
Quererla es crearla
Quererla es crearla es un movimiento ciudadano que hace converger las evidencias científicas internacionales con la investigación y el activismo ciudadano. Esto ha supuesto la construcción participativa de campañas, experiencias escolares y una red de escuelas por la inclusión, guías y tutoriales, talleres nacionales y ponencias internacionales, acciones para la incidencia política, materiales de trabajo escolar, movilizaciones ciudadanas, biografías y relatos de vida, publicaciones científicas de primer nivel internacional, emergencia de grupos de trabajo y colectivos como Estudiantes por la inclusión, etc. El movimiento generado ha sido narrado en el documental “Educación inclusiva. Quererla es crearla”, y ha recibido varios Premios Nacionales e Internacionales.
Como movimiento social, Quererla es crearla alberga a diferentes personas y colectivos que se unen en un ideario común consistente y robusto, fruto del análisis sistemático colectivo. No es un grupo cerrado, sino que aspira a hacer converger a mucha gente que sufre en las escuelas, o que quiere hacerlas más amables para toda la infancia sin excepción. Esto incluye a todos los colectivos, prestando especial atención a los más castigados en la institución escolar, por razón de clase social, nacionalidad, etnia, capacidades, orientación sexual, género, salud, etc.
Esta website ofrece una panorámica de lo realizado hasta el momento, sirviendo como punto de partida para todas las personas que se unen al movimiento, tanto en España como en América Latina.
Una investigación participativa para la conquista del derecho a la educación
Quererla es Crearla es un movimiento social de la gente que ha sido sostenido y facilitado científicamente a través de los Proyectos de I+D+i (Investigación, Desarrollo e Innovación) “Narrativas emergentes sobre la escuela inclusiva desde el modelo social de la discapacidad. Resistencia, resiliencia y cambio social” (RTI2018-099218-A-I00) y “Narrativas emergentes para la construcción de escuelas inclusivas” (PID2022-140193OB-I00), desarrollados en la Universidad de Málaga y financiados por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, y la Universidad de Málaga.
Este proyecto de investigación parte de tres premisas:
- El activismo de las personas con discapacidad y su entorno promueve la inclusión educativa y el cambio social;
- Los saberes que emanan del Modelo Social de la Discapacidad permiten cuestionar y mejorar las escuelas;
- Las redes de apoyo mutuo y resistencia favorecen procesos de resiliencia.
A partir de estas ideas se han rescatado historias de activismo de familias, estudiantes y profesionales que están luchando por hacer de la escuela un lugar en el que toda la infancia encuentre el reconocimiento a través de la presencia, el aprendizaje, la participación y el éxito en las etapas pre y obligatorias. Se trata de documentar y analizar las experiencias de familias, estudiantes y profesionales que están luchando por hacer que se cumpla el artículo 24 de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificado por España. Esto cobra especial relevancia tras el informe hecho público en junio de 2018 por el Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la ONU, en el que se manifiesta que en España se viola grave y sistemáticamente el derecho a la educación de los niños y niñas con discapacidad. Sin embargo, el movimiento y la investigación que lo acompaña han ido mucho más allá de estos términos jurídicos.
Hemos documentado nuevas narrativas sobre discapacidad e inclusión educativa que se originan en este colectivo con el fin de reconocer su valor y difundirlas; hemos profundizado en las concepciones educativas, experiencias y prácticas profesionales implicados en los procesos de inclusión escolar; hemos ayudado a comprender los mecanismos de colaboración que utilizan estos colectivos; y por último, hemos creado recursos que visibilizan y alimentan nuevas concepciones sobre la diversidad funcional y que articulan propuestas para promover la inclusión educativa.
Para lograr estos objetivos, el estudio ha partido de una metodología “ad hoc”, que combina varios procesos de Investigación Acción Participativa (IAP), capaz de decir verdades desagradables, con la metodología biográfica y narrativa. Las metodologías participativas enfocadas a la acción facilitan la construcción y desarrollo de proyectos comunes para transformar la realidad, haciendo un examen crítico del poder y los privilegios, generando relaciones colaborativas como marco de prácticas más efectivas. Por otro lado, la metodología biográfica y narrativa permite comprender las experiencias personales en condiciones de opresión y exclusión.
Para su desarrollo se ha hecho uso de diferentes fórmulas metodológicas: la elaboración de abundantes microhistorias de vida y relatos autobiográficos, la construcción de historias de vida en profundidad de activistas, estudiantes y profesionales comprometidos con la inclusión, y un análisis documental de la legislación vigente en torno a la equidad y la inclusión en las escuelas. Por otra parte, se han desarrollado diversos procesos de Investigación Acción Participativa para promover transformaciones. Los informes se han ido construyendo en dos formatos: texto y audiovisual.
