Breves relatos de la escuela oculta

Otoño, Infierno, Primavera vez, Cielo… Y de nuevo Otoño, de un orientador ante la Educación Inclusiva

Raúl R. López Reyes

Aunque no sepa tu camino, me permito compartir contigo mis vivencias, mi propio recorrido en forma de propuesta, por si también tú te encuentras en la situación profesional del “quiero hacerlo, pero no sé cómo”, y te pudiera servir.

Otoño e Infierno, la dureza del no

El Otoño es el momento del soltar, como los árboles dejan caer, y no pierden por ello sus hojas. Es, ese momento de madurez para el dejar de hacer lo que ya no cumple ninguna función evolutiva, transformadora.

Negarme a hacer lo que no veo que tenga sentido ni utilidad hacer. Negarme a hacer lo que vaya en contra de mi conciencia. Negarme a hacer lo que produzca sufrimiento en el/la más débil … Fue un proceso paulatino de objeción de (1) conciencia. Un no aprendido poco a poco en el límite de la supervivencia. Un no que supone la negación para la (2) propia afirmación. 

Conjuntamente con el no, clamaba por brotar en mí el SÍ de la verdadera actuación, el hacer. Pero ¿hacer qué?, si no sé qué hacer si dejo de hacer lo que venía haciendo (en realidad en mi “no hacer”). Y si ya tengo algo en mente, no se trata del imposible hacer lo que venía haciendo y además lo nuevo. El tiempo es el que es, y es tiempo de vivir la coherencia necesaria.

El “Passage por el Infierno”

El cambio es inevitablemente un proceso disruptivo. Dejar de hacer lo que venías haciendo requiere de un “Passage por el Infierno” de tus propias inercias y de no satisfacer las expectativas de los demás, no satisfacer sus deseos, lo que sabes que te aboca a la idea de que entonces dejarás de ser un buen profesional para el otro. El infierno es no querer soltar nuestro ego, nuestra imagen a la que nos asimos desesperados ante nuestro sentimiento de vacío.

“Passage” por el infierno real del no saber hacer, y el imaginario de creer no llegar a saberlo nunca. El infierno imaginario de contactar con los miedos a imaginarias terribles consecuencias negativas, de mi imaginaria ineptitud… Y mientras más me escondo y huyo de este fantasma, más me devora. 

Recuerdo que un día me llegó una adolescente con miedo a un fantasma que la perseguía por el pasillo de su casa. Yo le conté que lo que más miedo les daba a los fantasmas es que les pudieran ver sus ojos, y le invité a que probara a hacerlo con determinación un día que le ocurriera y estuviera su madre en casa… Me dijo que, cuando volvió para mirarlo, desapareció y ya no volvió a perseguirla.

Mi fantasía era el miedo a entrar en el aula, si yo era psicólogo y no maestro; yo no era pedagogo y ni siquiera psicopedagogo, ¿cómo iba yo a entrar en el aula, si no tenía formación docente? ¿Qué me habían enseñado a mí para que pudiera dar orientaciones docentes a docentes? Me limitaba a copiar y pegar lo que mejor encontraba, pero que nunca había vivenciado. 

Creí que mi temor, mi creer no saber, era un fantasma propio, un fantasma real. Luego me confesaron que era el fantasma predominante en todo el colectivo, que una cosa eran las licenciaturas y otras la competencia profesional para la inclusión. Confieso que me costó mucho girarme hacia mi fantasma, salir de mi departamento para entrar en el aula y mirar a los ojos del alumnado y docentes. Pero entonces ellos no desaparecieron… Era yo el desaparecido que apareció, y el que empezó a verles tal y como en realidad eran.

El “Passage por el Purgatorio”

No hay fórmulas mágicas que te hagan pasar de un posicionamiento a otro, de un sistema a otro, en un instante. Es infantil pensar que se puede pasar del infierno al cielo directamente sin, todos lo sabemos, pasar por el “purgatorio”; un tiempo duro donde uno arrastra sus tripas por el suelo, un tiempo de autorreflexión, del necesario desaprendizaje para la nueva formación, y de reposicionamiento. Es un girarse para mirar a los ojos del fantasma, es abrir la mirada al interior. 

