez más presente en nuestras aulas. Por otra parte, todos tienen que aprender. No es solamente ir a socializar a la escuela y, nosotros ya lo vimos en los testimonios muy ricos que nos dejaron estos chicos del martes pasado. Es buscar la forma particular, de cada caso, para que ese alumno, ese estudiante, salga más rico desde el punto de que entró a mi clase. De nuevo, ¿cómo logramos eso en cada caso? Cada caso, sin duda, nos va a requerir un elemento de investigación para poder lograr que ese alumno aprenda y apoyar también a la familia, que sin duda nos va a allanar mucho el camino.

    Yo no quiero extenderme mucho más porque, lo que venía escuchando hasta ahora, es en la misma línea en que yo vengo pensando, pero sin duda que necesitamos alumnos felices en las aulas que, también, puedan aportar desde su diversidad y que enriquezcan más esta sociedad. Que sin duda ese alumno va a ser un aporte para el otro que le cuesta un poco menos, no es solamente que se le aporta a él. Tienen mucho para dar. Gracias, Nacho.

    N.C.:— Muchas gracias, Alejandro, por tu comentario. Voy a traer al debate unas palabras. Juan plantea varias ideas [en el chat], que voy a trasladarlas.

    Dice: «Yo creo que hay que trabajar en varias líneas. La primera, la sensibilización profesional, es tomarte en serio a las familias y al alumnado, que nos han mostrado la lucha diaria que afrontan en algunas escuelas con diferentes profesionales. Así que creo que habría que hacer autocrítica y sensibilizarnos y formarnos. En segundo lugar, dice Juan, el modelo educativo debería de dotar de más autonomía para ajustarnos a todo el alumnado. Autonomía tanto al centro como al profesorado, y una flexibilización del currículum. Poco objetivo obligatorio y aumentado según las necesidades del contexto por el profesorado. Tercero, una mejora de recursos humanos. Y cuarto, Diseño Universal de Aprendizaje, incluso la existencia de técnicos dedicados a crear un diseño para todos dentro de los centros educativos, y que permitan adaptarnos a cualquier necesidad.»

    Bueno, estas son las ideas que había trasladado a través del chat Juan. Muy interesantes todas y me permito también traer una pregunta que lanza al chat familias Thelma, por si os puede servir. La pregunta dice: ¿Qué pequeños pasos, que estén en nuestras manos, podremos ir dando para hacer entender la educación como un derecho de todos y todas? Dejo ahí la pregunta por si queréis retomarla cuando vayan surgiendo más palabras.

    Eli tenía la palabra ahora.

    Eli:— Buenos días, doctor Ignacio, no sé si me escuchó.

    N.C.:— Sí, te escucho, te escucho.

    Eli:— Perfecto. Buenos días desde México, me da un gusto enorme poder participar en esta mesa de diálogo que nos invita muchísimo. A mí me han surgido algunos cuestionamientos. El primero es una autocrítica del trabajo que yo promuevo. Yo trabajo en un colegio en México que promueve la inclusión educativa. Es un colegio con características privadas, pero que representa a una asociación civil que se llama Programa Educación para la Vida, la cual ya lleva muchos años de experiencia.

    Varias cosas y un poquito rescatando lo que Begoña, Guadalupe y Gabriela habían dicho anteriormente, se tiene que proponer una metodología para promover una escuela para todos. A lo mejor, no lo sé, estos términos de integración y de inclusión van quedando bajos. Van quedando como esta misma forma de aceptar a otro grupo, pero ¿qué tanto queremos promover una escuela para todos, qué tanto lo hacemos con base a la presencia, al aprendizaje, a la participación del alumnado? ¿Qué tanto lo hacemos basados en una justicia escolar, qué tanto lo hacemos basados en una justicia curricular, qué tanto lo hacemos personalizando realmente al alumnado?

    Y en cuanto al profesorado, una de las estrategias que podrían ser un camino, sería el fortalecimiento de esas bases que se tienen como profesores. Siempre nos van por la misma línea: no tenemos una especialización para poder hacer frente a los retos que se nos presentan. Pero, yo creo que los profesores tienen una característica muy importante. Son fuertes, son críticos, son creativos, tienen una diversidad de alumnos en sus aulas, tienen una diversidad de experiencias. Creo que el fortalecimiento del profesorado, de su vocación, puede favorecer que estos contextos educativos se vuelvan más ricos y llenos de oportunidades para todos.

    Espero que podamos, mediante estos diálogos, retomar más ideas y, sobre todo, no dejar de cuestionarnos y de ser muy reflexivos de lo que proponemos en este andar de la inclusión o en este andar de una escuela para todos. Muchas gracias, doctor.

    N.C.:— Muchas gracias, Eli. Un placer escucharte.

    Eli:— Gracias, doctor.

    N.C.:— María del Mar tiene la palabra.

    María del Mar:— Hola, buenas tardes. Encantada de estar en la

    tercera fase de encuentros [risas]. Voy a intentar ser muy breve. Yo creo que este covid-19 ha puesto a la escuela, lo que entendemos por escuela, patas arriba totalmente, y si no la ha puesto patas arriba, por lo menos sí ha puesto al descubierto todos los déficits sobre los que hemos venido trabajando mucha gente. Podemos hablar de todo, de innovación pedagógica, de ratio, de infinidad de cosas… pero, por no alargarme y por responder a la pregunta a la cuestión que planteaba Nacho, yo creo que para trabajar para que esta escuela sea para toda la ciudadanía, es imposible construirla sin toda la ciudadanía. Y ese es el primer paso, el primer bloque que tenemos que romper de nuestra cabeza.

    Al hilo de lo que están comentando todos mis compañeros y compañeras, que estamos en consonancia, aludo también a lo que decía un alumno el otro día: «es que los maestros se creen que lo saben todo y no nos escuchan». Pues no, no lo sabemos todo. Es más, sabemos muchas cosas, pero otras no y, además,

    esas no se aprenden en la universidad. Esta es otra cuestión, ¿no? Pero luego había una mamá de Argentina que nos encantó a todo el mundo, que se quejaba de que la maestra de su hijo decía: «es que yo no estoy preparada». Pues sí, efectivamente, no estamos preparadas, pero es que las familias que han tenido que hacer frente ahora a esta situación, tampoco estaban preparadas. Ni antes, ni mucho menos ahora. Yo creo que tenemos que pensar, quitarnos el chip de que las personas docentes somos las que lo sabemos todo

    porque hemos estudiado 3-4 años, o hemos hecho los cursos que sean. Tenemos que romper con ese «a mí no me va a decir esta madre cómo tengo que organizar mi clase», «a mí no me va a decir este niño cómo tengo que evaluar».

    Eso hay que romperlo porque, si estamos implicando a las familias en un proceso complejo, sí nos tienen que decir cómo lo tenemos que hacer o, por lo menos, tienen que opinar. Termino con uno de los pasitos que proponía la familia Thelma. Creo que quedan muchísimos y muy grandes, pero uno de ellos es ser antipática, cada uno en su centro, porque aquí estamos todos de acuerdo, pero llegamos al claustro y somos los ‘bichos raros’, en muchas ocasiones. Entonces, tenemos que acostumbrarnos a ser antipáticas y poner encima de la mesa esta realidad. Muchas gracias.

    N.C:— Muchas gracias, me…

    María del Mar:— Perdona si no me he…

    N.C.:— No, ha estado ajustado. Me ha gustado mucho esta última parte porque me provoca mucho. Me provoca que, por una parte, tenemos la necesidad de poder encontrar la empatía en otra gente, pero, a la vez, tú pones el dedo en la llaga en la necesidad de ser antipático en un sistema que realmente está siendo de verdad antipático, tal y como nos enseñaron los niños y las niñas, los jóvenes y la familia.

    N.C.:— Bueno, Rebeca tiene la palabra.

    Rebeca:— Buenas tardes, bueno, yo soy de Venezuela, soy profesora de Educación Especial y trabajo en la Universidad Nacional Abierta de Venezuela, donde se forman profesionales de Educación Especial. Por favor, Norla, llévate al niño para allá, por favor. Este…, mira, Nacho, yo recogí, para ser breve, los 3-4 elementos principales.

    El primero de lo que decían los padres y los niños. La formación de los docentes que manifestaban que no estaban totalmente preparados, por decirlo así. En este sentido, creo que debería generarse una formación de los docentes, donde se incluya, como eje transversal, la diversidad. Y dentro de esta diversidad, por supuesto, la discapacidad. Y que esa formación no solo debe quedar en la formación de pregrado, sino en la formación continua que debe tener ese docente.

    El segundo punto tiene que ver con que las familias se ven muy agobiadas con la situación, con las circunstancias en las que viven cada una de las personas con discapacidad. Entonces, en ese sentido, yo creo que nuestra formación continua debe ser un trabajo de cooperación conjunta: docente, familia, comunidad. O sea, no podemos trabajar aislados y con esto ratifico todo lo que han dicho nuestros compañeros desde que iniciamos. El otro punto es esa cooperación, que lo rescato también de lo que decía uno de los padres la semana pasada. Decía que los docentes de aula regular, lo llamamos así nosotros, estaban familiarizados, pero no tan sensibilizados, algo así, y que los de especial, los docentes de educación especial, estamos más sensibilizados. Entonces, debe haber todo lo que es esa cooperación docente, de aula regular y docente, aula especialista, no desde el punto de vista de que el docente de especial es el que más sabe o no, sino de manera conjunta. Y para mí es fundamental trabajar desde esa relación con los padres y la comunidad, desde

    el punto de vista de la formación. Nosotros nos apuntamos ahorita a todo lo que es el diseño curricular en la carrera, y cuesta, porque muchos de los docentes de aula regular dicen: «yo no tengo por qué saber de especial».

    Entonces, es importante llegar a esa concepción. Y algo muy importante, que lo aplico para nuestro país, es de lo que hablaban los compañeros, la vocación. Muchos tenemos vocación al máximo, pero, por ejemplo, en nuestro país, Venezuela, debido a las condiciones en las que se encuentran actualmente los docentes, a veces, por mucha vocación que tengas, te desanimas.

    Bueno, con esto cierro. Muchas felicidades por esta actividad, de verdad, gracias.

    N.C.:— Muchas gracias, Rebeca. Margarita.

    Margarita:— Buenas tardes, Nacho, y a todas las personas que estáis escuchándonos. Nada, voy a ser breve, quiero comentar mi experiencia en el ámbito educativo como jefa de Departamento Orientación, es decir, como orientadora educativa en las redes de centros de Infantil y Primaria.

    He podido comprobar, en primera persona, la falta de respeto, de tratamiento, de cara a la diversidad. Bueno, digo esto porque… después de hacer un recorrido por todos los centros de Educación Infantil y Primaria, he podido ver lo que ocurre en nuestro actual sistema educativo.

    Por un lado, me atrevo, de forma humilde, a comentaros que el propio sistema educativo sí responde al grupo mayoritario, pero dejando a determinados alumnos, a ciertos colectivos en riesgo de exclusión, a los márgenes del propio sistema. Y esto es un punto que debe preocuparnos, porque estamos hablando de una escuela para todos, de una educación inclusiva y tenemos que, también profesionales e investigadores, en este caso, recapitular y saber qué significa, qué entendemos por escuelas inclusivas. Cuando a mí se me pregunta qué entiendo por escuelas inclusivas, evidentemente, hablo de una escuela para todos. Una escuela abierta que fortalezca los lazos y, en este caso, todos los alumnos puedan ser y estar. Todos. ¿Qué quiere decir esto? Donde todos los alumnos puedan expresarse con total libertad. Escuelas inclusivas, democráticas.

    Entonces, nos hallamos en un momento actual de inercia colectiva, es lo que yo he podido comprobar desde el Departamento de Orientación. Porque yo veía que lo que yo hacía mismamente con mis compañeros, pues no era suficiente para que llegara a todo el alumnado. Buscaba dar esa respuesta educativa a todo el alumnado y una de las guías buscaba en otros modelos educativos para que fuera una escuela que respondiera a la diversidad. Que diera esa respuesta a las capacidades, a las motivaciones. Porque veía que el modelo actual no respondía, dejaba relegado a los márgenes del propio sistema a determinados colectivos. Y cuando hablo de colectivos en riesgo de exclusión, me refiero a alumnado con discapacidad, con deficiencia, pero en este grupo, Nacho, también entrarían los alumnos con altas capacidades, como bien tú sabes.

    Alumnos con un coeficiente intelectual superior a la media y que, sin embargo, el sistema educativo no llega a darles la respuesta de los recursos. A veces son un pretexto para dejarlos fuera. Entonces, creo que estamos en un momento muy bueno, en un punto de inflexión, donde se sigue viendo la diferencia, evidentemente, como una barrera y no como un valor. Y necesitamos entre todos un compromiso real.

    Quiero decir esto porque hablamos de inclusión y se habla de inclusión en diferentes ámbitos de la sociedad. Concretamente, en el ámbito educativo he oído discursos muy ornamentados, con muy bonitas palabras, pero no veo a profesionales que se responsabilicen, ni que piensen y reflexionen. Tenemos que crear espacios de diálogo, de participación, escuchando, por supuesto, la voz del alumnado, ya que son los principales protagonistas de nuestros centros educativos y son los alumnos los principales protagonistas del centro que, al final, quedan relegados también. No se les escucha, no les escuchamos, no les prestamos la atención que ellos necesitan.

    De hecho, aprovecho, bueno, a contaros una pequeñita cosa. En mi tesis doctoral, que está en curso, le doy la voz a estos colectivos en riesgo de exclusión. La muestra la realizo a través de una metodología cualitativa de entrevistas biográficas. Entrevisté a los alumnos y una de las principales barreras que he analizado, aparte de las que se ha dicho ahora mismo, que han comentado las familias, es esa falta de formación, actualización y compromiso de los profesionales. Pero no quiero que recaiga solo en los profesionales, porque esto es un compromiso de todos: de familias, de profesorado, del propio alumnado.

    Como hemos visto en las anteriores charlas que hemos tenido, el alumnado es consciente de todo lo que ocurre en la escuela: de esas voces silenciadas, de esas voces escuchadas, de esos alumnos populares o de esos alumnos que quedan en los márgenes del propio sistema. Entonces, ya para finalizar, tenemos que repensar nuestra educación: ¿qué dirección tienen que tomar nuestros centros; qué políticas socioeducativas están instauradas y dejan al margen a determinados alumnos; qué prácticas educativas estamos realizando, sí, nuestras prácticas son valores inclusivos?

    Tenemos, de una forma reflexiva y de introspección, que pensar el tipo de valores, si son excluyentes o inclusivos, porque creo que estamos un sistema educativo en el que se habla de la inclusión, y los alumnos con NEAE, con necesidades de apoyo educativo sí están escolarizados, pero realmente sigo viendo, por parte determinados profesionales, prácticas educativas con valores excluyentes. Y no es lo mismo, como decía Tony Booth, en su guía «Índice por inclusión». «Hablar de apariencia es hablar de belleza en sentido armónico». Valor inclusivo, la belleza, en sentido de armonía, la coherencia. Esa coherencia de la estructura dentro de la organización de los centros, que me sirva como metáfora.

    Entonces, tenemos que diseñar y planificar, para un futuro, qué tipo de escuela queremos para nuestros hijos e hijas. Queremos una escuela donde todos los niños puedan ser o estar, creando espacios de diálogo y de reflexión. Me recuerda a lo que he leído de Selwyn en las escuelas: crear espacios, comunidades de aprendizaje con metodologías cooperativas. Que no sean los apoyos un pretexto para, en este caso, determinar qué alumnos entran y qué alumnos quedan fuera de la escuela.

    Entonces, nada. Ya, para finalizar, Nacho, pues tenemos un poco que repensar, todos juntos, toda la comunidad, y crear un modelo de sociedad más cohesionado. Estas desigualdades que, cada vez, van más crecientes, son un poco el reflejo de nuestra educación, de lo que está ocurriendo totalmente en nuestra sociedad.

    N.C.:— Muchas gracias, Margarita.

    Margarita:— Nada, gracias a ti, Nacho, y a todos.

    N.C.:— Ana Roble tiene la palabra. Ana, ¿estás por ahí?

    Ana:— Sí, Hola, ¿qué tal? Disculpadme. Bueno, me perdí la anterior, pero la escuché, la veré posteriormente. Vi a los chicos y la verdad es que me emocionó muchísimo. Comentaros que, para mí, es muy complicado separar mi parte de madre de mi parte profesional. No, no puedo. Entonces…

    N.C:— No tienes que hacerlo.

    Ana:— No tengo que hacerlo [risas]. No me vayas a poner en ese compromiso. El hecho es que cuando pienso en todo lo que hago a un nivel y a otro, digamos, que no sé, no sé separarlo.

    Me preguntaba el otro día una madre, pedagoga, que está un poco hasta arriba de confinamiento, como muchos de nosotros, que cómo lo haría yo con su hija. Me dijo: «A mi hija le mandan un montón de deberes desde el cole y en casa, a mí me pone muy nerviosa, porque ella solo quiere estar trabajando con abalorios. Haciendo cositas de abalorios.» Y yo me reía y le pregunté cuál era el problema. Entonces ella me dijo que tenía que hacer los deberes y yo le dije que los deberes no son el castigo y los abalorios, la recompensa. «¿Qué es lo que más le gusta hacer a tu hija? Esto, y por qué no trabaja desde ahí. Seguro que, trabajando desde ahí, con los abalorios encima de la mesa, se pueden trabajar otras cosas». Con esto quiero decir que, en mi faceta profesional, yo intento que las cosas sean de esta forma, es decir, nunca, nunca, nunca le he enseñado nada a nadie, a ningún alumno, si no es desde sus inquietudes y sus intereses. El alumno que se aburre, deja de aprender, sencillamente. Y yo creo que esto lo he aplicado a todos los niveles.

    Es decir, yo trabajo en un museo y llevo un programa de talleres inclusivos. No me gusta llamarlos así, me gusta trabajar por la convivencia. En realidad, son talleres donde tiene cabida todo y es para todos. Es decir, yo creo que la escuela ha estado un poco al margen de lo que es el entorno, la proximidad, la comunidad y aquí, dentro del entorno, entra la cultura. Ajena a todo lo que es el entorno cultural. Y no puede ser, no puede seguir estando así. En la educación no formal hay mucho que aprender.

    Rescato por ahí… antes he estado tomando algunas notas… Rescato el tema del derecho a jugar, a divertirse. El aprender haciendo, el derecho a convivir. Rescato también el tema de la flexibilización del currículum, de los pocos objetivos obligatorios. Todo esto está ya en la educación no formal, de una forma o de otra. Cuando los alumnos vienen al museo a hacer los talleres, vienen a disfrutar, a divertirse y aprender, y no vienen a que yo les exija que me demuestren todo lo que han aprendido y cómo lo han aprendido. Para mí es suficiente que los chavales pregunten y se inquieten. Un alumno pregunta cuando está motivado. No te va a preguntar nada, ni te va a poner en cuestión

    nada, cuando está ignorando lo que le estás contando.

    Entonces, creo que tendríamos que aprender a trabajar desde ahí. Creo que la escuela no puede estar al margen de la comunidad, al margen de la cultura y la cultura, tampoco, al margen de la escuela. Es decir, cualquier institución pública se debe a sus estudiantes, se debe a sus ciudadanos y no puede discriminar. No puede abrir las puertas de su institución con proyectos que no son inclusivos, que no son para todos.

    Y, bueno, solamente quería portar este pequeño granito de arena.

    N.C.:— Muy bien, muy interesante, Ana. Yo pensaba que, claro, ahí se presenta la dificultad de cómo hacer para encajar esa forma de trabajo y ese trabajo tan claramente educativo que hemos llamado educación no formal. ¿Cómo podemos hacer encajar eso con las propuestas pedagógicas que hay ahora mismo en las escuelas y con el diseño curricular que hay en las escuelas? Ahí es donde está el trabajo y, probablemente, habrá algo que tendremos que desarrollar ahí, que podríamos promover: ¿cómo hacer que encaje?

    Ana:— Sin duda.

    N.C:— Bueno, muy, muy interesante.

    Ana:— Muchas gracias.

    N.C.:— María José tiene la palabra.

    María José:— Hola. Buenas tardes. Yo soy María José y trabajo y trabajo como orientadora. Bueno, pues quisiera retomar algunas ideas que ya han salido de la escucha. Igual que decía Guadalupe, para mí eso sería fundamental en la escuela si queremos que sea para toda la ciudadanía: hay que escuchar. Hay que dar unos espacios para que puedan hablar, para que puedan opinar, tanto el alumnado como las familias. Y, bueno, pensando qué haría falta para que eso pudiera darse, y no se den esas prácticas discriminatorias, que también se han dicho, y no tengamos el dolor que nos ha causado el escuchar a las familias o al alumnado por esas discriminaciones tan brutales. Una de las palabras que a mí me venía es la de respeto. Respeto respecto a cómo vemos a la persona.

    También se ha dicho, no sé quién, la autocrítica y mirarnos. El mirarnos. Yo, por lo menos, cada día me doy cuenta de mis propias prácticas y de mi propia mirada, que no es la adecuada. O me doy cuenta de que estoy cayendo en algo, que… Por ejemplo, ayer hablaba con un tutor para un informe que estoy haciendo de un niño que se va al instituto. ¿Y qué objetivo tiene ese informe? Que lo conozcan en el instituto. Y, claro, al hablar con él, me hago consciente de eso. ¿Qué sentido tiene? O sea, ¿qué sentido tiene si yo no estoy haciendo eso con el resto del alumnado, por qué sí lo tengo que hacer con esta persona?

    Aunque yo intente hacerlo de la manera más… no sé, de la mirada más positiva que pueda poner, llega un informe y eso dice algo en el colegio. Entonces, no sé, por ejemplo, lo que decía Lara el otro día, ver a la persona perfecta como es. Yo creo que, cuando hacemos una evaluación psicopedagógica, estamos esperando a un alumno o alumna que no es la que tenemos delante y, por tanto, le estamos faltando al respeto a esa persona. O, todavía peor, estamos buscando a ese niño fallido porque para eso estamos pasando la evaluación. Un niño fallido, que dice Carmen Saavedra, ¿no? O sea, ¿cómo podemos ver a una persona fallida, en vez de ver a esa persona? En vez de respetar cómo es su aprendizaje, cómo es su forma de andar, su forma de ser, su forma de hablar o… o cualquier otra característica que el alumno o la alumna tenga.

    Entonces, yo, lo que veo es que hay una serie de palabras que han caído en, no

    sé si en una desvirtuación: la diversidad, el cambio de mirada, incluso la inclusión. A mí me resulta muy cansino, lo siento, estar hablando en esos términos porque creo que no dicen nada, O sea, que yo, cuando otra persona lo está diciendo, y yo creía que estamos en una misma sintonía, me doy cuenta de que no, que yo no sé qué significa la inclusión para ti. Sí, lo único que significa igual para todo el mundo es exclusión, porque no hablaríamos de incluir si previamente no hemos excluido, ¿no?

    Entonces, la formación yo veo que va muy encaminada a una formación técnica como profesionales, o a una formación de conocer otra metodología tal. Que yo creo que está muy bien eso, pero, para mí, falta… Por ejemplo, Claudio Naranjo también lo decía. Que falta esa parte de mirarnos, de darnos cuenta de qué estamos haciendo. O sea, cómo nos estamos tratando. Que en una profesión donde trabajamos con personas, y trabajamos con personas que se están formando, que están creciendo como personas, hay muchas cosas que debemos mirarnos y que debemos ser autocríticos.

    Entonces, no sé, creo que el limpiar la mirada o el profundo respeto del que tú

    has hablado en ocasiones. El profundo respeto al ser humano, creo que nos llevaría a…, no sé, a ver a la persona y no ver otra cosa que nos hemos inventado.

    Otro término que yo creo que deberíamos descartar en la escuela, y a lo mejor parece muy radical, es el término de necesidades educativas especiales, igual que la evaluación psicopedagógica, aunque es una parte de lo que nosotros estamos haciendo. Y ver esa formación, no sé, personal, como personas humanas o como le queramos llamar. Y para tener una escuela, digamos, limpia, en la que no haya caminos trazados de antemano para nadie que venga ya con un informe, con dictamen… Y, de hecho, si escuchamos, las familias lo dicen.

    A mí me ha dicho una madre: «no están hablando de mi hijo, no, no me están hablando de mi hijo» o “ese informe no me dice nada de mi hijo”, porque no escuchamos lo que tengan que aportar las familias o lo que tengan que aportar las madres, y las tachamos un poco de locas.

    No sé, no me enrollo más. Yo creo que haría falta esa parte de humanizar la escuela.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias a María José. Me preguntaba que cada vez que, o pensaba más bien, que cada vez que eliminamos un término sale otro. Cada vez que sale uno, cada vez que queremos eliminar un contexto porque es horroroso, inventamos otro que viene a sustituirlo y que, prácticamente, significa lo mismo.

    María José:— No, no digo que yo no lo sustituiría por otro.

    N.C.:— Ya, ya. Te he entendido.

    María José:— O sea, es eliminarlo y ya está. [risas]

    María José:— Muchas gracias, María José. Tiene la palabra Raúl.

    Raúl:— Bueno, muy, muy interesante lo de cambiar la mirada para mirarnos a nosotros mismos, que recordaba María José. Yo creo que nosotros también estamos acostumbrados, sin pensar, a dónde colocar nuestra mirada y, automáticamente, de forma natural, miramos a lo diferente, miramos a lo que se mueve y caemos en lo que llamo ocultar mostrando: «mírame a este niño», para que, mientras te fijas en él, dejes de ver lo que no te quiero mostrar porque siento miedo, porque creo que no sé, que no puedo. Lo que no quiero mostrar son las dificultades que hay para que mi aula sea inclusiva, para que mi aula sea alegre, que sea viva y no un aula muerta. Entonces, si cambiamos esa mirada, y no miro lo que se espera que yo mire, ahí entró en lo disruptivo. Y dentro de la orientación tienes que ser capaz de aguantar ese no cumplir con lo que se espera que, habitualmente, tengas que cumplir, porque si no nada cambia.

    Si todos hacemos lo que hasta ahora se espera, nada cambia. Entonces, esa esa disrupción, que en un principio puede ser dolorosa para uno. Descubres, al final, que en realidad todo el profesorado desea ser disruptivo, porque en una escuela que no está viva, no es verdad que la gente esté bien. Ni está bien el alumnado donde, donde los chicos y chicas no están bien, y el profesorado tampoco está bien. Hay miedo a cambiar, pero no está bien. Entonces, dentro de eso, de lo que no se espera, a mí me parece, al menos en la escuela pública, que yo digo, si se llama pública es porque es del pueblo, por qué no participa el pueblo. Es decir, la participación de la comunidad es lo que puede hacer cambiar la escuela tal y conforme está. No podemos incluir desde una escuela segregada, aislada de su propia comunidad. Estoy hablando de comunidades, de cómo se trabaja en comunidades de aprendizaje. Si dejamos entrar a estudiantes, voluntariados, familias… a entrar en el aula, se nos multiplican las posibilidades de actuación y se multiplica la calidad de la relación familias-profesorado, donde ya no son antagónicos; sino donde se suma. Se suma porque se participa activamente en todos los órdenes, no teóricamente desde el Consejo Escolar, sino de verdad y democráticamente.

    Y eso cambia totalmente la calidad de la participación.

    Luego, claro, a nivel personal, cuando hablaba de lo disruptivo, tarde o temprano, se nos plantea un dilema. ¿Qué hago, me adapto a lo que se espera de mí o hago cumplir los derechos humanos? Estoy hablando casi, casi de objeción de conciencia, porque, claro, es muy duro decir, si eres consciente de ello: «bueno, vale, voy a hacer, voy a hacer un poquito, voy a colaborar un poco, con que haya un poquito de derechos humanos aquí…”. O sea, si nos ponemos serios, nos ponemos serios, y me parece que cuando abrimos un debate serio, todos escuchamos diciendo: «ahí va, esto va en serio, aquí puede surgir otra cosa”.

    Y después, y, por último, ya termino, respecto a «no se da la situación, todavía no es favorable para que yo introduzca cambios, todavía me obligan a segregar alumnado». No es verdad, en realidad somos muchísimo más libres de lo que nos creemos y podemos hacer muchísimas más cosas desde la orientación.

    Puede haber un montón de modalidades de escolarización, pero siempre te dicen: «si la general no es posible, entonces, pásese a otra cosa”. Vamos a ver, si yo veo que la general sí es posible en muchos centros, claro que es posible en esta aula, también. Por lo tanto, yo no voy a recomendar otra cosa, sino que voy a ayudar a trabajar para que sí sea posible en esa aula en concreto. A trabajar, no solo en cambios metodológicos; sino, también, en lo que pasa a nivel persona que nos está dificultando hacer ese cambio. Creemos que no sabemos cuando, en realidad, los que lo están haciendo, no son ni más ni menos, ni saben más ni menos.

    Bueno, lo dejo aquí, muchas gracias.

    N.C.:— Bueno, es muy interesante, Raúl, como siempre. Traigo un par de preguntas. Una la hace Sandra en el chat, dice: «¿Por qué creéis que estas reivindicaciones no trascienden al debate político y social?» Y Carmen Moreno, otra madre, dice: «¿Cuál es el sentido de nuestro trabajo? Bueno, he dicho otra madre, pero también es una profesional. ¿Cuál es el sentido de nuestro trabajo? Bueno, quedan ahí esas preguntas. Tiene la palabra alguien cuyo perfil es ‘Cátedra Pedagogía’.

    Patricia:— Perdón, no cambié el nombre. Soy Patricia. ¿Qué tal? Bien, yo tomé algunas notas, pero quiero decir que, en la parte de los alumnos, fue por demás movilizadora. Siempre por mi trabajo escuché a las madres. Soy docente jubilada en nivel inicial y siempre escuché a las madres las mismas palabras, pero escuchar a los alumnos fue muy movilizador y creo que, juntando todas las ideas que ellos propusieron, sería más o menos como un programa de didáctica.

    Creo que hay muchísimas cosas que ellos plantean, a las que la didáctica daría muchísimas respuestas, atravesadas con la idea de diversidad. Creo que, si tuviera que dar didáctica, arrancaría por ahí. Del grupo de madres, lo que rescato es cuando hablaban del profesorado, y acá quiero ir un poquito más allá y es, más o menos, la pregunta que se hace de por qué estas cuestiones no pasan a las políticas sociales. Creo que hay una mirada muy médica, desde un paradigma muy médico en la sociedad. Creo que es una sociedad normalizadora, como acá en Argentina. Es una sociedad normalizadora sobre la discapacidad. Es muy poco visible desde los trabajos a donde uno va a una oficina, es rarísimo que te atienda alguien con discapacidad, es rarísimo que en un programa de televisión haya alguien con discapacidad, fuera de este rol. Creo que hay una cuestión social frente a la discapacidad, frente a esa normalidad, que no se nos presenta como tal.

    Fui directora de Jardín de Infante, como contaba la compañera de México. Las maestras me han dicho que, realmente, ellas no se sentían preparadas, ni profesional ni personalmente, para atender a ahí a una alumna. Me acuerdo, particularmente, una alumna que vino en silla de ruedas. Creo que hay algo desde lo personal y lo actitudinal, que tiene que ver con las discapacidades y la mirada hacia lo no normal de la discapacidad. Así, yo creo que lo vemos.

    En cuanto al profesorado, por lo menos acá en Argentina, el profesorado que va por el lado de común es separado a los que estudian la Educación Especial. Yo creo que estas dos cosas tendrían que estar juntas o, por lo menos, conectadas de alguna manera en algún momento de la carrera, porque creo que ahí es donde está el quiebre. En muchas carreras docentes no hay algo que atraviese con la diversidad. Puede llegar a hacer algún taller, algún encuentro voluntario del profesorado. O sea, acá le decimos ‘profesorado’ al lugar donde van a estudiar para docente. Ahí hay algo que no está junto, va por caminos paralelos. Me parece que debería haber muchísima más articulación, en ese sentido, porque tiene que ver con esto de la voluntad.

    A veces los docentes, por movilidad, se hacen cargo de las actuaciones que tienen que ver con la inclusión. Yo tengo muchísimas experiencias excelentes, y muchísimas experiencias no tan buenas, donde un docente, a pesar de no

    sentirse preparado, se prepara de alguna manera, para atender a ese alumno. Considero que la escuela tiene que tener muchísima más relación con lo que acompaña a ese alumno, tanto con sus padres, que son los que realmente lo conocen, como todos los profesionales que a veces atienden a ese alumno.

    A veces hay terapistas, hay psicólogos y psicopedagogos que pueden dar muchísima ayuda en ese sentido para la mayoría de la situación y de la mejor forma. Y me quedo con una pregunta que hacía, creo, Marcos, en el grupo de los alumnos: «¿Qué se puede hacer para que no haya niños solos?» Y Jorge pregunta ahora, se supone que en una clase la gente está junta y no separados, cuando ellos hablaban de que estaban separados en los grupos. Marcos decía verlos como a los demás. Creo que todo lo que dijeron los chicos es para analizar profundamente, desde muchísimas disciplinas. Del arte, la pedagogía, la inclusión, la teoría del aprendizaje, pero hay que tener una mirada más abarcativa y menos, como decía una de las compañeras, «de etiquetas».

    Creo que las etiquetas ahí marcan muchísimo un camino, que lo determinan, que lo prefijan y allá van, no hay otro camino por el que se pueda mover esa etiqueta. Creo que verlo como un alumno más, un alumno del conjunto, ir descubriendo de a poco cuáles son las formas en que aprende, cuáles son sus gustos… Creo que sería una de las cuestiones necesarias e imprescindibles.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias. Sí.

    Patricia:— Y una última cosita. Creo que el profesorado también tendría que dar un lugar al docente reflexivo. A ese docente que, aunque no sabe qué tiene que hacer en algún momento dado, pueda tener una práctica reflexiva sobre su propia práctica y, desde ahí, encarar estas cuestiones como otras, pero particularmente en esta que estamos conversando.

    Nada más, gracias.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias. Tiene la palabra Caterina.

    Caterina:— Hola, los saludo desde Perú. Yo quería traer aquí tres ideas a partir de una conversación de un padre de familia que me hizo repensar mucho. Acá las comparto con ustedes. Un padre mencionaba que dependemos de la suerte o voluntad de contar con un buen profesional que enseña a nuestros hijos y, ahí, como que se vinieron muchas nuevas ideas. Una de ellas es que, lo hemos conversado durante este diálogo, la educación no es un favor, no, es un derecho. Pero se necesita crear esos espacios de reflexión para cuestionar cómo la escuela ha venido funcionando.

    Luego, también pensaba en que muchos profesionales puedan tener una experiencia escasa de tener una relación con personas con discapacidad. De repente, la formación también ha sido muy pobre, ¿no? Un solo curso de Educación Inclusiva en la malla curricular no es suficiente para ser un docente que realmente cree en inclusión. Pero también creo que es importante, y eso lo menciono porque recuerdo a una madre en una conferencia que nos decía que creía que la educación inclusiva es un espejo en el que nadie se quiere ver, porque finalmente nadie se quiere reconocer distinto, pero también es muy igual al otro porque podemos tener los mismos sentimientos, ¿no? Yo creería

    que muchos de nosotros, quizás, y muchas personas que trabajan en escuelas, pueden tener muchos miedos, prejuicios, frustraciones y creencias asociadas a la pena. Si nosotros profesamos en ser empáticos, hay que validar que eso puede suceder, ¿no? Eso puede ser cierto y, finalmente, la inclusión es un proceso del cual se aprende del andar y es totalmente válido que haya miedos y frustraciones.

    Sin embargo, hay una tercera idea, que me parece una de las más importantes: hay que hacerse cargo. Nosotros no somos quienes tenemos que brindar los tips, las fórmulas mágicas para que esto suceda. Es el docente quien tiene que comprometerse con una inclusión para todos los estudiantes. Algo que se me quedaba del diálogo de estudiantes es lo que quieren ellos o lo que buscan. Creo que quieren que confiemos en ellos, que obtienen todo el potencial para poder aprender y son aprendizajes para toda la vida. No solamente en la parte social; sino, también, la parte de qué es lo que buscan, cuáles son sus metas, cuáles son sus sueños.

    Lo segundo es que creo que quieren que los conozcan también. Los estudiantes no quieren que los ignoren, que los dejen solos en el patio, que sean la última carpeta del salón. Y, en definitiva, estamos de acuerdo con que un informe psicopedagógico no te puede estigmatizar y no te puede categorizar. Son las familias y los estudiantes quienes pueden decir qué es lo que buscan, qué es lo que quieren, cómo son, cómo los podemos ayudar. Y no ayudando de la pena, sino ayudar desde la potencialidad de que ellos son autónomos, ellos pueden lograr sus sueños.

    Y, bueno, lo último… En realidad, quisiera decir muchas cosas, pero me gusta también escucharlos a ustedes [risas], es que creo que todos nos tenemos que preguntar: por qué y para qué nuestros estudiantes van a la escuela, qué tanto estamos haciendo para contribuir en que todos sus sueños y sus metas sean posibles y que ellos realmente se sientan capaces de poder lograrlo. Muchísimas gracias.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Caterina. Tiene la palabra Mónica.

    Mónica:— Respondiendo a la pregunta que habían hecho de por qué creemos que los políticos no están atendiendo las necesidades, yo creo que porque realmente están bastante peor que nosotros en nuestra profesión. Tienen muchas más necesidades y creo que se han quedado bastante atrás en muchas cosas. No hay políticas públicas, no hay una mirada de larga duración y, más a nivel educativo, se necesitan miradas a muy larga duración. Entonces, claro, pedir… es como pedir peras al olmo, porque realmente no están en lo que se necesita. Yo entiendo que la persona que se está dedicando a nivel político y se está dedicando, realmente, y es su trabajo, es porque hace un servicio a los demás y eso no está integrado en ellos. Entonces, es muy difícil que realmente estén a la altura. Y, luego, basta ver, por ejemplo, me parece que lo comentaba Marc, que toda la pandemia y todo el confinamiento sacan a la luz muchísimas dificultades, que ya se sabían de antes, lo que dificulta.

    Porque sabemos que hay grupos muy vulnerables, sabemos que hay personas con discapacidad que han salido a la calle y han tenido problemas, sabemos cómo están los mayores en residencias, no es nuevo para nadie. Entonces, ¿quiénes han sido los grandes abandonados? Los niños. Todo se ha hecho de espaldas a los niños. Los niños no han podido salir a la calle, los niños no han podido ir al parque, ir a las zonas verdes. O sea, entonces, claro, realmente se está legislando de espaldas a la infancia. Y, luego, por continuar un poco, para mí, la figura del maestro, el profesor, es un asistente fundamentalmente y es un asistente que, sobre todo, tiene que estar al servicio de los demás, a nivel incondicional, desde la mirada, desde la voz, desde el cuerpo, desde el vínculo, desde la relación y, sobre todo, con mucha presencia. La presencia es lo que realmente el niño capta y eso es lo que hace que todo fluya de otra manera.

    Claro, todo ello implica aceptar, por ejemplo, que los niños tienen diferentes modos, diferentes tiempos de escucha, etcétera, etcétera. Diferentes modos de aprendizaje, diferentes intereses. De ahí, obtenemos que cada niño es un mundo. Entonces, es como decirle al otro que me importa cómo es realmente, cómo es esa persona. Todo eso te genera una vinculación, te genera una relación. Los niños lo decían superclaro el otro día: genera una confianza. Para mí, es fundamental. Si no hay confianza, no hay relación, no hay vínculo, no hay… no hay energía entre nosotros, con lo cual, es que todo carece de sentido. Entonces, el aula carece de sentido.

    A mí me parece fundamental dos cosas. Nuestro trabajo tiene dos puntos muy importantes. El personal, que es un trabajo personal, Raúl lo ha explicado muy bien. Nosotros entendemos que debemos ser un agente de cambio. La gente que realmente está siendo a un agente de cambio es porque personalmente se lo han trabajado a fondo, no son cursos de 20 horas en un centro de profesores. Estamos hablando de formaciones mucho más largas, de un conocimiento personal y de un saber estar con los otros, porque yo me he podido trabajar cuál es mi presencia con respecto a los demás y cómo me siento yo cuando veo que hay un enfrentamiento en el aula o en el patio, por ejemplo, que es donde se están produciendo la gran mayoría de los problemas.