La investigación ha pretendido la comprensión, pero también la expresión de personas y colectivos que a menudo no son legitimados en sus construcciones. Por tanto, la investigación es en sí una herramienta para el cambio social. Además, las narraciones y análisis han servido como catalizadores de propuestas orientadas a la acción ciudadana, haciendo más eficaces las luchas por este cambio social. Por último, el diseño y la facilitación de procesos de investigación participativa han resultado fundamentales para la fuerza de movimiento.
Más allá de la investigación
Sin embargo, el movimiento social generado ha ido más allá de la investigación. La gente se ha ido organizando en torno a deseos compartidos, a saberes construidos rigurosamente por la ciencia junto a los saberes cotidianos de todos y todas, y a derechos instituidos pero no conquistados. El movimiento social se inicia en un momento de conexión colectiva a través del dolor producido por experiencias negativas en las escuelas. Pero también de la alegría por las positivas, y por la esperanza que se produce al compartir el proyecto de un cambio social y educativo: lo que individualmente es imposible, cobra sentido y posibilidad en la colectividad. A partir de ahí, comienzan a tejerse historias de vidas y luchas sobre las que otras personas pueden instalarse: así, el viaje comienza a ser menos solitario, y sale del pozo de lo privado. Las historias personales —que conectan con el trabajo y la experiencia de tantas personas en el pasado— van siendo compartidas, y ocupando espacio en el debate público hasta llegar a los mayores foros de decisión política: un Parlamento autonómico, el Congreso de los Diputados, la sede de Naciones Unidas… La alianza entre academia y sociedad civil permite construir procesos de empoderamiento en los que las palabras una madre desprotegida, por ejemplo, se ponen en diálogo con quienes toman decisiones sobre esa desprotección. O la ciencia y el arte, el saber y la emoción, se ponen de acuerdo para construir formas de activismo que ocupan los parques y las instituciones: podemos emocionarnos aprendiendo a ver la vida, las personas y la escuela desde otras perspectivas, extrañado nuestras miradas inquisidoras.
Cuatro momentos de diagnóstico participativo y de construcción colectiva se han sucedido desde el inicio, y han dado orden a todo el trabajo generado: un workshop en Málaga en 2018, en el que emana la pregunta por la segregación escolar; unas conversaciones online sobre la escuela (inclusiva) en 2020, durante el confinamiento por la pandemia del COVID, que llegaron hasta el Parlamento para orientar las decisiones políticas; un nuevo workshop para crear la escuela que deseamos, en Madrid en 2022, donde se articularon los siguientes pasos sobre la base de lo construido colectivamente con anterioridad; y un nuevo encuentro participativo en Barcelona en 2024, que significó el inicio de la internacionalización del movimiento.
Entre esas construcciones destacan algunos grupos que han emergido, y sus respectivas producciones:
- Un grupo de profesionales que crean una nueva forma de entender la Orientación escolar, ahora sí, enfocada a hacer a los derechos humanos.
- Una escuela que se decide a recorrer el camino de su realidad a los sueños por una comunidad inclusiva, y comparte su proceso con otras escuelas que quieren hacerlo. Es posible aquí y ahora, y la experiencia lo evidencia. A partir de su experiencia, emana toda una red de escuelas por la inclusión.
- Un grupo de madres que deja claro que, cuando hay desigualdad, es necesario disentir, y crea una herramienta para facilitar el sendero del disentimiento en las escuelas que quieren generar un cambio en la realidad.
- Y un grupo de estudiantes de secundaria que no esperan a que los adultos demos el paso, porque saben que la educación inclusiva también depende de ellos y ellas, y crean una propuesta dirigida al estudiantado, a la vez que se embarca en procesos de formación inicial y permanente del profesorado, y de interlocución política. Todo ello les ha valido un Premio Internacional de Investigación Educativa Juvenil.
Como colofón, el movimiento generado ha sido documentado a través de una película, que va removiendo y aunando ideas, emociones, saberes y voluntades en España y más allá de nuestras fronteras, haciendo que la educación inclusiva esté en boca de la gente, y facilitando que se pueda hablar de lo que en muchos lugares sigue estando prohibido tácitamente. Y la gente sale del pozo de la soledad, y de la tristeza, y de la vergüenza. Y sale a disentir y defender la belleza de la diversidad, y a mostrar colectivamente que hay miserias en las escuelas que no se pueden mantener. Y se hace público en los medios de comunicación, en proyecciones de cine, en exposiciones fotográficas y también en prestigiosas publicaciones científicas del más alto nivel internacional.
Queda, pues, todo un recorrido cargado de esperanza: el que va desde el lugar en el que estamos, que aún no respeta el derecho humano a la educación de muchos niños y niñas, hasta esa escuela inclusiva que promete una sociedad en la que todo el mundo importa. Esa que se crea en el proceso de soñarla y de arremangarse para hacerla realidad. Quererla, entonces, es crearla.