Parte de este espacio de transición es, pues, la formación en propuestas o situaciones de aprendizaje inclusivas, y posteriormente, no quedarse ahí, en lo mental, en el sé, pero no depende de mí, y en el ordenar al otro que haga lo que yo no he hecho nunca, ya que eso no da ninguna seguridad al otro de que en realidad se pueda hacer. “Si no lo veo, no lo creo”, dirían y dirían bien… “No me cuentes milongas ni utopías, si dices que se puede hacer con treinta alumnas y alumnos diferentes al mismo tiempo en un mismo aula, quiero verlo”.

El “passage por el purgatorio” es un “passage” de reflexión, pero también de aprendizaje a través de la acción, de tu propia acción (no la del otro). Si no hay acción, no hay cambio. 

Pasar a la acción es la toma de contacto con la tierra, con la realidad. Es una toma de contacto con las dificultades reales con las que se enfrenta el profesorado. Es un sentir lo que se siente en un aula así (el fantasma), cuando el aula es la tradicional, plena de cadenas que impiden el movimiento y la expresión, tales como el sonido y el silencio propios.

Esta inmersión en la tierra, en la dureza de sus conflictos y de tus propios conflictos, es lo que entiendo como la única vía de conocimiento real, y simbólicamente la que te permite el proceso transformador, para salir de ella renovado. Surge entonces la nueva orientadora, el nuevo orientador, aquel que ahora sí sabe cómo cambiar, porque ha cambiado él. 

Obviamente, no es posible este tránsito desde la soledad. No se trata de quedarse solo, sola. Entiendo que nuestra función asesora es, fundamentalmente, no con el alumnado ni familias, sino para con el profesorado, y con y para tu colectivo (2) y (3).

El necesario proceso formativo, lo entiendo como progresivo, múltiple, interdisciplinar y, peligrosamente, continuo, y… Porque luego descubres que se está (4, 5, 6) preparado mucho antes de lo que uno cree, aunque siempre hay compañeras y compañeros que, al igual que yo hice, se aferra al “aún no estoy preparado”, como la necesaria anestesia personal ante su no consciente dolor ante su aún no reconocida adicción a la “no acción”. La frontera, y el tiempo en el umbral, lo pone cada uno.

Tras la formación, mi vía de intervención para las transformaciones necesarias en el microsistema del aula, fue entrar en el aula para “hacer”, pero obviamente no solo, es un hacer conjuntamente con el profesorado que voluntariamente quiere hacer; y una vez hecho, evaluarlo con este profesorado, alumnado y familia, para cambiar lo que sea necesario mejorar.

Luego la clave ha sido para mí, mostrarlo conjuntamente, tutor, tutora y yo (porque es importante que lo oigan de un igual), mediante imágenes o vídeos, al resto del profesorado que lo quiera oír. Para ofrecerte a quien demande entonces, también probar contigo. 

Decía al principio que no se trata de hacer esto y lo que antes venía haciendo, valoraciones psicopedagógicas, valoraciones, valoraciones… Si es posible la educación inclusiva, y con tu acción conjunta en el aula así lo demuestras, no es necesario clasificar, no es necesario dictaminar otras modalidades segregadas de escolarización, porque las medidas inclusivas adoptadas, sí están dando respuestas adecuadas al alumnado, a todo el alumnado, lo que hace que no tenga sentido segregarle a otro entorno.

Otra cosa es, ya lo sabemos, el resto de apoyos y tratamientos médicos y especializados que pudieran complementariamente necesitar, actualmente por el momento a través de servicios externos a los centros educativos, y que son necesarios ser asumidos por la administración educativa en horario extraescolar. Estoy pensando en Fisioterapia, logopedia, educadores/as sociales y en la formación que las familias deseen y no la que deseamos nosotros (paternalmente, otra vez mirando de arriba abajo), que tengan… También las familias podrían decirnos a nosotros qué formación nos harían tener a nosotros/as. Estaría bien no solo oír a las familias, sino escucharles. 

Fue la puesta en acción y desarrollo del Modelo de Orientación Sistémica para la Inclusión Educativa, que se fue con-formando inicialmente con mis compañeras del Equipo, Teresa y Mª Ángeles, y luego en grupos profesionales “ad hoc” con Mercedes, Lola, Paca, Antonio, Basi, Maite, Alejandra, Alejandro y tantas y tantos otros… bajo el amparo del Equipo Técnico Provincial de Orientación Educativa y Profesional de Huelva.