    La segunda vertiente es la comunidad. Lo ha dicho Ana, ojalá todos tuviéramos la posibilidad de estar en el museo mucho más tiempo y de hacer actividades, con personas con las que estamos conviviendo en nuestra comunidad. Todo ese trabajo en comunidad con los artesanos donde estés viviendo. Y si vives en una zona rural, para mí, es maravilloso. Un trabajo en equipo es fundamental. Los equipos no solo son un profesor, somos muchos los que podemos estar en el aula, los que debemos atender a esos niños. Porque yo puedo vincularme con un niño o con dos o con tres, pero siempre habrá alguno con el que, por lo que sea, porque todos somos humanos, no puedo vincularme más y no puedo llegar más.

    Por responder cosas concretas, ¿cuáles son las necesidades? Los niños lo dijeron muy bien el otro día, en escuelas pequeñas. El tamaño importa mucho, para mí, importa muchísimo. Escuelas pequeñas. Hay un libro precioso que habla de que lo pequeño es hermoso, creo que es así, y debemos intentar tender a eso, escuelas pequeñas. El cómo, hay que buscarlo. Es que no podemos, lo decía, Raúl, me parece, quedarnos parados. Luego, si además hay un unitario donde puedan compartir a otros niveles, todavía mucho mejor. No hablo de inclusión, porque doy por hecho que tienen que ser escuelas para todos. O sea, es que esto ya me parece de otra galaxia, y es lo que está pasando.

    Contacto con la naturaleza, importantísimo. Ahora se ha visto la gran necesidad que hay. Bueno, ahora se ve, hace muchos años que se está hablando, pero ahora se ha visto por el confinamiento.

    En relación directa con las familias y con la comunidad del barrio, y luego, se ha comentado muchísimo también, juego y exploración. El juego es exploración, es aprendizaje, es emoción. Entonces, por favor, a los de Secundaria también hay que dejarles jugar. Es importantísimo que jueguen. El juego es lo que nos va a dar el vínculo con el otro, la relación con el otro.

    Y, luego, por supuesto, movimiento, movimiento corporal, movimiento a todos los niveles, porque estamos muy acostumbradas a estar 7 horas en el aula, muchos niños sentados, y eso es… en fin, es que no tengo palabras, no tengo palabras.

    N.C.:— Muchas gracias, Mónica.

    Mónica:— Nacho, ¿puedo añadir solo una cosa? Es que somo dos, pero, claro, estamos juntas…

    N.C.:— Ah, claro, claro. Di tu nombre, por favor.

    Cristina:— Las dos somos maestras. Creo que estos espacios en los que nos juntamos, porque así reflexionamos, son fundamentales. Y yo creo que, actualmente, la situación que acabamos de vivir ha desenmascarado absolutamente la escuela. La realidad es que se está a años luz de entender lo que es un niño y de entendernos como personas. Entonces, creo que la sociedad sigue pensando, como se ha dicho antes, en los adultos y no en los niños. Y fíjate, cuando se nos paró, lo primero que se planteó era seguir desde la videocámara, dando, dando, dando. Ofreciendo el maestro, ofreciendo lo que hay que hacer y lo que se debe, desde un control, con la necesidad de controlar, lo que se está haciendo o se está dejando de hacer. Entonces, yo lo que creo que es fundamental que ser maestro no es una cuestión de voluntad; es una cuestión de ser. De una escucha personal profunda para entender al niño y saber cómo observarle. Y ese cambio de mirada, que ya se ha ido hablando en algunos momentos, está en aprender a poder observar a mi niño para poder entender a los niños dentro del aula. Formarles, y creo que actualmente es una cuestión social, como seres críticos, seres con autonomía y con independencia. Es fundamental que trabajemos en esto. ¿Cómo? Yo añadiría todo lo que ha dicho Mónica. Como lo que estamos haciendo, en espacios donde nos encontremos con los niños, y que abiertamente pueden decirnos todo lo que piensan y todo lo que sienten, pero sin ese ‘coartar’, porque el maestro siempre quiere concluir y decir que su opinión es la más valiosa. No. Todos, todos, y no quiero hacer exclusión a nadie, todos formamos parte de una sociedad de la que tenemos que aprender a ser. Todos. Nada, gracias.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Cristina. Carmen, vamos a ver si lo conseguimos. No se te escucha. Tienes que configurarlo en los tres puntitos de la derecha, abajo. Imagino que lo sabes. Ve a ‘Configuración’ y miras qué micrófono tienes puesto. No. Sigue… sigue probando sin miedo, aunque irrumpa ahora tu voz cuando lo consigas. Otra posibilidad que yo creo que deberías hacer es que, si no lo consigues, reinicies, por lo menos, la aplicación, y si no, el ordenador.

    Venga, ahora te recupero. David tiene la palabra. ¡Uy, madre mía! El tiempo se nos viene encima.

    David:— Vale, aquí estoy. Me presento, soy David. Trabajo como maestro de lo que, en España, se conoce como PT, Pedagogía Terapéutica, un profesor de apoyo para que lo entiendan personas de otros países. Soy el profesor de Jorge, el hijo de Sandra, al que ya conoceréis si habéis visto el primer vídeo.

    La verdad es que, antes de comentar todas las actuaciones que tenía en el Prat, primero quería hablar de qué me llevó a entrar en este foro, porque realmente, en un principio, no pensaba en participar. Lo veía como algo que, bueno, es que yo no estoy dado a participar en foros, a hablar en voz alta, digamos, pero creo que el detonante fue ver el primer vídeo, el vídeo de las familias.

    Y ver cómo todas esas familias, todas esas madres, hablaban con tal crispación de la educación, del sistema educativo. Tenía apuntadas ciertas frases que me parecieron bastante llamativas, como, por ejemplo, la de Inma, que decía que tenemos que empoderarnos, que la escuela no nos va a empoderar. Ese tipo

    de declaraciones que muestran que algo estamos haciendo mal, obviamente, y estamos haciendo muy, muy mal en la educación, como para que dejemos tan de lado a los alumnos. Por eso decidí participar, para decir que no están solas. Que realmente hay gente en educación que aún piensa que debemos ayudar a esta gente, que debemos dar la cara y que tenemos que hacer un cambio desde dentro.

    Hablabais de extirpar de raíz el sistema educativo y cambiarlo de nuevo. Estoy totalmente de acuerdo en ese sentido, porque la atención a la diversidad no se va a responder de esta manera. Vamos a hablar del caso de Jorge, que como caso concreto puede ayudarnos a ilustrar mi manera de entender la educación.

    Cuando conocí a Jorge, a principio de curso, tuvimos una primera reunión para la evaluación y demás, y, claro, acabamos hablando de qué es lo que quería él para la educación, para su educación, para el curso. Si conocéis la historia, venía de un colegio en el que, bueno, pues la inclusión realmente brillaba por

    su ausencia y, claro, él acabó diciéndome, básicamente, que lo que quería era libertad y autonomía. Al final es lo que piden todos los niños. Autonomía, el sentirse que, aunque sean niños, pueden tomar decisiones. Y creo que esa es la clave, entender que pueden tomar sus decisiones de futuro ya siendo niños pequeños. En ese sentido, creo que es un acto de valentía de los profesores llegar a ese tipo de decisiones para la educación de sus alumnos. Creo que el lema de este foro era el de «Entre querer y poder».

    Bueno, yo creo que está ahí, debes poder, la valentía del profesor es lo que

    va a determinar el que se cambie realmente el sistema educativo. La valentía de los profesores, la de todos realmente. Tenemos que colaborar todos para cambiar este sistema y llevarlo a algo que realmente ayude a todos los demás.

    Después, tenía un par de cositas que comentaros, pero sobre la situación del coronavirus, desde el plano educativo o desde lo que estoy viendo en cuanto a lo que provocó en la metodología educativa. Yo, por ejemplo, ya era bastante seguidor de las tecnologías, era bastante tecnócrata en ese sentido, y ahora se están descubriendo como un método de inclusión, pues están permitiendo que alumnos que no tenían manera de interactuar en clase, puedan hacerlo.

    En el caso de Jorge, por ejemplo, el hecho de tener un ordenador o una tablet le facilita muchísimo la metodología de clase, el poder completar las actividades, el poder ponerse alarmas para las actividades. Creo que es una de las claves de la nueva educación. Por eso lo quería destacar en este momento. Luego, la capacidad de los profesores para adaptarse, que es algo que me parece que ya se habló en este foro durante varias ocasiones, perdón si me extiendo e intentaré ser breve. La capacidad para adaptarse a las situaciones concretas y lo que tienes en el aula, que, al final, no son 24 niños que puedas cambiar por otros 24 niños, y va a ser exactamente la clase igual, no. Tienes que ver que cada uno de ellos es diferente, independientemente de que tenga necesidades especiales o una situación, eso. Tiene que verlo y valorarlo

    cada profesor, y saber responder. Esa es una de las claves de un buen profesor.

    Luego, en cuanto al cambio del sistema educativo, la clave es eso, hacerlo más democrático y más transparente, porque se hablaba mucho de la evaluación que tiene que haber en el sistema educativo. La evaluación no solo es que el alumno, obviamente, saque un 5 o un 10, no; también es la evaluación de los profesores, también tenemos que sacar 10 los profesores y la administración educativa, en general. Por eso, es ahí donde quería incidir como motor de cambio de esa nueva educación.

    Y, bueno, nada, eso sería lo que quería comentaros. Encantado de compartir espacio con tan buenos profesionales, con tan buenas ideas y un saludo enorme a todos. Esperemos que esto que queremos conseguir entre todos, se acabe consiguiendo. Confío en que sí.

    N.C.:— Muchas gracias, David. También es un placer escucharte a ti. Vamos con Inma.

    Inma:— Hola, buenas tardes. Bueno, aprovecho, coincidiendo mi intervención después de David, para darle las gracias porque me ha mencionado y me ha gustado mucho su intervención y lo que ha dicho. Quiero empezar nombrando a Marcos que, como director de su colegio, el otro día, para solucionar el problema de su hermana, dijo que tenía que hacerlo el profesor. Y luego, a Leo, que dijo que había que enseñarlo desde pequeños.

    Yo soy educadora infantil de primer ciclo. Somos el primer escalón del sistema o, más bien, el último, porque somos los que peor consideración tenemos, y creo que es donde empezamos, con la semillita. Hay niños en el sistema educativo desde las 16 semanas. O sea, tenemos una generación de niños que entran en el sistema educativo desde muy pronto y, sin embargo, lo que menos quieren es estar en él. Voy a continuar con lo de Marcos y Leo. Entonces, en infantil, nuestra metodología es el juego. Con el juego los niños aprenden muchas cosas y también se atienden necesidades.

    Los niños en Infantil están en distintos estadios de desarrollo, por lo tanto, hay

    muchas necesidades diferentes que atender. Hay niños que se comunican y otros no. Verbalmente, me refiero, porque comunicarse, se comunican todos. Entonces, como educadora de infantil, desarrollamos en el aula una metodología donde todos los niños están incluidos y todas las necesidades se atienden. Yo creo que Leo dio en la clave, se enseña desde pequeños, ¿pero qué ocurre? Que llega un momento en el sistema educativo donde esto se abandona. Es de niños chicos y no se puede hacer, pero no es así.

    Creo que estoy de acuerdo con Mónica en que hay que jugar, porque hay que hacer planteamientos con experiencias. Yo, por ejemplo, leí un libro que me marcó mucho, «El adulto frente al niño”. Es un libro de experiencias que yo, creo, que es superimportante. Las experiencias que, bueno, no dejan de ser un juego, pero no un juego como se quiere entender básicamente.

    También hay otra cosa que me gustaría decir, y es que en Infantil hacemos una asamblea, que es muy importante, una manera de recibir a los alumnos. Los alumnos se expresan, como decía Manuel. El alumno tiene que hablar; Manuel tenía mucha razón. Y nosotros, a niños muy pequeños, les damos la palabra. Muchos, como digo, no hablan verbalmente, pero en las asambleas está todo dispuesto con imágenes que les permiten expresarse. ¿Por qué, cuando llegan a otras etapas, esto es un nulo total? No lo entiendo, cuando eso se podría continuar. Perder media hora al día de la jornada en recibir o despedir a todo alumno, no quita tiempo. Creo que en las aulas de Primaria desaparecen rincones, desaparecen. Yo no digo que tengan rincones de juego, pero podemos hacer con cosas de conceptos o de normas de clase o de convivencia, hacer rincones donde los niños refuercen ciertas cosas.

    Entonces, estoy de acuerdo con Marcos y estoy de acuerdo con Leo, lo que pasa es que no sé por qué esto se abandona. Y creo que el primer ciclo, desde aquí lo voy a reivindicar, de Educación Infantil, es muy importante y creo que debería estar más incluido y no tan excluido.

    Coincido con Guadalupe y, creo que era directora, y con las dos maestras de Jardín de Infancia. Ellas hablan de que se relacionan mucho con las familias, sí.

    Es que, en el primer ciclo, como no estemos con la familia… Pero es que en el primer ciclo de Infantil, en segundo, en Primaria, en Secundaria. En todo. La familia tiene que estar en todo porque yo, para poder desarrollar lo que yo quiero en el aula, necesito saber de esos niños. Necesito saber si han dormido bien, necesito saber si están comiendo mal, porque todo eso me va a impedir desarrollar mi práctica, mi metodología. Entonces, si yo con 20 niños de 2-3 años soy capaz, ¿por qué no se puede en Primaria? En secundaria que hay adolescentes que dicen que se reprograman. La adolescencia se reprograma un poco para volver a asentar los pilares de la infancia, cosas que se han quedado sin resolver, porque la Secundaria trata al adolescente… [risas] No sé, lo tiene bloqueado. Entonces, las cosas que no se resolvieron bien, se anquilosan y no se resuelven nada, cero.

    Quiero también destacar que me gusta mucho el poema de la oreja verde, ese del señor maduro con oreja verde. Quiero que, por favor, todos los profesores tengan una oreja verde. Al final, todos lo están diciendo: hay que escuchar, hay que escuchar. He visto en este confinamiento la película de María Montessori, de su vida autobiográfica. Yo soy muy fan de ella y me gustó más todavía. Era médico, estudió medicina. Sin embargo, desarrolló una pedagogía educativa importantísima. Entonces, creo que los profesionales de la educación podemos aplicar el sentido común, podemos aplicar nuestra voluntad de formarnos o de leer, que la lectura es muy importante. Eso nos ayuda a abrir mente y campo de lo que venimos hablando. Y quiero recomendar, para terminar, el libro «El monstruo de colores”, que se trabaja con los niños pequeñitos. Para todos esos profesores que, como ha dicho Caterina, tienen miedo, frustración, prejuicio… Es para niños pequeños, pero sirve para todo el mundo. Muchas gracias.

    N.C:— Muy bien, muchas gracias, Inma. Tiene la palabra educación Teima.

    Teima:— Al final pensé que me quedaba sin turno. Qué difícil sintetizar todo esto que estamos escuchando. Repaso todo lo que dijeron las familias, todo lo que dijeron los alumnos y todo lo que llevo recopilando yo durante todos estos años de experiencia. Trabajo en una entidad de personas con diversidad funcional, en Teima, que está en Ferrol. Y trabajo en la etapa de educación, acompaño a chicos que estén en etapa educativa obligatoria y postobligatoria, pero, también acompaño a los contextos donde ellos se desarrollan, y uno de esos contextos, lógicamente, es, es la escuela. La escuela y la familia.

    Y decía que me resulta muy difícil quedarme con ideas porque creo que las claves se han dado todas. Creo que, si recogemos toda la información que salió el otro día con las familias, recogemos lo que salió con los alumnos, las claves están ahí. Creo que una de las cosas que están pasando es que no nos escuchamos unos a otros. Creo que este foro está sirviendo para eso y creo que es muy necesaria esa parte, porque, al final, parece que cada uno ve el problema en el otro y nunca llegamos a soluciones que realmente sean efectivas y eficaces.

    Yo, por mi experiencia, veo que hay una gran insatisfacción por parte de todas las partes implicadas, por parte de las familias, por parte de los alumnos, por parte de los profes, pero, lo cierto es que, dentro de toda esta insatisfacción, al final, las personas que salen peor paradas siempre son los niños. Veo que las realidades se repiten en todas las partes del mundo y creo que, bueno, mi conclusión es que la escuela debe ser una. Le quitaría todas las etiquetas. Ni tiene que ser ordinaria, ni tiene que ser especial, ni tiene que ser pública, ni privada, sino que una escuela debería de servir para cualquier niño, sea cual sea sus características.

    Me quedo con un comentario de Marcos, que decía el otro día que la escuela para él era muy buena; sin embargo, para su hermana no lo era tanto. Me quedo con la frase de Carmen Saavedra que dice que, si separas en la escuela, separas para la vida entera. Me quedo con tantas frases. Como la que decía el otro día Patricia Viron, que los expulsan a ellos y nos expulsan a nosotros. Es decir, la escuela expulsa cuando tienes un hijo que no encaja en la norma, expulsa hijos, expulsa familias, evalúa, diagnóstica, clasifica… ¿Para qué? Si después no enseña.

    Me quedo con la frase que dijo Mar. Dijo que tenía profesores, pero que en realidad los profesores no le enseñaban. Que no tenía compañeros. ¿Para qué voy a la escuela si no tengo compañeros? ¿Dónde está esa parte social?

    Y me quedo con la frase de «renunciar a los monitores de apoyo», porque no se estaban usando como apoyo, sino como exclusión. Si yo voy a una escuela y necesito un apoyo, y la escuela no me está proporcionando ese apoyo; sin embargo, me proporciona otro que no estoy necesitando, no está funcionando.

    La escuela no puede ser sufrimiento, como salía el otro día también, porque no atiende a necesidades básicas. ¿Por qué una escuela no puede atender necesidades básicas? Es que no somos humanos. Entonces, creo que está también tremendamente deshumanizada. Está completamente descontextualizada, salía el otro día también.

    Los proyectos educativos de centros son de corta y pega, las programaciones de aulas son todos los años las mismas, no tienen en cuenta la realidad que tienen, no consideran al alumnado que tienen. No sé, falta de transparencia también. Muchísima falta de transparencia. No se cuenta la verdad a las familias. Todo está sesgado. Eso hace que tomes decisiones condicionadas porque no tienes toda la información. Falta de expectativas. Utilizan materiales

    de Infantil para niños que, a lo mejor, tienen 18 años. Por favor, que sigan creciendo, que no son niños para siempre. Sin embargo, los materiales están año tras año, tras año, haciendo siempre lo mismo. Eso acaba generando una imagen distorsionada para ellos, porque se acaban viendo como que no son capaces, y, al final, el mensaje que están dando a sus compañeros también es distorsionado, porque los están viendo toda la vida como si fueran pequeños.

    La escuela, generalmente, mira al diagnóstico. Al final, buscamos soluciones para un diagnóstico, sin tener en cuenta a esa persona, ¿no? No sé, seguimos dependiendo de la suerte, decía Paula el otro día, «de profesionales que asumen el reto de coger la clase de mi hijo», pero, ¿por qué podemos tener esa decisión? Es decir, ¿cómo, cómo alguien puede tener la posibilidad de elegir si quiere o no quiere? En cualquier otra profesión, ¿uno puede elegir? Me pregunto yo. No lo sé. Uno puede elegir asumir la responsabilidad de su profesión, o no asumirla. Creo que estamos hablando de una profesión suficientemente importante. No sé, creo que somos náufragos, decía también un padre el otro día. Somos náufragos que, cuando encontramos una isla, nos agarramos. Es decir, al final resulta que las cosas, cuando funcionan, son la excepción, no son la regla. La regla es que, generalmente, no funcionan.

    Y me quedo con comentarios de los chicos donde hablaban de que, generalmente, los grupos son demasiado grandes, aun sabiendo que eso condiciona la enseñanza. Es decir, ni el profesor está cómodo con grupos grandes, ni los niños están cómodos, porque tampoco pueden aprender. Que está muy centrada en los contenidos, que olvidan los aspectos humanos, que está centrada en el rendimiento académico. ¿Cómo puede alguien ir a la escuela para aprender con un nivel de estrés tan enorme? Profesores que no escuchan y aprenden. Lo siento, Jorge, hay pocos casos. Los que hay, que, por favor, se multipliquen.

    La falta de vocación, que también salía hoy. Y, después, esa sensación de culpa. ¿Cómo puede ser que Antón se vaya de excursión y se sienta culpable porque no fue capaz de pedir ayuda, porque tenía miedo o es muy tímido, cuando sabe que hay una profe que lo está viendo, además?

    Creo que, si vamos a una escuela que no está proporcionando los apoyos que necesita, mal va, ¿no? Creo que tenemos una escuela que se ha ido construyendo a base de parches y que está dando lugar a un montón de faltas y que no cubre lo que tiene que cubrir. Esta es mi visión, así rápido y corriendo [risas].

    N.C.:— Bueno, rápido y corriendo, nos ha dado muchas, muchas claves, Susana, así que muchas gracias y seguimos. Os pido, por favor, a quienes quedan, que acotéis mucho la intervención. Lucía. Es que nos pasamos de tiempo.

    Lucía:— ¿Hola? En principio, tenía pensado decir algunas cosas que ya he ido diciendo en el chat, pero bueno. Ahora ya, pues, como queda poco tiempo, resumiré bastante. Yo pienso que los que estamos aquí, en principio, somos una muestra sesgada de lo que nos podemos encontrar en las escuelas habitualmente. Es decir, no es esto lo que habitualmente nos encontramos en las escuelas. Afortunadamente, también lo hay, pero, pero no es lo habitual. Entonces, claro, hablamos de informes, de si hacer o no hacer informes. A los niños los delimita o los marca, incluso, el apellido, y eso a ver cómo lo eliminamos. O sea, yo he tenido niños en los que ya solo el apellido indica cómo los tienen, quieren situar o colocar, etcétera. Entonces, claro, es difícil si vamos con estas mentalidades, ¿no?

    Luego, por otra parte, hablamos de la formación y demás. O sea, yo he tenido alumnos en prácticas del Máster de Inclusión Educativa y también de Magisterio y, curiosamente, les dices «vamos a trabajar con un niño ciego de 3 años en una escuela en tal sitio” y, sorpresa. Recién salidos de la escuela, ¿vale?, y en un máster de inclusión educativa, se sorprenden de que esto todavía se dé. Entonces, creo que la formación debería cambiar y debería evolucionar hacia lo que se encontrarán en las aulas de verdad. Que pueden encontrarse un alumno ciego, un alumno sordo, un alumno que camina con un andador, un alumno con diversidad en general, ¿no? Incluso diversidad cultural, de un sitio, de otro, etc.

    Después, otra cosa, el tema de los centros. O sea, me sorprende cómo a nadie le llama la atención, cómo grupos que un año funcionan con un estilo de tutoría, al año siguiente dejan de funcionar y empiezan a hacer aguas. Y nadie se pregunta por qué y a nadie le extraña. O sea, yo esto lo he vivido en más de un centro, centro que dices: «uh, ¡qué bien!, estos niños van fenomenal, que no sé qué, que no sé cuánto», y al año siguiente dices, “pero qué está pasando, qué está pasando?” Pues algo está pasando.

    Eso, por un lado, y, después, otro tipo en la organización de los centros, el año, la semana. Decía uno de los chicos que se había encontrado más incluido o mejor en un centro donde no estaba prevista la inclusión, y que no en un centro donde era todo adaptado y todo sin barreras y tal. Pues esto también nos debe llevar a la reflexión.

    Pero, sobre todo, a mí lo que sí que me gustaría incorporar es que no entiendo cómo hay determinadas actitudes o determinadas cosas que se pueden permitir. Es decir, no entiendo cómo se puede permitir, y ya el otro día lo comentaba Facebook porque yo lo he visto también, que haya profesorado que diga: «yo a este chaval en clase no lo quiero», pero, ¿cómo puede ser? O sea, nosotros nos imaginamos ir al centro de salud y que diga al médico, «no, yo a esta persona no la atiendo». No sé, puede haber médicos que también tengan sus reticencias hacia algunas cosas, yo qué sé. Puede haber un médico que diga: «yo no quiero atender a esta persona, porque es fumador y el mal que tiene se lo ha buscado». Nadie lo entendería, no lo aceptaríamos. Sin embargo, podemos aceptar que alguien no quiera un alumno en su clase, ¿no?

    Entonces, yo pienso que todo esto nos debe llevar a la reflexión y me encanta que se den estos espacios, porque se oyen reflexiones muy interesantes, pero también están las otras. Y, de verdad, tiene que haber sistemas que esto lo evalúen, lo piensen y no lo permitan. No se pueden permitir actitudes como que, por ejemplo, un dictamen es superválido para excluir a un niño de un centro y que tiene que ir a un centro de Educación Especial. Vamos, esto es un dictamen de profesionales, pero en los dictámenes de los profesionales también ponen otras cosas. Adaptaciones que los alumnos necesitan o cosas que se tienen que hacer metodológicamente para que un tipo de alumnado pueda funcionar, y eso, pues, si se hace, se hace, y si no se hace, pues tiene menos importancia.

    Entonces, bien, yo dejo esas reflexiones rápidas y, de verdad, que me encantan estos espacios, pero pienso que la realidad es otra[risas].

    N.C.:— Bueno, Lucía, aquí se ha reunido quien tenía interés en discutir sobre esto, pero también hay que pensar que no sabes quién va a escuchar esto, porque, ¿quién nos iba a decir que la sesión de la semana pasada la iban a escuchar en una semana más de 20.000 personas? Era un grupo de niños, niñas y jóvenes, que no pretendían otra cosa, más que hablar, y ha habido mucha gente que lo ha escuchado.

    Lucía:— No, no, si me encanta y me alegro de que se reflexione y que se hable, pero, yo creo que, de verdad, tiene que haber otros mecanismos para que quien no nos escuche y no piense así o quien es igual. O sea, es que tienen que cumplir y ya está, [risas].

    N.C.:— Completamente. Bueno, muchas gracias, Lucía.

    Lucía:— A vosotros.

    N.C.:— Tiene la palabra Rebeca.

    Rebeca:— Hola, soy Rebeca. Soy de San Paulo. No hablo español. Voy a hablar portugués lentamente.

    N.C:— Muy bien.

    Rebeca:— Inma habló de lo que dijo Leo la semana pasada. La semana pasada, Leo dijo que los niños pequeños juegan con amigos con todas sus diferencias, y, claro, soy maestra de niños pequeños en la educación de la primera infancia. Estoy de acuerdo en que, desde que somos pequeños, tenemos que enseñar más. Leo trajo una idea que está muy presente entre los sufrimientos, y es que cuando somos jóvenes, se debe enseñar a convivir con la diversidad. Si no es de pequeño, ya no se aprenderá. Creo que esta es una idea que debemos romper entre los maestros, que la coexistencia debe continuar sin ser mencionada para ser un éxito con los niños y que ellos tengan la oportunidad de pensar en esta tercera coexistencia más plural en la educación desde la primera infancia; que pueden tener el derecho de tener la sensación de que también tienen este derecho, no solo para las personas con discapacidad u otras diferencias, sino que todos somos diferentes. Que esta convivencia plural continúe siendo promovida y discutida durante toda la escolaridad.

    Si los maestros creemos que las personas aún pueden aprender, que aún pueden reflexionar y pueden cambiar a lo largo de sus vidas, incluso, después de ser adultos. También pienso en términos de convivencia y relaciones sociales, en términos de enseñanza. También creo que podemos pensar que la educación de la primera infancia puede enseñar mucho, porque, cuando hablamos de personas que aprenden de diferentes maneras, si la escuela es a tiempo completo, pensamos en una enseñanza simultánea en la que todos están sentados al mismo tiempo, cómo accedemos a las diferencias, a los diferentes modos de aprender, los diferentes tiempos, los diferentes tiempos en la sala. No solo para niños con discapacidad, sino para todos los niños.

    Creo que la educación de la primera infancia puede enseñarnos a probar diferentes trabajos en rincones de trabajo y propósitos que están sucediendo simultáneamente en todos los niños y los jóvenes. Están haciendo cosas en su momento con diferentes métodos de aprendizaje y que el maestro, incluso si solo es uno, puede organizarse con la clase liderando grupos. De todos modos, creo que es una forma de pensar que sentimos que podemos aportar contribuciones al pensamiento de los demás en las etapas de enseñanza.

    Muchas gracias a todos los presentes.

    N.C.:— Muchas gracias, Rebeca. Tiene la palabra Juanita.

    Juanita:— Hola, un gusto estar en esta reunión con ustedes. Un saludo, Nacho. Los saludos desde Montes, en la Nueva México.

    Yo soy supervisora de Educación Especial y quisiera comentarles un poquito acerca del recorrido que hemos tenido hacia la inclusión educativa de los alumnos que atendemos.

    N.C:— Muy breve, Juanita, porque estamos yo sobre el tiempo.

    Juanita:— Ok, sí. El camino hacia la inclusión en nosotros ha sido un poco difícil, pero hemos estado logrando avances, ¿no? Yo pienso que cada escuela es diferente. Estamos trabajando ahorita en los colectivos escolares, en consejos técnicos, donde la mirada la hemos estado poniendo a las barreras, no en los alumnos. Estamos viendo que las necesidades, ahorita, tienen que ser en las escuelas, en los maestros, en materiales.

    Lo han estado comentando. La escuela tiene que estar preparada para recibir a los alumnos. Todos tienen derecho de estar. Se ha estado trabajando en las normas de inscripción, acreditación y promoción, desde la legislación. En el estado de Sinaloa, tenemos nosotros el derecho prioritario de que los alumnos deben estar en las escuelas inclusivas. Se ha hecho un trabajo enorme con los padres de familia y empoderándoles, diciendo que sus hijos son sujetos de derecho, que pueden estar en una escuela, como los demás alumnos, cerca de su casa, que tienen el derecho de convivir, de aprender y nos queda claro que los alumnos aprenden de sus compañeros mucho más que de los maestros. El convivir con ellos, participar en los recreos, en las actividades lúdicas, es de mucho beneficio para ellos.

    Nosotros tenemos como zona, ahorita, por ejemplo, con esta pandemia, un reto de contactar a todos los alumnos que atendemos. Tenemos alrededor de 580 alumnos inscritos en nuestra estadística y los maestros tenemos ese reto. Contactar a las familias para saber cómo están. Que platiquen los alumnos con sus maestros, que se sientan acompañados, que se sientan importantes. Y soy de la creencia, como dice Carlos, que sin presencia no hay inclusión. Hay que empoderar a las familias.

    Nosotros, también, tenemos trabajos en centros de Educación Especial. Yo atiendo un centro particular y otro nuevo público. Los dos son diferentes, pero en los dos se está haciendo el trabajo de sensibilizar a las familias de que sus hijos pueden ir a la escuela regular. En algunas ocasiones, hasta los mismos padres los llevan. Esto nos ha gustado mucho, porque se ha ampliado mucho la cobertura de maestros de apoyo, que les llamamos aquí en México. Maestros de apoyo psicopedagógico que están en las escuelas, apoyando a los maestros, en la elaboración de materiales, en el diseño de sus planeaciones, con las adecuaciones que, ahorita, pudiéramos decir que son los ajustes curriculares.

    Y hay que hacer ese cambio desde cómo nos comunicamos. Yo les digo mucho a los maestros, desde cómo utilizas el lenguaje, es como tú actúas. Les decíamos, ahorita, una etiqueta tras otra, algunos dicen alumnos con bat. Entonces, ahí hay que estar nosotros siempre muy listos. Es decir, no es el alumno el que presenta barreras, es el sistema, es la escuela, es el maestro, somos, incluso, las autoridades educativas quienes tenemos alguna barrera.

    Aquí, lo importante, para cerrar, Nacho, es que la comunidad se construye desde lo real, las micropolíticas de cada escuela. Nosotros, como autoridades educativas, desde cada zona estamos construyendo inclusión. Nosotros, en cada escuela, con cada director, se hace la diferencia. Desde los que están dirigiendo la educación, hacemos la diferencia.

    Este es un camino que apenas empezamos. Me da mucho gusto compartir con todos ustedes, quizás, somos pocos los que seamos de México, pero todo casi nuestro modelo, viene de España. Entonces, yo los sigo muy de cerca y es un gusto estar con ustedes, escucharlos, y mucho que aprender. Ojalá nos volvamos a ver.

    N.C:— Muchas gracias, Juanita. Igualmente, Mercedes tiene la palabra, aunque Mercedes, ¿me permites un momento que introduzca las palabras de Carmen? Que estaba antes y no ha podido entrar porque tenía el micrófono que no le funcionaba.

    Mercedes:— Sí, sí.

    N.C:— Dice Carmen, «me hubiera gustado decir que la escuela es el reflejo de la sociedad y ese salto cualitativo se da en Secundaria, direcciones pedagógicas y mucha democracia». Eso es lo que ella recomienda. Dice, «la educación no es individual, es social”. Hablamos con el corazón, pero, a partir de la secundaria, la escuela busca trabajadores. Por eso, cuando en secundaria se hacen adaptaciones, después de cumplirlas, el alumnado no titula. Esa es la realidad. La realidad es que hay que cambiar, formar a personas, no a trabajadores

    para el mercado. Para remar juntos hay que exigir el derecho a la educación a todos los responsables: dirección, orientación y equipos educativos, no profesores, de forma aislada e individual. Mientras sea así, será voluntarismo.»

    Yo creo que engancho esto que traslada Carmen con lo que antes había planteado Mar: ser antipáticos.

    Mercedes, tienes la palabra.

    Mercedes:— Muchas gracias. Hola a todos y a todas. En primer lugar, quería darte las gracias a ti, Nacho, por realizar estas sesiones, estas conversaciones, que a mí me están sirviendo mucho y estoy aprendiendo mucho.

    Bueno, yo soy doctora por la Universidad de Jaén, además de profesora en la Universidad de Jaén del grado de Trabajo Social y Educación Social. Entonces, mi caso, digamos, es especial. Un poco descompensado, porque tengo 50 años de experiencia en universidad funcional y un añito de experiencia como profesora. Por eso digo que está un poco descompensado. Pero bueno, ya tengo los dos puntos de vista.

    Ahora no voy a entrar en cómo fue mi formación y todo, porque voy a tardar mucho. Pero, bueno, el poquito tiempo que llevo como profesora, es verdad que no se puede trasladar la educación de la universidad a la escuela infantil y primaria, las características son diferentes. Pero, bueno, yo he tomado aquí unos apuntes y a ver si soy capaz de resumirlo.

    Estoy de acuerdo con casi todo lo que se ha dicho, pero alguien dijo una cosa de la puntilla, que es que el profesor debe ser facilitador. Si el profesor o la profesora no cumplen este objetivo, pues, malamente vamos. Es verdad que hay profesores y profesoras que, en vez de facilitar, perjudican.

    Otra cosa que también me llamó la atención de la sección de la semana pasada y de la otra, de los padres, es que muchos hablaban que la educación de su hijo dependía del profesor o la profesora que le tocaba. Entonces, a mí eso me parece muy fuerte. Que la formación de tu hijo o de tu hija dependa de quién te toque. ¿Eso cómo se soluciona? Pues, me viene a la cabeza una palabra: compromiso. Lo que pasa es que, lamentablemente, no hay pastillita para tomarse y aumentar los niveles de compromiso; depende mucho del compromiso de los profesionales, que se implican en la formación del alumnado.

    Antes de esta mañana, preparé un poco esto y miré la página web de la Universidad de Jaén para ver exactamente los grados de Educación Infantil y Primaria, a ver si había alguna asignatura específica sobre diversidad funcional, discapacidad… He mirado las tres que hay en la Universidad de Jaén, que son la Infantil, la Primaria y la Educación Social, y las tres reúnen cuatro asignaturas, pero son muy, muy amplias, sobre la diversidad. Una precisamente era sobre la escuela inclusiva, pero miré el temario y era… Luego, otra era sobre las TIC, sobre recursos pedagógicos, pero muy amplio.

    Realmente, como profesora de universidad también, me preocupa sobre todo el origen de los profesionales, de la formación de esos profesionales, que luego, a lo largo de su vida profesional, por supuesto, sigue la formación siempre. Pero en la universidad, ¿qué se hace? De esta, no hay una, no sé si llamarla especialización. A mí no me gusta llamarla así, creo que la formación

    tiene que ser amplia en muchos aspectos. Pero, bueno, no hay una formación específica en niños o niñas con diversidad funcional o con necesidades especiales. No hay una formación creada y luego siempre está el recurso de que algunos profesionales te dicen: «yo no estoy formado en eso». Pero, bueno, es como lo que decía antes, compromiso. Depende del compromiso que tú tengas de ver las cosas, aunque no lo hayas visto en la universidad.

    En resumen, que me parece también muy importante la formación universitaria y, a raíz de ahí, pues, tengo que hablar contigo, Nacho, en privado, porque me ha venido una idea de un estudio también muy interesante.

    N.C.:— Muy bien.

    Mercedes:— Un estudio muy interesante sería la reacción de los alumnos ante un profesor con diversidad funcional, también, pero eso es ya otro tema que lo veremos otro día. Pero bueno, era eso [risas].

    N.C.:— Muchas gracias, Mercedes, por tu intervención. Bueno, hemos terminado todas las intervenciones. Me hubiera gustado que hubiéramos tenido un poquito de interacción entre nosotros, pero ya nos hemos pasado bastante de tiempo y no debe alargarse más.

    Quiero agradecer a todos y todas, a cada una de las intervenciones, que me parecen han sido muy ricas. Nos queda a nosotros ahora el trabajo de extraer algunas de las ideas fundamentales que hemos ido trabajando en cada una de las conversaciones. Queda, todavía, la conversación de los investigadores e investigadoras, a ver la semana que viene, qué es lo que nos cuentan, que ofrecen a todo este debate. Y yo tengo la sensación de que nunca se acaba, nunca se acaba aquí, como que siempre es poco, siempre se queda escaso, siempre necesitamos más.

    Una de las cuestiones que a mí me han quedado en el tintero, personalmente, ha sido algo que, para mí, fue fundamental la semana pasada y es la preocupación, el interés, lo fundamental para los chicos y las chicas, para los jóvenes, no era lo que mayoritariamente para el profesorado es, que es lo académico, sino que lo volcaban todo.

    Yo creo que Marcos nos dio una lección el otro día, siendo tan pequeñito, una lección fantástica de qué es la escuela, qué sentido debería tener la escuela, cómo está ahora mismo la escuela. Él decía, decía que, que para él la escuela era mejor que para su hermana, porque a él le mandaban tareas y porque él estaba con los amigos. En ese momento le pregunté yo: «Marcos, y entre esas dos cosas, lo de que te manden tareas, es decir, todo eso que tiene que ver con la estructura de tarea académica, el aprender y el enseñar, y lo otro, que es estar con los amigos, ¿qué es lo que más te importa?». «¿La participación social en la escuela?» Él no dudó. Dijo que lo más importante eran los amigos. Y, probablemente, si queremos construir una escuela diferente, una escuela que no caiga en los mismos errores que tiene la escuela actual, seguramente deberíamos hacer volcar el peso de nuestro interés y de nuestra preocupación en esa segunda parte, que es la de la participación, la del estar juntos.

    Probablemente, ya lo habéis advertido en algunas de nuestras intervenciones fantásticas. Ese estar juntos y ese apoyarnos uno a otro es la forma de hacer que los aprendizajes sean valiosos, sean significativos, contribuyan a nuestra felicidad y a la felicidad del alumnado.

    Bueno, lo dejamos aquí y agradezco enormemente la sesión. Ojalá haya mucha gente que la escuche y que continuemos con estas conversaciones, no solo aquí; sino que las continuemos cada uno y cada una en su espacio y en sus lugares.

    Bueno, un abrazo. Adiós.

    Investigación educativa y educación inclusiva. De lo que sabemos a lo que hacemos

    Nacho Calderón:— Buenas tardes a todos y todas. Comenzamos a otra sesión más. La última de las que teníamos programadas hasta el momento. En esta ocasión vamos a hablar sobre investigación y educación inclusiva. Hay algunas personas nuevas, a las que yo me permití el lujo de invitar porque pensé que sus voces podían alimentar bien el debate de hoy. Y hay otras personas que están ahí, a la sombra, que pueden, que están interesadas en todos estos debates y que pueden participar a través del chat si quieren traer alguna idea. Yo creo que hoy vamos a ser menos personas que de costumbre.

    Quizás, podemos interactuar más. La idea del debate es dedicar una primera parte a plantear ideas iniciales de todas las personas que estén interesadas en participar y, después, comenzar a hacer algo más de diálogo entre nosotros. El disparador que se había planteado inicialmente era ese título: «investigación educativa y educación inclusiva, de lo que sabemos a lo que hacemos».

    Esa es la idea fundamental que hay detrás del encuentro. Yo lo desgloso en dos grandes ideas o dos grandes inquietudes para mí que, quizás, no coincidan con las apuestas, pero, las quiero manifestar.

    Una de ellas es la distancia que hay entre la investigación y lo que ocurre en las escuelas. Esa distancia entre lo que nosotros conseguimos, muchas veces desde la academia, pero que no está en las escuelas. La otra, también relacionada con esta primera, es: ¿cuál es el papel de la investigación en la transformación de lo que ocurre en las escuelas? Esas son, para mí, dos ideas fundamentales que, quizá, para vosotros no lo son, pero yo las quería plantear. La idea fundamental es la investigación educativa en relación con la educación inclusiva, de lo que sabemos a lo que hacemos y comenzamos ya.

    ¿Quién, quién se anima a comenzar? Primero, intervenciones breves. Eli.

    Eli:— Buenos días a todos desde México. Respondiendo un poco al título de lo que hoy nos lleva a estar aquí en esta comunicación entre todos y todas «¿Qué es lo que sabemos?», yo creo que los que tenemos la fortuna de dedicarnos a la educación, tenemos un bagaje de cómo aprendemos las personas y de todos los contextos que influyen en este aprendizaje. ¿Qué es lo que sabemos que se necesita en el ámbito de la inclusión? Sabemos que se necesitan espacios donde se escuche, donde se hable, donde existan los principios para crear nuevas comunidades, donde todos participen. Pero, ¿cómo fomentar una comunidad basada en estos principios de diversidad e inclusión, donde todos cuenten? Es aquí donde nosotros, desde hace 3-4 años, tenemos la oportunidad de ir registrando una herramienta a la que titulamos relatos biográficos digitales, que consiste en darle voz a las personas con alguna necesidad de apoyo, para que, desde esta herramienta, las personas puedan comentar cuáles son sus intereses, cuáles son sus expectativas dentro de la comunidad escolar y, de esta manera, los profesores puedan acercarse, porque, también sabemos que una de las características del profesorado es que siempre nos comenta: «es que no conocemos a nuestro alumno, es que no sabemos qué herramientas tiene, es que no…». Desconocemos ese potencial, pero no nos gusta dar voz a las personas, nos gusta que las personas tengan voz propia. Y hacemos este apoyo de relatos biográficos digitales para que las personas puedan compartir desde su vida, desde sus experiencias, cómo les gustaría que fuera la escuela.

    Entonces, esta herramienta, relatos biográficos digitales, la hemos propuesto dos veces en el Congreso de Investigación, en el COMIE, que es el Congreso de Investigación de Educación en México. En la primera, pudimos reportar cómo es su elaboración y, en la segunda, qué impacto puede llegar a tener en la cultura escolar para favorecer la inclusión, los derechos y la participación de todas las personas. Muchas gracias, doctor.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Eli. Gracias, también, por la síntesis. Samu tiene la palabra. Samu Servín.

    Samu:— Hola. Bueno, en primer lugar, un gusto. En realidad, estuve participando en la presentación, en las oratorias anteriores. Y es muy enriquecedora la experiencia de ahora escuchar también la voz de los otros espacios.

    Mi nombre es Samuel Servín, tengo 23 años, soy de Paraguay y terminé el año pasado la carrera de Psicología con el énfasis en educación, verá. Y estoy abordando el tema de educación inclusiva en Paraguay como tema de tesis de grado y, bueno, desde este camino de construcción que vengo haciendo para ahondar en el tema, me parece muy bien enriquecedora la experiencia anterior.

    Quería contar que, también, estoy colaborando con investigación, con el tema educativo desde aquí. Y estoy atento a poder escuchar, a aprender también y lo que pueda comentar capaz desde mi pequeña experiencia, pues hacerla. Espero no haberles robado muchos minutos en esta dinámica. Gracias y atentos.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Samu. Liliana tiene la palabra.

    Liliana:— Bien, buenos días, acá en Ecuador. Muchas gracias por el espacio. Soy Liliana Siniegas. Un saludo a todos y todas desde Ecuador. Soy docente investigadora en la línea de Educación Inclusiva. Coincido con muchos de ustedes en que ha sido un espacio muy enriquecedor por todo lo que se ha podido compartir. Primero, desde el rol de las familias. Luego, desde la posición de los estudiantes, la experiencia, desde los profesionales y, ahora, desde las proyecciones que se pueden generar a través de la investigación.

    En relación con el título de esta sesión y a la necesidad de pensar el papel de la investigación para hacer las escuelas inclusivas, a mí me gustaría plantear tres ideas centrales, que creo que se fundamentan o, más bien, no creo, estoy convencida de que se fundamenta en las conversaciones previas y en las diferentes participaciones que ha habido durante esta semana. La primera está en función de la realidad que vivimos en nuestras escuelas. Quienes han intervenido nos dejan muchas preguntas que requieren, creo que, antes que respuestas, una problematización sobre la función, sobre el objetivo y, principalmente, sobre lo que entendemos por institución educativa.

    En la primera sesión, Carmen, por ejemplo, como madre, nos contaba que su hija daba gracias al confinamiento por no dejarle ir al cole. Otras familias decían que es necesario resetear el sistema educativo porque, el hecho de que todos vayan a la escuela, no garantiza la inclusión. Los estudiantes están conscientes de que hay diferentes ritmos y diferentes necesidades de aprendizaje. Plantean, por ejemplo, que la escuela es caótica porque no se tome en cuenta la persona. Nos han dicho que los profesores se creen el centro del universo, que los exámenes enseñan a memorizar y no aprender, que se siguen empleando modelos de enseñanza anticuados desarrollados tan a rajatabla que lo único que han hecho es generar frustración. Por

    lo tanto, esta primera idea de repensar lo que estamos haciendo en la escuela desde lo que hacemos en investigación, considero que es clave.

    Para la segunda idea, empiezo sumándome a la pregunta que hacía Marga sobre «qué se entiende por escuela inclusiva». Llama la atención que, habiendo tanta teoría, nos hayamos quedado en discursos retóricos que siguen generando prácticas de excluyentes. La semana pasada se señalaba que no estaríamos hablando de inclusión, si previamente no se hubiese excluido.

    Por lo tanto, sí creo que también es urgente resignificar lo que comprendemos por una educación inclusiva. Generando, como decían algunas de las participaciones, rupturas desde un cambio de mirada que permite entender, como decía María José, que en la escuela ya no se puede seguir buscando al niño fallido o planteando procesos de intervención para aquello que le falta, sobre todo, cuando hay alguna discapacidad. Que dicho sea, de paso, es del modelo de la Educación Especial que hemos centrado tanto.

    Hay quienes dicen que hemos centrado tanto nuestra atención en especializar a los docentes, a los espacios, a los recursos, a las técnicas, que ahora, como bien señala Carlos Skliar, nos resulta imposible hacer que todos puedan aprender en un mismo espacio. Las experiencias de los diferentes países, porque también creo que eso es lo rico de lo que hemos podido hacer, reflejan dinámicas bastante similares de contextos de educativos que están centrados en los diagnósticos. En un modelo médico normalizador, que ha hecho, como decía una de las madres, Patricia, que se pierda de vista al niño. O como señalaban Antón y Mar, que se señale a quien tiene discapacidad, utilizando términos como subnormal, retrasado y que no hacen más que dejar ver los prejuicios y las etiquetas que prevalecen frente a las expectativas y a la confianza que deberíamos tener en nuestros estudiantes.

    Manuel, en cambio, nos decía que la formación de los docentes es superficial, porque les lleva a pensar que una escuela es inclusiva porque, únicamente, tiene acceso arquitectónico, y no por el hecho de que el alumno debe sentirse a gusto en su escuela. O como decía Marcos, que son los primeros llamados los docentes a romper el miedo que se tiene, entre comillas, a los diferentes. Por lo tanto, como manifestaban algunos profesionales, creo que es importante

    proponer una metodología que promueva una escuela para todos, como, por ejemplo, algunos de los profesionales planteaban, el Diseño Universal de Aprendizaje, o flexibilizar el currículo con pocos contenidos obligatorios que permitan que se ajuste a todos los alumnos.

    Pero, sí creo que primero, y ante todo, desde la investigación se requiere insistir en la necesidad de no reducir la inclusión a la presencia de estudiantes con discapacidad, o de los que, frente al resto, seguirán siendo los diferentes. Solo que con nombres distintos: diversidad funcional, necesidades educativas especiales, etcétera.

    La tercera y última idea que planteo, en función de lo que señalaba María del Mar, cuando decía que el COVID ha puesto a la escuela patas arriba, o Guadalupe, que planteaba que se ha normalizado la violencia y se han invisibilizado prácticas discriminatorias. Sin duda, que esta pandemia ha empeorado la crisis de hace mucho tiempo. Hay problemas estructurales que mantienen a grupos minoritarios excluidos, ahora, a través de la desconexión, porque estamos frente a una nueva dinámica. Bajo el planteamiento, como plantea Juan Bello Domínguez, que desde una estrategia utilitarista, se piensa que se puede llevar la escuela a la casa.

    Entonces, en conclusión, frente a este espacio que has abierto, Nacho, y que agradezco mucho, nuestro papel como investigadores debería encaminarse a reflexionar profundamente sobre la escuela y su función. Sobre la formación docente desde una posición epistemológica diferente a la que actualmente tenemos en muchos países, y sobre una situación global actual que ha aumentado la desigualdad, la injusticia y la exclusión. Creo que para

    quienes intentamos apostar a una educación diferente, el desafío que nos queda es grande.

    El contenido, el temario, nos han dicho, no es lo más importante. Sí lo es la posibilidad de estar juntos y de convivir respetando las diferencias que están presentes en todos nosotros. Así que, hay muchas cosas por investigar y, ojalá, podamos unir esfuerzos para todos los desafíos que tenemos por delante.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Liliana. Stephanie.

    Stephanie:— Hola, ¿qué tal? Aquí yo ando desde Perú, es todavía mañana, pero, hola a todos y todas. Yo también soy investigadora. Soy psicóloga de profesión. Trabajo en la sociedad para el síndrome de Down. He tenido la oportunidad de participar en proyectos sobre inclusión educativa y comparto, al igual que las reuniones pasadas, muchos testimonios que hemos ido encontrando ante nuestra realidad como en las escuelas peruanas. Hemos tenido la oportunidad de realizar un proyecto que implicó entrar e ingresar a las escuelas y analizar las concepciones, las prácticas, las políticas y las culturas de 12 escuelas públicas y, justamente, a partir de ellas planteamos una intervención. Y de lo que podemos encontrar de esta investigación y de este proyecto iniciado es que un primer paso siempre va a ser escuchar las voces de todos los que están participando en la comunidad educativa, porque esta idea de que no se entiende la inclusión como la entendemos nosotros como investigadores o como personas profesionales que estamos orientando a las familias, también se observa en ese espacio.

    Pero fuera de eso, para iniciar una intervención o darles nuevos conceptos sobre lo que es la inclusión, tenemos que saber también desde dónde ellos parten muchos. Se piensa que en realidad no saben lo que es inclusión, sin embargo, sí lo tienen ahí dentro de sus concepciones, aunque nunca lo han escuchado. Porque está en que saben que tienen que compartir con el otro, saben que tienen que convivir con el otro, pero justamente, a partir de ello, podemos recién construir que ellos puedan reconstruir ese concepto y participar con otras personas para darse cuenta de que la diversidad es parte de ellos y de su contexto.

    Entonces, eso es algo que encontramos y que fue muy importante. Que antes de capacitar sobre adaptaciones o capacitar sobre diseño universal, es necesario reconstruir el concepto de inclusión con todos los agentes educativos para que, a partir de ello, ellos mismos accionen y creen un proyecto a largo plazo. Eso ha sido muy importante en este estudio que realizamos.

    Lo segundo era, también, recoger indicadores, información sobre cómo se están dando las prácticas, qué se está pensando sobre la violencia, qué situaciones están experimentando los estudiantes en relación con, por ejemplo, participar en aula, participar con otros estudiantes y también cómo se encuentran la familia. Esto que habíamos escuchado en las reuniones pasadas, iniciadas desde estas videoconferencias, de estas charlas, donde también hemos encontrado familias a las que les han cerrado las puertas o incluso que no tienen muchas oportunidades. Entonces, partiendo de esa premura, es necesario escucharlos y también entender su contexto y, cuando trabajamos con ellos, utilizar ejemplos basados en su propia realidad.

    Entonces, es algo muy importante que hemos ido encontrando. Construir actividades en conjunto, pero, más que decirles cómo hacer o cómo tienen que ser sus estilos de crianza, partidos de los hilos que ellos tienen para que se den cuenta de que pueden construir mejores.

    Y en relación con los docentes, hemos encontrado que hay mucha necesidad de formación inicial basada en la diversidad, en una atención mejor para dar respuestas a los estudiantes, pero ya no podemos ir atrás. Entonces, lo que necesitamos con los maestros que están formándose o que ya están dictando clases es fortalecer la formación en servicio, ¿no? Y eso lo hemos hecho a partir, también, de construir la práctica o su conocimiento práctico. No darles estas recetas y orientaciones todavía, sino que, con lo que ellos saben, ir reconstruyendo sus concepciones y analizando su práctica educativa. No está permitido que el conocimiento práctico que ellos tenían fuera, no fueran a tener las estrategias, sino darse cuenta de qué preguntas quizás me van a ayudar a mí a reorientar mi práctica educativa para que yo, realmente, atienda la diversidad.

    Bueno, esas son algunas de las, de lo que hemos encontrado. En relación, por ejemplo, de las personas que toman decisiones, que son los directivos, nos hemos dado cuenta de que en realidad ellos tienen un rol muy importante en la inclusión, porque son los que realmente toman las decisiones de las escuelas y necesitan entender que el liderazgo tiene que ser compartido. Porque muchas veces sucede que el maestro está esperando a que el directivo le diga qué hacer y no acciona sobre ello. Entonces, es importante que con los directivos trabajemos mucho ese concepto de liderazgo compartido y, a partir de ello, le demos a entender de que justamente no es algo diferente la inclusión, sino que es parte de su trabajo. Y cuando realmente aprenda a trabajar en conjunto y de forma colaborativa, ha logrado dar respuesta a la inclusión, y eso es pensar justamente en un proyecto educativo inclusivo.

    Bueno, en realidad, también quería agradecer por esta oportunidad. Hay varias cosas que hemos ido encontrando, que, quizás, las vamos a poder compartir más adelante, pero, es un concepto muy importante. Y el punto más importante de todo lo que hemos ido viendo es trabajar mucho en el concepto de inclusión, porque el lenguaje construye realidades y lo mismo va a calar directamente en las prácticas que puedan tener los profesionales de cada escuela. Y eso abrirá oportunidades en la Educación Superior o en cualquier entorno en el que queremos que los estudiantes continúen. Gracias.

    N.C.:— Muy bien. Muchas gracias, Stephanie. Tiene la palabra Federico.

    Federico:— Hola a todos y todas, soy Federico Vector, soy profesor en la universidad Illinois en Chicago. Quería tocar temas que están, creo, hilados con la avanzada y es el tema de la intencionalidad. Veo poco en todo lo que es investigación, y más que nada internacionales, acerca de inclusión y la intencionalidad. Me refiero a que, generalmente, las investigaciones tratan de abarcar el tema de discapacidad de maneras muy limitadas, en sentido que ‘los chicos con discapacidades solamente tienen identidad de chicos con discapacidades’. Que no podemos aprender o investigar cómo las experiencias de estos chicos también están en las intersecciones de la discapacidad con la raza, el lenguaje, el género, la inmigración… Estos chicos o sus familias experiencian o viven formas de opresión y privilegio que interactúan

    y se interseccionan. Y yo creo que estamos teniendo una visión bastante limitada en la investigación con esto. Tenemos que pensar más cómo estas formas de opresión y privilegio interactúan, interseccionan, en contextos muy específicos. Porque el consejo específico estaba para interactuar de formas diferentes. Elegidamente, planteo eso en dos ámbitos, en dos arenas.

    Uno, el legal, el político. ¿Cómo la inclusión se está implementando en contextos bastante de marquetización de la educación? Mi trabajo más que nada está en la ciudad de Chicago. En Chicago, desde el año 2000, han cerrado más de 100 escuelas por motivos de puntaje académico o por motivos de austeridad. Y eso también ha afectado a chicos con discapacidades, pero muy diferentemente a si son blancos, afroamericanos o latinos en las ciudades de Chicago. Hay que entender un poco las geografías de las ciudades para entender cómo la inclusión interactúa con esas diferentes formas de opresión.

    Y el otro aspecto es lo pedagógico. Dependemos, me parece, a veces, mucho del DUA. Todo el mundo, al nivel de la educación inclusiva, que publica y que da recomendaciones para prácticas, siempre respalda al DUA, DUA, DUA, pero DUA también es una herramienta muy limitada y creo que tenemos que ser un poquito más agresivos en criticar.

    Limitada en sentido que toca muy poquito los temas de internacionalidad. Habla mucho de habilidades, de expandir el espectro de participación, pero no habla mucho de cómo esto también representa identidades raciales o étnicas o lingüísticas, que vienen y juegan una gran parte en las aulas. Y tampoco habla mucho, incluso, dentro de la discapacidad. Me parece que el DUA es muy limitado, porque tampoco habla de la discapacidad como cultura y como una herramienta común o una herramienta cultural para el aprendizaje. La trata solamente a nivel de habilidad, pero no habla de la cultura y de la historia de la gente con discapacidades, que es muy importante también para incorporar a una educación más emancipadora, me parece. Y paro ahí.

    N.C.:— Muchas gracias, Federico. Vaya, abre varios melones interesantes. Bueno, tendremos oportunidad de hablar. Pasamos a la siguiente persona. Odet.

    Odet :— Muy buenas tardes. Gracias por dejarme asomar a esta ventana. He podido seguir algunas de las conversaciones. Me parece un contexto muy interesante para intercambiar y para plantearnos las interesantes

    preguntas que siempre nos formulas, Nacho. Yo volvería un poco a la pregunta inicial y al título que nos planteas y sobre el que podemos intervenir.

    El subtítulo dice: “De lo que sabemos, a lo que hacemos”. Yo quería incidir un poquito en ‘de lo que sabemos, a lo que hacemos’, porque creo que parte inicialmente de una idea bastante transmisiva, puesto que da por supuesto que lo que sabemos es lo válido y es lo que va a orientar la práctica. Cuando, en realidad, yo creo que lo que sabemos, lo sabemos entre todos, es decir, lo que sabemos es una construcción colectiva, porque el saber siempre es construido. Por eso creo que lo que sabemos, lo poco que sabemos. En este caso, yo hablo como docente de la Universidad Jaume I y como investigadora también en temas de educación inclusiva. Yo creo que lo que sabemos, lo sabemos gracias a lo que nos dicen los profesionales, gracias a lo que nos dicen las familias, gracias a lo que nos aportan los estudiantes, que nos aportan tantísimo. Pero sí que es cierto que, claro, en los últimos años, algunos investigadores dicen también que la educación inclusiva no avanza o, al menos, no avanza al ritmo que debería avanzar, al ritmo que sería deseable. En ese sentido, pues sí, parece que se plantea como una brecha entre la teoría y la práctica.

    Yo recuerdo, hace muchos años, que tuve la oportunidad de visitar las escuelas intensivas canadienses. Recuerdo que Gordon Porter, que es muy reconocido en este ámbito, decía justamente eso, que tenemos un exceso de teoría y, posiblemente, tengamos una falta de prácticas efectivas. Por eso, yo creo que posiblemente tendríamos que invertir la pregunta. Posiblemente, tendríamos que pensar también sobre lo que hacemos, sobre si lo que hacemos, lo hacemos bien, y sobre qué podemos aprender de lo que estamos haciendo ya en las escuelas.

    Y yo creo que, en estos encuentros, hemos tenido ya muchas respuestas a esta pregunta. Yo había tomado notas de algunas intervenciones. Por ejemplo, por parte de las familias, a mí me encantó la sesión con las madres. Las madres empoderadas. Ellas han dicho: «la escuela falla en lo académico, la escuela falla en la metodología, falla en la formación de los profesionales que educan a nuestros hijos». Los niños y los jóvenes también insistieron en ello y creo que es muy interesante que hayan puesto sobre la mesa las barreras. Barreras de todo tipo, barreras sistémicas.

    Aquí se ha hablado de la falta de recursos y el tema de las radios, las modalidades de escolarización… y, por eso, Blanca decía: «hay que desenraizar el sistema». Vamos a tener que construir un nuevo sistema, pero no sobre el que ya tenemos. Yo creo que ahí tiene mucho que ver el tema de las barreras actitudinales y, concretamente, como decía Paula: «las cosas no se pueden hacer a machete» [risas]. Me hizo mucha gracia esa frase. Y yo digo, ¿de verdad que no se pueden hacer a machete? A veces hay que ir con el machete, porque muchas veces… [risas]… esto de la inclusión es una manera radical de pensar la educación.

    Hubo una maestra que también reivindicaba que la profesión docente es una cuestión de vocación. Sí, es una cuestión de vocación y, también, Gador ponía sus palabras a eso. Decía: «la gente no preparada, si está motivada, bien» [risas]. Esta es una frase que también me anoté, porque es cierto: «es una cuestión actitudinal». O sea, si está motivada, bien. Ha salido reiteradamente el tema de la formación. Mejor dicho, el tema de la falta de preparación de los profesionales de la educación. Yo creo que ahí, los profesores universitarios, por la parte que nos toca, tenemos que hacer mucha autocrítica. Entonces, sobre la formación de maestros, se ha debatido mucho y, por una parte, pues está el debate sobre la mesa y se exige a especialización. Y, por otra parte, la formación de maestros generalistas. Yo creo que al final esto es una cuestión de reparto y es una cuestión de modelos.

    Liliana hace un momento ha apuntado el tema de los modelos. O sea, de la misma manera que la escuela, en la práctica, se está convirtiendo el sistema de Educación Especial, el sistema terapéutico, que viene del modelo médico. Éste es un sistema que está conviviendo con el sistema ordinario, con el sistema más basado en el enfoque de derechos, con una visión muy humanista de la escuela y de las relaciones humanas. En definitiva, con un modelo social. De esta misma manera, en los planes de estudios se plantean y conviven también esos dos modelos. Los estudiantes, por una parte, tienen asignaturas relacionadas con todos los trastornos habidos y por haber, con la consecuente, pues, visión patológica y estereotipada de lo que es la diversidad humana. Y, por otra parte, tiene las asignaturas más pedagógicas, más centradas en la diversificación, en las estrategias de personalización de la enseñanza.

    Hay muchos debates sobre si la educación inclusiva debería ser un tema transversal a todas las asignaturas, pero, yo, hoy por hoy, creo que pasaría un poco como con los anteriores temas transversales. Y con el debate sobre la educación para la ciudadanía. Yo creo que esto nos ha demostrado que, muchas veces, unos por otros, como dicen en mi pueblo, la casa queda sin barrer. Por lo que los estudiantes también aprenden al final haciendo programaciones y, al final, lo que yo siempre les digo: «esto no es un apartadito». El tema de la inclusión no es un apartado. Muchas veces les enseñamos a hacer programaciones didácticas y, al final, poner el apartado atención a la diversidad.

    Entonces, ¿no sería mejor aprender ya a programar, desde el primer momento, con programaciones multinivel, con programaciones DUA? A pesar de

    que Federico haya hecho la crítica sobre el tema de las programaciones DUA, que me ha parecido muy, muy interesante.

    Quería volver a las barreras actitudinales y, aquí, me vienen como dos palabras a la cabeza. Dos palabras que ya han salido. Una es la palabra confianza. La confianza que debemos tener todos en que las familias pueden y deben aportar, y tenemos la obligación de apoyar. Confianza en que todos los niños tienen que aprender, confianza en que los profesionales, como aquella sesión que se planteaba entre el querer y el poder, quieren y pueden transformar sus prácticas.

    Después he rescatado alguna frase, como lo que apuntaba Jimena, que decía: «al final, los profesionales estamos acostumbrados a hacer, estamos haciendo, haciendo y no mostramos lo que hacemos». Estoy totalmente de acuerdo y creo también que nuestro compromiso como investigadores va por ahí. Pasa por rescatar esas prácticas, pasa por analizarlas. Como decía Stephanie hace un momento, pasa por reflexionarlas, repensarlas y difundirlas, y eso creo que

    tiene mucho que ver con el tipo de investigación que hacemos.

    Entonces, otro de los temas que quiero plantear, extenderme ya demasiado, es en relación con la investigación. Y yo aquí, más que temas, plantearía preguntas. Es decir, es importante que los investigadores nos planteemos para qué investigamos, nos planteemos para qué, y al servicio de quién está la investigación en educación inclusiva. Y también que nos planteemos qué investigaciones hacemos y cómo las hacemos, es decir, qué estrategias de investigación nos permiten repensar sobre las investigaciones que hacemos. Y para ser coherentes con lo que decimos, cómo esa investigación puede llegar a ser también más inclusiva. Estas son preguntas que yo creo que debemos formularnos en este espacio.

    N.C.:— Muchas gracias, Odet. Muchas ideas también interesantes. Guadalupe tiene la palabra.

    Guadalupe:— Este, yo la verdad es que quiero ser muy breve, pero me preguntaba si era prudente pedir la palabra porque ya no soy investigadora. Yo trabajo en esta parte de las escuelas, y todo esto me ha llevado como a reflexionar muchas cosas e, incluso, a darnos cuenta de que nosotros, como maestros, también, de alguna manera, hacemos investigación.

    Hice como unas notas para no extenderme, ¿no? Este rol de investigación y de lo que nosotros estamos viviendo en las escuelas, pues, así como ahorita, se hacen estos foros, y también deben de ser escuchados. Creo que cuando nosotros repensamos nuestra práctica cotidiana, es algo que debe de hablarse y debe, también, darse a conocer. En las prácticas que nosotros hacemos que, al mirarnos a veces, sí nos hemos dado cuenta de que hay prácticas que no son válidas y, por supuesto, también hay otras prácticas que creo que son esos esfuerzos o intentos de, nos planteamos una serie de preguntas y más preguntas, se suele comenzar a hacer desequilibrios y, a lo mejor, desde estas tensiones que se generan, se comienzan a pisar escalones. Donde yo ahorita estoy estudiando, se llama Pedagogía de la Diferencia y la Interculturalidad, y mi maestro, Juan, siempre nos dice que justo estas preguntas nos tienen que llevar a posicionarnos en una manera de repensar esta escuela, de manera, pues, de manera… no sé siquiera si la palabra sea válida: ‘diferente’.

    Con este discurso de los diferentes y las desigualdades. Pero creo que sí estos saberes colectivos nos van a permitir justo construirlos y reconstruirnos. Es momento de que también nosotros, como maestros, nos posicionemos en este papel, ¿no? Es decir, a veces creo que los maestros nos demandan mucho, ¿no? Mucho, muchas exigencias y, a veces, como decía ya en la sesión pasada, seguimos perpetuando ciertas cosas que normalizamos. Desde las violencias sutiles en el día a día, en las escuelas, incluso ahorita, en esta pandemia. O sea, creo que tenemos que posicionarnos en qué estamos generando y qué escuelas queremos y cómo queremos construir como una comunidad que aprenda y que siga avanzando.

    Entonces, al final, lo único que yo quería decir es que creo que es importante, también, que abramos canales, porque, a veces, creo que aquí, en nuestro país, los maestros nos atrevemos poco, poco a hablar y romper estos silencios, ¿no? Y a veces, también, en nuestro país creo que también se generan pocos espacios para que los maestros hablemos de estos intentos que tenemos a la hora, que estamos ya pensando nuestras prácticas, y creo que eso es algo muy importante y agradezco mucho este espacio.

    Y al final se trata de construir una memoria colectiva. La verdad es que me hizo mucho eco Federico cuando hablaba. A veces no solo es esta cuestión de que a veces nosotros lo hablamos como discapacidad, sino un montón de cosas que, a veces, seguimos como etiquetando, nombrando, especializando y subespecializando. Y, al final, se trata de que aprendamos a darnos cuenta de que todos somos bien diferentes y que, de esta diferencia, podemos enriquecernos. Y en las escuelas se trata de eso.

    Decía una compañera: «Los directores tenemos un papel muy importante». Y eso, híjole, se pega mucho porque, pues, yo, desde ese rol de dirección de un preescolar, sí, es cierto, se trata de que nos escuchemos todos y de que generemos, de algún modo, estos vínculos de liderazgo horizontal. Y, a veces, incluso de que nuestros compañeros maestros nos quiten como esa etiqueta que te colocan, esa etiqueta de director, con la que a veces, dejan de verte como compañero, colega o docente que también está junto contigo, pues, en esta lucha de seguir construyéndonos, la educación inclusiva comienza desde ahí. Esos pequeños escalones para generar esos diálogos.

    Agradezco mucho eso y era el único quería decir, que este espacio justo nos permite romper los silencios. Gracias.

    N.C.:— Muchas gracias, Guadalupe. Alicia.

    Alicia:— Hola, de nuevo. Yo quiero empezar comentando que, cuando hiciste como la clasificación de que en una sesión tenían que hablar las familias, en otra los maestros, investigadores…, yo me anoté a todas, Nacho, porque creo que tengo que ver en cada una. O sea, creo que podría dar mi testimonio como persona neurodivergente, como familiar de un joven con discapacidad intelectual, como docente de la universidad de Guadalajara, como madre de dos niños normofuncionales y como investigadora del laboratorio Estudio sobre Violencia de Género. Entonces, desde mi perspectiva, de todo esto que yo he vivido y de los testimonios que hemos escuchado en todas estas semanas, es como muy claro que hay, yo creo que parece que hay como bandos en todo esto, hay como bandos de madres que dicen en su testimonio que «los maestros no me entienden»; de alumnos que dicen: «bueno, tampoco a mí me están escuchando», y yo creo que la investigación pasa lo mismo.

    A mí, por ejemplo, cuando yo hice una estancia de investigación en la universidad de Granada, una persona de allá, una investigadora ya reconocida, me dijo que yo no era objetiva porque yo estaba hablando o viéndolo todo como hermana de alguien que tiene discapacidad intelectual.

    Entonces, que yo no podía ser objetiva y que yo no servía como investigadora, porque estaba poniendo cosas personales. ¿Ser objetivo? Yo creo que eso también es algo como la investigación. Se ve este mismo sesgo de «yo soy el gran investigador y yo tengo que mantenerme al margen y no meter sentimientos, y no meter…». Es como «plasmo las evidencias, pero yo no me meto». Esto también es lo que han estado diciendo: la necesidad de escuchar todas las voces. Tal vez, mi situación es extraordinaria. Yo sé que, no todos pueden estar en todos los ámbitos que a mí me ha tocado, pero sí que hay que tener en cuenta, como decía Stephanie, a todos los que participan en la inclusión. Y que la investigación no puede ser solo para tratar a los entrevistados para que cuenten su historia de discriminación; sino también escuchar sus propuestas.

    En la parte práctica, lo que dicen de la función del director, yo creo que es esencial. Una de las entrevistas que yo hice en la investigación de la tesis

    de maestría era, precisamente, con un director de secundaria que tiene 1400 alumnos y que es como un oasis de inclusión. Él me decía: «yo nunca he rechazado a un solo alumno». Tiene alumnos con todos los tipos de discapacidades. Tienen la escuela adaptada y lo que no, lo hacen cómo pueden y con los recursos que pueden. Se le está agenciando siempre recursos y, por ejemplo, incluso en las evaluaciones me decía que él mandaba, que la Secretaría de Educación Pública le pedía las evaluaciones ‘tabula rasa’, pues él mandaba fotos hasta de los alumnos y de los trabajos. De cómo llegó este chico y cómo estaba ahora. Él se estaba enfrentando realmente a todo el sistema. Este sistema vertical que le ordena cómo debe de ser. Pues se está enfrentando completamente a todo, porque cree “adecuadamente” en sus alumnos, que nadie debe de estar excluido ni segregado.

    Estos, los no normalizados, son también una cuestión que no podemos perder de vista. Que hay una situación, tanto en México como en España, en la que, aunque estamos hablando de inclusión, pues siempre está ahí, del lado de las Escuelas Especiales.

    Por mi situación familiar, mi hermano estuvo tres años sin entrar a una escuela porque la indicación era que él tenía que estar en la Escuela Especial, cosa que no deseaba y, pues para mí, creo que, mientras existan estas escuelas, van a ser un obstáculo para la inclusión, porque es el lugar por excelencia donde quieren enviar a todos los diferentes. La escuela especial es una legitimación para la segregación y está visto que, en los juicios que se han llevado tanto en México, en España, Colombia y en otros países, no mandan de la Escuela Especial a la ordinaria; sino que siempre es al revés. Siempre te derivan a la segregación.

    Aquí también es otra: en el rol de la inclusión, es muy importante el papel del estado, y aquí hay otra separación entre lo que hay en la legislación y lo que hay en la realidad. La convención ya está ahí, hay legislación internacional, legislación nacional, local y, sin embargo, pues, en la práctica, lo que se sigue viendo siempre son procesos discriminatorios y de exclusión. Aquí, por ejemplo, el programa que, a nivel federal y nacional, se destina para la inclusión, asigna 30 céntimos de euros por alumno por año. Entonces, esa es la importancia que el estado mexicano le da a la inclusión. En México lo que se está haciendo es como dejar todo el peso del proceso inclusivo en los docentes. Y, claro, que ya las familias lo sabemos, que cuando hay voluntad, ya tenemos casi la mitad del camino recorrido, pero eso no es todo.

    O sea, la inclusión no todos son ajustes razonables, no todo es una cuestión de que si el maestro quiere. También hay apoyos, o sea, legalmente los apoyos son una cosa muy diferente, ¿no? Los materiales, lo que se debe de otorgar para la inclusión, el maestro realmente no lo puede cubrir. Entonces, aquí lo que está pasando es que hay un proceso, por parte del estado mexicano, de simulación, no de inclusión. Hago como que cumplo con la legislación internacional, como que elegís, pero, no estoy asignando ningún tipo de recurso. Y la ley de Educación en México tiene un apartado donde señala cómo debe ser la educación en México, y señala que debe de promover la equidad y la igualdad de oportunidades.

    Y yo creo que, y ya con esto finalizo, que es una cuestión de la igualdad, porque a mí me han llegado a decir que, por ejemplo, que no es violento que a mi hermano lo hayan querido segregar; sino que lo violento era que en mi familia quisieran normalizar a mi hermano o no aceptar la realidad, que mi hermano tiene una discapacidad. Entonces, él tendría que haber estado en una escuela especial y, a lo mejor, entonces, yo también. Por ser neurodivergente yo también debería de haber estado en una Escuela Especial, o hasta en un manicomio… porque así se ve todo lo diferente. Siempre hay espacios segregados para nosotros.

    Entonces, creo que en esto de la igualdad, hay que tener claro que, no es buscamos una igualdad de facto; todos somos diferentes, no hay dos personas que seamos iguales. No se busca una igualdad o una normalización; sino que debemos ser tratados como si fuéramos iguales. Esa es la cuestión. No es que seamos iguales; sino que debemos ser tratados como si lo fuéramos y lo que buscamos es una igualdad en los derechos. Eso sería todo.

    N.C.:— Muchas gracias, Ali. Tiene la palabra Jesús.

    Jesús:— Hola. Bueno, agradecerte la oportunidad de estar aquí, amigos y amigas y referentes. Es una lástima no haber podido escuchar a Susana, porque para mí es una referente.

    Bueno, cuatro cositas que se me han venido sugiriendo un poco del título y de las cosas que he ido escuchando. Cuando hablamos de investigación educativa o de educación y educación inclusiva, de lo que sabemos a lo que hacemos, hay que plantearse bien lo que hacemos, porque los académicos yo creo que nos lo planteamos poco. O deberíamos planteárnoslo un poquito más, en este sentido, porque, en realidad, vivimos un poco bajo las presiones de la Academia y, a veces, esto creo que nos hace perder el camino. El ser un poco radical en determinadas cuestiones, te puede llegar a alejar un poco del camino de la Academia. Y, esto, pues a mí me parece que es una cuestión que vale la pena que nos planteemos. En el sentido de que es importante plantearnos si hacemos investigación sobre inclusión o investigación inclusiva, en este sentido, por ejemplo. Es decir, si realmente nos preocupan un poco solamente los análisis, análisis de los procesos de inclusión para hacer nuestros artículos o realmente nos implicamos a las personas con las que hacemos investigación para transformar su realidad. Es importante que los participantes estén implicados y que, como ya se ha dicho, que la investigación sea el máximo de emancipatoria y que genere estos beneficios para estas personas con las que investigamos.

    En esta misma dirección, otro elemento que sonaba un poco también y me ha llamado mucho la atención, es desde qué marco hacemos esta investigación. No es lo mismo partir del modelo social, que tiene mucho que aportar en cuanto a investigación o cómo entendemos la inclusión, o desde conceptos como barreras, si se incluyen o no en los marcos de pensamiento, a partir de los cuales construimos la investigación. Como decía, plantearnos desde una perspectiva ética cuál es el propósito de nuestra investigación. Es decir, si la forma en que investigamos va a promover la eliminación de barreras o no. Esto ya lo planteaba Burton en 2009, pero yo pienso que vale la pena ir recordándolo. Es un poco como ese mantra que los investigadores tendríamos que recuperar para plantearnos si perdemos la dirección o el norte.

    O plantearnos como investigadores también qué responsabilidades tenemos de los privilegios de poder hacer investigación, ¿no? De la posición que tenemos para hacer investigación, y plantearnos qué responsabilidades derivan de esto. Un poco hablando también contigo, Nacho, salía la pregunta de cómo podemos hacer para que la investigación educativa contribuya a la transformación de la escuela. Yo, desde nuestra experiencia del grupo de investigación en el que estoy, de aquí en la Universidad de Vich, de la Universidad Central de Cataluña, hemos visto que lo que nos funciona es estar en las escuelas. Es decir, estar en las escuelas, recorrer su camino, escuchar mucho, escuchar mucho, escuchar mucho y colaborar con todas y todos los que forman parte. Es decir, desde los niños y niñas, las familias, el conserje, la conserje…, quien forme parte de la escuela. Y, a veces, también, formar.

    A veces, gozamos de ciertos conocimientos que vale la pena que sean compartidos también con la gente, con quien investigamos. Es lo planteaba en su momento Burton: «cómo puedo emplear mis conocimientos y mis capacidades para desafiar las formas de opresión». Yo pienso que estaría bien que nuestro rol y nuestro conocimiento pudiera acompañar a toda la gente que hay en las escuelas para este desafío.

    Tuve la suerte de estar en Italia desde el 78, hace cuarenta y pico años. Y es un país que, al menos por ley, es inclusivo y donde se eliminaron los centros de Educación Especial. Tuve la suerte de trabajar con Nicola Komo. Él llevaba mucho al cabo este tipo de investigación. Lo llamaba investigación formación- formación-acción, y la podríamos, si queréis, reformular en esta investigación a formación en colaboración con las escuelas. Desde la escucha y el intento de analizar y transformar su realidad y acción, porque lo importante es que acabe en acción, también nuestra investigación, para que al final tenga impacto.

    Me acuerdo de que cuando llegué, Komo me preguntó sobre qué investigaba y yo, «sí, bueno, las actitudes», pero se investigaba desde la órbita de conocerlas, no de cambiarlas. Y él me dijo directamente: «¿Pero qué impacto tiene eso?». Y, bueno, fue una de las bastantes bofetadas de realidad que me he llevado en mi vida, en la que dices, «y cómo yo he estado tanto tiempo sin plantearme esto».

    Es decir, «qué impacto», y esto me lo decía ya en 2006. Desde ahí, pues, esa bofetada que me llevé está bien porque ha transformado un poquito mi realidad y mi forma de investigar.

    Escuchaba los vídeos de los niños y las niñas, y soy muy fan, porque es una de mis líneas de investigación, también todo el tema de las voces de los niños y de las niñas. Escuchaba dos comentarios que me llamaban mucho la atención. Una chica manifestaba que los maestros no saben y los mandan a los centros de Educación Especial. Tristemente, es una realidad bastante común y, por eso, planteaba esta forma de encarar la investigación, para que podamos llegar al momento a que establezcamos estos procesos de colaboración para crear nuevas citaciones en las escuelas con los maestros, con los niños, con las familias, con todos los agentes. Las familias incluyen y son un modelo. Y pienso que, desde ahí, la investigación juega un papel importante en este proceso de transformación.