Mi primera vez y el cielo

Recuerdo que mi primera entrada en el aula, fue tras haber hablado a un docente que me pedía que le valorara a un mínimo de tres alumnos y alumnas de su clase (ya que sabía que yo tenía que hacer muchas valoraciones en el Centro), (?!), con posibles dificultades de aprendizaje DIAs (confieso que para mí las DIAs no existen, sino dificultades de enseñanza para el docente DIEs). 

Le comenté que eso me llevaría muchas horas de observación en el aula, entrevistas con él como tutor y con sus familias, pasar pruebas estandarizadas y no estandarizadas, analizar, pensar, decidir y redactar los informes pertinentes, y repetir las entrevistas de devolución a él como tutor y a las familias… Todo ello para ofrecerle unas orientaciones que entendería como utópicas e imposible de desarrollar en un aula, ya que contaba con otros muchos más “casos” de diversidad. En conclusión, tiempo perdido que alimenta sentimientos de impotencia mutuas, pero que forman parte del teatro del, “hacemos como si estuviéramos haciendo lo que tenemos que hacer”, cosa que ya me negaba a hacer.

A cambio, le ofrecí cambiar ese tiempo que me pedía emplear (unas 16 horas, que, a mi criterio, venía yo mal invirtiendo, perdiendo), sustituyéndolo por pasar con él una hora en su aula con su alumnado, durante 16 semanas… Fue el comienzo de un proceso de transformación primero para su aula y después en el Centro.

Accedemos entonces a un cielo real que supone la satisfacción del pasito a paso conseguido, donde ya no queman las infernales amenazantes llamas del “burn-out” profesional y personal; un cielo donde seguimos conviviendo con conflictos, porque no creo en un cielo donde ya no existan los conflictos, los conflictos son vida y no concibo un cielo muerto, pero sí creo en un cielo por el que vuelan las alas multicolor de las mariposas

Cuando un o una docente le pide a un orientador u orientadora educativa: “mírame este niño” (y te lo muestra con todo su cariño, cuidado y preocupación), “mírame esta niña” (y te la muestra), “y ahora mírame este otro y otro y otro…” Es un señalar hacia fuera, un mostrar para que “cambien” ese niño o niña, ese él, ella, esos ellos y ellas…

Mostrando al otro, al alumnado, queda ocultado el “yo”, porque en realidad no es un “mírame”, sino un “mírale”. 

Llevado al extremo, hay inicialmente solo una apariencia de voluntad de acción, de cambio. Sería un “mírale”, para que lo miren y vean “otros” (especialistas), para que esté durante el máximo tiempo posible en un lugar diferente a mi aula (segregación), porque tras la creencia del “yo no sé qué hacer”, está el “yo no puedo verle”, pues verle hace cual espejo, que vea mis supuestas faltas de capacidades para con él o ella, mi supuesta propia discapacidad (!). Mi miedo, el miedo, dice Nick Vuyicic, es la máxima discapacidad. En lo más íntimo, no es mírame, es mírale para que no me veas lo que yo aún no acepto que se me vea, lo que yo aún no acepto verme.

Lo habitual en la orientación basada en el modelo médico tradicional (porque también existen otros modelos médicos y visiones de “la enfermedad”), es hacer creer que el Sujeto del diagnóstico y tratamiento, es el alumnado diferente y su diferente comunidad a la que pertenece: gitanos, extranjeros, zonas marginales… Porque son ellos a quienes se les atribuye la necesidad, el problema, el déficit, porque son ellos quienes fallan, quienes no prestan atención y quienes no se adaptan al sistema; parece obvio. 

En contraposición, el modelo de orientación educativa sistémica pone como objeto de la intervención, las “situaciones de aprendizaje” que se presentan al alumnado, en ver si estas dan respuesta a las necesidades de la múltiple diversidad que confluyen realmente en el grupo o el aula… Porque es el sistema el que ha de adaptarse a la persona y no, sorprendentemente, la persona al sistema (!!).

Es un modelo mucho más difícil de poner en marcha, porque además de las inercias, es (solo inicialmente) mucho más “duro” en lo personal, ya que pone el foco de la atención y de la intervención, no sobre el otro, sino sobre el ”yo” del docente, sobre uno mismo, sobre una misma. 