    Y la otra que me impactaba mucho era escuchar a un niño, que ahora no logro recordar el nombre, que decía que, para él, la escuela era buena, pero para su hermana no tanto. Marcos. Sí. Y me tiembla la voz porque es emocionante ver que siguen pasando estas cosas y que la escuela no cambie. Se veía cómo Marcos lo vivía en su piel y no percibe alrededor en la escuela que eso pueda cambiar. Es decir, la sensación que me parece que pueda, que podía tener, y es triste que sea esa su sensación y no la de ‘esto puede cambiar’. Y no la de ‘cuando yo pueda ir a la escuela, si se lo planteo a mis profesores o se lo planteo a quien sea, me van a abrir las puertas, me van a escuchar y esto va a cambiar’. En realidad, en la voz del alumnado tenemos un gran recurso.

    Ahora no quisiera que se me entendiera mal. Es decir, no es su responsabilidad el cambio, lógicamente; la responsabilidad es más de los adultos que para ello trabajamos en esto, pero es importante que consideremos las voces de los niños y las niñas para que la escuela cambie, y son este recurso. Este es el recurso que los convierte en cómplices. Es tan importante que los niños y las niñas sean cómplices porque, al fin y al cabo, cuando un niño o una niña tiene que estar incluido, tiene que estar incluido entre esos compañeros y sus compañeras. Es decir, un maestro o una maestra, al final, no puede incluir a nadie, puede generar las situaciones para que el resto lo incluya, pero un maestro una maestra difícilmente acabe incluyendo porque, cuando se celebre un cumpleaños, no será ella quien lo invite, tienen que ser sus compañeros o compañeras. Y es el hecho que me hacía pensar mucho en la expresión de Marcos, ¿no? Luchar para que estos niños no tengan esta sensación; sino que tengan la contraria. Que digan: «la escuela puede ser un sitio donde todos seamos cómplices, un sitio donde se busca siempre la inclusión y el bienestar y la felicidad». Al fin y al cabo, pues, la felicidad debe ser objetivo final. Ya está.

    N.C.:— Muchas gracias, Jesús. Yo creo que, en gran medida, estas conversaciones se mueven por esta idea que tú estás planteando, que es lo insoportable ver que pasan los años y siguen pasando los años, y siguen pasando los años, y nosotros investigando y las escuelas continúan en la misma dinámica y nuestras facultades, como decía Odet, continúan también en la misma dinámica, formando el mismo tipo de profesorado y ante esta situación, que a mí me resulta insoportable, pensaba: «¿qué podremos hacer nosotros como investigadores e investigadoras que sea de utilidad para el profesorado, para el alumnado, para esas familias que estaban empoderadas, pero que lo que denunciaban era la exclusión absoluta que viven muchos de sus familiares?» Y, bueno, en esto estamos.

    N.C.:— Muchas gracias, Jesús. Tiene la palabra Julián.

    Julián:— La verdad es que, como sabes, Nacho, no soy investigador, no soy docente, soy un padre al que le gusta escuchar mucho. Participo, siempre que puedo, en cualquier proyecto, en cualquier tema que afecta, no solamente a mi hijo que tiene discapacidad; sino a todos mis hijos. Creo que la educación es siempre fundamental, y también cómo se educa. Cómo se educa para el futuro, para hacer mejores personas. Entonces, lo que sí he observado es que hay una gran barrera entre lo que es la educación, es decir, la escuela y la sociedad. Es decir, los profesionales, quienes están dentro de la escuela, y lo que es la sociedad.

    Hay una distancia que realmente no sabemos encajar o hacer que se encuentren. Entonces, cuando las madres o los padres hablamos de los profesionales, de los maestros, hablamos de lo que ellos hacen, pero yo creo que sería importante que tuviéramos un punto de encuentro donde todos fuéramos parte común, y me quiero explicar. Antes se ha hablado

    de la confianza de las familias para aportar, de todos los niños que pueden o de los profesionales que pueden.

    Nosotros el año pasado, aquí en Castilla-La Mancha, hicimos un proyecto piloto que se llamó aulas inclusivas, basado en la comunidad de aprendizaje. Yo lo que aprendí ahí es que la inclusión no va de incluir a las personas con discapacidad. Realmente, va a dar espacios donde todos puedan formar parte e, incluso, los padres podamos llegar a conocer cómo se enseña a nuestros hijos. Entonces, puedo decir que en algún caso o familia que pensaba que se estaba haciendo fatal en el aula, porque su hijo no iba a poder dar, cuando participó en este proyecto piloto, cambió radicalmente. No vio a los maestros o las maestras como enemigas; sino que las vio como grandes aliadas para que su hijo aprendiera. Entonces, básicamente, mi reflexión es que, quizá, lo que hay que ver es cómo introducir a la sociedad en la escuela. Es decir, que la escuela no sea algo separado de la sociedad.

    Básicamente, el modelo social de la educación creo que consiste en eso, precisamente, en que seamos aliados a la hora de construir esa educación. No sé si me enrollo mucho o no soy muy claro a la hora…

    N.C.:— Yo creo que has sido muy claro. Básicamente, creo que realmente lo importante es derribar esas murallas que hay, sobre lo que pasa en la escuela, lo que pasa en el aula. Que muchas veces no puede salir de allí, lo que hace que haya resquemores por parte de la familia, por parte de la sociedad. ¿Qué es lo que se está haciendo? ¿Qué es lo que no se está haciendo? Y, al final, son barreras que, de una manera u otra, se pueden romper, precisamente, como antes decía Jesús, propiciando espacios para la inclusión.

    Julián:— Yo simplemente puedo decir que cuando el profesional propicia esos espacios, tanto en los alumnos como en las familias, la inclusión es muy fácil. Creo que es muy fácil, pero tanto para las personas que tienen discapacidad, + como para las que son superdotados o para los que tienen cualquier tipo de… No deberíamos centrarnos en la inclusión, bajo mi punto de vista, de las personas con discapacidad; sino en todos en general. Y básicamente esa es un poco mi reflexión sobre la que creo que podéis investigar o aportar los que realmente os dedicáis a analizar cada este tipo de situaciones.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Julián. Susana, venga, que lo vamos a conseguir. [risas]

    Susana:— Buenas tardes a todos. A la tercera va la vencida. Bueno, muchas gracias, Nacho, por darnos la oportunidad de estar hoy aquí. Yo voy a referirme muy brevemente a algunas cuestiones. A estas alturas, yo creo que han señalado muchas de las personas que ya me han precedido, y quería poner en relación dos temas que están estrechamente entrelazados, sobre los que Odet ha puesto, también, su mirada.

    El primero, creo que ya se ha planteado a lo largo de todos los encuentros anteriores y se está repitiendo hoy. Las familias, los estudiantes y los profesionales se han referido a la formación inicial y permanente del profesorado de modos distintos y han aludido a ello haciendo referencia a la ausencia de vocación del profesorado, a la escasa preparación o a las dificultades, que parece haber para escuchar al alumnado. Desde luego es tremendamente injusto, esa es la palabra, que la educación de algunos niños y niñas depende de que les toque un profesor, como decía una profesional con ganas y formación. Yo creo que eso es inadmisible y lo compartimos todos los que estamos aquí.

    Y, bueno, pensando un poco en la escuela que queremos y en la cuestión que tú planteabas, qué tipo de formación inicial o cómo cambiar esa formación, yo creo que hay una serie de aspectos que pueden ayudar a pensar. Algunos se han dicho. Creo que la reflexión en torno a cómo hacer de la escuela un buen lugar para todos no puede quedar reducida a una asignatura concreta y, a veces, una asignatura de cortísima duración. Y eso es lo que está ocurriendo en nuestras facultades. Es, desafortunadamente, la realidad en los planes de estudio.

    Yo creo que tampoco puede ser resultado de una elección. Es decir, es de nuevo inadmisible y es lo que está ocurriendo, que los estudiantes decidan si escogen o no la asignatura de atención a la diversidad o de escuelas inclusivas. No tiene sentido en la escuela que tenemos hoy. Además, creo que la formación debería ayudar a los docentes, a los futuros docentes, y esto lo decía, creo, una madre y también profesionales. A reconocer y a pensar en dónde se sitúan esos futuros docentes en relación con algunas diferencias y algunas situaciones de desigualdad que están viendo en las escuelas y debería ayudarles a actuar.

    Y un poco en relación con lo que comentaba precisamente Julián, en la intervención anterior, reducir también esa distancia que parece haber entre lo que se enseña y lo que ocurre después en las escuelas. Un poco lo que tú planteabas al principio, cómo romper la distancia que hay entre lo que enseñamos y lo que sucede en las aulas. Yo creo que la formación

    debería ayudar a nuestros estudiantes a dejar atrás esa búsqueda incesante de certezas sobre quiénes son los otros. Y es algo que nos encontramos todos los días en clase, quiero saber quién es y cómo es una persona con tal o cual diagnóstico. Deberíamos conseguir que lograsen entender que se necesita tiempo para conocer, para construir relaciones posibilitadoras con otras personas, y eso surge de los gestos, de las aten… Como decían algunas mamás, «cómo mi hijo expresa algunas cosas, cómo se muestra ante algunas actividades, qué es lo que le interesa». Y todo eso, que ya se ha dicho, aunque de otras formas, lo que exige es tiempo y otras formas de hacer en las facultades. Creo que exige tiempo y otras formas de hacer que permitan que los estudiantes puedan pensar sobre sus prácticas vividas también como estudiantes.

    Es decir, cuando ellos pasaron por la escuela. Que les dé la oportunidad de pensar sobre lo que están viviendo como futuros docentes en prácticas.

    Que les dé tiempo para manipular los constructos con los que trabajamos y que no acaben convirtiéndose en palabras vacías, que muchas veces aprenden memorísticamente, y desde donde les podamos enseñar lo que significa escuchar distintas voces. Es decir, para que podamos juntos, con todo ese cóctel, sintonizar significados. Saber de qué estamos hablando realmente y quiénes están en juego. Y creo que todo eso no es fácil.

    Es evidente, en todos los encuentros que se han venido celebrando, que se pone de manifiesto la complejidad del tema que hay entre manos y no podemos, quizá, entrar en todos los elementos que explican esa complejidad, pero lo que sí creo es que tenemos que resistir [risas] para seguir mostrando que es posible otra, otra formación.

    Jesús ha dicho antes que había que ser radicales, pues sí. Tenemos que mantenernos firmes y sabemos que hay otras formas de hacer eso posible. Tenemos que mantenernos ahí, pese a que hay muchas cuestiones alrededor que no nos acompañan, no nos ayudan.

    Y el segundo elemento tiene que ver con la investigación que hacemos. Yo creo que también tenemos que valorar la investigación que desde algunos lugares se está haciendo, como la que tú estás poniendo en marcha o que llevas desarrollando, y que hoy nos reúne aquí a muchas personas estas semanas atrás, porque no es el tipo de investigación que predomina, no es la investigación dominante. Hay que valorar ese tipo de investigación, que es hecha con otras personas y en la que el conocimiento es coproducido y, por tanto, lo que resulta es posible por el tipo de relaciones que se construyen y por la forma en la que nos relacionamos.

    Yo diría que la investigación tiene que ser hecha con las personas y no sobre estas. No puede ser una investigación que hable sobre las personas con discapacidad o sus familias y no hable con ellas, no las involucre. Y lo mismo en la escuela, no puede ser una investigación sobre la escuela sin involucrarse en la escuela. Por tanto, lo que se plantea no puede ser ajeno a los intereses, a las preocupaciones o a las necesidades de quienes participan, tiene que ser relevante para esas personas, para los estudiantes, para las familias y para los profesionales. Asimismo, tiene que reconocer, valorar la experiencia, el saber de la experiencia en la construcción del conocimiento. Que vaya de abajo a arriba, eso es fundamental.

    Y luego nos tiene que llevar a pensar en el tipo de recursos, estrategias o lenguajes que utilizamos para trabajar juntos, porque, claro, si solo nos movemos con los lenguajes que tradicionalmente hemos utilizado en investigación, siempre dejamos fuera a otras personas, incluidos los docentes en las escuelas, y ya no digo las familias o los estudiantes. Cuanto más nos alejamos de las estrategias del otro, más difícil es que el otro se pueda sentir parte de algo.

    Y por acabar, creo que de lo que hablamos es de una investigación comprometida, socialmente, que exige resistir ante las presiones de la Academia, como también señalaba Jesús. Es importante que tengamos en cuenta que cómo hacemos la historia importa. Entonces, bueno [risas], tenemos que hacer la historia con otras personas, construirla con otras personas, mantenernos con la escuela y con los profesionales de la escuela, porque haremos posible otra historia distinta a la que muchas veces nos enfrentamos, ¿no? Y, bueno, ahí lo dejo, muchas gracias [risas]

    N.C.:— Muchas gracias, Susana, ha merecido la pena la espera [Risas]. Tenía la palabra Joana.

    Joana:— Hola, muy buenas tardes a todos. Yo soy Joana Marina, soy fisioterapeuta y trabajo en centros educativos tratando e intentando ser un apoyo educativo. No sé si lo consigo, es mi esperanza y mi ilusión, no sé si lo conseguiré. Y es una pasión que compagino con la gran ilusión que es la investigación. Tuve la oportunidad desde el programa de doctorado en educación inclusiva de investigar, en este caso, la figura del fisioterapeuta en un contexto educativo. No por creerla más relevante ni protagonista, simplemente por ser una figura que estaba presente en los centros educativos y, bueno, era desconocida a nivel científico. Relativamente desconocida en este momento y, por ello, la investigamos, pero no porque consideramos que tenga que ser una figura aislada o protagonista. De hecho, entre nuestras conclusiones, se ensalza el trabajo en equipo, en colaboración, de una forma, quizás, interdisciplinar en estos y diversos términos, pero lo más importante es que se dirija la mirada a favorecer el aprendizaje del alumnado.

    En el caso de la fisioterapia, sí que es un perfil de alumnado, pero yo creo que tampoco debemos de dejar de observar a todo el alumnado. En la educación inclusiva, todos sabemos que es para todos los alumnos y valora la diversidad de acceder y enriquece la educación. Era un poco lo que quería contextualizar.

    Bueno, habiendo escuchado a todos los compañeros, ha sido un placer, coincido con Odet en que se convive con el modelo rehabilitador. Pues sí, convive con el modelo rehabilitador y yo creo que mi figura y yo podemos dar bastante fe de ello. De hecho, algunas de las conclusiones que sacamos en investigación eran que la consideración de salud adoptada, en este caso, por el fisioterapeuta, que fue quien exploramos a través de herramientas de recogida de datos y dos perspectivas. La del fisioterapeuta y del tutor. Entonces, localizamos que la perspectiva de salud que es adoptada es lo que determina el tipo de actuación que este profesional realiza en el centro. Y sí que es verdad que, en el momento en que estudiamos y en el contexto que elegimos, sí que era más preferente, la atención rehabilitadora. Una atención que todos conocemos que pasa en los centros educativos, que es aislada, que es individual y no se dirige, quizá, a objetivos directos que están pasando o las actividades propias del centro educativo. Pero, al mismo tiempo, sí que, bueno, descubrimos o, o se desveló un pequeño borrador de cómo este profesional, en colaboración con otros profesionales, sí que podía favorecer los aprendizajes que suceden de forma natural en el centro educativo.

    Y un poco aquí hablábamos del reto de la investigación. Y como han señalado otros compañeros, se trata de escuchar, escuchar, comprender y llegar a empatizar con lo que está sucediendo. Es muy importante, está en el contexto. Yo creo que lo hemos señalado varios y también lo señalaba Jesús: «¿Por qué no hacen investigación-acción?», que finalmente sí que se traduce en una modificación. Al fin y al cabo, yo creo que se tendrán que establecer las sinergias que tiene este espacio.

    Nacho, has conseguido establecer sinergias con todos los actores y todos los actores son todos los actores. Alumnos, profesionales, responsables administrativos, que también son muy importantes y no siempre participan o quieren participar… De hecho, los responsables administrativos han sido, digamos, la mesa del encuentro que no ha salido adelante. Todos los demás han salido. Los responsables administrativos, no. La barrera actual. Bueno, probablemente yo también tengo poco poder de convocatoria en ese entorno [risas]. Entonces, un poco lo que yo creo que muchos hemos estado comentando. ¿Hacia dónde debería ir la investigación? Hacia establecer sinergias entre todos los actores, porque desde la investigación aislada no lo vamos a conseguir.

    Intentando ser breve, creo que he tocado algunos puntos que me gustaban, y quería, pretendía informar.

    N.C.:— Muchas gracias, Joana, por tu intervención. Vamos con Nacho.

    Nacho:— Hola, buenas tardes a todas y a todos. Gracias, Nacho, tocayo, por esta invitación. Estoy disfrutándolo muchísimo y es un gusto escuchar a compañeras y a compañeros hablar de temas que nos unen. Es verdad que muchas de las cosas que quería compartir ya han ido saliendo y no quiero volver sobre ellas, pero volviendo a la pregunta que me tiene dando vueltas desde las 5, ¿qué es lo que sabemos? Y, ahí, coincido con algo que decía Odet. Lo que sabemos no es más que una construcción y, quizás, ahí está la primera gran tarea de la investigación educativa: deconstruir todo lo que sabemos o, al menos, cuestionar el modo en el que hemos construido entre todos ese conocimiento sobre la escuela, el conocimiento pedagógico. Me parece que es una de las funciones o de los retos más acuciantes que tiene la investigación, empezar a cuestionar el orden establecido en la escuela y empezar a cuestionar, también, muchas de las prácticas que, más allá de que podamos reconocerlas como más o menos incluyentes, más o menos la etiqueta que le queramos poner, se están haciendo simplemente porque siempre se hicieron así. Y parece que han ido dejando un poso en las escuelas sobre qué es lo que está permitido hacer y qué es lo que parece que, además, está avalado por una especie de halo científico que se sigue reproduciendo. Y cuestionar esto también nos llevaría a revisar algunas de las cuestiones que enseñamos en nuestras aulas, en las facultades de Educación o de Pedagogía.

    Por otro lado, cuando hablamos de investigación educativa, creo y retomo la expresión de Susana, es necesario que sintonicemos significados también sobre qué es investigación educativa. Nos viene a la cabeza, incluso, en la sub pregunta: ¿cuál es el papel de la investigación para transformar lo que ocurre en las escuelas? Hay también como una especie de trampa, ¿no? Parece que la investigación es algo que ocurre, un ente, generalmente externo, a veces que también ocurre en el escenario de la escuela, que tiene la capacidad de impactar, de afectar o de remover lo que ocurre en ella. Y yo no sé si esa mirada sobre la investigación está demasiado extendida, pero, a veces, nos frena para abrir grandes preguntas en torno a la investigación, como las que ha señalado Odet, en torno a la ética. O al grado de beligerancia que debería tener, como decía Jesús. Y realmente creo que la investigación no tiene ningún sentido, al menos en las escuelas, si no vamos a ellas sabiendo que allí ya está ocurriendo investigación, con independencia de que la academia llegue o no llegue.

    Y, quizás, empiece a imaginar así roles más próximos al acompañamiento, al estar juntos, a repensarnos juntos. Sin duda, la investigación, la que podemos hacer desde la Academia, no puede ignorar en ningún momento, como se ha dicho ya, a quiénes son los protagonistas en la escuela y, sobre todo, las vidas que atraviesa la organización escolar. Es el momento, también, de dar mayor protagonismo a todos los movimientos de voz y de participación dentro de la propia investigación educativa.

    También quería abrir un interrogante que creo que puede ayudarnos a entender por qué a veces hay esa distancia, que a mí me preocupa y no sé si a las personas que estamos ahora en la sala les apetece hablar de ello, con quien vive la investigación, quien convive con la investigación inclusiva. Convivimos con la mercantilización de la educación, con los requisitos y exigencias de la academia, con temas, además, emergentes que calan, entre comillas, que venden soluciones inmediatas, certezas en el ámbito educativo.

    Por ejemplo, hay muchas cuestiones que tienen que ver con el auge de la neurociencia en educación, cuando la investigación educa; inclusive problematiza la propia idea de investigación de la escuela, del mundo, la vida, de la historia. Y otros tipos de investigación, u otros temas de investigación, parecen ofrecer de manera más rápida certezas, certidumbre y casi cuestiones indiscutibles. Ahí ya no tenemos nada que hacer. Entonces tenemos que prestar un poco de atención a otros elementos con los que convive la educación inclusiva y empezar a poner el foco en cuestiones que resultan incómodas para la escuela, para la administración, para los sistemas y abandonar, un poco, las miradas tan psicobiologicistas en torno a lo que pasa en las escuelas. Por eso, creo que deberíamos de enfrentarnos al reto, tan incómodo para algunos, de empezar a hablar más serio o haciendo más ruido sobre las presiones excluyentes en la gramática escolar.

    Y ya para terminar, simplemente, pensar en el papel de la investigación educativa como un altavoz, una plataforma, un espacio para repensar. A veces se nos olvida, porque los académicos estamos sometidos a otros corsés distintos: el valor de la denuncia a través de la investigación. Y creo que es muy necesario volver a colocarnos en ese lugar, las posibilidades de la investigación educativa o la investigación inclusiva para denunciar y empezar a hablar de aquello que, muchas veces y durante mucho tiempo, ha sido silenciado en la gramática escolar, como es la construcción de la desigualdad y de la exclusión.

    Pues nada, muchas gracias.

    N.C.:— Muchas gracias, Nacho, por tu intervención. Márquel, es la última palabra que tengo anotada, a no ser que alguien se me haya escapado. Cuando Márquel hable, comenzamos la interacción.

    Márquel:— Hola, yo soy María, madre de un niño con discapacidad y sí que me gustaría aportar un granito de arena. Yo tengo un niño con discapacidad, como decía, y tengo una niña, vamos a decir, dentro de la normalidad. Como madre, con la niña ha fluido todo, ha sido muy liviano, nunca me han puesto un pretexto. Ella ha seguido sus cursos, está en 4° de la ESO, tiene 16 años y todo ha sido normal. Sin embargo, con el niño, que tiene 13, ha sido un largo camino de obstáculos. Me gustaría que, si es posible, que se me metiese en esta olla que estamos entre todos elaborando: un guiso, lo quiero llamar así, de aportaciones de todos. Me gustaría que esta aportación fuese el porqué a las familias nos cuesta tanto que los niños con una discapacidad tengan una educación inclusiva, velar por esos derechos que les corresponden. Solo quería, bueno, aportar esto.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Márquel. Alejandra.

    Alejandra:— Hola, buenos días a todos. Buenas tardes, aquí en Argentina. La verdad es que, con lo que ha dicho Julián, se me ha desorganizado todo lo que pensaba decir, porque me ha impactado mucho lo que ha planteado este papá, porque en realidad lo comparto. Yo me planteo esta cuestión y agradezco, Nacho, esta invitación, que es un conversatorio.

    Como dices, criar no se sabe cuándo comienza ni cuándo termina. Y cuando me planteé participar realmente tuve mis dudas, porque mi línea de investigación

    va en relación con la voz del alumnado, pero no de las personas con discapacidad, y pensé que había algo dentro de lo que pude llegar a investigar en relación con los estudiantes que no están catalogados como personas con discapacidad, que por ahí podía sumar a la conversación. Digo que me impactó mucho lo que planteó Julián, como papá, porque él dice que él está preocupado por la educación de su niño con discapacidad, pero en realidad por la de todos sus hijos. Y creo que esa es un poco la mirada de la investigación.

    O sea, en un principio me preguntaba cómo hacemos todos los académicos: si voy a intervenir, tengo que establecer unos puntos, que en realidad los establecemos porque tenemos poco tiempo, pues Nacho nos va marcando el tiempo [risas]. Pero, en realidad, pensé en la educación, para qué sirve. No en términos utilitarios; sino en términos de sentido. Y, en realidad, digamos, la investigación sirve, por lo menos la investigación cualitativa, para recuperar la voz de los sujetos. Y ahí, coincido con Jesús, digamos, en que la forma del investigador es estar en los escenarios de la investigación, o sea, en el campo. Él dijo estar en la escuela. Esa es la forma de acercar lo que se investiga, digamos, al lugar donde realmente todo aquello tiene que ayudar a mejorar las prácticas educativas. Y, además, no solo ir a buscar las voces de esos investigados; sino también implicarlos de alguna manera, que es un poco el juego que has abierto, Nacho, con estas conversaciones, de las cuales he participado en todas y de las que me ha impactado muchísimo, justamente, la voz de los estudiantes y la voz de las familias.

    Recuperando un poco el discurso de Julián, él dice que el tema de la inclusión no va de personas con discapacidad, y creo que ese es el punto, es el paradigma desde el cual se investiga la inclusión. Yo creo que, si bien en términos metodológicos, hay que abrir un poco el juego y ser un poco cautos y un poco académicos en preguntarnos acerca de las personas con discapacidad, también creo que el tema está en que la investigación, en el terreno de la inclusión, debe ser hacia todo el colectivo y en todas las condiciones, aun en las que nosotros consideramos normales, entre comillas. ¿Por qué? Porque en lo que he podido ver a través de la investigación, en el centro del sistema educativo, la discapacidad está marcada más allá de por las diferencias de origen, por un punto crucial que hay dentro del sistema, que es la evaluación.

    Cuando, en su momento, pude hacer grupos de reflexión, investigar con estudiantes que ingresaban a la Universidad de Málaga, ellos me planteaban que, en el momento en que un docente evalúa a un estudiante, está diciendo si ese estudiante es apto o no es apto, y ahí entra en juego lo que todos los colegas vienen planteando, que es el tema de la etiqueta. Un tema que tú también planteas, Nacho, en tus investigaciones. La etiqueta, este elemento de gran prejuicio que inhabilita o habilita a los sujetos a estar dentro del sistema.

    Creo que todas las personas tenemos una discapacidad para el sistema educativo. Todas. Estos estudiantes, con los que se ve un proyecto de investigación, planteaban que en las escuelas hay estudiantes muebles, están los torpes, los que jamás van a poder hablar, y que es muy difícil moverse, de sortear ese obstáculo de la mirada del otro. Y en términos de sistema, creo que el docente, el maestro que está en el aula, es el representante del sistema y es el que hace, de alguna manera, y trabaja por la inclusión o por la exclusión.

    Entonces, trabajar al lado del que forma, el que investiga al lado del formador que está en el aula, también es una salida, es una salida posible. El acercamiento. Me impactó mucho lo que planteo Julián. Él dice: «cuando la escuela se acerque a la sociedad, cuando la escuela se acerque a los padres, «si hay un acercamiento, no veo a la maestra como una enemiga». No puede ser que en pleno siglo XXI podamos seguir pensando, inclusive como lo planteaban los padres y madres, que la escuela pone paredes, levanta murallas, que los propios estudiantes con discapacidad planteen que nadie confiaba en ellos, que se los vigila. O sea, que en estos términos, creo que los investigadores

    deberíamos juntar el paradigma y pensar que la exclusión, como dijo Julián muy bien, no va de personas con discapacidad.

    Bueno, Nacho, no robo más [risas] minutos a la conversación. Un gusto estar escuchándolos a todos, la verdad que es muy enriquecedor.

    N.C.:— Igualmente, muchas gracias, Alejandra. Sergio, y ya sí es la última palabra. Luego, abrimos la vela. Sergio. Pues no… Margarita, venga, habla tú.

    Margarita:— Buenas tardes, Nacho, y a todas las personas. Gracias por darme la voz, porque el otro día interviene contándoos un poco mi experiencia como Departamento de Orientación, como orientadora en los centros de infantil y primaria. Y hoy, antes de dar mi visión como investigadora en formación, ya que estoy realizando el doctorado en equidad e innovación educativa y la línea de investigación, procesos de inclusión y exclusión en la universidad de Vigo, dirigido por la catedrática María Ángeles Parrilla Latas, quiero dar gracias a todas las personas, investigadores porque he podido leer un poco toda la trayectoria sobre lo que han escrito acerca del tema de la inclusión.

    En el marco teórico de mi tesis doctoral en curso, cuyo título es «Barreras y Ayudas en el Camino de la Inclusión: Un Estudio desde la Voz Alumnado», le doy la voz, en este caso, al alumnado. La importancia de dar la voz, el movimiento de dar la voz del alumnado, también en relación con la educación inclusiva. ¿Por qué? ¿Por qué una investigación de este tipo, con estas características, donde realizo y se conforma el marco teórico de mi tesis doctoral? Por la importancia, como decía Ignacio Haya en la Universidad de Cantabria, de dar la voz a determinados alumnos. En este caso, estoy hablando de colectivos en riesgo de exclusión educativa por diferentes razones: discapacidad, deficiencia, altas capacidades, que han estado silenciados a los márgenes del propio sistema sin que nadie les diera la palabra. Por eso creo que es importante, a través de estas voces, desde una perspectiva inside, desde dentro, intento que el objetivo principal o propósito de mi estudio de investigación sea analizar e identificar las principales barreras al aprendizaje, en este caso a la participación y, por ende, la inclusión que estos alumnos han sufrido en los centros educativos.

    Hablábamos de barreras de aprendizaje y las definimos, para que no entiendan las personas que no son del campo de la investigación, como los obstáculos, impedimentos que encontraron los alumnos a lo largo de sus trayectorias y, en este caso, a través de una metodología cualitativa de la entrevista biográfica, rescato todas estas voces. Y desde este estudio, como digo, inside, desde dentro, para que ellos me narren, me cuenten sus testimonios personales, sus trayectorias educativas, las barreras didácticas que, como bien hemos escuchado a las familias, en el proceso de enseñanza-aprendizaje…

    N.C.:— Margarita, breve, que si no, no nos queda tiempo para entablar conversación.

    Margarita:— Perdona, Nacho. Para finalizar, el tema un poco de las barreras y de los apoyos que hemos hablado y que todos sabemos y hemos analizado. Y planteándonos el título de esta conversación, las dos grandes inquietudes de las que tú hablabas, la distancia entre la investigación y lo que pasa en la escuela. Y también ahí, la brecha que hay entre la legislación, las personas que legislan las leyes y esas necesidades de nuestra realidad educativa. Hay una brecha existente entre lo que se hace en los centros y lo que los legisladores escriben en la propia ley. Hay una normativa contradictoria, que hay que revisar. Y el papel de la investigación, a través de estos encuentros, de estos escenarios, de estos contextos educativos, utilizando este tipo de plataformas. En este caso, es otro tipo de investigación, como decía por ahí uno de los compañeros. Son otras formas de hacer nuevas investigaciones en nuevos contextos formativos, ecología de aprendizaje, que es donde se crean lazos, donde se crean lazos, donde todas las opiniones que he ido escuchando, las fui apuntando en un cuaderno, porque es una forma de transferir conocimiento, de compartirlo, de crear nuevas formas y nuevas miradas de ver la investigación desde una perspectiva totalmente inclusiva, equitativa y fiscal.

    N.C.:— Muchas gracias, Margarita. Bueno, decía yo que iba a ser malo como lo era mi madre conmigo [risas]. Yo le contaba la historia de lo que yo estaba investigando y, entonces, me decía: «muy bien, eso está muy bien, ¿pero y hermano, qué?». Entonces, esa es la pregunta que yo hago. Muy bien, todo lo que hemos estado trabajando, pero yo pienso que la legislación sigue igual y recuerdo, por ejemplo, cuando comenzaron a llegarme un montón de familias para que les ayudara a hacer informes para resistir a la escuela. Y yo decía: “lo que no puede ser es que la solución sea [ayudar] a uno por uno, tratando de argumentar que tiene derecho a estar con el resto del alumnado, porque eso era lo que pedían las familias”. Me mandaban los diagnósticos de los niños y las niñas para ver qué podía hacer yo, para argumentar que ese niño no fuera expulsado de la escuela, por ejemplo. Y yo pensaba, “bueno, y entonces nosotros, como investigadores, ¿qué papel tenemos ante esto?” O nosotros, como investigadores, ¿qué papel tenemos ante nuevas normativas y nuevos decretos que van saliendo, que van en contra de lo que sabemos ya?” Porque hay muchas cosas que no sabemos, pero también hay algunas cosas que sí sabemos.

    A mí me ha gustado mucho el tono en el que hemos estado trabajando, en el que hoy se ha mantenido la conversación, que es que en la ciencia, en realidad, no hay tantas certidumbres; sino que no hay tantas certezas como dudas, cuestionamientos, aunque también tenemos alguna certeza. Sabemos, por ejemplo, que la repetición de cursos no es una solución y en nuestra escuela campa a sus anchas, por ejemplo. O sabemos que es bueno cuando las diferencias habitan las escuelas, lo sabemos, en muchas escuelas. El ejemplo está en las voces de las familias y el alumnado, especialmente, que hemos escuchado durante esta semana, que nos muestran que las escuelas muchas veces lo que hacen es castigar las diferencias y separar las diferencias. Y, entonces, yo no puedo parar de hacerme la pregunta que me hacía mi madre: «Muy bien, tú sabes cómo investigar, todo lo que tú estás haciendo son elaboraciones que son muy interesantes, pero ¿en qué están siendo de utilidad para que la escuela se transforme?»

    Ya, no digo más. Se abre la veda. Ahora no se pide, aquí no se pide ya la palabra. Se abre el micrófono y adelante…

    (Silencio)

    N.C.:— Hace un par de años, hicimos un encuentro parecido a esto, pero lo hicimos presencialmente en la universidad de Málaga. Cuando terminó el encuentro, y después de hacer todas las elaboraciones y algunas conclusiones, habíamos llegado a un decálogo de las ideas fundamentales que habíamos sacado en una sesión de trabajo durante todo el día. Y una madre se levanta y dice: “muy bien, todo eso está muy bien, pero mañana qué vais a hacer”.

    Esa pregunta que era un poco bruta, la verdad, a mí, personalmente, me hizo mella, porque, muy bien, mañana yo en qué colaborar en esos cambios, por ejemplo, en ese decálogo se había, se habían planteado. Mi trabajo, ¿en qué puede influir para que eso ocurra, en qué en parte? Y yo me pregunto: nosotros, como colectivo también de investigadores e investigadoras, ¿cuál es nuestra posibilidad como actores en un escenario que sabemos que es, todavía, muy excluyente?

    Samuel:— Permiso, Nacho.

    N.C.:— Adelante, Samuel.

    Samuel:— Tot. La respuesta que se me viene a la pregunta, al cuestionamiento que nos haces, es que el trabajo de investigación podamos hacerlo siempre desde una oportunidad de aprendizaje. Quizás, la experiencia de investigación. Creo que fuiste vos que mencionaste al individuo, la persona que trabaja con nosotros, la persona con quien investigamos, que tanto la estamos ayudando a que participe satisfactoriamente. O sea, yo creo que sí, la investigación nuestra puede permitir rescatar aprendizajes para esta persona que participa. Es algo con lo que ya nosotros podemos sentirnos útiles. Sí, en donde colaboramos, verás.

    Es la respuesta que a mí, al menos, se me ocurre en base a la pregunta que me haces, que nos haces: cómo la investigación colabora a puerta. Gracias.

    N.C.:— Muchas gracias, Samuel. Yo estaba pensando. Aquí, en España, hay desde hace poco tiempo un movimiento que de repente estalla y que lo que dice es la defensa a ultranza de la Educación Especial. Marca la agenda política con cuatro vídeos que hace un mago, un showman. Eso corre como la pólvora a través de las redes sociales y marca la agenda política. Entonces, yo pienso, es verdad que, nosotros, como investigadores e investigadoras, no tenemos certezas y no podemos tampoco hablar con la rotundidad con la que hablan esos vídeos, pero me pregunto si nosotros podríamos también ejercer algún tipo de influencia en que esa agenda no vaya por los derroteros que marca un grupo de poder. Digo por poner un ejemplo, por aterrizar el tema.

    Julián:— Nacho, una cosa que yo creo que, para el ejemplo que acabas de poner, es que el ignorante siempre se cree en posesión de la verdad. Sin embargo, la persona, el investigador, su propio saber, siempre se lo está poniendo en duda. Entonces, evidentemente, se parte de una diferencia tremenda. Es decir, la diferencia del ignorante o del que sabe demasiado lo que quiere, como el caso del mago al que hacías referencia, que lo tiene muy claro y no le importa hacer magia para conseguir lo que pretende. Sin embargo, el investigador, evidentemente, siempre se estaba poniendo en duda su propio saber, con lo cual, es complicado luchar con unas armas tan, tan, tan distintas. Has desaparecido…

    N.C.:— He hecho como el mago [risas]. Desaparecí un momento porque me estaba quedando sin batería. Disculpadme y, en particular, discúlpame, Julián, porque no he podido escuchar tu intervención. Bueno, continuamos.

    Joana María:— Una pequeña aportación a lo que comentabais, al final. Esto de la certidumbre, creo que es algo que todos los investigadores, a pesar de que tengamos algunos conocimientos, que podamos más o menos entender que son certeros, es algo que todos hacemos y, claro, no le podemos pedir lo mismo siempre a las familias. En mi opinión y en el bagaje profesional que tengo, hay veces que hay que dejar, un poco, que el tiempo ponga las cosas en su sitio. También, la gente tiene que tener tiempo para madurar. No todo el mundo está en el momento óptimo para aceptar que no todo se sabe, que no somos poseedores de nuestro futuro. Mira qué nos ha pasado ahora a todos. Estamos todos semi encerrados en casa y yo antes tenía otras preocupaciones gigantescas. No sabes muy bien hacia dónde se va a dirigir, no puedes tener… Es lo que apuntaba antes. “Algo que aceptar”.

    N.C.:— Acabo de leer en el chat que una de las ideas y valor que había marcado Nacho Haya, el valor de la investigación en la denuncia, que yo creo que es uno de los grandes valores que habría que explotar, o, mejor, que en el que habría que indagar muy mucho, en cómo podemos ejercerlo.

    Guadalupe:— Creo que la pregunta que nos has planteado, nos llevó desde primer momento como al silencio, ¿no? Hizo este gran silencio y eso no es otra cosa que una manifestación de que nos seguimos repensando y construyendo. Pero creo que, por ejemplo, si dices: “bueno, ¿hoy qué hacemos, mañana qué hacemos?” Pues, lo primero, justo es esta actitud, y si nosotros transformamos esta actitud, creo que de alguna manera es un buen comienzo. Y la otra cosa es que creo, y no sé si esto sea posible, que tendríamos que llevar estas voces, estas discusiones y reflexiones a los senados, como bien dices tú. O sea, la legislación ahí sigue y la legislación, muchas veces, es lo que sigue perpetuando que se sigan generando estos sistemas de opresión. Y yo no sé si haya forma, como que estas voces las llevemos justo a estas esferas. Yo sé que, al final, lo que luego sale en esta cuestión de la política pública educativa, poco rescata de nuestras voces, pero creo que esa es la lucha, seguir llevándola a esas esferas.

    Creo yo y, al final, se me hace otra vez el silencio, porque, pues justo nos dejas pensando, ¿no? Como dice tu mamá: “Bueno, ajá, ¿y tu hermano?” En este caso, yo digo, “ah, sí, ¿y mis hijos, y mis alumnos?” Y se genera uno más preguntas. Pero de verdad creo que necesitamos romper los silencios y llevar esto a otras esferas, ¿no? Nada más en este atrape “eterno” de la investigación educativa. Creo que ahí tendremos que buscar la forma o los

    medios de hacer llegar esto a donde se transforme en esas leyes, ¿no?

    N.C.:— Muy bien. Sí, Sandra, una madre, en el chat, está diciendo que sí será una cosa de comunicación, de cómo llegan los resultados de las investigaciones fuera del círculo académico, que es algo que se ha apuntado también, por lo envenenado que está el sistema académico, también. Bueno, más ideas.

    Empar:— Hola, Nacho. Soy Empar y estoy superagradecida de estas conversaciones que has organizado. He participado en todas y yo, como decía antes Alicia, soy un poco de todo. Parte de las docentes, parte de las familias y, bueno, me ha encantado participar. Yo creo que, como resumen, aunque no sea investigadora, también han aportado que, a veces, las docentes hacemos un poco de investigación, poco rigurosa, pero que ahí deberíamos meternos más las docentes, en más investigación rigurosa y ayudar a la investigación de la facultad. Yo creo que, no sé, aunque no hable desde la investigación, no sé lo que podemos hacer, como tú dices, el lunes; qué debemos de hacer. Pero quiero rescatar la idea de una participante de los profesionales en la semana pasada que dijo que, al final, resulta la antipática del claustro. Pues, al final, yo creo que estas ideas, deberíamos seguir defendiéndolas, defendiéndolas desde la antipatía, porque al final es la única forma, ¿no? El decir, “vale, ya lo hemos hablado, ya todo el mundo lo sabe, ya lo hemos demostrado, las leyes lo dicen y todo sigue igual”.

    Pues, al final, igual tendremos que ser un poquito más antipáticos y antipáticas, para que se nos escuche un poco más y para defender el derecho de todo el alumnado a estar incluido.

    N.C.:— Muchas gracias, muchas gracias. Más ideas.

    Susana:— Hola, Nacho. Yo quisiera señalar algo que me parece importante. Yo creo que sí han cambiado cosas, y este encuentro y los encuentros anteriores y muchas cosas que están pasando en las escuelas son un reflejo de ello. Entonces, no creo que estemos igual que estábamos, me niego a aceptarlo. Creo que, afortunadamente, en estos últimos años, el camino recorrido es importante e interesante, ¿no? Y por eso decía que teníamos que resistir

    ahí, para evitar que esos discursos fáciles, como el movimiento en favor de

    la Educación Especial, con lo que ha costado que se repensara el papel de los centros específicos. Que ese discurso fácil, también del que hablaba Julián, no penetre con esa agilidad, y diría que es así, no porque el discurso sea potente y no porque el discurso esté bien fundamentado. En absoluto; simplemente porque te permite mantenerte en el lugar, en la certeza, en lo que vienes conociendo, en la tradición, en lo que siempre ha sido. Necesitamos cosas en las que agarrarnos, pues, qué mejor que algunas no se muevan.

    Dicho eso, yo creo que sí, que han cambiado cosas. Creo que estos encuentros son fundamentales porque lo que sirven es para que muchas personas desde lugares distintos entremos en relación, podamos, de alguna manera, compartir qué nos preocupa, por qué queremos seguir trabajando. Y generar esta red visible o invisible, que te devuelve la idea de que no estás solo haciendo algunas cosas. Creo que eso es muy potente. Creo que, en todos, desde lugares, desde casa, desde nuestra propia familia, en la universidad, en investigación, desde la escuela… podemos hacer muchas cosas y, entonces, tener la oportunidad, de poder mostrar cómo, desde distintos lugares, las estamos haciendo. Fortalece. Entonces, quería dejar ese otro mensaje porque tengo la sensación de que sí se están haciendo cosas y cosas importantes. Así que gracias a todos.

    N.C.:— Muchas gracias, Susana. Más ideas.

    Jesús:— Yo me sumaba a lo que dice Susana. En el sentido de que yo creo que han cambiado cosas y que sumamos. Como yo decía antes, así, metafóricamente, te llevas una bofetada que te abre los ojos. Cando yo era pequeño, aún estaba más inmerso en un modelo rehabilitador. Crecí en ese modelo y mi pensamiento se conformó en la escuela y prácticamente en todos los entornos en los que participaba en base a ese modelo. Y ahora, unos años

    después, como he encontrado gente a lo largo de mi vida que me ha ido dando esas bofetadas, que me van abriendo los ojos, pues he cambiado. Y después, me hace pensar que el lunes lo que voy a hacer es celebrar mi cumpleaños y, cuando sople las velas, desearé muy fuerte que cada vez seamos más, y cada vez lo somos. Hay que agradecer a gente como tú, Nacho, que organizas estas cosas y que juntas gente de diferentes sitios y cada vez sumamos más. Y cuando salgan esos vídeos, la gente los vea y los comenten las mesas donde estén comiendo, cuando nos podamos volver a sentar a comer juntos, que la gente replique y tenga argumentos para ir en contra. Yo pienso que es importante que cada vez el deseo sea mayor y más compartido y los argumentos sean más y más compartidos.

    Y, ahí, y agradecer el papel de las madres, también, que dan sus bofetadas

    de realidad [Risas], en este sentido. O sea que…

    N.C.:— Muy bien. Muchas gracias, Jesús.

    Federico:— Mucho de lo que dijeron es uno de los temas que identifican entre todos, la idea de privilegiar la epistemología y privilegiar las voces de las madres, las escuelas… que me parece muy bien, pero voy a hacer una nota en base a lo que estaba oyendo, una nota de cuidado, porque me parece que tampoco se puede caer en la inocencia de pensar que todas esas voces van a salir emancipatorias. Las voces pueden empujar por una inclusión de la discapacidad, pero no es comprensiva a nivel racista o inmigratorio. Entonces, uno tiene que llegar a esos espacios de investigación con una reflexividad importante, capaz de ayudar a esos contextos, a tener una versión un poco crítica de las propias ideologías que se están poniendo en juego en este momento. Que no porque salgan desde abajo y salgan desde las escuelas o de los padres, no tenemos que tomarlas como que vayan a ser posibles.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias, Federico.

    Odet:— Solo apuntar dos cosas: ¿qué podemos hacer? Pues, yo creo que cuando intervinieron las profesionales ayer, ya ponían el acento en que no podemos trabajar solos o solas, y yo digo que los investigadores tampoco podemos investigar solos y solas. Entonces, aquí estamos hablando de una exigencia de trabajo colaborativo y esto es una manera de investigar. Antes, Nacho, apuntaba que ya hay investigación en las escuelas. Ya se están haciendo cosas en las escuelas. Los profesores sí que investigan, lo que pasa es que no lo transmiten tanto como se debería. Empar también hace un momento que hacía referencia a esto.

    Entonces, retomando un poco la aportación de Julián, que decía que el tema de la inclusión no va de las personas con discapacidad, yo también digo: el tema de la inclusión no va solo de especialistas. Pero sí que es cierto que, cuando planteamos ciertas investigaciones y formaciones, los especialistas son los primeros que se interesan por el tema de la educación inclusiva. Yo creo que ahí tenemos una carta que jugar a nuestro favor, a través del trabajo colaborativo, creando como esas alianzas entre el trabajo de colaboración entre docentes y especialistas. Yo creo que ahí hay una estrategia que nosotros utilizamos cuando hacemos formación: solicitar que a las formaciones vengan los especialistas acompañados del profesorado del aula ordinaria. O sea, eso como requisito, porque si no parece que, como que no va con ellos. Entonces, es una estrategia muy simple para poner en marcha equipos y apoyo a la inclusión que puedan verdaderamente poner en marcha en sus centros prácticas más inclusivas, analizarlas, repensarlas, reformularlas e investigar sobre ellas.

    Creo que es la investigación hacia la que debemos ir y, además, creo que tiene un gran impacto social, que es la otra cuestión. Como también tiene un gran impacto social, estas estrategias de difusión, como esta en la que estamos participando, encuentros virtuales que se difunden en redes, tienen un poder y un impacto social mucho más alto que todas las publicaciones, a ver [risas], que no se las lee nadie. [Risas]

    N.C.:— Absolutamente. Bueno, más ideas.

    Inma:— Yo quería decir unas cositas, muy breves. Con mi experiencia como madre, con mi hijo, quiero destacar lo que han dicho Odet y muchísimas personas, pero hoy se ha simplificado en “barrera de actitud”. Creo que desde la formación universitaria, me gustaría saber cómo se resolvería eso, porque, en mi caso, el inspector me llegó a decir que él no podía cambiar a las personas y que esa persona no iba a hacer nada por aceptar a mi hijo, ni por integrarlo, ni por hacer nada. Y me quedo en que no hay nada que hacer y eso no me parece. Entonces, quiero enlazar con lo que ha dicho Susana, que me parece vital e importantísimo: las asignaturas que en la universidad que sean de inclusión o de discapacidades, como se llamen, es importante que sean obligatorias y no opcionales, porque, porque si son opcionales, ya estamos diciéndoles a los futuros que esto se puede elegir y, entonces, si se puede elegir, lo puedo excluir o rechazar. Y me parece que es muy importante lo que se ha dicho hoy aquí. Yo, como madre y como profesional, que no puedo separarlo, pero sobre todo, como madre por mi experiencia.

    Y, luego, quiero también destacar lo que ha dicho Alicia, porque el tema de la inclusión y de aceptar la discapacidad en el sistema que tenemos está muy burocratizada. El marco legal, también lo has dicho tú, Nacho, va cambiando; la legislación va actualizándose. Ni los docentes ni los directores son conscientes de que esto sucede. Yo me he leído todo el marco legal posible habido y por haber para defender a mi hijo. Para reclamar lo que es suyo, que no sé por qué no se lo daban. Y, un día, voy a la Delegación, y nadie conocía este marco legal. Nadie sabía de lo que yo hablaba, y soy una madre. Entonces, creo que es muy importante que no esté tan burocratizado aceptar herramientas o recursos, sean humanos o sean físicos, para los alumnos con necesidades, porque yo creo que tendrían que estar ya aceptados si tienen una discapacidad reconocida por una consejería. Tendría que estar ya reconocido. Es que no sé por qué el sistema es una sociedad, microsociedad, dentro de la sociedad. Creo que no son más que barreras, barreras, y barreras burocráticas.

    Y luego, también, me gustaría decir que sí, para acceder a los puestos para los docentes en el sistema, sería necesario que pusieran pruebas de perfil psicotécnico o psicológico, porque si la barrera actitudinal es la que es, cómo lo solucionamos. Tiene un exceso de teoría y una escasez de práctica, y sabemos cuántas personas tienen una experiencia fuera de lo formal, personal y vivencial en su entorno. No sé, creo que hay algo que hacer.

    N.C.:— Inma toca algunos temas muy sensibles, que muestran la complejidad de lo que estamos hablando. Por eso, aquí, entre investigadores, entre muy buenos investigadores e investigadoras, están trabajando en la incertidumbre.

    Inma:— Y para terminar, decían que en la universidad se plantean cómo serán estos niños, qué perfiles tienen. Mi experiencia con mi hijo no es muy común, lo que tiene mi hijo no es muy habitual y su perfil tampoco, pero puedo decir que, aquí he escuchado a alumnos, niños y a familias con dictámenes médicos diferentes al de mi hijo y, al final, todos somos iguales. Todos hemos pasado por lo mismo. Cada uno con su necesidad, pero todos con lo mismo. Entonces, eso de que se preguntan cómo son los alumnos, decirles que, al final, son todos iguales. No sé si me explico. [risas] Cada uno con su patología o su necesidad.

    Y, luego, quiero para terminar diciendo que, por favor, el sistema educativo no puede ignorar ‘lo médico’. Por favor, yo me tuve que morder la lengua sentada en la mesa de un señor en la Delegación que me dice que un médico no le va a venir a decir lo que él tiene que hacer con un niño. Pero yo voy al médico y le digo, “me ha dicho la señorita que no lo ve bien”, y el médico lo manda al oftalmólogo. Entonces, la educación no puede cerrar los ojos a la medicina. Y lo estamos viendo con el coronavirus.

    N.C.:— Muchas gracias, Inma. Bueno, no hemos pasado ya de hora. Yo creo que lo vamos a cerrar aquí. Nos quedaríamos más tiempo hablando, porque yo estoy encantado. Creo que han salido muchas cosas de gran, gran valor. Creo que también hemos puesto de manifiesto, en buena parte de los que hoy han hablado, la necesidad del trabajo colaborativo. No solo en las escuelas. También entre nosotros y nosotras, ¿no? ¿Qué importante sería que continuásemos con foros que no solo nos lleven a nuestra investigación particular, con nuestro equipo local; sino que habláramos entre nosotros, que hiciéramos estrategias entre nosotros para intentar mover las cosas? En fin.

    Bueno, quiero agradecer enormemente todas las participaciones. En particular, a la gente a la que os he enredado a última hora [risas]. Odet, Susana, Nacho, Jesús… En fin. Muchas gracias a todas las personas que habéis participado, ha sido una sesión fantástica. Y, bueno, esperemos que mañana también tenga mucho recorrido por las redes. Un abrazo.

    Liderar equipos para construir escuelas inclusivas. Dificultades, logros y retos

    Nacho Calderón - N.C.: — Bueno, ya está grabándose la reunión. Bienvenidos todos y todas. En primer lugar, quiero agradecerles por estar aquí hoy, acompañándonos en estas conversaciones, y por continuar esta extensa charla entre todos los que formamos parte de la comunidad educativa.

    Un par de cuestiones de procedimiento: primero, la sesión se está grabando, como ya se ha informado, y será compartida en las redes y utilizada posteriormente en el proyecto de investigaciones en el que se enmarca.

    Eso, por un lado.

    Por otro, el propósito de esta reunión es tratar de discutir la necesidad de hablar sobre la escuela que tenemos, cómo nos gustaría que fuera y cómo podemos hacer para que el proyecto de hacer las escuelas inclusivas se convierta en realidad.

    La sesión de hoy viene precedida por muchas otras, todas ellas muy interesantes, con alumnos, familias, profesorado y otros profesionales, e investigadores. Hoy les toca el turno a un grupo con el que tengo muchas ganas de hablar y del que espero aprender mucho: los directores y directoras de centros escolares que están impulsando la inclusión. El tema de hoy es liderar equipos para construir escuelas inclusivas, las dificultades y desafíos para lograrlo.

    Recuerdo algunas de las sesiones en las que, principalmente las familias, pero también el profesorado, hablaban de la importancia de los equipos directivos en la construcción de esos proyectos escolares inclusivos. Hoy tenemos una oportunidad fantástica, no tanto para contar cada uno de nuestros proyectos de centro, porque no hay tiempo para eso, como para tratar de entablar una conversación entre todos nosotros, para ver qué han aprendido de la experiencia que ya tienen.

    Creo que a nadie se le escapa que una escuela nunca es del todo inclusiva y que siempre tiene un camino por delante. De lo que se trata es de que ustedes, que tienen la experiencia y trayectoria en todo esto, puedan ayudar al resto a entender cuáles han sido las dificultades, logros y desafíos que han enfrentado a lo largo de estos años.

    Así que, lo primero es decir que habrá una persona que estará atenta al chat, es Luz, una compañera del equipo. Ella estará atenta por si alguien que no es del grupo de profesorado, que son directores y directoras de centros, quiere trasladar alguna pregunta y, en la medida de nuestras posibilidades, trataremos de traerlas al debate.

    Vamos a hacer primero unas intervenciones muy breves. Yo había indicado en los correos electrónicos que tratáramos de hacerlas en tres minutos. No se trata de exponer el proyecto, sino de qué hemos aprendido. Han hecho ya una selección de esas cosas que han aprendido y estamos ahora mismo todo oídos, así que yo tomaré turno, tomaré la palabra y comenzamos.

    Comienza quien tenga ganas, así que adelante. Somos todo oídos. Veo que todos somos muy disciplinados.

    Norma Albeira:— Hola, buenos días para algunos, buenas tardes para otros. Buenos días para mí. Bueno, yo soy Norma, soy de Entre Ríos, Argentina, directora de la escuela Madre de Calcuta y hace 19 años que venimos asentando nuestro proyecto educativo en la base de la escuela inclusiva. Ha sido un camino muy sinuoso y lo hemos hecho al principio con mucha incertidumbre, pero hoy seguimos pensando en esa idea de qué escuela queremos, por dónde empezamos y, bueno, creo que lo primero que hicimos fue soltar las certezas porque en cada proceso de los niños había tanta singularidad que mirándolos desde un solo lugar era difícil desterrar prejuicios. Nos dimos cuenta de que limitaban las posibilidades que tenían los niños y los jóvenes y, por otro lado, impedían ver oportunidades. Algo que hacemos cada día que es celebrar esa presencia en nuestras escuelas, valorar esa presencia y hacer visible esa vida porque tiempo atrás no se veía.

    ¿Por dónde tuvimos que empezar? En principio, por desenfocarnos de los criterios diagnósticos. En la mayoría de las veces, categorizan a los alumnos y podrían atender las necesidades educativas que ellos tienen a través de las propuestas académicas que dábamos nosotros. Tuvimos que aprender a trabajar en equipo. Esta idea de que ‘cada maestro con su librito’ no nos funcionó, teníamos que estar mirando una meta en común y dejar que entren otras miradas al aula a través de los equipos interdisciplinarios, la familia, los mismos docentes de nuestra escuela y bueno.

    Y capacitarnos en nuevas formas de aprender y concebir la educación, el trabajo áulico. Lo que no sabíamos, había que salir a buscarlo e identificarlo y, por ahí, una vez que identificamos, minimizar las barreras de aprendizaje que tenían nuestros niños. Para hacer posible ese currículum, una vida social interactiva, dentro de la escuela también, tenía que empezar dentro de las aulas. Entre otras, desde el trabajo de la seño con esos niños. Bueno, todo esto nos lleva a cuestionarnos que tenemos que transformar nuestra práctica, que fácil no sería y que es difícil hasta el día de hoy, cuando sabemos que los procesos de desnaturalización no son algo sencillo y que están enquistados.

    Otra cosa que nos aprendimos y seguimos aprendiendo es qué valores nos traía la escuela pensada de este lugar y la aceptación, ser más respetuosos con la vida, con la forma de vida de los demás, el sentido de pertenencia. Si este alumno es mío y él viene a mi escuela para que yo le pueda acercar esa cultura, que pueda tener mayor participación en el currículo, que es algo a veces tan engorroso.

    Aprendimos que éramos parte de una metamorfosis escolar constante y que, bueno, cuando creíamos que habíamos aprendido algo, ya desaprendía. Aprendimos ritmos, particularidades, a mirar realidades sin juzgar. Y, bueno, que vamos a seguir transitando muchas tensiones porque hay quienes consideran que esta no es la propuesta adecuada. Aprendimos que esto es posible si queremos el proyecto y si tenemos voluntad, si tenemos compromiso, mucha responsabilidad para poder este tener una buena actitud y acciones concretas para poder intervenir en la vida de esos niños. Eso es más o menos lo que voy haciendo en nuestra escuela hace 19 años.

    N.C. Muchas gracias, Norma. ¿Cuántos años llevan trabajando en este proyecto?

    Norma Albeira:— En nuestra escuela, 19 años.

    N.C.:— 19 años. Aunque no es el momento de contar los proyectos de centro, sería fantástico si quisierais compartirlos con el equipo de investigación. Si es así, me lo podéis mandar a mi correo electrónico, de manera que podamos también aprender de toda vuestra experiencia.

    Muchas gracias, Norma. Escuchándote, recordaba las palabras de una madre que, un poco desesperada, hace poco me decía que no quiere más teoría. Que la teoría de la inclusión ya no la quiere, que lo que quiere son hechos. Entonces me gustaría que tratáramos de centrar un poco todas las intervenciones. Las lleváis hacia donde pensáis que debéis llevarlas, pero tratando de dar respuesta a cosas que nos han dicho familiares, alumnado, profesionales e investigadores antes. Que sirva para pensar en una escuela inclusiva.

    Muchas gracias, Norma, por tu intervención.

    Rosa Llorente García.:— Si queréis, continuo yo. Buenas tardes y muchas gracias. Es un placer poder participar en este foro que, seguro, será muy enriquecedor.

    Os comparto un poquito los aprendizajes y retos de nuestro proceso de transformación.

    N.C.:— ¿Cuál es tu centro?

    Rosa Llorente García.:— Es un centro de infantil y primaria, un centro público de Zaragoza ubicado en un barrio que escolariza a población de etnia gitana, inmigrante de segunda generación, población de vulnerabilidad importante. Un centro público que, en un momento dado, acogía a la población del barrio obrero y, ante la escolarización masiva de la población de etnia gitana, se convierte en un centro 100 % de etnia gitana que, posteriormente, acoge a la población inmigrante que va llegando.

    Nuestra historia comienza en el 2002-2003, ante una grave crisis general por un fracaso escolar del 95% del alumnado, de gran conflictividad, visiones y caminos enfrentados entre familia y escuela y una tensión muy importante.

    El primer aprendizaje que realizamos el profesorado que queríamos cambiar fue transformar la cultura de la queja en mentalidad de crecimiento y elevar nuestras propias expectativas. Ese fue el punto de inflexión para pensar que era posible transformar esa realidad tan crítica a la que nos enfrentábamos: elevar nuestras expectativas, a partir de una formación en comunidad de aprendizaje, no somos su comunidad de aprendizaje en sí, pero sí que la filosofía de comunidad de aprendizaje nos ha inspirado para lograr la participación de la comunidad educativa. A partir de ahí, iniciamos un recorrido muy complejo.

    El aprendizaje que hemos hecho nosotros en nuestro centro es, primero, tener claro dónde queremos llegar y lo que teníamos muy claro es que queríamos lograr ser un centro inclusivo donde todos los niños y niñas aprendiesen y donde las familias valoraran la importancia de la escuela. Utilizar las habilidades y el conocimiento de todo el equipo docente.

    Un aprendizaje muy importante que hemos hecho en nuestro centro es transformar las capacidades y las potencialidades y las habilidades de cada persona, de cada docente, de cada familia, de cada miembro de la comunidad educativa para el bienestar común, un ejercicio de inteligencia colectiva muy importante también. Hemos desarrollado un lenguaje colectivo y ese lenguaje compartido está basado en una formación muy potente, porque para que haya innovación e inclusión, tiene que haber formación de todo el equipo docente, pero una formación que se traslade a vías concretas de acción porque muchas veces la formación se queda ahí, en la nada, y no llega a transformar las realidades.

    Muy importante también el modelo de liderazgo. En nuestro centro hemos apostado por un liderazgo apreciativo que se basa en las potencialidades de las personas y en los problemas que se convierten en oportunidades de aprendizaje. Y muy importante, también, construir una cultura del centro compartida por toda la comunidad educativa. En nuestro caso, iniciamos un proyecto de transformación social, porque la escuela es un elemento de transformación social muy potente, y hemos conseguido que la escuela transforme el barrio en el que estamos involucrados y transforme a las familias. Es una capacidad muy importante que tiene la escuela. Eso lo hemos hecho a través de unas señas de identidad fundamentales que son el compromiso y la implicación de todos los agentes de la comunidad educativa.

    El aprendizaje es muy importante en la participación activa de todos los agentes de la comunidad educativa. Somos una escuela abierta donde se organizan múltiples actividades en las que todos participamos al mismo nivel. La voz de las familias tiene más peso, quizás, que el profesorado y ahí se ha dado mucho peso a esa participación.

    La innovación, evidentemente, ha sido fundamental y la creatividad. Entonces, con todo esto, algo muy importante que hemos aprendido es que juntos y juntas podemos crecer. El equipo docente ha actuado como motor de cambio.

    Nosotros en el centro accedemos a través de una comisión de servicios por la que pasas un proceso de selección; tú sabes a qué centro vienes, pero cuando llegas, el centro todavía es mucho más complejo de lo que tú te imaginabas. Entonces, hay una serie de características y señas de identidad en los docentes que funcionan y que son la pasión, la ética, el humanismo, la psicología positiva, el compromiso, la perseverancia, no rendirse nunca, aunque las dificultades sean a veces insalvables, aunque al final lo son. Las altas expectativas, la capacidad de autocrítica, la capacidad de trabajo, trabajo individual y trabajo en común, la innovación y la creatividad. Y sí, hemos aprendido que no hay nada más limitante que las bajas expectativas.

    A grandes rasgos, he hecho un gran panorama de lo que hemos aprendido y enfrentado en nuestro proceso de transformación hacia una escuela más inclusiva.

    N.C.:— Muchas gracias por tu intervención, Rosa. Pasamos a Marta, tengo yo anotado. Si veis que me equivoco en el orden porque si me haya saltado a alguien, por favor, decídmelo.

    Marta Cebrián:— Nuestra trayectoria voy a intentar definirla lo más rápido y claro posible. Somos un centro que se creó desde una mirada puesta ya, desde un principio, en la inclusión de los alumnos, aunque paradójicamente, echando la vista atrás, estamos formando parte de una modalidad de escolarización totalmente excluyente cuando lo que queremos es la inclusión de nuestros alumnos. Por la situación actual y el revuelo social que hay actualmente en torno a la educación especial, reconocemos estar en una lucha muy difícil que nos pone en la tesitura de cómo un centro específico puede luchar por su propia desaparición, pero creemos firmemente en esta idea porque nuestra base del proyecto es que hablamos de personas y de sus derechos y de que ningún sistema debería acotarlos o limitarlos en ningún sentido.

    La base de todo el proyecto inclusivo que llevamos entre manos es poner la mirada en las personas, en cada uno de nuestros alumnos, en sus familias y, como bien una madre decía en la conversación de familias, hablar de planes individualizados y no de planes adaptados, en lo que estamos totalmente de acuerdo.

    En nuestro proceso de transformación en el que nos encontramos, estamos en esa línea de elaborar una serie de planes que permitan esa individualización en los procesos de enseñanza-aprendizaje de cada uno de nuestros alumnos. Entre los logros del centro, y creo que es muy importante, como ha dicho Rosa, está que es un proyecto sólido. En esta línea, a pesar de que los profesionales puedan cambiar por el tema de interinidad y la movilidad de profesionales, se sigue transmitiendo esa misma idea consolidada de que queremos lo mejor para nuestros alumnos y sabemos que lo mejor es en un contexto totalmente inclusivo.

    Cada año intentamos reforzar todas nuestras ideas, participando en formaciones, en diferentes experiencias, en foros a nivel nacional y con otros centros abanderados en este sentido. Hay un gran equipo detrás que lidera un poco toda esta práctica y que permite, también, sacar lo mejor de cada uno de los profesionales. Eso también lo consideramos como un logro muy importante en todo este proceso.

    En cuanto a dificultades, bueno, todas y más, porque nadie dijo que fuera fácil, pero para nosotros también las necesitamos para seguir mejorando, para corroborar qué es lo que queremos y qué es lo que no queremos. Para luchar por los derechos de nuestros alumnos, no porque sean nuestros alumnos, sino porque el Objetivo 4 de Desarrollo Sostenible lo reconoce, la constitución lo reconoce, la Convención de Derechos del Niño lo reconoce. Entonces. creo que es importante poner el foco en la persona como un ser único, desde su capacidad y su fortaleza, que son muchas. Las limitaciones ya se les han ido marcando durante muchos años y hemos de huir de esa manera de trabajo.

    Partimos en nuestro proyecto de las dimensiones de calidad de vida. A nosotros nos han abierto un mundo a la hora de elaborar esos planes individualizados porque permite que aquellos con mayores necesidades que no van a poder despuntar en contenido curricular, despunten en otros ámbitos fundamentales en la vida, mucho más fundamentales incluso que los propios académicos. Un peso importante en nuestro proyecto son las familias. Las familias confían plenamente en el centro. Nosotros también lo trabajamos así, para que sientan ese cariño, esa confianza. Al final, se crea una relación muy cercana y muy bonita para ir creando todo este sistema.

    Desafíos que plantea, bajo nuestros pies se abren muchísimos. El principal, la comunidad. Pensamos que la escuela y sus prácticas no son nada si no se contextualizan en el marco comunitario. Nuestra función ha de ser dotar de estrategias y herramientas a todos los alumnos para su mejor desenvolvimiento en la comunidad, porque forman parte de ella y tienen que conocerla y utilizarla. Todas nuestras prácticas van en torno a eso. Somos un centro con las puertas completamente abiertas, día tras día, para que entren alumnos, profesores, familias, vecinos, conocidos, desconocidos, pero también para salir, salir a la comunidad, a sus recursos, a vivenciarlos y utilizarlos como parte de esa comunidad que somos.

    Por último, sí que nos gustaría destacar como centro el gran desafío de las políticas educativas. Sentimos la necesidad de luchar también por políticas acordes con este discurso y que no solo se quede en eso que manifiestan las familias: una teoría que luego queda difuminada con prácticas que no aterrizan. Creemos que hay que favorecer una reestructuración del sistema educativo actual y apostar por un sistema igual para todos, con la inmensa variedad de recursos que cada uno va a necesitar, independientemente de sus necesidades o discapacidad. Sí, un único centro base puede ser la escuela ordinaria, por ponerle un nombre, pero la escuela, en general, no la única escuela que debería existir. Por eso, como profesionales, debemos ir más allá en nuestras funciones, incorporando también esa responsabilidad con la Administración, como decía una mamá. Esa mamá me ha impactado, la verdad, porque decía cosas muy interesantes, como desenraizar al sistema educativo para poder volver a crearlo. Me parece muy interesante y me ha llamado mucho la atención. Muchas gracias.

    N.C.:— Muchas gracias, Marta. Tiene la palabra Marina Sampietro.

    Marina Sampietro Gómez:— Primero darle las gracias a Amalia, de Plena Inclusión, por habernos propuesto para esta conversación que nos parece fantástica, por darnos esta oportunidad.

    Lo primero que quiero decir es que nuestro equipo directivo es nuevo. Este largo recorrido que escuchamos en otros, lo empezaremos en julio, pero sí que es cierto que el centro lleva un largo recorrido en inclusión, o por lo menos en intentar ir en esa línea.

    Entonces voy a intentar ser breve y voy a ir punto por punto. Sobre las dificultades que, en este sentido, como equipo directivo nos estamos encontrando y nos encontramos, es demostrar la necesidad de un cambio a personas que no lo ven necesario; eso es muy difícil. Cambiar esa mirada no está en nuestra mano, pero, por lo menos, fuerza en motivar. De alguna manera es lo que intentamos. Las creencias son muy difíciles de cambiar. El miedo a lo distinto, lo desconocido, la rutina cuando uno se acomoda. Sobre la movilidad de la persona en la escuela pública que habéis apuntado antes, en nuestro centro, la mitad de las personas van cambiando cada año. Eso también es un hándicap bastante complicado.

    La perspectiva presente en personas de todos los sectores educativos, desde las que piensan que si hay un problema siempre es el otro. Esta cultura tan española de la culpa, de la que queja, de no avanzar, que nos cuesta tanto muchas veces proponer soluciones. Eso también lo hemos encontrado.

    Las decisiones económicas muchas veces son educativas. Esa lucha que también apunta por ahí Marta. Y, luego, el no avanzar, querer disfrazar el miedo de prudencia, porque yo prefiero ser imprudente, sinceramente, que tener miedo. Luego ya lo arreglaré, pero a veces hay ciertas cosas que no haces por miedo. Estos son los handicaps de manera muy general.

    En cuanto a los logros que hemos hecho, desde que el centro lleva este recorrido, con un liderazgo compartido, es que hay gente motivada. Pequeñas acciones han ido funcionando, poquito a poquito. Nos vamos fijando en eso, en esa positividad a la que apuntaba antes Rosa. Dentro se respira inclusión. Hay entidades conjuntas. Se busca una escuela para todos y para todas que debemos formar entre todos esa construcción.

    Esta mañana, todas las conversaciones han sido brutales, han sacado un montón de cosas increíbles, pero me acuerdo ahora de Estefani, de Perú, en la conversación de investigación, que decía que se debía escuchar a todos los agentes para construir el concepto de inclusión, en conjunto, para accionario. Que era un proyecto a largo plazo. Este es un plano de innovación, que es lo que nosotros necesitamos ahora. Nosotros tenemos un plan de innovación que es inclusivo y lo utilizamos para que esto quede, independientemente de las personas que pasen por el centro. Entonces, ya vas dejando el poso. Es una vivencia de responsabilidad compartida, de construcción conjunta, como lo estamos haciendo. Promoviendo procesos horizontales de participación para tomar decisiones. Comisiones en las que hay portavoces de todos los sectores, alumnado, familias, docentes, no docentes, equipo directivo, y en todos estos procesos fomentamos la participación del alumnado con discapacidad, cambiando el modelo basado en déficits por uno basado en la convivencia.

    Estos modelos los hemos aprendido de Plena Inclusión. Hemos tenido pilotajes de papis inclusivos, con el Jean Piaget, que es con Marta, y ahora estamos con el Documento Universal de Aprendizaje (DUA), formándonos en ello. Las alianzas con otros centros y entidades que nos han abierto perspectivas en los avances, hacen posibles grandes cosas, como ya he dicho. Con Plena Inclusión, la asociación de vecinos del barrio que está súper volcada en el centro, los centros educativos públicos de alrededor. Esas alianzas. Con el centro de educación infantil, que es público, el instituto de secundaria y, luego, el Centro de Formación Profesional. Hemos inventado el espacio educativo y vamos a ir, poquito a poco, coordinando y haciendo cosas conjuntas en las que incluir no solamente a los niños y niñas dentro de la escuela.

    Otro de los logros es ir más allá de nuestro centro, pensar más en el conjunto, como he dicho antes, y por el bien común. Es crucial detectar fortalezas en todos los sectores, también en aquellos que muchas veces pasan desapercibidos. Es complicado, pero todos tienen fortalezas; evidentemente, hay que partir de eso. Si no, no avanzamos. Invitar a la persona a poner esas fortalezas al servicio del centro y aumentar la frecuencia de las reuniones del consejo de niños y niñas es fundamental. Antes, teníamos una reunión por trimestre y este año hemos hecho una cada mes con el COVID. Después, nos dejamos dos por medio y justo hemos hecho el de cierre, que ya hemos colgado.

    Dar transparencia a todos los procesos creo que también es muy importante, porque transmite confianza. Si se conocen, entonces no se tiene miedo. No es algo que es una de las cosas que intentamos hacer desde el equipo directivo. Luego, en cuanto a los desafíos, es ofrecer visión, detectar barreras y cómo afrontarlas. La propia situación del COVID, de repente, ha surgido una radio en internet, que ya tenía un germen y ha salido. Es en la que han participado todos los que han querido y han podido y ha surgido también un festival de arte en el que ha habido participación no solo de nuestra comunidad. Hemos empezado a hacer tareas competenciales que hasta entonces no se hacían.

    Es una oportunidad, la transformación personal en docentes y no docentes, y esto también es un desafío que tenemos ahora. El cambio pasa por una transformación personal de perspectiva, de actitud, de reflexión y esto, sin duda, es el mayor desafío de todos. Sabemos que es lento, pero trabajamos en ello.

    Otra de las cosas, y esto último que acabo de decir, es para vosotros el mayor desafío. Sí, yo creo que sí. Esto es un centro ordinario, llamado ordinario preferente de autismo. No me gusta decir que tenemos el aula trampolín, y creemos que este es el mayor desafío. El hacer cambiar ese cambio de mirada es lo que he dicho antes. Como las experiencias que tenemos adquiridas, es muy difícil acercarse. No puedes hacer cambiar cómo piensa una persona, pero sí que puedes ir añadiendo un granito, otro granito y, con pequeñas acciones, contaminar de manera positiva.

    Entonces, hay gente que no va a cambiar nunca, pero si estás en este sistema, bueno, este auge sistémico, no si estás en este sistema sabes que tienes que pasar por el aro, por decir algo. Una granja no sea allá donde no vamos a llegar porque es porque tiene que haber actrices, todo tipo de pensamientos en el mundo y es enriquecedor.

    Luego, otra de las cosas es escuchar a todos y todas, coordinados, siguiendo un espíritu democrático. Esto lo intentamos, ya lo hemos dicho antes, interviniendo todos los sectores, haciendo que todo el mundo sea partícipe de todo y que, por lo menos, sienta que ha quedado su opinión y sus ideas.

    Luego, otro gran desafío es cambiar la manera de dar la clase. Casi todo a nivel de aula: presentar como retos lo que otros ven como dificultades insalvables. «Esto es imposible» se ha dicho muchas veces, nos falta formación, es que esta obligación es que tenemos que formarnos y es que ya no es más cantidad, sino más calidad.

    Nuestros millones de cosas, el documento universal de aprendizaje, el currículum multinivel, tareas competenciales, es que hay millones de cosas y no tienes por qué estar muchos en el centro como para poder aportar y ayudarnos y coordinarnos. Entonces, en lugar de verlo cómo es que no, no llegó el sí, yo me sumo el carro y entre todos conseguiremos esto no, por otro lado, una cosa que nos parece muy importante también es que nos tenemos que mantener la lucha porque llegamos uno a pesar de que hay una ley fantástica que esta teoría es maravillosa inclusión hay que seguir a las instancias de estos día a día ya tener claro que es una lucha y que es diaria y que debe de ser así porque es nuestra responsabilidad y es nuestra lámina de soldado antes de ética, es nuestra ética, deberíamos hablar y apelar a la ética profesional.

    Y luego, ya como último desafío, seguir con este establecer lazos con entidades con el barrio con el entorno y en el entorno para aprender con y en el entorno, pero también con la universidad que haya investigación en la escuela ahí estamos con el programa Hipatia para poder experimentarlo para poder avanzar hay que experimental la excusa de no tener formación es que no puedo hacer por ella ya lo he dicho no sirve no es que tenemos un montón de personas alrededor que nos tienen la mano para ayudarnos en estas cosas con pilotajes con colaboraciones entonces no queremos que este discurso no un poco obsoleto entonces no se toque el cómodo y tan tantísimas personas de hace poco lo dijo todo, sino estar en tener un buen maestro romano médanos y cuando lo son a ver y no es cuestión de suerte, pues lo mismo no estar en una buena escuela no debería decir cuestión de suerte y ahí todos tenemos que asumir nuestra responsabilidad.

    N.C.:— Muchas gracias, Marina. Todas las intervenciones son muy interesantes. Tienen la palabra María.

    María Adela Camacho:— Muchas gracias por este espacio. Yo hablo desde mi hija, de un pueblo de Málaga, y también desde un instituto. Creo que, sí, es una realidad un poco distinta que desde un instituto se hable de inclusión, porque es extraño. No sé por qué, cuando todos tenemos alumnos de distintas capacidades, y a todos ellos hay que darles respuesta.

    Nosotros empezamos reflexionando sobre el derecho a aprender, derecho a aprender, que creo que es la base. Entonces vimos que se podía aprender desde los espacios, desde la metodología, desde los recursos, desde la atención a todo el alumnado, desde la misma organización del centro. Empezamos poco a poco, pero sí que queríamos un centro donde, desde el principio, todo el mundo se sintiera parte de él.

    Le damos mucha, mucha atención a cualquier detalle, nos importa sobre todo que nuestro alumnado sea el día de mañana jóvenes felices en sí mismos. Por eso tratamos a todos ellos desde la empatía, desde principios de la neuroeducación, con muchísima paciencia para poder entendernos entre todos, tantos ellos con nosotros, como con los otros, mucha escucha activa y atención plena. Intentamos trabajar mindfulness con los distintos chicos y chicas, y sobre todo a través de tareas competenciales, para nosotros es muy importante porque vemos que la inclusión dentro de un centro de secundaria se debe también a un trabajo competencial. Ya trabajamos el trabajo en equipo, el trabajo colaborativo, el trabajo cooperativo, todo. Todos nuestros documentos, desde el proyecto de dirección hasta el último de los documentos del centro están todos en sintonía con ese trabajo inclusivo.

    En nuestra propia propuesta de dirección se basa en modelos inclusivos. En intentar, bueno, pues en este caso yo me basé, y es una cuestión personal, ser la directora me basé en Coral Elizondo que ya había trabajado en varios liderazgos compartidos y la inclusión en documentos de centro. A través de lo que pude aprender de su lectura hice un proyecto, un proyecto de centros que es compartido por todas, evidentemente, por toda la comunidad educativa. Para nosotros es muy importante, entonces, a partir de la misma organización del centro, los departamentos, el equipo técnico tenemos responsables de igualdad. Es un departamento de convivencia y coeducación, para poder atender todo lo más mínimo síntoma, no, de que podamos olvidar algún alumno que no pueda ser atendido a su capacidad.

    Estamos trabajando también, estamos diciendo desde, desde el propio centro, queríamos crear unas señas de identidad, y es en señas de identidad para nosotros. Queremos que cuando una persona entra en el centro, vea ese centro como parte suya, desde los propios olores a lo que ve, por los sentidos. Entonces, bueno, pues tenemos muchísima atención a los espacios que son espacios diferenciales, espacios flexibles y abiertos, y nos esforzamos por dar una imagen amable y limpia, cálida, muy acogedora. Todo el centro se implica en la decoración, en el día a día, y en la organización del centro, con estas señas de identidad desde el respeto a todos los alumnos y alumnas.