Ante la apariencia de lo supuestamente más fácil, lo malo del “mírale”, es que ninguna respuesta obtenida “me” servirá en realidad; lo bueno del “mírame” (ante esa realidad que tengo enfrente y con la que ya no me enfrento sino que ahora sí que me abro a contactar), es que me permite encontrar la respuesta, reencontrar el saber, que tampoco está fuera (en el orientador/a), sino dentro de mí, no hay sombra sin luz. La solución ya no es entonces el etiquetaje para el posterior encajonamiento, la ayuda tampoco está en una supuesta buena receta, metodología, ni “actuación educativa de éxito”, sino en mí mismo, en mí misma, no ya por lo que sepa o no, sino por lo que siento, que el otro Es y Soy. 

En la conciencia de lo que hay, y de lo que yo mismo/a estoy inevitablemente reproduciendo o cambiando, es cuando se producen los necesarios procesos de creación personales y luego colectivos (¿o es a la inversa?), que dan lugar a las transformaciones necesarias…

El sistema es uno, todo está unido, no hay partes separadas, por lo que todo ocurre igual y al mismo tiempo en el propio orientador/a y en su acción.

… Y de nuevo Otoño

Y de nuevo, otoño, porque no hay lugar de llegada, sino caminos, y aunque lo olvidamos, en nuestra esencia, en nuestra mente y en nuestro cuerpo, estamos sujetos a los ciclos de la naturaleza. No dejamos de tener curiosidad, que es la necesidad de aprender aquello que creíamos saber y no sabemos, y, por lo tanto, de volvernos a enfrentar (nunca será fácil) a la necesidad de soltar y soltarnos confiados.

En nuestro papel (hoja), en el ciclo incesante de enseñanza-aprendizaje, en el que estamos todas y todos inmersos, nos dice tan bella y sencillamente como es José Mª Toro: “Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y profundo de sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación”. (7) 

Para la construcción de la arquitectura interna y externa de la Educación Inclusiva, lo más importante no es contar con los recursos, ni el estar bien formado en las estrategias metodológicas que lo faciliten, lo realmente necesario es el convencimiento de que no puede ser de otra forma, no porque la segregación vaya en contra de los Derechos Humanos (*), sino porque no dejar de estar con él, con ella, es lo que te dicta tu alma… No es el tener, no es el saber, es el sentir.

Dice Antoine De Saint-Exupéry, que “si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, sino que primero has de evocar en los hombres el anhelo de mar libre y ancho”.

Notas

  1. El verdadero infierno en el que nos encontramos inmersos, es el que 1 nos describe Alejandro Calleja Lucas en la entrada en Proyecto Madres “Vivo, convivo, sobrevivo” https://bit.ly/3CfAf71
  2. Imprescindible debate promovido por la orientadora María José G. Corell (de quien siempre aprendo), sobre la objeción de conciencia, y en sus interesantes respuestas a los comentarios en https://bit.ly/3VcF3Tt
  3. Fue muy importante para mí escuchar en 2014 a Gerardo Echeita y en especial a Ignacio Calderón.
  4. Inicié mi formación y transformación personal y profesional con Isabel López, y a través de la Psicomotricidad relacional con Ana Calles, André Lapierre y Bernard Aucouturier; luego con la psicoanalista Mª Luisa Morales y con la Psicoterapia Gestáltica, con Ángeles Martín, Pepa, Maribel y Juan Carlos, ratitos con Claudio Naranjo, y actualmente con Fermin Gonzalez Cuellar y otros. Me siento verdaderamente afortunado y agradecido. Y por supuesto con el trabajo de un solo día a la semana, en el Ceip La Rábida El Campillo (Huelva ), colegio público de una línea, con Infantil, Primaria y 1º y 2º de Secundaria, como centro Comunidad de Aprendizaje, comunidades promovidas por Ramón Flecha y de las que podemos saber algo más en: http://utopiadream.info/ca/presentacion/definicion/
  5. Jose Blas Garcia Pérez, Coral Elizondo, Antonio Márquez, María Eugenia Pérez y tantas y tantos otros en #Revolucioninclusiva y en: http://www.jblasgarcia.com/2017/04/revolucion-inclusiva.html
  6. El Cambio desde el autoconocimiento. Claudio Naranjo. (2014/09/11). Orientación educativa sistémica. https://bit.ly/3Eoujv7
  7. Las hojas no caen, se sueltan.