    Por eso estamos también trabajando en el trato personalizado. Todo lo que se hace dentro de un aula sale fuera del aula, lo que es compartido con toda la comunidad educativa, como una especie de escaparate de lo que se hace. No sé, es como intentar hacer partícipe a todo el mundo, a todo visitante, de lo nuestro. Para ello es importante la luz, el color, las sensaciones; todos intentamos que todo no sea el único que de hecho intentamos espacios, por ejemplo de conocimiento común, que es una de muchas cosas de las que se ha hablado ya aquí, las compañeras anteriores donde cada grupo de profesores se implica en darles de sus propias experiencias. Todo lo mejor de conocimientos transversales hemos hablado desde el POA, desde caminos de emociones, de convivencia, de equidad, mismo de formación del profesorado que es muy importante y que tiene que ser gestionado desde el propio equipo técnico en el fomento de nuevas tecnologías, de nueva comunicación, todo eso para crear espacios dinámicos, emocionales y creativos para el alumnado. Que para nosotros estamos diciendo que quizá es lo más importante.

    Para ello, nos apoyamos en metodologías que, desde luego, deben estar fundamentadas en el trabajo colaborativo y en técnicas muy activas. Entre estas se incluyen el aprendizaje basado en proyectos, los problemas de aprendizaje, los servicios, las clases invertidas y la gamificación, que es visual. Creemos que es esencial para que todo el alumnado pueda adquirir aquello que, en nuestra opinión, les será útil posteriormente. Lo más importante para nosotros, por ejemplo, es partir de lo que pueden llegar a saber hacer, más que de lo que ya saben desde el principio. Intentamos, como también habéis mencionado antes, incorporar el diseño universal de aprendizaje, el DUA.

    En cuanto a la frase, «si no vales, te saco del aula», nosotros aseguramos que todo el aprendizaje ocurra dentro del aula. Los profesores permanecen en el aula y, cuando surge la necesidad de apoyar a alguien que pueda no seguir el proceso de enseñanza-aprendizaje de manera estándar, incorporamos a dos profesores de apoyo. Estos trabajan junto con el profesor especialista dentro del aula. Para ello, es crucial prestar atención a este alumnado. Por ejemplo, intentamos que haya alumnos guías, que son aquellos que pueden asistir a otros compañeros por diversas razones. Aquí, la inclusión va más allá de considerar simplemente a un alumno con capacidades distintas. Hablamos de inclusión en un sentido amplio, que abarca a alumnos que se sienten solos, que vienen de otros países o que no dominan el idioma. Enfrentamos una amplia variedad de casos para los cuales queremos ofrecer soluciones mediante el uso de alumnos ayudantes. Estos pueden apoyar emocionalmente a otros que se encuentren solos o retraídos, lo que podría impedirles continuar con su proceso de enseñanza-aprendizaje.

    En resumen, lo que sí hacemos es intentar mantener una escuela abierta. No queremos ser profesores islas; aspiramos a ser profesores archipiélagos, unidos todos en el aprendizaje. Para ello, siempre comenzamos por una acogida tanto del profesorado como del alumnado al nuevo centro, y por una evaluación inicial que sea realmente inclusiva, que creo que es por donde debemos empezar todo, desde una evaluación inicial bien estructurada.

    N.C.:— Tiene la palabra Cristóbal.

    Cristóbal Calero:— Buenas tardes, y muchas gracias por la oportunidad de estar aquí aprendiendo y compartiendo. Pertenezco a la Fundación Española. He trabajado en la dirección del colegio Cardenal Espinola de Madrid y actualmente estoy en la fundación, que gestiona 15 colegios en distintas ciudades con situaciones muy diversas.

    Desde mi experiencia como directivo, puedo aportar mi perspectiva sin repetir las maravillosas ideas que ya hemos escuchado, que dan ganas de mudarse a Zaragoza o a Mijas. Mi colegio se encuentra en el barrio de Chamartín, uno de los más favorecidos de Madrid y, por ende, de toda España. Podría parecer que no enfrentamos dificultades. Sin embargo, nos encontramos con el primer dilema: determinar si realmente éramos un colegio de éxito y qué definía ese éxito.

    Nos planteamos muchos dilemas sobre cuándo un alumno realmente tiene éxito o si nuestra escuela estaba logrando buenos resultados a nivel académico. Somos un colegio que va de los dos a los dieciocho años. Nos dimos cuenta de que no teníamos un problema de valores. Nuestro personal tiene una vocación extraordinaria y una gran sensibilidad hacia los desfavorecidos, con un fuerte deseo de contribuir a la función social de la educación.

    A pesar de ello, caíamos continuamente en los mismos dilemas. Creíamos que nos iba bien porque obteníamos buenos resultados en la selectividad y nuestros alumnos elegían carreras de ingeniería de moda. Sin embargo, nos enfrentamos al dilema de qué hacer con alumnos que aprenden de manera diferente o que enfrentan dificultades comportamentales.

    Llegamos a la conclusión de que estábamos fallando en nuestra autoevaluación. Nuestro enfoque no permitía que muchos de nuestros estudiantes con dificultades participaran plenamente de la experiencia educativa. A menudo, estos estudiantes terminaban cambiándose a colegios más pequeños o con más recursos.

    Nos dimos cuenta también de que no teníamos un problema de esfuerzo o de capacidad de trabajo. Nuestro equipo era competente y trabajaba excelentemente, pero nuestro paradigma estaba equivocado. No teníamos suficiente impacto en la vida de las personas, ni siquiera en los alumnos que encajaban en un modelo más tradicional.

    Nos propusimos romper esa dinámica relacionada con nuestras creencias. Respondiendo al dilema del autoexamen, decidimos mirar las cosas desde otra perspectiva. Nos preguntamos qué pensaban de nosotros las personas que se acercaban a solicitar una plaza, especialmente aquellos padres de niños con dificultades como la dislexia, que temían contarnos sus problemas por miedo a las consecuencias.

    Empezamos a vernos de otra manera, evaluándonos a través de los comentarios de padres y madres. Nos dimos cuenta de que estábamos mejor preparados para cambiar de paradigma y mover nuestro enfoque hacia nuestros valores declarados, con más profundidad y más rigor. Cuando tomamos esa decisión, descubrimos que la comunidad educativa estaba dispuesta a acompañarnos, a pesar de algunas bajas.

    Este cambio no fue sobre si las familias estaban de acuerdo o si los alumnos aceptaban la diversidad. Se trataba de si nosotros estábamos dispuestos a dar ese paso y asumir ese liderazgo. Cuando las familias vieron que liderábamos este movimiento, depositaron su confianza en nosotros, incluso en momentos de dificultades.

    Uno de los grandes retos ha sido lidiar con el sistema educativo en sí, que también está ensimismado en sus propias evaluaciones y formas de operar. Esto incluye manejar las relaciones con los EOEP (Equipos de Orientación Educativa y Psicopedagógica) y adaptarnos a un sistema y un currículo que no siempre coinciden con nuestras creencias.

    Nos dimos cuenta de que éramos responsables de la experiencia educativa de nuestros alumnos y sus familias. Esto no se trataba solo de que los alumnos estudiaran porque sus familias se lo exigieran o de solucionar los problemas individuales de los estudiantes, sino de reconocer nuestra responsabilidad en su bienestar.

    Este proceso nos llevó a una comprensión más profunda de cómo funcionábamos y cómo podíamos cambiar los aspectos en los que no éramos eficaces. Empezamos a cuestionar cómo educamos y cómo aprendemos, basándonos en evidencia y reflexión continua.

    Finalmente, nos dimos cuenta de que no necesitábamos cambiar nuestros valores, sino recuperarlos y ponerlos nuevamente en el centro de nuestra cultura educativa. Esto nos ha permitido ser más humanos, más cercanos, más amables y más eficaces en nuestra transición hacia una autenticidad y un humanismo que queremos que estén en el corazón de nuestra experiencia educativa.

    N.C.:— Muchas gracias. Tiene la palabra Guadalupe.

    Guadalupe Saldaña:— Hola, ¿me escuchan? Hola, hola a todos. Vivo en la Ciudad de México y quiero compartir lo siguiente. Intentaré expresarlo en relación a las dificultades, logros y retos. Al inicio de la sesión, Nacho lanzó una pregunta: ¿qué hemos aprendido? A partir de ahí quiero hacer mi aporte.

    En primera persona, he aprendido a conocerme y también a conocernos como grupo. Llevo cerca de cinco años como director en esta escuela, y durante este tiempo, hemos aprendido a jugar con las dimensiones de la verdad. Esto implica motivarnos, a veces desmotivarnos, y luego motivarnos de nuevo, entrando en un ciclo constante. Lo menciono porque, al principio, partí de la idea de que, aunque estamos en la Ciudad de México, hay alcaldías con culturas escolares muy distintas, incluso dentro de la misma alcaldía.

    Cuando llegué a esta escuela, entendí que siempre debemos empezar por conocer a la comunidad a la que te integras y devolverles la voz y la mirada. Esto es crucial porque estamos situados entre las autoridades y la normatividad. Además, a veces, debido al sistema jerárquico, parece que solo los docentes tienen voz, pero también es crucial construir y flexibilizar la normativa.

    Creo que lo más importante es observar cómo es el equipo y construir a partir de ahí. Esto puede ser un desafío porque todos somos diferentes. Sin embargo, lo que nos permite avanzar es dar vida a los espacios de consejos escolares. Me refiero a dar voz a todos los participantes, no solo a los docentes, sino también a los padres y a los niños. Es crucial primero escucharlos y, a partir de ahí, comenzar a movilizar. No hay recetas fijas, sino que es cuestión de encontrar en cada cultura escolar los pequeños pasos que te guían a construir un proyecto en común.

    Aquí en la Ciudad de México, a menudo son los directores quienes realizan el programa escolar de mejora continua. Anteriormente, el director construía el proyecto solo, pero ahora reconocemos que el proyecto se construye en conjunto. Hemos dado voz a todos y reconocido las realidades existentes.

    Una vez que aprendes, junto con tus compañeros docentes y tu equipo, a dar voz a este proyecto y reconocer que proviene de lo que vives en las aulas y del acompañamiento que realizas, eso se vuelve fundamental. Otra cuestión sutil es que debemos ser cautos. A veces, como se mencionó en sesiones anteriores, empezamos a echarnos la culpa unos a otros, pero debemos acompañar los procesos. A veces, el docente se convierte en el foco de todas las quejas: de los padres, del director, del supervisor.

    Partí de la idea de que es vital acompañar y romper muchas de estas creencias y etiquetas. Como director, a menudo te posicionan como alguien que supervisa y juzga. Sin embargo, es importante realizar un acompañamiento empático donde reconozcas la voz de los demás. Además, es fundamental que el consejo no esté desvinculado de lo que tenemos aquí, es decir, encontrar sinergias y aprender de los errores.

    En cuanto a los logros, si miramos el espacio del consejo que se activa desde estas perspectivas, creo que podemos darle sentido a la educación inclusiva y a la convivencia inclusiva. Como retos, necesitamos seguir visibilizando lo que normalizamos porque, cuando estás inmerso, dejas de ver cosas importantes en este proyecto o visión de equipo. Sobre todo, es crucial consolidar el trabajo en equipo en las escuelas para formar verdaderas comunidades de aprendizaje.

    Finalmente, debemos seguir luchando por crear proyectos con la visión de equipo que ustedes han mencionado, pero también por crear alianzas. A veces, nos damos cuenta de que, aunque hemos logrado grandes cosas, nos enteramos por las nuevas familias o por los hermanitos de nuestros alumnos que, cuando pasan a la primaria, esos niños son invisibilizados. Eso te deja con un dolor, un reto. Por eso, creo que es importante generar alianzas con las escuelas cercanas o con aquellas a donde sabes que van tus niños, porque parece que se rompe el trabajo realizado.

    Otro reto que tenemos, y con esto cierro, es que a veces dejamos de mirar el hecho de que, además de los equipos de docentes, directores y supervisores, el personal de asistencia a la educación también tiene una perspectiva valiosa sobre este proyecto. Nosotros nos hemos integrado, pero estamos en este paso de también construir ese equipo, mirando lo que ellos tienen que decirnos, y las relaciones que se están formando con los niños, con nosotros y con el resto del equipo. Con estos errores y aprendizajes, es lo que quería compartirles hoy: la importancia de formar equipos, la escucha activa y el liderazgo compartido.

    N.C.:— Muchas gracias, Guadalupe. Tiene la palabra Denise.

    Denise Mosscheti:— Hola, ¿qué tal? Buenas tardes. Aquí, en Argentina, yo soy de la provincia de Buenos Aires, específicamente de una ciudad relativamente pequeña llamada Bahía Blanca, al sur de la provincia. Primero, es un placer compartir este momento con tantos colegas de tantas partes, y especialmente, de España.

    Les cuento un poco sobre mí: soy la directora de la escuela Secundaria 24, una escuela pública de la provincia, y llevo 9 años en esta gestión. Es una escuela muy pequeña que comenzó con unos 80 alumnos y hoy tenemos 300. Hemos avanzado de manera muy gradual, liderando, como parte del tema de hoy, el rol y el liderazgo de los equipos directivos. Tengo la plena convicción de que la escuela inclusiva es posible.

    Ha sido un proceso gradual de formación de equipo. Creo que la clave está en incorporar año tras año no solo al profesorado docente, sino también a externos y distintos equipos que acompañan esta visión. Nuestra meta principal es la educación inclusiva.

    De los nueve años que llevamos, una de las fortalezas que hemos construido es la creación de una mirada amplia y de aceptación hacia los demás. Aquí, en distintas partes de Argentina, y según mi experiencia en la ciudad, esta perspectiva está bastante estancada. Al principio, lo primero que escuchábamos del profesorado era «yo no sé cómo hacerlo». Lo transformamos en «cómo puedo hacerlo». Este cambio de mirada ha sido un eje conductor a lo largo de todos los años.

    La capacitación docente ha sido fundamental. Nos ha permitido abrir nuevas perspectivas y llevar la teoría a la práctica dentro del aula. Estar presente y conectarnos permite que el profesorado, convencido de que todos pueden aprender, tome riesgos. Nos preguntamos cuál es la condición para tomar esos riesgos y la respuesta es animarse a deconstruirse, a pensar la práctica desde un lugar flexible y abierto.

    Algunos colegas mencionan que los profesores suelen apegarse a sus métodos tradicionales. Nuestro desafío ha sido mostrarles que hay muchas más maneras de enseñar, asegurando que la atención alcance a todos. Venimos de una educación homogénea, pero los paradigmas están cambiando. Hoy, por ejemplo, un profesor que entra a la escuela enfrenta el desafío de cómo puede reinventarse para atender a todos los alumnos. Esto implica garantizar no solo su presencia, sino también su participación activa y con aprendizaje.

    Este esfuerzo ha sido acompañado por las familias. A lo largo de los años, hemos visto y escuchado cómo las familias transitan por diferentes centros educativos sin conseguir inscribir a sus hijos debido a sus dificultades de aprendizaje. Nuestra tarea ha sido romper estas barreras y mostrar que el aprendizaje es posible para todos.

    Cuando los estudiantes salen de la escuela felices, se evidencia el éxito de nuestro enfoque. La capacitación continua nos ha permitido crecer desde el conocimiento y entender cómo enseñar de muchas maneras. Silvana, que está entre nosotros hoy, ha sido una gran partícipe en estas capacitaciones. Ella ha ayudado a transmitir que hay muchas formas de dar una clase.

    En cuanto a las debilidades y desafíos, hemos empezado a transformar la creencia de que se puede aprender de múltiples maneras y que los accesos a la educación deben ser diversificados. Esto permite que todos tengan la posibilidad de que su aprendizaje sea tangible y efectivo, asegurando que nuestras acciones no se queden solo en el discurso, sino que se vivan en la práctica diaria de la escuela.

    Hoy podemos decir que, en nuestra escuela Secundaria 24 de Bahía Blanca, enfrentamos desafíos continuos, pero los transformamos en posibilidades reales de hacer de la educación inclusiva no solo un discurso, sino una práctica vivida y efectiva.

    Creo que lo más importante es aprender de los errores, porque no hay aprendizaje sin equivocación. Es en esos momentos de error donde realmente aprendemos y podemos modificar, cambiar, adaptar y continuar construyendo.

    En cuanto a los retos, son los mismos para todos: seguir consolidando estos equipos, estas visiones, estas prácticas y seguir desafiando el statu quo. Es necesario tomar riesgos y continuar creciendo y aprendiendo de cada error y cada acierto. Esto es lo que creo que puedo aportar desde mi experiencia y visión en la escuela Secundaria 24 de Bahía Blanca.

    N.C.:— Muchas gracias, Denise. Están tomando nota, ¿verdad? Me parece que hay bastante material aquí. Pasamos a Marta.

    Ana María Mitoire:— Hola, buenas tardes. Desde Argentina también, específicamente del interior de la provincia de Chaco, al norte del país, les hablo como directora de una escuela de educación especial. Me alegra muchísimo participar en estos conversatorios que reflejan mucho de lo que estamos haciendo en diferentes lugares. A menudo se cree que las instituciones en mejores ubicaciones brindan una mejor educación, pero también se piensa que en lugares más remotos, la calidad educativa disminuye. Quiero compartir una experiencia que estamos viviendo en entornos muy vulnerables del interior de nuestro país, donde estamos promoviendo la inclusión de personas con discapacidad.

    Nuestra escuela articula con cuatro municipios, cada uno con menos de 7,000 a 8,000 habitantes. En estos municipios, hemos visto cambios muy interesantes gracias a la cultura inclusiva que se ha empezado a trabajar no solo en las escuelas de nivel inicial, primario y secundario, sino también en la comunidad. Esto ha permitido que nuestros estudiantes de todo el sistema educativo puedan compartir espacios, lo cual inicialmente fue un desafío y hoy consideramos una fortaleza.

    Hemos logrado abrir la normativa, que en Argentina, a pesar de contar con muchas leyes interesantes, rara vez se llevan a la práctica. Hemos construido espacios para discutir esta normativa porque, aunque se proclame que el sistema educativo es inclusivo y que la educación es un derecho para todos, a menudo encontramos normativas contradictorias del mismo Ministerio de Educación.

    Una acción concreta que quiero compartir es una muestra de prácticas inclusivas que comenzamos a hacer hace tres años. Habilitamos espacios donde cada docente, de inicial, primaria o secundaria, puede explicar cómo abordaron dificultades que parecían insalvables. Estas experiencias se presentan en documentos de no más de dos páginas, donde cada docente relata su experiencia. Esto ha permitido a otros docentes, que quizás no estaban convencidos o no habían hecho el cambio actitudinal necesario, ver que es posible. Es una forma de registrar las prácticas, no como una evidencia científica, pero sí como prueba de que es posible cambiar y adaptarse.

    Organizamos estas muestras en uno de los cuatro municipios en un radio de 20 a 30 kilómetros. En estos encuentros, los docentes y algunos alumnos comparten sus experiencias y el resto de la comunidad participa como en una feria. El primer año fue medio día, luego tuvimos que extenderlo a un día completo y este año pensábamos hacerlo de dos días porque cada vez más personas quieren compartir cómo resuelven problemas cotidianos.

    Ahora estamos intentando hacer una publicación de estas experiencias. Esto recorre todas las escuelas y se construye con el maestro de apoyo de integración, sean uno o dos profesores que se juntan para contar una experiencia concreta. Esto es lo que más ha abierto camino, más allá de cualquier otra intervención pedagógica o científica que hayamos intentado.

    El mayor desafío que tenemos ahora es poder hacer un registro claro de estos procesos para vivir de verdad un liderazgo compartido. Debe saberse que la atención a la diversidad y la inclusión no están solo en el área de la educación especial. Aunque aquí todavía eso sigue siendo lo primordial, creemos que este es nuestro mayor desafío y algo que todos los que trabajamos en educación especial debemos asumir. Así que, muchas gracias por este espacio.

    N.C.:— Muchas gracias. Tiene la palabra Carmen.

    Carmen Matés:—

    Hola, Nacho, imagino que te refieres a mí. Soy Carmen Matés, directora de un centro educativo en la comarca de la Axarquía. Tengo muy mala cobertura, así que me estoy moviendo por casa porque estoy en una zona donde hay muy poca cobertura.

    Soy directora de un centro educativo que es una comunidad de aprendizaje. Cuando hablamos de inclusión, nos damos cuenta de que todavía nos queda mucho por hacer. Es verdad que nos basamos en la idea de que la escuela la construimos entre todos, no solo entre el profesorado. Sin embargo, una de las dificultades mayores que tenemos es el cambio de profesorado y el cambio en la concepción de las miradas que muchos profesores tienen hacia el alumnado. No creo que se haga con maldad ni por hacerlo, sino por desconocimiento. Escuchar las intervenciones del alumnado y de la familia hace que empaticemos con el sufrimiento que hay detrás.

    Me cuestiono que algo debemos estar haciendo mal, algo que debemos cambiar y modificar en los centros. Hay que tener un cambio de mirada hacia el alumnado, porque cuando hay sufrimiento detrás de esos niños, niñas, padres y madres, algo tenemos que estar haciendo mal.

    Desde los equipos directivos, es verdad que tenemos que considerar que la clave está en la atención a la diversidad, porque necesitamos dar respuesta a ellos, pero no podemos solos. No hay un equipo de profesores que crean en esto, y es triste escuchar a familias y a niños que dicen que dependen de la suerte del profesor que te toca. En parte, comparto esa percepción, porque nosotros como equipo directivo muchas veces tenemos un profesorado que, aunque podemos mantener un grupo formado, cada año llega otro grupo nuevo y empezamos de nuevo desde cero.

    Miramos al alumnado y se categoriza, se envía a orientación, y parece que el alumno no es tuyo, no crees en las capacidades que tiene ese alumno. Esta transformación, insisto, no se trata de enfrentarse al profesorado, sino de intentar como desafío que tengan ese cambio de mirada y reconocer las posibilidades de cada familia. Hay una familia detrás, hay un sufrimiento detrás.

    Pienso que dar difusión a todas estas intervenciones de padres, madres, alumnos y alumnas es primordial para que se escuche y para que entre todos construyamos una escuela que dé respuesta a todos los niños y niñas, y que no dependa de la suerte del profesor que te toque. También he escuchado como directora que no estoy capacitada con tres años para llevar a un alumno que acaba de incorporarse. Es triste tener que escucharlo como madre, padre y como directora de un centro educativo.

    No me extiendo más.

    N.C.:— Gracias por tu intervención, Marta. Ahora le toca a Leti.

    Leti López:—

    Estoy totalmente emocionada y feliz de estar compartiendo con tantos expertos en el tema y con tantos grupos. Me encanta todo lo que he aprendido con las reuniones anteriores y con estas. Muchas gracias y felicitaciones también a la universidad por esta importante investigación. Un abrazo para todos. Soy Betty de Guatemala, soy fundadora de una asociación y directora ejecutiva. Trabajamos la educación inclusiva desde hace 15 años porque empecé con esto al no encontrar en mi país una escuela adecuada para mí, y luego una escuela que yo quería para él; una escuela donde reinara la aceptación, donde se respetaran las diferencias y que construyera su autoestima en lugar de destruirla, una escuela que se adaptara a su forma de aprender. Basado en eso, pues, empecé con "Frío del Sol".

    Voy a empezar, tal vez, con los desafíos porque considero que las escuelas inclusivas tenemos un doble desafío, pero que nos toca abrir camino. Eso también es muy condicionado, y el desafío de darnos la oportunidad de entrar a ese maravilloso y esa vivencia de la diversidad es un reto de adaptar, impulsar la diversidad, y luego hasta que llegue el momento en que es algo normal. Esto implica ver al estudiante como un ser individual, partiendo de que es un ser humano, que es lo más importante. Al verlo como un ser humano a quien tenemos la oportunidad de ayudarle a aprender muchas cosas, entonces lo vemos como individual y único, con sus propios retos y sus propias metas, partiendo de diferentes puntos, cada uno de ellos, y respetar eso creo que es maravilloso.

    Además de este reto de la universidad, tenemos otro que también somos una escuela como todas. Entonces, el reto de irnos adaptando y apareciendo en educación y que queremos hacerlo bien es por eso que varios que estamos aquí hablamos ahora del lugar y nos gusta aprender sobre neuroeducación y otras cosas porque queremos que nuestra escuela también vaya a la vanguardia, como muchos, en lo que es el desarrollar seres humanos con pensamiento crítico, con valores y felices, que es una de las cosas más importantes a las que creo que todos vinimos a este mundo.

    Lo que nos ha funcionado y hemos aprendido es que, como muchos han hecho aquí, el lugar de es de señalar las diferencias, las celebramos; celebrar la individualidad puede ser algo muy bonito. Como decimos a nuestros niños el primer día de clases, pues, sabemos que aquí hay de todos los colores, tamaños y sabores, y eso es el primer mensaje. Los niños son muy inteligentes y ellos se adaptan tan rápido. Luego, saben lenguaje de señas o, si él no sabe cómo se va a manejar su compañerito que no ve, pero tenemos en nuestras manos el hacer de eso lo más natural. Son tan inteligentes que solo te preguntan si él puede escuchar o no, no importa, y ellos inventan sus señas y hay comunicación, y eso es algo precioso.

    Luego, puede ser, como decían también, la aceptación y la empatía. Considero que es un elemento tan importante el ponerte en su lugar y trabajar la empatía, no solo con la forma de enseñar, sino también con sus emociones, cómo se está sintiendo él y cómo se están sintiendo las familias. Nadie debe quedar fuera y, si es posible, solo debemos irnos a ver su salud. Más allá de eso, a veces parece que con tanta información también nos complicamos mucho y ya no sabemos cómo afrontar alguna de las situaciones, pero cuando despejamos todo eso, podemos ver las cosas más simples que le dan resultados, respuestas prácticas. Por ejemplo, fulanito pues no puede mirar, pero puede oír, puede tocar, y entonces nos adaptamos a eso y vamos a sus días de aprendizaje y sus compañeritos saben que van a esto. Puedes solo decirle a ofrecerle todo, pero y ahí él va a ir contigo adonde sea y explicarle lo que estás viendo en el vídeo.

    Uno de los logros que no sabíamos que nos iba a traer trabajar con una escuela inclusiva es que somos una escuela libre del famoso bullying y las burlas porque una de las pocas reglas que explicamos a los estudiantes en su primer día de clases es que celebramos la diversidad. Celebrar la diversidad, como bien decía, creo que es aceptar tantas diferencias que tenemos cada uno y celebrar que no hay otro igual a ti. Entonces, cuando haces eso, para ya todos es muy natural y nadie está interesado en burlarse ni en señalar "tú eres diferente", sino que está interesado en ayudar. Se ha creado una cultura de ayuda y para mí es precioso ver que en las aulas cuando los niños trabajan con diferentes ritmos, ellos tienen tres opciones en nuestras aulas: tú terminas, pero tus compañeros necesitan la ayuda, puedes escoger y de aprender algo interesante, ir a la biblioteca, ir al rincón de juegos o ayudar a otro. La cosa que más me encanta es que la mayoría de ellos eligen ayudar a un compañero y entonces estás creando un nuevo tipo de ser humano en donde todos se enriquecen, todos aprenden y dentro de esta diversidad tendremos los niños con inteligencia avanzada.

    Bueno, quiero terminar entonces con los logros. Estamos abiertos ahora, como también decía otra compañera, a ser multiplicadores de las experiencias que tenemos porque quedarnos con eso en un país donde no hay escuelas inclusivas y estamos abriendo caminos sería algo muy egoísta. Tenemos que compartir y ser entes multiplicadores de que sí se puede. Al final, creo que tomar el tiempo para reconstruir muchas veces la autoestima de los niños nos va a permitir que tengan un aprendizaje mucho mejor. Y al final, como bien han dicho en las otras conferencias, queremos hablar solo de escuelas, no de escuelas inclusivas, solo de escuelas para todos, en escuelas alegres, donde los estudiantes quieren regresar al próximo día preguntándose qué sorpresa les va a dar su maestra esta vez.

    N.C.:— Muchas gracias por tu intervención, Leti. Tiene la palabra Silvana.

    Silvana Corso:— Hola, buenas tardes. Gracias, Nacho, por darme otra vez la oportunidad de contribuir algo a esta discusión en relación a todas las exposiciones. No quiero ser repetitiva y prefiero ir al grano. En esta convocatoria me centraré en el rol del director porque me parece fundamental. Más allá de todo lo que se pueda aportar, existe un tema de posicionamiento en el rol, y es crucial tener claro el objetivo. Cuando tienes un líder, un director que tiene claro que en esta escuela se garantizan los derechos y no hay posibilidad de debate, aunque parezca autoritario, no voy a permitir un debate sobre si un estudiante puede o no estar; es un hecho que todos pueden estar. Esto deja las cuestiones más claras.

    Para mí, el posicionamiento y la creencia en el rol directivo son fundamentales y representan el gran problema a enfrentar. También, cuando uno asume la gestión, vienen los miedos y el intento de caer bien mientras vas reconociendo el terreno. Por ello, tu discurso debe ser claro, sin lugar al debate. El trabajo en equipo es obviamente fundamental, pero con un objetivo claro, y eso es inamovible.

    El otro desafío es saber trabajar en equipo. La interpretación de la normativa es crucial, ya que muchos han hablado de ciertas condiciones y normativas que, aunque están garantizadas, mis compañeros de Argentina han comentado que aquí se ha avanzado en normativa pero no en hechos concretos. La normativa entra en contradicción con algunas resoluciones. En ese sentido, siempre planteo que tengo que tener en cuenta la pirámide jurídica y la raíz. La ley dice que todos a la escuela, aunque haya resoluciones contradictorias. Yo me apego a la ley y aprendo a leer la normativa a favor de los niños, no para cuidar mi puesto. Para mí, esto es fundamental.

    Otra de las cuestiones que abordo como problemas son los discursos instalados dentro de las escuelas. Esto también tiene que ver con el conocimiento de la historia de cada escuela, la forma de nombrar al otro, la mirada histórica de la escuela que dice que en este pueblo siempre hemos hecho las cosas de cierta manera. El hecho de que históricamente las escuelas hayan trabajado más aisladas que en red fue el problema que tuve que enfrentar al intentar cambiar la mirada hacia el otro. El primer desafío que asumí para poder trabajar los discursos instalados, y teniendo claro mi norte, fue trabajar con las biografías escolares de los profesores. Quiero un cambio de mirada, necesito cuestionar por qué digo lo que digo, porque seguramente ahí emerge toda mi historia escolar y mi historia con el otro. Por eso trabajé en redes, involucré a psicólogos y psicopedagogos del hospital con el que articulamos para ayudarme a realizar estos trabajos con los profesores.

    Una vez que pudimos habilitar la palabra, empezamos a construir discursos. Ya lo mencionaron, así que no lo repetiré, pero es la formación docente permanente en contexto. En la escuela, nosotros generamos ese espacio de formación permanente y las trayectorias escolares flexibles, basándonos en ideas de Flavia Terigi en Argentina sobre pensar en recorridos personalizados para cada uno de nuestros alumnos. Vuelve el tema del discurso; por ejemplo, estas formas de nombrar tienen que ver con enfermedades que solo aparecen en la escuela. Un hombre a la escuela, la sobreedad es una enfermedad propia de la escuela, se dice. Fuera de la escuela no existen. Desde ese lugar empezamos a trabajar, insistiendo en este hilo de romper los discursos arraigados, abriendo espacio a todo.

    Otro gran desafío es el imaginario social cuando uno trabaja en inclusión, porque también se mencionó aquí el hecho de que la familia y el entorno de la escuela señalan a la escuela inclusiva como un lugar que no ofrece calidad de aprendizaje. Romper con ese imaginario social para que la escuela sea elegida por la comunidad, y no sea el lugar donde van todos los que han sido rechazados en otras escuelas, fue fundamental para nosotros. Nos dimos a conocer, articulamos con la comunidad, y tras haber trabajado históricamente con alumnos que han enfrentado repetencias, fracasos o han sido rechazados por otras escuelas, hoy nuestra escuela es la primera elección en nuestro séptimo grado. Ese es nuestro gran logro: romper con ese imaginario y que la comunidad entienda que no hay otra opción que la escuela inclusiva, que esto es realmente enriquecedor para la trayectoria de cada uno de sus hijos. Creemos que debe ser la oportunidad, pero para eso hicimos mucho trabajo hacia afuera, mucho ruido para dar a conocer todo lo que estábamos haciendo y las posibilidades.

    Y si me permitís, con eso cierro. Otros puntos se repiten en función de lo que dijeron. Es justo plantear el problema de cómo sostener la inclusión ahora. No se planteaba esa pregunta, pero también es un volver a empezar todo el tiempo. Construir una escuela que trabaja en líneas de inclusión es una escuela que está en permanente construcción porque no hay ninguna receta. Muy buena la experiencia de Chaco, no en términos de recetas, sino de pensar que con lógica y sentido común todos podemos encontrar respuestas. La realidad es que vuelve a empezar. Me encuentro en este momento de haber tenido experiencias hermosísimas para contar en un periodo en que estoy levantando una escuela nuevamente.

    Esta es mi realidad: la escuela que anteriormente incluía a los alumnos, hoy los deja afuera debido a la falta de conectividad, la falta de equipos y el hambre. Teorizo: padres que están sin trabajo, pasando hambre y viniendo a entregar los trabajos. La prioridad es la situación que nos está condicionando. Un chico no puede aprender hoy, como ya se dijo en otro sentido: la felicidad no está dentro de la escuela y el contexto genera las condiciones para que el otro pueda aprender. Es un contexto que resalta a un alumno que aprende en este entorno, donde el arca le sopla en la nuca, y afecta a algunos sectores más que a otros, porque la pandemia no reconoce clases sociales y siempre afecta especialmente a los más vulnerables.

    Entonces, veo una gran oportunidad en este momento de pandemia. Permíteme explicar: analizar los discursos o entender quiénes son los alumnos problemáticos de la escuela presencial generalmente lo veo en mi escuela, donde a veces es la conducta disruptiva de un alumno, la forma en que se mueve o interrumpe en el aula, lo que requiere que sea especialmente atendido. En la virtualidad, esta conducta no está presente, por lo que ese alumno deja de ser un problema y además puede mostrar todas sus posibilidades para aprender. Así, el etiquetar a alguien como «alumno problema» se convierte en un problema en sí mismo. Desarmar ese discurso a partir de la experiencia de la virtualidad me parece que es una oportunidad única.

    Por otro lado, hoy estos «alumnos problema» también nos ayudan a desarmar el discurso y entender que los problemas de antes son los problemas de ahora y que, si no cambiamos nuestras perspectivas, seguirán siendo problemas en el futuro. Este momento de pandemia es crítico, y si pensamos que vamos a salir mejor de esto, todavía está por verse.

    Entonces, debemos hacer una pausa y analizar todo como estamos discutiendo en este periodo para poder considerar lo positivo y lo dramático, para poder realmente crear después una escuela inclusiva. El debate sobre la evaluación es crucial porque este es el momento de hacer un cambio significativo. Hoy se plantea cómo se puede evaluar más allá de una simple nota numérica que dicta si un alumno puede o no. Este momento no puede ser solo una herramienta para salir del paso y contar los progresos, sino que debe generar un debate interno profundo sobre cómo podemos garantizar los aprendizajes de nuestros alumnos. Esa es la pregunta que nos hacemos habitualmente dentro del aula: creemos que las herramientas que tenemos nos permiten asegurar el aprendizaje. Este es un momento en el que, en Argentina, estamos debatiendo esto porque pensamos que tenemos todo el año por delante, aunque ustedes estén cerrando el ciclo. Vamos a estar en confinamiento gran parte del recorrido escolar de los niños.

    N.C.:— Yo creo que Silvana pone sobre la mesa algunos temas importantes. Por ejemplo, este último que menciona rápidamente y que nos sitúa a todos en una posición interesante. Podríamos sacar provecho de una situación como la que tenemos, una situación radical que nos está poniendo en una posición muy difícil, pero que, por otra parte, está favoreciendo algunas posibilidades que no existían hace dos meses.

    El cuestionamiento de la evaluación probablemente es un momento que deberíamos aprovechar para luchar realmente por esa escuela de la que estamos hablando, la escuela inclusiva. Seguramente, una buena acción que podría surgir de aquí es, no sé, un manifiesto o un trabajo en red, abogando por esa escuela que no está tan condicionada por las calificaciones y las evaluaciones continuadas.

    Bueno, muchas gracias. Tiene la palabra Carlos Sandoval y con esa palabra vamos a ir cerrando.

    Carlos Sandoval:— Hola, buenos días. Muchas gracias por la oportunidad de participar y comentarles sobre mi escuela. He escuchado todo lo que están diciendo y me han movido algunas cosas interesantes que se están manejando aquí, especialmente lo relacionado con la evaluación. Yo estoy en contra de las evaluaciones, especialmente en una escuela inclusiva. Si hablamos de que hay una individualidad, debemos respetar esa individualidad. Sigo luchando en mi país contra la cuestión de la evaluación como una tabla rasa. A nosotros no nos evalúan externamente cada año y yo envío esta experiencia de mis alumnos porque viene el nombre de fulanito y él no puede ser evaluado como otro. Estoy hablando de una escuela secundaria general y estos alumnos que tenemos muchas veces nos llegan de escuelas de educación especial, pero, por ejemplo, existe una escuela de niños sordos donde todos sus compañeros son sordos. Cuando llegan conmigo a nivel secundaria, pues tienen que convivir con gente que no es sorda. Ok, hay algunos alumnos que son sordos y no han aprendido el lenguaje de señas, y eso es un problema y es un problema para transmitir también conocimiento.

    En otra situación, alumnos que llegan con baja visión, ciegos, con discapacidad intelectual, autistas, y es maravilloso ver lo que sucede cuando se conectan entre ellos y pueden vivir, pueden dialogar y pueden aprender de ellos, lo que las escuelas generales rehúyen. Nosotros generamos la filosofía de entender al otro desde el punto de vista del mundo del otro. Es decir, si yo aprendo braille, estoy entendiendo el mundo del ciego, pero si no aprendo braille o si no aprendo un lenguaje de señas, me va a ser difícil entender ese mundo de ese alumno. Luego, entonces, ¿qué pasa también con los padres? Porque yo escuchaba quejas de los padres de familia. Los padres de familia también tienen miedo de dejar a sus alumnos en escuelas regulares. Hay una sobreprotección también del padre de familia y eso me consta porque yo lo vivo, pero también ellos sufren. El padre de familia sufre y, junto con el alumno, el rechazo del directivo de otras escuelas, el rechazo de docentes porque creen que no pueden trabajar con ellos porque no están capacitados.

    Luego, entonces, ¿qué haces tú como directivo? Como directivo, debes generar estrategias y espacios para que estos alumnos puedan desenvolverse y trabajar sus competencias. Eso es lo que ofrece ahora mi escuela. Por ejemplo, ahorita escuchaba a la maestra que está preocupada porque en su espacio puede haber hambre. Nuestra escuela tiene un proyecto que se llama «escuela de tiempo completo». Mis alumnos entran a las 7 de la mañana y salen a las 5 de la tarde. Saben lo que es convivir con más de 300 niños en un comedor, todo lo que sucede ahí, todo lo que transmiten, todo lo que ellos pueden vivir. Ese es el aprendizaje. La escuela aprende y eso es un error que tenemos a veces: en las escuelas de educación especial no solamente se aprende en una escuela, se aprende en casa, se aprende en la calle. O sea, seguimos viviendo y eso es lo que sucede en mi escuela. Como directivo, si yo me fuera de ahí, quedaría contento porque he dejado espacios concretos donde los alumnos pueden vivir.

    Últimamente, lo que me dio el sistema es una orquesta sinfónica, entonces donde alumnos con discapacidad pueden ingresar a esa orquesta y trabajar a distancia les ha transformado también su forma de vivir, su forma de pensar, y les permite desarrollarse en otros ámbitos que he hecho como directivo: gestionar espacios para que ellos puedan desenvolverse libremente. Por ejemplo, aquí tenemos un sistema que se llama CODE que es de deporte, entonces ellos pueden ir a concursar, a prepararse, y vivir la educación de una forma más integral, no solamente meterlos a un aula, no solamente se escucha, no, sino también que generar que la educación sea en otros ámbitos. Muy bien, no sea con esto.

    N.C.:— Muchas gracias, Carlos, por tu intervención. Ahora mismo ya no hay más intervenciones programadas. Abriremos un turno muy breve, de entre 5 y 10 minutos, en el que trataremos de hacer intervenciones muy concisas, después de haber escuchado todo lo que los demás compañeros y compañeras han dicho. Me interesaría saber qué ha resonado en cada uno de vosotros y vosotras, y en particular me gustaría saber qué podemos ofrecer que sea de valor para quien ahora mismo está pensando si la escuela inclusiva es posible o no, qué es lo que habría que hacer, cómo podría yo, como maestro, maestra, director o directora, acometer ese proyecto.

    De momento, dejo la idea abierta a la palabra. Abran el micrófono y comiencen, pero muy breve.

    Cristóbal Calero:— Bueno, yo simplemente quiero parafrasear a mi compañera Mercedes, que en un momento dado, en una de esas locuras en las que nos metimos, me dijo una frase que nunca se me olvida y que me ha resonado durante este rato, especialmente en relación con los cambios de creencias y la imposición sistémica de que esto es una utopía. Ella me dijo: «Lo hicimos porque no sabíamos que era imposible». Creo que esto es una clave para los directivos, para los líderes, llamémoslos como queramos, para quienes van a guiar a los maestros hacia otro lugar. Tenemos que romper esa idea de que esto es una utopía ideológica; es un tema real y no imposible.

    José Luis Aguilar:— Una reflexión importante que algunos han mencionado, pero creo que esta interpelación que nosotros nos estamos haciendo debe trasladarse a toda la sociedad. No existe la posibilidad de tener una escuela inclusiva si no hay una sociedad que se plantee ser inclusiva. Nosotros podemos tener una respuesta donde se modifique arquitectónicamente; me refiero a que los poderes de la derrota, los colectivos, los carros, las calles son un desastre. Se está planteando un tema de accesibilidad, pero la apelación tiene que ser a la sociedad.

    Con respecto a la escuela propiamente dicha, se mencionó la formación, pero me parece importante, en cuanto al tema de la formación docente, ir más allá de los contenidos.

    Las formaciones deben desarrollarse y dar contenido a las herramientas para que cada situación sea nueva y llame la atención, porque la única forma de construir es discapacitante y la única forma de que todos los chicos en situación de discapacidad sean considerados de otra forma. Como tengo problemas de conectividad, ¿qué es el enfoque de repetir derechos humanos? O sea, la atención a la diversidad está marcada en la conquista de colectivos de personas con discapacidad. No es un deber que el gobierno simplemente dice que incluye, sino que incluir es una situación de adquisición colectiva de derechos y nosotros tenemos que abogar por esos derechos.

    Como se etiqueta antes, terminan arrasando las objetividades. Nos enfrentamos al tema de los diagnósticos médicos como condicionantes educativos. No nos sirve, pero sí es por eso necesario, porque a veces los financieros y los colegios… bueno.

    N.C.:— Muchas gracias, José Luis. Sé que todos y todas tenemos mucho que contar, porque tenéis un trabajo y una experiencia fantástica, pero tenemos muy poquito tiempo. Entonces, hay que primar que haya más palabras, más personas que quieran comentar.

    Rosa Llorente:— Construir una escuela inclusiva que pasa por trabajar desde un enfoque de indagación apreciativa, que permite maximizar el potencial positivo de todos los agentes de la comunidad educativa, convirtiendo la cooperación en el momento fundamental. En el agente de cambio. Se trata de indagar desde esa mirada o perspectiva que evalúa y respeta al otro, utilizando siempre el diálogo como una herramienta de comunicación.

    Recientemente, leí el libro «Indagación Apreciativa», de Míriam Subirana, y me parece que me aportó una visión muy interesante para liderar escuelas. Es una perspectiva inclusiva.

    Denise Moschetti:— Yo quería unirme a esto último de lo que hablábamos sobre este momento de pandemia. Siempre decimos que estamos trabajando acerca de la inclusión. Creo que hoy estamos trabajando como educadores en medio de esta situación y se trata de otras formas de tomar decisiones. Estamos volviendo a tomar decisiones que, quizás, las teníamos ya, humanas, desde otro contexto. En medio de esta simultánea compleja que supone un desplazamiento, como directores tenemos que acompañar a los docentes, a las familias y a los propios alumnos.

    Hoy estamos con los alumnos y las familias y creo que es central, porque nos va a permitir poder ver que podemos continuar y reestructurar lo que viene, que es la presencialidad. Acá en Argentina nos queda un largo tramo todavía para volver a las aulas. Creo que debemos construir información nueva y ensayar nuevos modos de poder encontrarnos, de poder transmitir, y eso creo que es clave: ponernos a pensar en estos conversatorios. Este tiempo que podemos tener con los chicos, las familias y los docentes es clave en estos momentos.

    N.C.:— Muchas gracias. Me preguntaba yo cuántos de los proyectos de dirección que habéis expresado aquí, a lo largo de este rato, tienen de base a una persona rebelde ante un sistema escolar.

    Miriam Adriana:— Buenas tardes a todos. Soy Míriam, de Bahía Blanca, Argentina. Quería decir que, en estos momentos, hay una cuestión que me parece importante a tener en cuenta en el proceso de construcción de la escuela inclusiva, que no es solamente reforzar cuestiones relacionadas con la accesibilidad académica o lo pedagógico, sino también con la necesidad que tienen muchos niños, niñas y familias de que sus niños sean integrados. Y jóvenes que, también desde lo social, estén notando de acuerdo a algunos testimonios de familias que, en este confinamiento, están en el aislamiento.

    Sí, estamos aislados por la pandemia, pero, por otra parte, se encuentran aislados aún más de lo que se encuentran aislados en las escuelas. De nada sirve reforzar las cuestiones pedagógicas si, desde lo social, los niños y jóvenes ni siquiera son tomados en cuenta por sus compañeros o por otras familias. Por eso, pienso que es necesario el trabajo colaborativo con las familias con discapacidad, pero también con otras familias. Es decir, que la escuela inclusiva trabaje de manera colaborativa con el resto de las familias para poder entender la situación de estos jóvenes o niñas o niños, porque si no, estamos todo el tiempo reforzando lo pedagógico y olvidándonos que la vida o trayectoria vital de una persona no es solamente el aprendizaje de contenidos, sino también el encuentro con otros.

    Me parece que esto también es clave a tener en cuenta en la escuela inclusiva. Nada más.

    N.C.:— Muchas gracias, Miriam. Con tu palabra vamos a cerrar. Nosotros hemos estado tratando, también, el aislamiento en el aislamiento, como tú decías.

    En algunos casos, el esfuerzo por permanecer en la escuela para los niños, jóvenes y las familias es tal que, en algunos casos, este aislamiento, les ha relajado. Es terrible lo que estoy diciendo, pero quiero decir que se han relajado porque están descansando del esfuerzo que tienen que hacer para sostenerse en una escuela común. No siempre que hablo de escuela, hablo de escuela ordinaria, por supuesto.

    Adelante, Silvana.

    Silvana Corso:— En relación con este momento de la pandemia y la familia, y volviendo al tema de los discursos, hoy estamos pidiéndole a la familia mucho apoyo para sostener la escolaridad de los chicos. Escuchando a las familias que no escuchábamos antes. Y, en relación con los alumnos con dificultades de aprendizaje, más. Entonces, me parece que también es una oportunidad de que las escuelas tengan ese registro del rol de la familia y cuánto han apoyado este proceso de regreso. Que sigan teniendo ese rol.

    Las familias aportan en relación con cuestiones que tienen que ver con el cuidado de sus hijos, pero nunca les damos la palabra para que puedan exponer cómo aprenden sus hijos. No dejamos que sean partícipes de un proyecto de escuela real, donde se les puede escuchar lo que aportan sobre el aprendizaje de sus hijos. Es algo que hay que rescatar a la vuelta, para que las familias sigan teniendo ese rol y no volvamos a cerrarles las puertas y solo convocarlas para ver cuando hay problemas o deriven en algún tratamiento. Muchas gracias.

    N.C.:— Muchas gracias. Yo tengo que agradecer a cada una de las palabras de las personas que hoy habéis intervenido. También a quienes han estado escuchando y participando a través del chat. Hay mucho que nos gustaría saber de vuestra experiencia. Hemos tenido este tiempo, pequeñito. Ya os dije que para nosotros sería estupendo, si os apetece, que compartáis con nosotros vuestros proyectos de centros, de manera que podamos aprender algo más sobre vuestras propias experiencias, más allá de lo que estas dos horas nos han dado de sí.

    Han salido ya temas que me parecen muy importantes y que creo que valorará mucha gente. También diría que el liderazgo que están teniendo vuestros centros debería salir del centro. Ha habido muchas intervenciones hablando de la importancia de salir de la escuela, de ir más allá de la frontera de la escuela. Creo que contar historias como vuestras experiencias, construyen otro imaginario de la realidad escolar que permite a muchos docentes y familias pensar algo que no se permiten pensar: vivir juntos, aprender juntos. Que viviendo y aprendiendo juntos, somos mejores.

    Los quiero felicitar y agradecer este rato de conversación. Seguimos con todo. Un abrazo.

    Al unísono:— Muchas gracias, un placer.

    Desafiar las desigualdades en la escuela. La educación inclusiva en la agenda política

    Nacho Calderón - N.C.:— Comenzamos la sesión. Hoy, quiero dar la bienvenida a Maribel García López, Joan Mena Arca, Georgina Trías Gil y a Óscar Clavell López.

    Todos ellos son representantes, miembros de la Comisión de Educación y Formación Profesional del Congreso de los Diputados y han accedido voluntaria y generosamente a participar en este tiempo de conversar, de hablar entre nosotros y nosotras sobre el tópico «Desafiar las desigualdades en la escuela. La educación inclusiva en la agenda política».

    Ese ha sido el tópico con el que yo les invité y vienen representando distintas fuerzas políticas, grupos parlamentarios. Maribel viene por el grupo parlamentario Socialista; Joan Mena viene por el grupo parlamentario confederal de Unidas Podemos-En Comú Podem-Galicia; Georgina Trías viene por el grupo parlamentario Vox, y Óscar Clavell por el grupo parlamentario Popular.

    Para mí, y creo que hablo en nombre de todas las personas que han estado participando durante estas semanas en las conversaciones que venimos haciendo sobre educación inclusiva, es un honor que hoy estéis aquí, que nos hayáis hecho un hueco en vuestra agenda y que podamos pensar juntos, de nuevo, qué escuela tenemos y qué escuela queremos.

    A mí me costaba trabajo pensar cómo iniciar la sesión. No voy a perder tiempo, pero sí que me parece importante situaros en algo que ya comenté en el correo que os mandé, y es que estos no son encuentros periodísticos, ni son, probablemente, los encuentros que estáis acostumbrados y acostumbradas a tener en el Congreso, sino, más bien, son un espacio de construcción ciudadana con un grupo de personas preocupadas por que las escuelas respondan a las necesidades de sus familiares, de su alumnado y de esas personas que están viendo que no están suficientemente bien atendidas en las escuelas hoy. El tono y el clima que se ha respirado durante todas estas sesiones, lo habéis podido comprobar cuando habéis revisado esos videos, ha sido un clima de diálogo que, a mí, me parece ejemplar. Y con ese clima que se ha generado cada semana, me gustaría que continuásemos y que fuera un espacio de construcción. Un espacio en el que sabemos que hay incertidumbre, un terreno que no está todo claro, que no es blanco o negro y en el que tenemos la necesidad de construir. Y en el que vosotros y vosotras, perdonadme que os tutee, tenéis un papel muy protagonista.

    También quería hacer hincapié en algo inicial. Las personas que hemos participado hasta ahora formamos parte de todos los representados y representadas, de quienes están hoy aquí y de algunos que no están aquí. Quiero decir que las personas que han hablado, los niños y las niñas, las familias, los profesionales, los directivos, los investigadores e investigadoras, todos ellos forman parte del arco ideológico que representáis y que se unen en estas conversaciones para tratar de construir algo mejor, y en ese contexto, me gustaría que iniciásemos el debate.

    Yo lo iniciaría con un par de vídeos que puedan servir, fragmentos que puedan servir para iniciar los debates. El primer video, si os parece, es de Carmen Saavedra.

    Carmen Saavedra:— Yo he estado reflexionando esta mañana sobre cuál es la función de la escuela, y he llegado a la conclusión de que tiene dos: que los niños se eduquen y que socialicen, que convivan, ¿no? Sin embargo, hay muchas niñas y muchos niños que no consiguen ninguno de estos dos objetivos. Que ni se educan, ni socializan. No conviven porque no tienen amigos.

    Entonces, mi pregunta es: ¿para qué van a la escuela? Porque esta pregunta me la hago yo día sí, día también. […]

    Yo sabía, sentía por qué lo mandaba, pero no tenía palabras para expresarlo. Entonces, hace unos meses, me las dio Luz López Díaz, que no sé si andará por aquí. En una frase, ella condensó por qué envío a Antón a la escuela común. Ella decía: he elegido para mi hijo el mismo colegio al que fueron sus hermanos y van sus vecinos. Pienso que, si separas en la escuela, separas para la vida entera. Y, ahí, está la razón, aunque no sabía darle esa forma, por la que Antón va a la escuela.

    N.C.:— Óscar, sí lo has visto. No se te escucha. Ahora mismo no tienes el micro abierto.

    Óscar Clavell - O.C.:— Sí, sí, lo he visto, lo he visto.

    N.C.:— Bien. ¿Y, Maribel, también? ¿Y Joan?

    Joan Mena - J.M.:— Sí. También.

    N.C.:— Bien. Otro, el segundo vídeo que os quiero poner antes de iniciar el debate. Os lo pongo aquí.

    Mar:— Lo que me gustaría es tener compañeros y compañeras. Más bien no, no tenía compañeros y compañeras.

    Audiodescripción [AD]: Texto: «Mar decidió abandonar la escuela hace 3 años.»

    Mar:— Tenía profesores. Me gusta que confiaran y que creyeran en mí. Más bien, al dejar el colegio, ya el colegio lo dejé y no, no confiaban nada en mí y lo que hacen es vigilarme a todas horas. Que me apoyaran y que me enseñen… En realidad, no me enseñaban. No me enseñaban porque no hacía todo lo necesario para que (no) me enseñen a mí. Y lo que más me gusta es la libertad y el moverme por los institutos como los demás, y ser como los demás, también.

    No soy distinta a los demás, yo soy diferente.

    Lara Elizalde:— Yo quiero decir algo. Creo que está bien lo que ella dice, que es distinta a los demás. Yo creo que vos sos igual a todos, sos una persona como todos, nada más que a veces tenemos capacidades diferentes. Pero todos somos iguales y tenemos derecho a hacer las mismas cosas y a que nos incluyan, pero todos somos iguales y somos únicos y somos perfectos como somos.

    N.C.:— Con este panorama, me gustaría abrir una primera ronda de intervenciones de 3 minutos. Yo no voy a llevar la cosa con reloj. Vamos a hacer una conversación. Me parece interesante lo que plantean tanto Carmen como Mar y Lara. Carmen sitúa el debate en la escuela. Lo que se separa en la escuela, queda separado para el resto de la vida. Y Mar plantea el debate en que la escuela no ha hecho lo que debía para que ella pudiera aprender.

    Tienen la palabra. ¿Quién comienza?

    O.C.:— Venga, pues me lanzo yo. Primero, buenas tardes a todos y muchísimas gracias por invitarme a formar parte de estas jornadas que creo interesantísimas. Aportaré todo lo que pueda y más para no crispar el ambiente, eh [risas]. Es la primera premisa que nos has lanzado. La he cogido, he cogido el guante.

    Creo interesantísimo el segundo video, pero, aunque lo he visto, lo he oído muy, muy mal. El primero lo he oído mejor. Pero por el resumen que has hecho, Nacho, creo que lo resume todo, que lo define todo. Estamos ante una oportunidad de oro, y digo por qué. Tenemos sobre la mesa, y todo el mundo sabe, un borrador de nueva ley educativa que está en pleno trámite de presentación de enmiendas parciales en el Congreso de los Diputados. De ella, puede salir una ley o debería salir una ley, mejor dicho, consensuada, pactada, por amplios grupos, por no decir todos los grupos, políticos con representación en el Congreso. Una ley que no esté pendiente del cambio de gobierno, del cambio del color político o del gobierno de turno.

    No puede ser que en 40 años de democracia, hayamos cambiado tantas veces de leyes educativas y siempre se queden flecos pendientes. Tenemos que abrir un periodo, un plazo para escuchar. Antes he leído un mensaje que ha escrito alguien ahí, [decía] que los políticos hablen menos y escuchen más. Pues, efectivamente. Es el momento de que los políticos escuchemos. Es el momento de que los políticos atendamos las sugerencias, las reivindicaciones que diferentes sectores, plataformas, organizaciones… que estén vinculadas con la educación de todo tipo. Nos pueden aportar y estoy seguro de que se verían cosas muy gratas y muy buenas y muy productivas y fructíferas para una ley, para una ley educativa.

    Por eso, ahora más que nunca, el pacto de estado para la educación es imprescindible. Y dentro de la educación entra un sector tan importante como es el que estamos aquí hablando de necesidades especiales, alumnos que necesitan alguna atención especial. Ahí es donde debería entrar ese debate. Ahí es donde debería meterse. Ahí es donde debería pactarse y consensuarse. Y ahí es donde los políticos, insisto, deberíamos atender vuestras sugerencias y vuestros requerimientos.

    Si perdemos esta oportunidad que tenemos ahora, a día de hoy, abierta, perderemos muchos años para poder sacar una ley educativa en condiciones. Que guste a todos, en esa vida, es imposible gustar, pero sí a una amplia mayoría de la población, porque si hablamos de una parte concreta de la educación, estamos perdiendo ese conjunto de educación.

    A mí me gusta hablar de educación, y en educación entran todos los aspectos, todos los ámbitos que sugerimos. Y, por eso, repito, aquí estamos representados los 4 partidos mayoritarios de la cámara en estos momentos. Los 4 partidos que hemos sido votados por los españoles. Si perdemos esta ocasión, esta oportunidad, creo que nos va a costar mucho dar las explicaciones oportunas a los ciudadanos.

    N.C.:— Muchas gracias. ¿Quién continúa? ¿Maribel, Georgina, Joan?

    Maribel García - M.G.:— Venga, me lanzo. Yo lo primero que quería era dar las gracias. La verdad es que me parece muy interesante todo lo que se ha generado. Lo he dicho antes de que entráramos en conexión. Es realmente interesante desde el ámbito universitario abrir esta ventana al mundo, porque, además, he podido seguir los diferentes vídeos en los que habéis trabajado tanto con familias como con niños, profesionales, investigadores y equipos directivos, y la verdad es que es tremendamente importante, enriquecedor.

    Lo segundo que quería decir era que este ejercicio de inteligencia colectiva que nos está llevando, lo decía el otro día una compañera de equipo directivo, que presentaba en su centro educativo las comunidades de aprendizaje, que luego haré alusión a ella, me parece realmente importante y necesario en la sociedad que estamos viviendo. Y, sobre todo, a raíz de esta pandemia que nos ha descubierto tantas cosas, desde las casas de las personas hasta cómo pensamos sentirnos y cómo trabajamos un montón de horas al día.

    Y también quería decir que, bueno, mi visión es multidisciplinar. Yo llevo en la política activa, dedicada profesionalmente, si lo podemos decir así, desde abril de 2019. Soy maestra de educación física de hace 20 años. Soy psicopedagoga. He trabajado 8 años en atención a la diversidad como asesora. Soy madre. Todos conocemos que yo tengo a una persona cercana a mí con parálisis cerebral. Como decía ya el otro día una profesional. Yo no puedo dividirme. Soy política, ahora mismo, pero es circunstancial. Vengo del mundo de la atención a la diversidad y, así, quiero que se me entienda. Estoy totalmente de acuerdo con Óscar. Creo que, en efecto, este proyecto de ley que todavía no se ha iniciado el debate, porque está ahora mismo en un momento de presentación de enmiendas, al articulado. Está permitiendo, y yo estoy convencida de que Óscar igual que Joan o Georgina, que nos estemos reuniendo con cientos de colectivos estos dos meses, trabajando arduamente en ese articulado y en esas enmiendas, se está escuchando a toda la comunidad educativa. Estamos teniendo reuniones con toda la comunidad educativa, con todos los organismos, asociaciones y colectivos. No olvidemos que esta ley ya se presentó hace un año en el Congreso y tuvo un amplísimo debate en la Comisión de Educación en ese momento, lo que pasa que llegaron las elecciones y, obviamente, pues no pudimos seguir avanzando en todo lo que supone ese trabajo parlamentario de aprobación o de debate, pero, está claro que es una ley que es una grandísima oportunidad y coincido con Óscar en que tenemos que aprovechar como sea para sacar la mejor ley que sea posible, ahora mismo, para la sociedad española.

    Y, después, yo quería hacer un planteamiento, ya más técnico.

    N.C.:— Muy breve, Maribel, para que vayamos pasando.

    M.G.:— Sí. Entonces, lo dejo, no me importa. Lo dejo para un poquitín más adelante. Me gustaría hacer un planteamiento, un pelín más técnico, de lo que creo o considero que debería ser la atención a la diversidad, porque, además, estoy convencida de que muchas de las personas asistentes querrán escuchar qué pensamos, en este caso, las políticas y los políticos con respecto a la atención a la diversidad.

    N.C.:— Gracias. Muy bien. Muchas gracias. ¿Joan, Georgina? ¿Quién continúa?

    Georgina Trías - G.T.:— Pues yo misma si quieres. Bueno, buenas tardes. Muchas gracias por vuestra invitación. Sobre todo, por vuestro compromiso con la educación, a todos los que habéis participado estas semanas. Yo lo que quiero hacer, en esta primera intervención, es plantear unas ideas matrices que creo que pueden ampliar horizontes respecto al tema de la inclusión y que espero sirvan para enriquecer el debate.

    En primer lugar, yo quería destacar que la educación inclusiva no debe ser exclusiva, no debe plantearse ni como la única ni como la mejor, debe ser una opción abierta, ¿sí?, a disposición de todo el mundo que la desee, pero no debe imponerse, porque así, de este modo, respetamos el marco de libertad educativa en el que creemos firmemente que debe desenvolverse la educación.

    Por otro lado, tampoco está demostrado que el modelo de educación inclusiva sea el mejor, ni el que quieran todas las familias, ni el que suscriban todos los profesionales de la educación, que creen que los centros de Educación Especial son centros de alto rendimiento. Que son centros, y esto me gustaría resaltarlo, donde se atiende a los alumnos en virtud de su necesidad y no donde se los segrega en virtud de su discapacidad. Y en realidad, bajo mi punto de vista, lo que tendríamos que luchar es por la accesibilidad universal a la Educación Especial. E, incluso, dentro de la propia Educación Especial, hay especialización y especializar no es segregar, especializar contribuye a una mejor respuesta.

    Me consta que algunos centros lo hacen. Es evidente que no es lo mismo tratar de estimular el desarrollo de los niños con autismo, con síndrome de Down, con parálisis cerebral, porque la Educación Especial es una galaxia, como todos muy bien conocéis, llena de diferentes estratos. Especializar tampoco es aislar, porque el hecho de ir a un centro de Educación Especial no aísla a una persona de la sociedad, sino que, por el contrario, la dota de más herramientas y recursos para, luego, desenvolverse mejor en la sociedad. Son centros de alto nivel que atienden desde temprana edad a los niños y, a veces, basta con unos años en los centros de Educación Especial, para luego incorporarse a la educación ordinaria. A mi modo de ver, uniformar siempre va en detrimento de la calidad de la educación, y todos los que estáis aquí lo sabéis.

    Las distintas orientaciones y teorías pedagógicas son muy diversas y deben ser respetadas en aras de la libertad y en el marco de la legalidad. Y en este sentido, yo también quiero destacar un tema muy importante. Lo que debe primar es el bien superior del menor. Y este, el bien superior del menor, nunca va aislado. En el bien superior del menor confluyen muchos vectores: sus padres, su familia, el entorno sociocultural, el centro escolar al que acude… Y, entonces, si igualamos el bien superior del menor con inclusión, caemos en reduccionismo. A mi modo de ver, todo lo que construimos está mal orientado. Y este bien está muy relacionado en dar a cada uno lo que necesita en cada momento. La cuestión es quién lo decide.

    N.C.:— Vamos cerrando ya, Georgina.

    G.T.:— Sí. Aquí, de nuevo, nos enfrentamos a un problema recurrente que es: cómo cada comunidad autónoma actúa diferente, ¿no? Y luego, también, dos cositas más. Si pensamos en el bienestar emocional del menor, es evidente que la inclusión no es la receta para que lo consiga. Puede que a veces funcione, pero no siempre. Aquí, las palabras ‘nunca’ y ‘siempre’ no funcionan, y es lógico, porque cada persona es un mundo y lo que vale para uno, no vale para otro. Incluso, con el mismo tipo de discapacidad.

    Por otro lado…

    N.C.:— Mmmm, vamos cerrando.

    G.T.:— Sí. A nivel más político, parece que hay una intención de bajar los porcentajes de alumnos en Educación Especial porque en los últimos 20 años no han bajado. Entonces, ahí sí me gustaría hacer un apunte, ¿no? Que esta intención no tiene en cuenta la dignidad de la persona. Estamos hablando de personas, no de números. Los tipos de discapacidad, además, son diferentes y los que lo conocéis el tema, son diferentes ahora y hace 20 años.

    Y ya, por último, concluyo. Yo creo que todos los que os involucráis en el tema de la Educación Especial, debéis tener claro que nadie debe adueñarse de la discapacidad. Ninguna plataforma, ninguna asociación, ni ningún gobierno. Y evitar cualquier visión sesgada de esta realidad. Debemos ser respetuosos con las distintas aproximaciones y permitir que cada orientación pueda desarrollarse en el marco de la libertad de educación, sin imponer una determinada aproximación sobre otras igualmente legítimas. Muchas gracias.

    N.C.:— Muchas gracias, Georgina. Joan.

    Joan Mena:— Bueno, muchas gracias y buenas tardes a todos y a todas. Primero, agradeceros también la invitación al grupo de Unidas Podemos-En Comú Podem, y también felicitaros por el trabajo que estáis llevando a cabo con estas actividades.

    A mí me pasa como a Maribel: soy profesor de secundaria, y ahora, además, estoy ejerciendo de representante político. Por eso, muchas veces me cuesta quitarme el sombrero de una cosa y ponerme el de otra, porque yo, por encima de todo, defiendo la educación. Creo que los vídeos que nos habéis pasado, de lo que hablan y en lo que se basan, fundamentalmente, es en el derecho a la educación. De lo que tendríamos que estar reflexionando es, básicamente, sobre el derecho a la educación y si todos los niños y niñas en este país, independientemente de sus circunstancias sociales, económicas, físicas o psíquicas, tienen el mismo derecho a la educación. Nosotros pensamos que, lamentablemente, no. No hemos conseguido una ley que garantice el derecho a la educación de todos los niños y todas las niñas.

    El principal problema que tiene España, y eso no lo decimos desde Unidas Podemos- En Comú Podem, sino que lo dicen todos los informes de nuestro entorno europeo y de los países de la OCDE. El principal problema educativo que tiene España es precisamente la segregación, que viene motivada por diferentes causas, ¿no? La segregación socioeconómica, pero también la segregación de los alumnos que tienen unas circunstancias concretas. Por eso, yo creo también que el modelo de escuela que pretendamos construir dice mucho del modelo de sociedad que queremos construir en España. Por lo tanto, una sociedad inclusiva, donde «todo el mundo sea igual porque es diferente», como decía el video, es el modelo de educación que nosotros defendemos, porque es el modelo de país que defendemos también desde Unidas Podemos.

    ¿Qué es a lo que aspiramos nosotros en el modelo educativo? ¿Qué tipo de escuela queremos desde Unidas Podemos? Queremos, y no engañamos a nadie ni escondemos nada, una educación que sea pública. Queremos una educación que sea gratuita y queremos una educación que sea inclusiva, porque son las 3 piezas fundamentales para garantizar una sociedad libre de desigualdades. Yo creo que, si la libertad tiene que servir para algo, tiene que ser, precisamente, para que no haya desigualdades y que no se instauren, ni se institucionalicen esas desigualdades y, menos, desde un sistema educativo como el nuestro. Para hacer eso, para poder conseguir eso, y creo que de eso también tenemos que hablar y ser serios, necesitamos básicamente dos cosas. La primera, más recursos. Yo creo que, o destinamos más recursos a la educación, o, si no, al final tendremos una mentira construida sobre un pilar que no es el verdadero, ¿no?

    Yo, que también he tenido contacto con muchas familias, tengo la sensación de que la mayoría de las familias… tengo la convicción de que la mayoría de las familias lo que quieren es lo mejor para sus hijos y para sus hijas. El problema lo tenemos muchas veces desde la escuela, mal llamada, ordinaria. Si no hay mecanismos. Si no hay recursos para atender a todo el alumnado, independientemente de las circunstancias con las que presente, muchas familias buscan unas alternativas, ¿no? Por eso, creo que ahí los poderes públicos son los responsables para garantizar que la escuela tiene que servir para todos los niños y para todas las niñas.

    Necesitamos también formación. Necesitamos que el profesorado tenga muchísima formación. Los recortes de los últimos 10 años en la educación han desmontado mucho la educación púbica en nuestro país, pero prácticamente han debilitado la formación del profesorado, que tiene que ser, pues, un cuerpo docente que esté actualizado al día a día. Esa ley que nosotros creemos, queremos que sea una ley que blinde la educación pública, la educación gratuita y, también, la educación inclusiva. Tiene que garantizar que ningún niño, ninguna niña, se quede atrás por los motivos que yo antes os decía, y voy acabando. Creo que la LOMLOE tiene que incluir eso.

    Decía antes el compañero Óscar que hemos tenido en España en Democracia hasta 7 leyes educativas. Eso es verdad. Pero yo no lo veo un mal planteamiento, en el sentido de que las leyes están para actualizarse. El problema que hemos tenido es que casi ninguna de esas leyes ha tenido ni el concurso ni la aprobación del conjunto de la comunidad educativa, con lo cual, o hacemos una ley que esté avalada por la comunidad educativa, o si no volveremos a fracasar, ¿no? Creo que ese es uno de los elementos, una de las necesidades que tenemos planteadas encima de la mesa. Y acabo con una cosa que no quiero, a, dejarme en el tintero.

    Creo que la mayoría de las fuerzas políticas que estamos hoy en el congreso de los diputados estamos más de acuerdo en estos aspectos de lo que muchas veces trasciende a la sociedad. Seguramente nos empecinamos más en marcar nuestras diferencias y en hacer públicas una disputa entre unos y otros y no nos damos que somos los principales enemigos cuando hacemos eso. Y tengo la convicción de que yo lo que sí que le pediría acabo a todas las fuerzas políticas es que saquemos a la educación de nuestra batalla política y partidista que es muy legítima, porque la ideología está para eso, pero creo que el bien común, la educación, tiene que estar por encima de los intereses partidistas de una y otras fuerzas políticas.

    Muchas gracias.

    N.C.:— Están llegando muchos comentarios. Varios de ellos vienen en torno a la ratificación de la Convención de los Derechos de la Persona con Discapacidad, que hace el Reino de España en 2008, que después es evaluada por el propio comité, y que, por ejemplo, podría, podría decir alguna pregunta de este tipo.

    Además de reunirse con los diferentes sectores vinculados con la educación, ¿están elaborando esa nueva ley con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad en sus manos?

    Otra persona, por ejemplo, pregunta: ¿creen que se puede opinar que está ampliamente avalada por numerosas investigaciones nacionales e internacionales y hay, además, un argumento superior, y es que estamos hablando de derechos humanos y de un tratado internacional ratificado por España?

    Pues… Si les parece, podríamos continuar por aquí. ¿Quién sigue?

    M.G.:— ¿Puedo? Respecto a la Convención de los Derechos Humanos y los Derechos de Personas con Discapacidad. El informe que hizo la ONU en el año 2018 habla de una investigación de, sobre unas presuntas violaciones graves o sistemáticas del artículo 24 del derecho a la educación de la Convención por España son la exclusión estructural y segregación de las personas con discapacidad en el sistema educativo general. Esto fue un golpe tremendo para el sistema educativo español cuando se publicó porque realmente estudiando base la Convención y sí que, sí que, desde luego, nosotros queremos tenerlo en cuenta en la nueva ley, no, no puede ser de otra manera. Yo, para mí, ese, esa Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad aprobada por la ONU en el 2006 y ratificada por España en 2008, nos está marcando un camino.

    Un camino muy claro sobre la necesaria consecución en todos los casos de los que se habla de ajustes personales. Tenemos que garantizar a las personas con discapacidad, a todo tipo de personas con necesidades educativas especiales y con NEAE, es decir, a la diversidad, porque todos somos diversos, todas somos diversas, el goce, el ejercicio, en igualdad de condiciones con los demás de todos los derechos humanos y fundamentales, entre ellos, la educación y la educación inclusiva. Y eso no significa que, en un momento dado, tengamos que renunciar a alguna modalidad de escolarización o tengamos que plantearnos que todo el mundo, que todo es blanco o todo es negro. Creo que lo decías al principio, ¿no? Yo creo que la oportunidad la tenemos a tres niveles. A nivel macro tenemos una oportunidad que es el proyecto de leyes de educación, y en ese proyecto de ley de educación no va a ir solo, va a ir con unos futuros Reales Decretos, donde se tiene que trabajar, sí o sí, la brecha digital y la brecha de aprendizaje que ha quedado clarísimamente encima de la mesa con la COVID-19.

    Hay que trabajar por la formación profesional adaptada para personas con discapacidad porque, como decía un vídeo, una chica, lo que no puede ser es que yo me quede en mi casa y ya no, ya, mi máximo sea estar en un Centro de Día o en una residencia después de los 21 años. Hay que trabajar para hacer un cambio absoluto en la formación del profesorado, en formación inicial, que lo habéis visto, lo habéis comentado en otras ocasiones, formación permanente y acceso a la función pública.

    Está claro que eso es una oportunidad. Yo me lo planteo como reto. Y eso es a nivel macro, pero a nivel meso nos vamos a las transferencias en competencias educativas, las comunidades autónomas y sus Decretos de atención a la diversidad. Los Decretos de atención a la diversidad tienen que replantearse y repensar muy mucho. Nos tenemos que repensar para qué sirve una evaluación psicopedagógica, para qué sirve un dictamen de escolarización, cuál es el uso de los recursos humanos que tenemos en las aulas, si sacamos niños, si segregamos, si los metemos dentro del aula, porque está claro que, en las comunidades de aprendizajes, una de las cosas que más nos han enseñado es que cuando un aula no entra un docente, sino que entra más de una persona, entra la comunidad educativa, entra lo que rodea al centro, es muchísimo más enriquecedor, es un espacio enriquecido de aprendizaje y, por lo tanto, mucho más inclusivo. Y a nivel micro, todo el trabajo que tenemos que hacer como centros educativos y como aula: buenas prácticas, mayor autonomía, los DUA, la sensibilidad de los centros educativos. Tenemos que recordar y retomar ese trabajo porque tenemos que personalizar la enseñanza. Todos somos iguales, todas somos diferentes, pero no es una cuestión de adaptar la enseñanza. Yo, para mí, la palabra adaptación ha quedado anticuada y ha quedado reducida. Hay que personalizar la enseñanza. Hay que llegar a cada niño y a cada niña, porque nadie se puede quedar atrás y esa, esa idea de que cualquier niño o niña sea capaz, en el sistema educativo español, de conseguir el mayor de sus capacidades; ese debe ser nuestro trabajo. Ese debe ser nuestro punto de vista. Y creo que esta Convención no nos dice si centro…

    N.C.:— Vamos cerrando.

    M.G.:— Termino. Termino, sí. Centros de Educación Especial, sí o no. No nos dice si aulas especializadas o no. Lo que tenemos que buscar y repensar es que nuestro sistema educativo sea inclusivo en todos sus ámbitos, en todas sus modalidades y que dé respuesta a la sociedad española, que es diversa, que es única y que, por tanto, todos nosotros nos podamos realizar en ella.

    N.C.:— Muchas gracias, Maribel. Pensaba que, justo en estas conversaciones, ese debate apenas ha estado presente. El debate que sí ha estado presente todo el tiempo es cómo hacer que la, que de las escuelas no salga nadie despedido, cómo hacer que en las escuelas nadie se encuentre excluido y sobre ese debate se ha estado trabajando todo el tiempo. Dos cosas.

    Uno, Maribel, cuando yo he dicho antes, no todo es blanco y negro. Probablemente, el comentario no ha sido acertado, porque en el derecho sí que es o blanco o negro. Me refería a que, en la construcción de nuestras ideas y de nuestras prácticas y de nuestras culturas, sí que las cosas no son ni blancas ni negras. Y, por otra parte, quería comentar que, algo que ya había salido, es que, sí, que hay mucha investigación científica y, de hecho, en una de las conversaciones, la conversación de investigadores e investigadoras, quedó muy patente. Entonces, me gustaría que los debates lo hiciéramos sobre, sobre datos.

    Muy bien, ¿quién continúa?

    O.C.:— Bien, ¿continúo yo?

    N.C.:— Muchas gracias.

    O.C.:— Bien. Se han dicho cosas muy interesantes hasta el momento, solo que se dirán otras tantas. De mis compañeros, hay dos que han dicho que son profesores y conocen lo que es la docencia desde dentro. Yo no lo he dicho, pero también. También lo soy, de secundaria. También sé lo que es la docencia desde dentro y el otro día lo dije en otra reunión. Dije que, si nos diesen a elaborar, a confeccionar, una ley educativa a cuatro profesores en activo, dentro de un aula, en un mes saldría una ley perfecta, porque legislar desde Madrid es muy difícil o muy lejano a la realidad, por decirlo de alguna manera, de cómo se pueda hacer desde dentro de un aula. Estamos hablando de una ley educativa. Solamente los profesores saben lo que es una clase, saben lo que son sus alumnos, saben cómo tienen que trabajar con sus alumnos y lo que tienen que hacer. Por desgracia, pues, no se tiene en cuenta a los que día a día están trabajando o pertenecen a plataformas dedicadas a la educación.

    Dicho esto, efectivamente, el profesorado es un magnífico profesorado en todos los aspectos. En España, desde el Partido Popular, estamos reivindicando un MIR educativo, como, como tienen los médicos cuando acaban la carrera de medicina, pues, los profesores también. Que la formación sea permanente porque, queramos o no, la sociedad va cambiando; la realidad no es la misma. La de ahora, el sistema educativo no es el mismo ahora que hace 15 años, ni será el mismo dentro de 20 años. Por tanto, esa realidad que cambia, tenemos también que acoplarla y amoldarla al sistema formativo de los docentes. Por supuesto, yo lo decía al principio, se debe escuchar a todas las partes. Se debe atender a todos los colectivos, todos. Por supuesto, que se debe tener en cuenta la convención de los derechos humanos. Por supuesto que se debe tener en cuenta el art. 27 de la Constitución española. Por supuesto que se deben tener en cuenta todas las sentencias judiciales, del Supremo, del constitucional. Que apunten hacia un lado o apunten hacia otro. Por supuesto que se debe tener todo en cuenta, porque si dejásemos a una parte, por mínima que sea, sin tenerla en cuenta, esa ley ya saldría coja, no saldría lo completa que debería salir.

    Hablamos de profesores, hablamos de alumnos, pero, muchas veces, nos olvidamos de las familias. Y las familias, los padres, saben lo que quieren para sus hijos a la perfección. A veces necesitan un consejo o algún apoyo externo para decidir, porque no son expertos en educación, igual que yo. Si necesito un consejo legal, voy a un abogado. Si necesito un consejo sanitario, voy a un médico. Es normal que los padres tengan que acudir al consejo de profesionales para poder elegir en algún momento el tipo de educación que quieren para sus hijos. Pero yo no conozco a ningún padre ni a ninguna madre que no quieran lo mejor para sus hijos y, por tanto, la libertad de elección recogida en la Constitución española. Recogida en un estado democrático como es el nuestro, el español. Debe estar ahí presente, y son los padres los que deben elegir la educación para sus hijos. Y son las administraciones públicas las que deben garantizar ese derecho de elección a los padres. Ya sea el Estado, o sean las comunidades autonómicas, porque digamos que la inmensa mayoría de competencias educativas están transferidas a las comunidades autónomas, a las consejerías de educación. Y, por tanto, si llegamos a ese punto, no debe haber ningún problema.

    ¿Hacen falta recursos humanos y económicos? Por supuesto. Hacen falta recursos humanos y económicos, pero, teniendo todas las cartas sobre la mesa, estoy seguro, estoy seguro, que podríamos sacar esa ley u podríamos llegar a acuerdos importantísimos y duraderos.

    N.C.:— Muchas gracias, Óscar. Leía ahora mismo un comentario. Este, «¿podrías decírselo a los equipos del EOE?» Porque, en realidad, eso no lo deciden las familias hoy. Quienes están decidiendo el centro en el que se escolarizan los niños y las niñas, no son las familias, son los equipos de orientación. Más palabras. Joan.

    J.M.:— Sí, yo. ¿Puedo?

    N.C.:— Adelante.

    J.M.:— A ver, yo, varias cosas. Yo no soy tan optimista como Óscar. Yo no creo que los profesores solos hiciéramos la mejor ley educativa en este país. Tendríamos que incorporar, por ejemplo, las familias que también son una pieza fundamental de la comunidad educativa, y es algo que no se ha hecho en las diferentes leyes educativas que hemos tenido en este periodo de la democracia, ¿no? Por eso yo decía: lo malo de este periodo, de estos 40 años, no ha sido que haya habido muchas leyes educativas, porque las leyes están para actualizarse, para modernizarse y la España de los 80 no necesitaba la misma educación que la de los 90, ni la que los 2000, ni la que necesitamos ahora. Tenemos que adecuar la sociedad y la escuela pública de España a los retos de la sociedad española en cada momento, pero es verdad que no hemos sido capaces de incorporar la opinión, ni la implicación.

    Muchas veces por falta de voluntad política, la mayoría de esas veces en las diferentes leyes educativas. El día que hagamos eso, seguramente tendremos una ley que vendrá para quedarse más tiempo, porque quien la tiene que aplicar dentro de las aulas, precisamente, se la cree. Yo creo que, sinceramente, no tenemos que dar pasos atrás. España ya tiene un modelo de educación inclusiva que está ratificado desde el año 2008, como decía Maribel. Por lo tanto, a partir de ahí, la obligación que tenemos todos y todas, los que estamos en el Congreso de los Diputados, es cómo adecuamos la legislación y la normativa educativa a lo que ya ha ratificado España. Es decir, el mandato ya lo tenemos. A partir de ahí, tenemos que ver cómo hacemos posible que la escuela en España sea una escuela inclusiva, donde quepan todos los niños y todas las niñas.

    Y yo creo que hay 4 elementos fundamentales para poder conseguirlo. El primero, como dije antes, la formación es básica. Necesitamos ampliar la formación del profesorado. No solamente la formación inicial, que es importantísima, sino la formación permanente, que se ha recortado en todas las comunidades autónomas y somos una pieza fundamental. Tenemos que estar formados y formadas cada día.

    El segundo, los recursos. Sin recursos, sin inversión en educación, no podremos aspirar a los cambios estructurales que necesita el modelo educativo español.

    El tercero, que yo creo que es fundamental y tendríamos que aprovechar también una situación sobrevenida de la COVID-19. Tenemos la obligación de intentar rebajar las ratios en nuestras aulas, porque eso favorece también la educación inclusiva y favorece la atención individualizada que creo que defendemos todos los partidos políticos de cualquier ideología. Por lo cual, pongámonos de acuerdo también en cómo rebajamos esas, estas ratios en nuestras aulas para garantizar que todos los alumnos y todas las alumnas están siendo atendidos según sus necesidades.

    Y el cuarto, que para mí es un elemento fundamental. Muchas veces nos olvidamos y los primeros que nos olvidamos de esos somos los profesores. Permitidme que ahora hable también como profesor. Necesitamos incorporar también nuevos perfiles profesionales en la educación. Necesitamos que no haya solamente profesores y profesoras. Necesitamos orientadores, pedagogos, celadores, psicopedagogos… Necesitamos educadores sociales. Es decir, tiene que haber un perfil muy variado de profesionales en la educación de nuestro país para garantizar que la escuela es una escuela precisamente inclusiva.

    Y acabo con una cosa. A mí muchas veces, cuando hablamos de la elección de las familias, no deja de parecerme una pequeña trampa que nos hacemos todos y todas al solitario, porque si la escuela que yo tengo al lado de casa tuviese todas las herramientas para ofrecerle una educación como yo creo que tiene que tener mi hijo o mi hija, no me plantearía alternativas a la escuela que hay en frente de mi casa, con lo cual, lo que tenemos que conseguir es que la escuela que haya enfrente de nuestras casas, vivamos en el barrio que vivamos, vivamos en la ciudad que vivamos, en el pueblo que vivamos, en los pueblos rurales, que hay muchos en España, sea la mejor. Y yo, por eso, decía que tiene que ser pública, gratuita e inclusiva, porque la escuela que tenemos todos al lado de casa tiene que ser la mejor para no tener que buscar alternativas fuera. Muchas veces, planteamos la libertad de elección de las familias como una trampa para, de alguna manera, no dotar de las herramientas necesarias que tiene que tener la escuela que tenemos en nuestro barrio, y, por tanto, vestir de alternativa, lo que es una obligación por parte de las familias.

    N.C.:— Muy bien, muchas gracias. Recordaba, al hilo de lo que ibas comentando, algo que me hizo llegar una madre. Me contaba una conversación que había tenido con uno de sus hijos, son 3 hijos. La madre le pregunta a su hijo qué pasaría si, el día de mañana, el centro le dice a uno de sus hermanos que no puede estar por su comportamiento o lo que sea. Y, entonces, este chico, Martín se llama, le responde: pues, habrá que ayudarlo. Y, entonces, le pregunta por el otro hermano, que tiene autismo y, entonces, cuando él le responde, le responde con una pregunta: ¿cuál es la diferencia para pensar que Lucas puede ir a mi cole y Héctor no puede ir a mi cole?, ¿quién decide quién va a un cole o a otro? Porque parece que es una decisión, pero, en realidad, es una decisión, en el mejor de los casos, muy condicionada.

    Aquí, en el grupo de familias que hay aquí, hay alguna persona en particular que ha estado pleiteando por el derecho a estar, a permanecer, de su hijo en el centro en el que estaba escolarizado. Y respecto al tema de la formación, había un comentario por ahí también, que he leído, que decía: «si hace ya más de 25 años de la declaración de Salamanca, ¿qué hace falta para que el profesorado se forme en condiciones? Desde entonces venimos formando, se supone, para la escuela inclusiva, ¿qué problema está habiendo con la formación?»

    Más palabras. Georgina. El micro. Ahora.

    G.T.:— Sí, bueno, yo quería hacer unas observaciones. Nosotros, el enfoque que hacemos de la educación es en el marco de la libertad. Y la libertad supone el respeto de los derechos. Por supuesto, los derechos fundamentales contemplados a través de los organismos que habéis ido citados. Los derechos fundamentales contemplados en la Constitución española. Entonces, lo que no podemos hacer, es decir, de repente, que la libertad de elección es una trampa o un artículo de la Constitución es un falso derecho. O sea, yo creo que la libertad de los padres para elegir la educación de sus hijos es un derecho fundamental Y yo, simplemente, quisiera apuntar algo que antes no he dicho. Creo que objetivas los criterios para que no pase, para que no se den todas esas sentencias que estáis diciendo. Muchas familias que habéis querido llevar a vuestros hijos a educación ordinaria. Y, precisamente, las plataformas que aglutinan a todas las familias de niños con discapacidad serían las que deberían, a mi modo de ver, ponerse de acuerdo para objetivar los criterios. Para que un alumno, vaya a un centro o vaya a otro con la ayuda de las familias. En fin, tener ahí un poquito más de consenso.

    Y, luego, creo que es muy importante hacer un planteamiento de vida. Incluso más allá de objetivar criterios frente a la discapacidad. Todos sabemos, por experiencias familiares, que convivir con la belleza y con la riqueza aportan. Estas personas, sin duda, son especiales porque nos abren a otra mirada sobre la existencia y nos la enriquecen, pero, todo eso, que supone la convivencia, no tiene nada que ver con la libertad, que podamos decidir la educación que queremos para nuestro hermano, para nuestro hijo, para nuestro sobrino. Entonces, yo creo que hay que evitar el exclusivismo. La educación inclusiva, fenomenal, pero no exclusivamente, porque, entonces, entra en juego la libertad.

    Y luego, claro, hombre, decir que lo ideal es que delante de tu casa tengas el colegio, ojalá, ojalá. Pero, bueno, es que hay un mosaico de propuestas pedagógicas de los diferentes colegios y eso cualquiera que sabe de pedagogía sabe que la pedagogía no plantea un modelo único de educación, sino que son propuestas pedagógicas. Y que cuando uno decide a qué colegio lleva a su hijo, tiene que poder elegir. Y, ojalá, la escuela pública ofreciera esas distintas propuestas pedagógicas y no fuera una escuela uniforme. Ojalá. Muchas gracias.

    N.C.:— Claro, cuando hablabas de objetivar en criterios, aparece un texto, un comentario que dice: «entonces, en qué quedamos, criterios oficiales o elección de familia». Es que, en realidad, bueno, es algo complejo. Yo no quiero entrar.

    G.T.:— Son muchos vectores, ¿no? Es que es un tema complejo. Es que, creo yo…

    N.C.:— Claro, lo que pasa Georgina que, pudiera parecer, que las familias están eligiendo y el problema no es ese, el problema. Solo hay que ver algunos de los videos, sobre todo de las familias y el de los jóvenes… Voy a poner aquí un video para que lo veamos y comentemos.

    G.T.:— Es que, perdona, perdona. Respecto a los videos. Por ejemplo, el primero que has puesto, dice: «si separas en la escuela, separas para la vida entera». Hombre, eso es una visión determinista. No todo el mundo piensa así. Yo conozco muchísimas familias que no piensan así, pero muchas. Eso no se puede universalizar. Es un reduccionismo.

    J.M.:— Pero Georgina, entonces, contéstame una cosa: ¿por qué tu hijo o tu hija que juega con el vecino de en frente se tiene que ir a la escuela a 50 km a la distancia? Eso yo creo que es un funcionamiento excluyente por parte de la sociedad. Y perdonad que nos hagamos preguntas, a lo mejor no es el…

    N.C.:— Bueno, yo creo que está bien que entréis en este debate. Me parece bien. Voy a poner este video a ver qué provoca.

    Marcos:— Hola, Nacho.

    N.C.:— Hola, ¿qué tal? Bien. ¿Cómo es tu escuela, Marcos?

    Marcos:— Está bien.

    N.C.:— ¿Sí… está bien? ¿Por qué está bien?

    Marcos:— Para mí es buena.

    N.C.:— Para ti es buena.

    Marcos:— Para mi hermana no tanto.

    N.C.:— Para tu hermana no tanto, ¿por qué?

    Marcos:— Porque se siente sola en el patio.

    N.C.:— Tu hermana se siente sola en el patio.

    Marcos:— Está sola.

    N.C.:— ¿Está sola? Siempre. ¿Siempre está sola?

    Marcos:— Sí.

    N.C.:— ¿Y cómo lo ves tú eso?

    Marcos:— Mal.

    N.C.:— ¿Y por qué crees que, que ella está sola?

    Marcos:— No sé.

    N.C.:— ¿Y cómo se podría arreglar eso, Marcos?, ¿qué se te ocurre?

    Marcos:— Hablando con los de su clase.

    N.C.:— Hablando con los de su clase… ¿y qué le podríamos decir a los de sus clases?

    Marcos:— Que se junten con ella.

    N.C.:— Mmm ¿Y por qué crees que no se junta con ella?

    Marcos:— Porque tiene autismo.

    N.C.:— ¿Y por eso crees que no se juntan con ella?

    Marcos:— Sí.

    N.C.:— Tú antes decías, Marcos, que para ti sí era buena la escuela, ¿por qué es buena para ti?

    Marcos:— Porque a mí me mandan cosas, estoy con mis amigos, se juntan conmigo…

    N.C.:— Sí. O sea, que a ti te mandan tarea, tú te juntas con tus amigos y eso tú ves que no pasa con tu hermana.

    Marcos:— Sí.

    N.C.:— Bueno, muchas gracias, Marcos, porque nos ha ayudado mucho a entender cómo es tu escuela. Gracias, Marcos.

    Marcos:— De nada.

    M.G.:— Bueno, es absolutamente claro y cristalino lo que dice ese niño sobre su realidad y sobre la de su hermana. Están en el mismo centro educativo y están viviendo una experiencia educativa absolutamente distinta, diferente. Yo creo que, sinceramente, que con este video tenemos que preguntarnos varias cosas: qué tipo de educación queremos. La diversidad existe y existe desde que nacemos hasta que morimos. Todas las personas somos distintas y todas las personas somos iguales, y si educamos de manera segregada y diferenciada, no sabremos vivir y convivir en la sociedad en la que estamos. Entonces, creo que tenemos que, decididamente, trabajar por una sociedad más cohesionada, y eso viene por la atención a la diversidad en toda su extensión.

    Con respecto a uno de los vídeos, se hablaba de justicia social y se hablaba de justicia escolar y justicia curricular. A mí me gustó mucho, porque realmente este niño está exigiendo o solicitando justicia curricular y justicia educativa para su hermana. Yo pienso que la atención a la diversidad no puede depender de la voluntad de una familia, no puede depender de la voluntad de una administración o de la voluntad de un docente, como habéis dicho en muchas ocasiones: es que el docente os dice que no está preparado, es que el docente no lo quiere en su aula o es que la familia quiere esto o solo esto. Yo sí he leído la sentencia y estoy al tanto de la sentencia de escolarización que está habiendo tanto en un lado, como en otro. Familias que piden que su hijo vaya a un centro de Educación Especial, como familias que piden que su hijo o su hija vaya a una escuela ordinaria.

    El sistema actual que tenemos nos obliga y, de algún modo, nos exige que todos los profesionales que nos dedicamos a la educación, a trabajar colectivamente. Los equipos de orientación no pueden ser un bando, los centros docentes otros, los docentes otro bando, las familias otro bando. No podemos estar en guerra. Tenemos un niño, una niña, que tiene unas necesidades y tenemos que sentarnos, hablarlo y que ese dictamen no sea una sentencia, o que esa administración finalmente tenga que irse y querellarse porque la familia quiere o el niño… no, no podemos seguir por ese camino y creo que este proyecto de ley educativa nos tiene también que obligarnos a sentarnos, a reflexionar a las políticas y a los políticos en este tema para que, luego, en los Decretos de atención a la diversidad…

    N.C.:— Vamos cerrando ya. …

    M.G.:— de las diferentes comunidades autónomas sea una realidad. Y nos tenemos que, tenemos que repensar, tenemos que sentarnos a pensar.

    N.C.:— Muchas gracias, Maribel. Me llega un comentario que viene a colación con esto que estás comentando. Los dictámenes de escolarización no son elegibles, son un dictamen de escolarización. De hecho, esas sentencias lo que hacen es cuestionar el valor legal de esos dictámenes de escolarización. Eso no lo elige nadie y no se puede plantear en términos de que es algo elegido, cuando el mecanismo para que una persona vaya a un centro de Educación Especial o un aula específica es algo que decide, por ejemplo, un profesional.

    Más palabras.

    M.G.:— Solo una cosa. Los equipos de Orientación Educativa y Psicopedagógica específicos y los demás departamentos de orientación, estoy convencida de que hacen su trabajo lo mejor posible, igual que los profesionales de la educación, y que cuando realizan un dictamen de escolarización hacen una propuesta. La familia firma a favor o en contra de esa propuesta. Recordadlo. No es exactamente…

    N.C.:— Pero la familia no puede negarse, o sea, cuando el dictamen de escolarización se plantea es, al final, absoluto. La familia se puede negar, pero eso se puede llevar hasta donde quiera el profesional, hasta donde quiera la administración en realidad.

    Voy a mandar otro video que va a colación con esto. Muy cortito.

    Raúl R. López:— Tarde o temprano se nos plantea un dilema. ¿Qué hago, me adapto a lo que se espera de mí o hago cumplir los derechos humanos?

    N.C.:— Es un profesional, es un orientador; de hecho, hay muchos orientadores y orientadoras en esta situación.

    J.M.:— Claro, por eso yo decía que, seguramente, nos enfrascamos mucho en todo este tema de qué eligen las familias y qué no eligen las familias cuando el debate está en si las escuelas tienen las herramientas necesarias para hacer frente a los alumnos que presentan cualquier tipo de necesidad. Porque, seguramente, cuando consigamos eso, no habrá profesionales que se tengan que plantear excluir a un alumno para que pueda ser atendido en función de los requisitos educativos que se imponen desde las administraciones públicas. Y, probablemente, tampoco haya demasiadas familias que se plantearán llevar a sus hijos a determinadas escuelas. Porque, como decía, creo que el debate que tenemos pendiente es cuáles son las herramientas, cuáles son los recursos que necesitan las escuelas para garantizar que cualquier alumno, independientemente de sus circunstancias personales, sociales o económicas de la familia, esté atendido de la mejor manera posible. Y creo que, sinceramente, ese es el debate que tendríamos que tener de mirada política y tengo la sensación de que no me equivocaré mucho. Creo que ese debate es dónde encontraremos puntos de encuentro, independientemente de la ideología que tengamos cada uno que, evidentemente, es legítima, porque el bien del menor, el bien de que mi hijo, que voto izquierdas, esté bien atendido en una escuela y el hijo de mi vecino, que vota a la derecha, también esté bien atendido en la escuela, nos interesa como sociedad en general. Es donde encontraremos esos puntos en común que sé o que creo que son por los que tenemos que transitar, por lo cual yo creo que tendríamos que dejarnos de debate.

    Yo decía trampa, ponerle la palabra que queráis, pero debates que no nos llevan a ningún sitio, que lo único que buscan es el enfrentamiento entre unas familias y otras y buscar el bien superior, que es el bien por la educación, que tiene que ser como garantizamos que la escuela de la atención que necesita cualquier niño y cualquier niña, independientemente de sus circunstancias personales. Para eso necesitamos recursos, necesitamos formación del profesorado y necesitamos, evidentemente, perfiles profesionales diferentes más allá del profesor histórico que hemos tenido toda la vida en nuestras aulas.

    N.C.:— Muchas gracias.

    O.C.:— No se trata, si me permites, Nacho, de enfrentamientos, ni de ganar batallas, ni de todo lo contrario. A veces, los seres humanos, las personas, somos expertos en hacer difícil lo fácil y en complicarnos la vida de tal manera que de lo que parece una realidad tan obvia, que casi tocamos con la punta de los dedos, hacemos un mundo universo y, efectivamente, hay muchas cosas importantes.

    Una de ellas es que, a veces, adjetivar algo es muy doloroso. Ponerle siempre algún adjetivo de inclusivo, exclusivo, de especial, de ordinario… Detrás de eso, a veces, va mucho dolor, mucho dolor y mucha crueldad. Que no deja de ser muchas veces la realidad, sí, pero le ponemos ese toque que, a veces, lo deshumaniza, por decirlo de alguna manera, en la cuestión que estamos tratando. Dicen que los niños nunca mienten, y cuando vemos realidades como la de este niño, Marcos, del video anterior, que denunciaba lo que está sufriendo su hermana por ser autista, la verdad es que eso es un drama y esa es la realidad. Y, efectivamente, nos está mostrando que algo no funciona bien, que algo está fallando en el sistema educativo. Llámese recursos, que pueden ser bien recursos económicos, profesionales, lo que sea. Cuando unos padres no pueden libremente elegir el centro, sea el de delante de su casa, o sea el de la otra punta de la ciudad, o sea, el que tiene en el pueblo de al lado. Pero cuando libremente no pueden elegir ese centro, algo está fallando también, algo no funciona y eso es lo que nos debe preocupar.

    Todo funcionaría bien, y lo he dicho antes, cuando las administraciones públicas, y hablo en plural, son los garantes de que nosotros, como ciudadanos, tengamos nuestros derechos y podamos acceder a ellos. Y esas administraciones públicas, si a mí como padre o cualquier persona que nos esté escuchando como padre o madre que quiere llevar al colegio que sea, sin adjetivos, insisto, sin adjetivos, no voy a objetivizar ahora los sustantivos, llevarlo al colegio que sea a su hijo, tenga alguna discapacidad o no, por el sistema educativo que se imparta en ese colegio… Lo que sea, me da igual. Insisto en que no quiero entrar en detalles. Si no puede hacerlo es porque el sistema nos está fallando. Y hay que corregir eso. Que a veces, una manera de corregirlo, efectivamente, estoy de acuerdo con mis compañeros, son recursos económicos. Por supuesto. No lo voy a dudar. Faltaría más. Pero no solamente son recursos económicos. También hay otros aspectos que hay que tener en cuenta, e insisto, los padres son los que deben tener la primera y la última palabra, siempre acompañados, en algún momento, de apoyo externo para poder escolarizar de la mejor manera posible a sus hijos.

    M.G.:— Yo solo un apunte. Eso quizás, Óscar, es posible en una ciudad como Madrid. En Extremadura, ámbito absolutamente rural, tenemos los centros que tenemos y cualquier niño o niña puede escoger el centro que quiere, simplemente porque hay uno, a lo mejor, en su pueblo y no hay más. Por lo tanto, cuando yo decía que la atención a la diversidad tiene que ser la mejor posible también en ese centro, porque es el que tiene. No vamos a llevar a ese niño en un autobús todos los días cuando puede estar en su centro. Es a lo que yo me refería, teniendo en cuenta que, claro, yo te entiendo, Óscar, tenemos que diferenciar entre escuela rural, urbana… Es que, es tan amplio todo [risas] que esta es la casuística. No podemos poner una norma o una regla porque no es posible.

    O.C.:— Totalmente de acuerdo.

    N.C.:— Me plantean por aquí una pregunta: «¿Creéis que hacer un proyecto de ley desde un pacto va a hacer que lo que Marcos dice cambie?»

    J.M.:— Yo te doy mi opinión, si te parece. Si lo hacemos desde un pacto exclusivamente político dentro de las cuatro paredes del Congreso de los Diputados, será muy difícil. Si lo hacemos desde un pacto entre las fuerzas políticas y la comunidad educativa, entonces, estaríamos empezando a cambiar estructuralmente lo que se ha hecho en la educación en los últimos 40 años.

    O.C.:— Que no sirva de precedente, pero estoy de acuerdo con él.

    J.M.:— (Risas) Bien.

    M.G.:— Muy bien, muy bien, vamos, vamos. (Risas) Precedente peligroso, precedente peligroso [risas].

    O.C.:— Pero esto bórralo del vídeo, eh, bórralo.

    N.C.:— (Risas) Lo borro, lo borro [risas]. Bueno, más ideas. Tengo aquí otro vídeo. La verdad es que tengo debilidad siempre por la familia, que es con quien más trabajo y es a quien más investigo, sobre todo a las madres. Me parece que el conocimiento que generan las madres es un conocimiento de un valor incalculable para las escuelas que, ahora mismo, no se está teniendo en cuenta y que, necesariamente, si queremos que las escuelas sean inclusivas, tiene que ponerse ahí delante, como una gran herramienta para construir conocimiento pedagógico.

    Eso que va ya por delante, pero, tengo que decir que la sesión de jóvenes que tuvimos aquí, de niños y niñas y de jóvenes… Georgina, ¿querías comentar algo?

    G.T.:— Sí, me has tocado la fibra sensible. Del conocimiento de las madres, simplemente hacer un apunte. Yo he estado en formación muchos años también. Antes y siempre he hablado de lo que es el conocimiento por connaturalidad, que es el conocimiento que de forma natural tiene una madre de lo que le pasa a su hijo, y que ella sabe, por connaturalidad, por amor. Por ese conocimiento que da el amor. Porque ama, sabe atender de la mejor manera a su hijo. Solo quería hacer este apunte, porque me ha parecido muy bonito y porque lo suscribo.

    N.C.:— Pues, fíjate, por ahí andan parte de mis investigaciones. En el conocimiento que generan las madres, particularmente, también los padres, evidentemente, pero, particularmente, yo he trabajado con las madres y es un conocimiento de su hijo. Tú dices desde el amor. También lo planteo así en mis trabajos, desde el amor. Y es un conocimiento directo con la persona, más allá de todo el proceso de etiquetado que ocurre, en diferentes instituciones. Ocurre en la sanidad desde que comienza el nacimiento de tu hijo o tu hija y, después, la institución escolar también trabaja a partir de ahí.

    Y las familias lo que hacen, y en particular las madres, es conocer a la persona sin el estigma, tienen esa capacidad…

    G.T.:— Exacto.

    N.C.:— … esa capacidad de mostrar a la institución quién es esa persona sin el estigma.

    G.T.:— Y no solo a la institución, sino al propio niño, porque, si tú eres capaz, cada día que amanece, mirar a tu hijo con una mirada nueva, sin etiquetas, porque ya no es ante la institución, es que tú realmente no digas: «este es un vago, este es un pesado, con este no se puede, este es un inútil…». Todo esto limita de forma radical a los hijos. Hay que formar a los padres también, y yo a eso me he dedicado muchísimo.

    N.C.:— Sí. Ocurre también, aquí estoy entrando ya más de lo que debería…

    G.T.:— Ya, yo también (risas), perdón, eh.

    N.C.:— … pero estamos trabajando lo escolar, en lo familiar también. Lo educativo, no hay parcelas.

    G.T.:— Trasciende.

    N.C.:— Pero, yo decía, el conocimiento ese, tú decías ‘natural’, yo no le llamaría natural…

    G.T.:— Connatural.

    N.C.:— Connatural. Yo no lo llamaría así, pero creo que estamos hablando de lo mismo. Ese conocimiento genuino que se genera en las familias… No en todas las familias, todo hay que decirlo. En algunas familias o en muchas familias, en las que yo he conocido, desde luego. Ese es una gran herramienta para la escuela. Y una de las cosas que habéis planteado aquí, pero que también se han planteado en las sesiones anteriores, es la importancia de la participación en las escuelas, que la comunidad vaya a las escuelas, que puedan entrar en ellas, que pueda transformar la cultura… Esa es una de las grandes herramientas que tenemos.

    Bueno, pongo otro vídeo. Tengo debilidad también por los jóvenes. Os pongo un video cortito para continuar y vamos a cerrar en breve.

    Antón Fontao:— ¿Qué medidas van a tomar para que ningún niño se sienta solo en la escuela?

    M.G.:— Sí, decía que a nivel micro tenemos una serie de buenas prácticas que podríamos y deberíamos recuperar, y no solo dejarlo otra vez en esa buena voluntad que tienen algunos centros educativos o algunos docentes que están más formados o más implicados en la inclusión educativa.

    Tenemos los patos inclusivos, tenemos un trabajo con comunidades de aprendizaje interesantísimo por Ramón Flecha en todo el país, científicamente mostrado y trabajado, tenemos familias y asociaciones, colectivos, entes, que trabajan codo con codo con los centros educativos para que ningún niño se sienta así. Es una crueldad tremenda tener muchachos y muchachas todavía en los centros educativos solos. Y los maestros, las maestras, trabajamos con lo mejor de cada casa, con el tesoro de cada casa. Mis hijos, yo tengo dos hijos, y son el tesoro de mi casa y estoy convencida de que todas las mamás y todos los papás y todas las familias que nos escuchan, sus hijos son lo más importante y sus hijas para ellos. Entonces, tenemos que volver de nuevo a trabajar a todos esos niveles, porque en, dentro de nuestro ámbito legislativo, tenemos la capacidad de legislar, pero también tenemos la capacidad de poder trabajar, como decía Joan, como decía Óscar, poder trabajar con la comunidad educativa íntegramente para que podamos aprender en una investigación acción, que al final es una investigación acción que está tomando sus frutos y recogiendo sus frutos en muchas partes de España.

    G.T.:— Pues, yo, en esta línea, y para responder al, al vídeo, me gustaría contar que, a pesar de que nuestro grupo parlamentario, esta nueva ley que se está tramitando, la hemos rechazado de plano porque es eminentemente ideológica, sí que hemos apostado por esa enmienda que es el tema de integrar la educación emocional. Educación emocional que supone una educación integral de la persona: formar personas. No sé qué será eso que has comentado de los patios inclusivos. Entonces, que eso sea una realidad natural, pero no solo respecto de las personas con discapacidades, sino con cualquiera que no es como tú, que no piensa como tú, que piensa diferente. Y en ello tenemos que dar ejemplo los propios políticos, ante el que piensa diferente, cómo me relaciono. Ahí, entra el respeto a la persona, el ver personas, ver que la persona es ante todo un bien y que por ello debe ser respetada, aunque, aunque tenga diferencias conmigo.

    Es una gran, una gran labor de formación, como habéis dicho ya aquí, que una asignatura pendiente, que es la formación del profesorado, de las familias, de los niños, y es constantemente, a mi modo de ver, a través de diálogo, de la interacción, de esa capacidad de estar pendiente de lo que pasa en todas partes, de esa empatía. 'Empatía', se ha abusado mucho de esta palabra. Ya casi no me atrevo ni a usarla, porque está muy mal utilizada, francamente. Entonces, yo que soy experta en educación emocional, cuando la oigo, me digo, 'jolín, esto no es empatía, por Dios'. Pero sí que es verdad que, si conseguimos que la persona, los seres humanos, nuestros alumnos, nuestros hijos, nosotros, porque eso se va creciendo también de mayor, entonces podemos crecer en esto. Sin duda, mejoraríamos la convivencia y no veremos estas situaciones que a todos nos duelen.

    N.C.:— Claro, en realidad, en esas conversaciones, a pesar de que se habló con mucha calma, hay un gran dolor depositado en esas sesiones. Yo pienso, si esa es, como decía Georgina, una de las grandes lagunas que tiene nuestra escuela: cómo estamos tratando las emociones del alumnado. Por ejemplo, cómo cae la motivación, especialmente, en la secundaria. Eso tiene que ver con la satisfacción y el deseo que tiene el alumnado de estar allí. ¿Qué es lo que estamos haciendo?

    Pero, claro, hay algunos colectivos que se llevan la más grande. El ejemplo, yo creo que lo tenemos en estos vídeos, porque ahí hay hermanos y hermanas que cuentan la historia de su paso por la escuela y del paso de la escuela, pero la escuela de su hermano o hermana. Y esa gran diferencia que hay ahí, no es diversidad, es desigualdad. Hay que entenderla como la desigualdad que tenemos que remover, y que vosotros y vosotras como, como políticos, tenéis como una gran tarea por delante.

    O.C.:— Y muchas veces, Nacho, si me permites, más que desigualdad, es que se convierte en crueldad. Y es muy duro, muy duro. Es que lo que, volviendo al vídeo de este último chico, Antón se llama, ¿no? Estoy ya en el segundo capítulo del libro. Hemos hablado del primer capítulo, que sería el que cada alumno pueda estar en el centro que quiera, pero una vez ya dentro del centro, no debe sentirse aislado, no debe sentirse marginado. No solamente para las personas con algún tipo de discapacidad, aislamientos sociales, por muchos motivos, no solamente por tener una discapacidad física, psíquica, del tipo que sea. Y los profesores, tenemos una lucha diaria. Y por eso alguien preguntaba antes: «¿Pero no había bastante con lo de Salamanca, de hace 25 años?» Es que la sociedad cambia a un ritmo tan rápido, tan voraz. Estamos en la digitalización de la sociedad y esto cambia tan rápido que las maneras de enseñar o las maneras de enfrentarte a un grupo de alumnos, no son las mismas ahora que hace 25 años, ni lo serán dentro de 7 años. Por eso, los profesores tenemos que estar en una formación permanente, prácticamente a diario. No acomodarnos hasta que nos jubilemos.

    Uno se consigue su plaza y se acomoda, ¿no? Todo lo contrario. Debemos estar formándonos permanentemente en cuestiones tan sensibles como estas. Y repito, el equipo español es excepcional, excepcional. No puedo decir nada negativo, en general, del profesorado, pero, insisto, a veces nos encontramos con realidades dentro de un aula que llegan a ser crueles.

    N.C.:— Bueno, es que yo quería decir que, en realidad, cuando hablamos de escuela inclusiva, estamos hablando de toda la escuela, de la escuela para toda la ciudadanía. Y cuando antes hablaba Georgina de emociones, son algo para toda la ciudadanía. Y, cuando comentas, Óscar, esta intervención, también te refieres a toda la ciudadanía. No se trata de otra cosa, lo que pasa es que hay poblaciones que están fuera, o que estando dentro siguen estando fuera, y ese es el gran trabajo que tenemos. Decía uno de los investigadores que ha participado en estas sesiones, Nacho Haya se llama, que había que pasar de esta idea tan biologicista, que entiende la discapacidad como un problema biológico, a entender que nuestro trabajo está en ver las presiones excluyentes que hay en el sistema, que es de lo que estaba hablando Antón. No estaba hablando de otra cosa. O de lo que estaba hablando Marcos antes, cuando decía que para su hermana esa escuela no era buena.

    Esas presiones que hace ahora mismo el sistema para que no esté su hermana allí. Son las que tenemos que trabajar. Y comentaba Óscar, «es que ha pasado mucho tiempo y el tiempo cambia desde Salamanca». Pero es que ni siquiera eso hemos hecho. Es decir, es que los propósitos de la Declaración de Salamanca, que han pasado años desde aquella declaración de la Unesco, no los hemos hecho.

    Joan quería comentar y vamos a cerrar ya en un momento.

    J.M.:— Sí, yo no estoy de acuerdo con lo que decía Óscar, (ironía), tampoco sin que sirva de precedente. Creo que, precisamente, la pregunta que nos hacía Antón es la principal pregunta que tenemos la obligación de responder desde las administraciones públicas y nosotros, como representantes políticos.

    Lo primero, porque se puede hacer de dos maneras. O hacemos medidas, digamos, puntuales, parches, por llamarlo de alguna manera, para ir corrigiendo los déficits que tiene el sistema. O nos planteamos cambios estructurales que son los que necesita nuestro sistema educativo para garantizar que todos los niños y todas las niñas tengan atención en nuestras escuelas. Yo lo decía. Los cambios estructurales que nosotros proponemos desde Unidas Podemos son los que busquen una educación que sea pública, que sea gratuita, que sea inclusiva, porque pensamos que es la escuela para todos y para todas las niñas y los niños, independientemente de las necesidades que tengan. Yo me pongo como ejemplo. No hace falta que lo diga. He sido toda la vida un niño gordito, tirando a peso elevado y, cuando hacía educación física, necesitaba una atención especial, diferente a la que necesitaban el resto de mis compañeros y mis compañeras. Pues eso es lo que tenemos que garantizar: que, dentro de esa escuela, independientemente de las necesidades que tengamos cada uno por nuestras condiciones físicas, psíquicas o socioeconómicas, estemos atendidos dentro de los centros escolares. Porque eso es, y vuelvo a lo que decía al principio y con eso acabo, lo que nos va a garantizar también una sociedad inclusiva. No una sociedad donde unos nos veamos diferentes a los otros, sino que todos nos veamos iguales, precisamente, porque somos diferentes.

    O.C.:— Por lo que respecta al Partido Popular, yo estaría dispuesto, como portavoz de educación de mi partido, en el Congreso de los Diputados. No me cierro a nadie. Estoy dispuesto a sentarme y hablar de todo. Lo he dicho antes. Para llegar a una negociación hay que poner todas, todas las cartas, bocarriba, encima de la mesa. Todas. Las mías y las de todos los demás.

    Y yo estoy de acuerdo en que no se podrán aceptar todas mis cartas, pero también el otro debe estar de acuerdo en que tampoco puedo aceptar todas sus cartas. Es una negociación, en definitiva. Hay que ceder por ambas partes, por todas las partes. Insisto: sentarme en una mesa con los partidos políticos, para sacar… a ver, con los partidos políticos, insisto, y con toda la comunidad educativa, porque es en lo que estábamos antes de acuerdo, Joan Mena y yo, la comunidad educativa tiene que ser un actor, no de piedra, no un invitado de piedra, un actor activo totalmente en esta negociación. Y, por supuesto, negociar para llegar a una ley educativa que se alargue en el tiempo y que caiga bien, sobre todo en la comunidad educativa. Yo sin ningún tipo de problemas.

    G.T.:— Por mi parte, efectivamente y como habéis dicho al principio. Algo muy importante. Se trata, en primer lugar, de escuchar y, después, de escuchar. Si uno escucha bien, siempre se puede llegar a un acuerdo. Así que nada. Ya aprovecho y te doy las gracias, Ignacio, por la invitación y nada. Desde nuestro comando vamos a seguir luchando por la educación, por este compromiso, por dotarla de los recursos que necesita, por atender todas las necesidades de las familias con hijos con discapacidad y también por la libertad. Muchas gracias.

    N.C.:— Muchas gracias, Georgina. Vamos a cerrar ya. Maribel. Adelante.

    M.G.:— Primero, dar las gracias a las personas que han asistido. Estoy totalmente a disposición de cualquier familia, madre o persona que ha participado para contestar preguntas y a lo que haga falta. Me alegra muchísimo escuchar a Óscar y a Georgina y, por supuesto, a Joan, que de aquí puede salir lo que se espera de nosotros como políticas y como políticos en poneros de acuerdo para sacar la mejor ley educativa posible. Quiero pensar que, y así estoy convencida, todos y todas, por un sistema educativo de calidad y de equidad, porque si no hay equidad, no hay calidad. Y, por tanto, estoy convencida de que seremos capaces de sacarlo adelante y a disposición de cualquier pregunta o cualquier sugerencia por parte de toda la comunidad educativa que sé que nos sigue. Muchísimas gracias.

    N.C.:— Muchas gracias. Georgina, Joan…

    O.C.:— Nacho, aprovecho también para despedirme. Gracias por invitarme. La verdad es que he estado muy a gusto. Se me ha pasado muy ameno, muy rápido esta hora y media. Podría haber estado mucho rato más. Aquí me tenéis para lo que necesitéis, para otras jornadas de estas o a nivel personal, a nivel político en Madrid. Así que estoy dispuesto a colaborar con vosotros, con la comunidad educativa en general, porque la comunidad educativa y sobre todo nuestros niños se lo merecen.

    N.C.:— Muchas gracias, Óscar.

    J.M.:— Agradeceros, también, no solamente que nos hayáis invitado esta tarde, sino el trabajo que estáis haciendo. Yo creo que es importantísimo que la comunidad educativa también se active y que, por tanto, nos enseñe muchas veces el camino. Yo siempre digo que no hay nadie mejor que la comunidad educativa para saber cuáles son las necesidades dentro del aula. Por lo tanto, seguir, seguir deseando que estéis luchando por esta educación que defendemos, la mejor educación para todos y para todas. Y porque yo estoy convencido de que lo vamos a conseguir entre todos juntos.

    N.C.:— Bueno, muchas gracias a todos y todas por estar hoy aquí, especialmente a vosotros cuatro por haberos prestado a estar. Porque también sabemos todo el trabajo que tenéis ahora mismo, que es ingente, y que seguro que tenéis otras muchas cosas muy interesantes, pero no sé si más interesantes que esta (risas). Yo os agradezco mucho la participación.

    Creo también que, cuando dialogamos, conseguimos trascender muchas fronteras que son, que en realidad, movibles y que ahora tenéis una tarea muy importante de mover fronteras para seguir trabajando juntos, porque lo que han estado reclamando todas estas familias, profesorado, directivos, investigadores y, sobre todo, niños y niñas es que la escuela les valga, les valga la pena.

    Así que muchas gracias por todas vuestras intervenciones y nosotros también estamos por aquí.

    Al unísono:— Gracias, adiós.

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    Conferencias en congresos científicos

    • CALDERÓN ALMENDROS, I. (2021). Subvertir las relaciones de investigación: pensar, hacer y promover escuelas inclusivas a través del diálogo. Conferencia presentada en el I Seminario Internacional de Investigación: Construyendo una red de redes alrededor de la inclusión y la interculturalidad. Cádiz, España.
    • CALDERÓN-ALMENDROS, I.; RASCÓN-GÓMEZ, M.T. & CABELLO-FERNÁNDEZ-DELGADO, F. (2021). How to make our schools more inclusive? The case of Spain. Paper presented at Comparative Education Society of Asia (CESA) 12th Biennial Conference. Kathmandú, Nepal.
    • CALDERÓN-ALMENDROS, I.; RASCÓN-GÓMEZ, M.T. & MOJTAR-MENDIETA, L. (2022). Intersectionallity, emerging narratives, and inclusive education in Spain. Paper presented at the American Educational Research Association Annual Meeting 2022 (AERA). San Diego, USA. https://hdl.handle.net/10630/24019
    • CALDERÓN-ALMENDROS, I. (2022). Involving communities in the promotion of inclusive school cultures. 1st International Conference on Education and Training – Thinking education in transition times. Lisbon, Portugal. https://hdl.handle.net/10630/24019